DANIEL ADOLFO VIÑA

La habitación estaba completamente oscura. Al fondo, acordes y melodías parecían enredarse con la cobija que cuidaba sus noches. Entre sueños y con tan sólo cuatro años, Daniel Adolfo Viña ya identificaba los sonidos: bandolas, guitarras y tiples. Música colombiana. Sólo música colombiana interpretada por uno de los grupos más importantes del Tolima durante varios años: Chispazo. Su padre, Adolfo Viña, veterano y prestigioso educador, era uno de los integrantes. Música colombiana. Sólo música colombiana grabada en el alma de un niño sensible que hoy, casi cuatro décadas después, le canta a su familia, a su tierra y, sobre todas las cosas, al amor.

Nació en Ibagué el 3 de enero de 1963. Desde los seis años inició estudios en el Conservatorio de Música del Tolima donde el valor de las negras, las blancas y la posición de las notas en el pentagrama, fueron incorporadas no sólo a su memoria sino a su manera de ser.

A partir de este momento, con bases musicales sólidas, inicia estudios de tiple con el maestro José María Rincón Becerra y, más adelante, con el maestro Luis Benavides quien le da oportunidad de formar parte de su primer grupo: Oscar y sus Estrellas. Era un conjunto integrado por Oscar y José Luis, hijos del maestro y años más tarde figuras no sólo locales sino nacionales en el pentagrama artístico nacional. Con ellos tuvo su primer enfrentamiento con el público. Serenatas, aguinaldos y presentaciones en las diferentes escuelas de la capital musical funcionaron como un encantamiento que lo llevará a crear numerosos grupos a lo largo de su juventud, con un propósito siempre fijo: cultivar la música colombiana.

En 1974, el Sena se convertirá en parte del destino de Daniel Viña. Allí, bajo la dirección del recordado Jorge González, adopta la guitarra como el instrumento que realmente traduce sus sentimientos. Luego, bajo la dirección de Francisco de Paula Rojas, creador de la estudiantina Tolima Grande, ingresa a la tuna de San Simón, colegio donde cursa su secundaria y consolida la guitarra como su eterna acompañante.

Decidido por la veterinaria, ingresa a la Universidad del Tolima donde se graduó como médico veterinario y zootecnista en 1986 y en donde su voz de barítono, grave, profunda, encontraría eco. El grupo musical, primero, el coro de cámara Ciudad de Ibagué, después, y por último el doble cuarteto vocal de música de cámara, todos dirigidos por César Augusto Zambrano, acogieron su trabajo musical por varios años. Bajo la batuta del maestro participó en el IV Concurso Polifónico Internacional, celebrado en 1983, y en diferentes conciertos como los realizados en la Biblioteca Luis Ángel Arango y el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional, además de diferentes salas en las más importantes ciudades del país.

A partir de 1985 la labor musical de Daniel Viña cesa, por lo menos en cuanto a su trabajo grupal. La tragedia de Armero, de la cual es sobreviviente, y un viaje al departamento de Antioquia, todo dentro de su actividad profesional, lo obligan a hacer de la música un trabajo individual, solitario y casi clandestino. En esta época nacerían sus primeras composiciones: Noche, pasaje llanero, Serenata de guitarra, vals, Pienso en ti, pasillo, y el bambuco Pasaje del Cauca.

De regreso al Tolima continúa su labor de composición: Estás en mi mente, pasillo, Acuarelas de mi folclor, sanjuanero, Adolfo, bolero, Historia de dos vidas y Madre: palabra de Dios, valses, y los bambucos Revivir el amor, Eres tú, Bajo la luna y, el más recordado de todos, Río de ilusión, con el cual es seleccionado entre los diez mejores compositores del Festival Pedro J. Ramos de 1993, haciéndose merecedor del segundo lugar en interpretación, en el mismo evento.

Fue fundador, director y arreglista del conjunto Zarabanda y del grupo Adolfo Viña Calderón, en homenaje a su padre, con el que graba Río de Ilusión, en un disco que produce Jaime Valencia. Daniel Adolfo Viña realiza un trabajo musical continuado como expresión natural de sí mismo. Sus composiciones, letra y música enredadas en la guitarra, un papel y un corto lápiz, forman parte de sus afectos, tan íntimos, tan cotidianos.

Defensor de la música colombiana integra junto a su padre Adolfo y su tío Alfonso, del trío Viña Calderón que estrena su repertorio en el homenaje realizado en Ibagué a Leonor Buenaventura de Valencia pero que debe suspender su trabajo debido a la muerte de Adolfo, del que Daniel aprendió la ternura del silencio.

Su trayectoria musical, producto de la sensibilidad desbordante heredada de Alcira, su madre, directora de los coros de pensionados del departamento y de una cultura musical inculcada por su padre, ya es reconocida en buena parte del medio artístico local.

Integró Cantatierra por más de cinco años y con éste grupo grabó Nuestra navidad, que incluye un villancico colombiano de su autoría. Además graba Pijao, un trabajo que condensa buena parte del trabajo interpretativo de Cantatierra, y en el que además entrega su capacidad técnica y musical al ser el responsable de la mezcla final como director del proyecto.

Es justamente gracias a este trabajo que Viña comienza a abrirse paso en la dirección artística de trabajos discográficos. Cuatro trabajos hechos para el municipio de Chaparral, dan muestra de su profesionalismo, en especial cuando los artistas fueron campesinos del municipio que participan en el encuentro de música campesina de esta tierra del sur del departamento.



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