PEDRO VILLEGAS

 

Este tolimense quien lleva siempre por el mundo el orgullo de serlo, se ha convertido en una autoridad internacional sobre las aves. Radicado desde hace dos décadas en Georgia, Estados Unidos, ciudad donde ejerce como investigador y catedrático de la universidad del mismo nombre, descubrió una vacuna para pollos que evita millones de muertes prematuras y consecuente ruina a las empresas dedicadas a su cría. Por eso su nombre recorre los cinco continentes con las iniciales V.G.G.A., las de su apellido y las del profesor Glison, con quien hizo el descubrimiento. La segunda parte de la sigla, G.A., corresponde a Universidad de Georgia. Su vacuna ha salvado de graves crisis a la industria avícola mundial y su nombre es citado con admiración en muchos países.

El notable científico, nacido en el Líbano el 2 de diciembre de 1943, hizo sus estudios primarios en la escuela Juan XXIII de su ciudad natal. El segundo de doce hijos del matrimonio de Leonor Narváez y Jesús María Villegas, ya fallecido, cree que el empuje y los afectos con sabor a café y a talento de la gente de estos lares, están en sus genes. Cursó estudios secundarios en el Instituto Nacional Isidro Parra, del Líbano, graduándose en 1962 y muchos lo recuerdan paseando por sus calles o dando vueltas al parque, como todos los de su generación, mientras llegaba el tiempo de partir.

Arribó a Ibagué a comienzos de la década de los setenta para matricularse como estudiante de Medicina Veterinaria y Zootecnia en la Universidad del Tolima, de donde egresó en 1967. Su temprana predisposición por los animales y en especial por las aves a las que ha dedicado buena parte de su vida, lo llevó a escoger esta profesión que terminó convirtiéndolo, gracias a su indomable persistencia, en uno de los más importantes científicos del mundo y una verdadera autoridad en la materia.

Terminados sus estudios en la Universidad del Tolima se fue a trabajar al Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), en Bogotá, y esta primera experiencia profesional le aportaría importantes puntos en su formación. Viajaría después a la Universidad de Texas donde obtuvo su maestría en microbiología veterinaria, un postgrado cuya especialización está dedicada particularmente al área avícola. De regreso a la capital de la república trabaja dos años nuevamente en el ICA para emprender luego otro viaje, esta vez a Georgia, donde obtiene su doctorado en 1975. El compromiso con la institución que lo patrocinara le trae a su antiguo oficio, pero en 1977 ingresa como docente a la Universidad de Georgia en el departamento de Medicina Avícola. Desde esa fecha y hasta 1995, ha pasado 18 años realizando su trabajo en la facultad de su área y en el departamento de medicina aviar.

El estímulo y la fuerza de los hombres de su tierra son connaturales en él y los lleva con orgullo por haber contribuído a derrotar una verdadera plaga del mundo animal. Esta, denominada newcastle, que ataca a todas las aves del planeta, encontró adecuado control en su descubrimiento, el cual ha beneficiado particularmente a los países europeos donde la enfermedad llegó a alcanzar índices alarmantes. Preparada con virus descubiertos en las décadas de los cuarenta y cincuenta, el científico sabe que nada fue gratuito y que su vacuna vino a ser el producto de un largo y extenuante proceso. Los resultados justificaron con creces la espera.

Varios de sus libros publicados han sido traducidos a idiomas distintos al inglés, pero dirige en español una revista sobre aves que circula en Iberoamérica y países donde existen colonias de habla hispana como Filipinas, Estados Unidos, Francia y Portugal.

Recientemente regresó a sus raíces, a la Universidad del Tolima, el lugar donde empezó a construir sus sueños académicos, para prestar su apoyo en un postgrado en avicultura que se inicia para buscar la formación de un profesional del ramo altamente calificado, tan requerido en América Latina.

Villegas no pierde ocasión de volver a su pueblo, donde aún viven su madre y algunos hermanos, para recorrerlo con ojos ávidos en la reconstrucción de sus recuerdos. Lleva ese pedacito de Colombia, según le dijo a Camilo Pérez, como una estampilla espiritual que nunca se despega o como una campana que siempre está sonando. Sin las pretensiones de aquellos que se declaran ciudadanos del mundo para ocultar el complejo de parecer provincianos, Villegas está orgulloso de su tierra natal y del Tolima, así como de la labor por él cumplida en el campo de la ciencia avícola.