ABRAHAM VARÓN VALENCIA

 

Conoció por más de cuarenta años la carrera militar palmo a palmo, desde cadete hasta general, y ocupó cargos que lo llevaron de ayudante de comando a Ministro de Defensa, siempre con la rectitud, la honestidad y la responsabilidad que lo caracterizaron a lo largo de su permanencia en los cuarteles.

Nació el 11 de noviembre de 1920 en Honda y su infancia transcurrió en las haciendas de sus padres para, luego de un pequeño tránsito por Venadillo, radicarse definitivamente en Ibagué donde inició estudios cuando corría el año de 1931.

En la escuela de los Hermanos Maristas comenzaría su primaria tras recibir de su madre la enseñanza de las primeras letras, aunque ni segundo ni quinto elemental lo contarían entre sus alumnos, pues rápidamente fue promocionado a grados superiores. El colegio de San Simón lo retendría en sus aulas por los siguientes cuatro años hasta el día en que un oficial recién salido de la escuela logró entusiasmarlo con su uniforme y presentó exámenes de admisión en la Escuela Militar de Cadetes, a la que ingresaría en el año de 1937.

Luego de cuatro años en la Escuela de Cadetes, Varón Valencia se gradúa como subteniente y es comisionado a Tunja, desde donde debió desplazarse por todo el país ocupando cargos en los distintos batallones, al tiempo que sus grados militares iniciaban un ascenso que no terminaría hasta su retiro.

Para 1945, con el grado de teniente en sus charreteras, fue elegido como uno de los quince hombres merecedores a una beca que le permitió viajar a Chile a la Escuela de Infantería General San Martín, en San Bernardo, donde compartiría clases y conferencias con un capitán que con los años se convertiría en uno de los hombres más importantes de ese país: Augusto Pinochet.

De aquí en adelante, su talento y disciplina lo llevarían a realizar un curso de Comando y Estado Mayor en Fort Leavenworth en 1959, como uno de los dos mejores hombres de su grado. Permaneció, además, como agregado militar ante los gobiernos de Perú, Bolivia, Panamá, Francia, Alemania Federal e Inglaterra hasta 1971, año en el que se traslada a un país donde efectúa un entrenamiento que hoy ve como de los más importantes de su carrera: Israel. Allí aprendió la utilidad de cualquier elemento en los procesos militares y el máximo aprovechamiento de los recursos humanos, reafirmó su rigor junto a un ejército que, como el israelí, podía enseñar de manera práctica ese difícil arte de la guerra y, sobre todo, el no menos difícil de hacer respetar la soberanía y las leyes, tarea con la cual se comprometería para el resto de su vida.

Pero no serían únicamente los grados y los estudios los causantes de las satisfacciones de este hombre que recorrió un camino lleno de sacrificios y obstáculos. Recibir al Papa Pío XII cuando era comandante de la Brigada de Institutos Militares en Bogotá, ser Director de la Escuela Militar, de la Escuela de Guerra, Jefe de Estado Mayor Conjunto y Comandante General del Ejército, serían los pasos que precederían su nombramiento como Ministro de Defensa el 8 de agosto de 1974, durante la administración de Alfonso López Michelsen, hasta el 7 de agosto de 1978, día en el que inició su retiro voluntario

El primero de diciembre de 1978 es nombrado como Embajador en Chile donde permanecería hasta 1981, año en que regresa a Colombia para vivir en su finca, como campesino, realizando tareas que aprendiera con su padre en la época en que el ganado y la agricultura eran la única forma de vida que su familia conociera.

Admira a Rommel y a numeros militares de la segunda guerra mundial por la rapidez y certeza con que actuaban y es un enamorado de la estrategia. Si mira hacia atrás puede ver recorrido un camino lleno de condecoraciones que van desde la Orden de Boyacá en su categoría de Gran Cruz, la medalla Guardia Presidencial en categoría de Gran Oficial, hasta reconocimientos del Vaticano con su orden San Silvestre Papa o la medalla Minerva de Chile, todo lo cual le ha dado no el engreimiento de los galardones sino la sencillez de un militar que lleva el campo en el alma.

Las tareas que ha realizado Abraham Varón Valencia, innovaron en gran medida la carrera castrense. Estableció en la Escuela Militar los estudios universitarios cuando fue su director y, gracias al apoyo del ministro de la época, el general Alberto Ruiz Novoa, logró que se vinculara la mujer a la institución, dispuso que el servicio militar obligatorio se pudiera prestar en las fuerzas de policía, creó la policía portuaria, intensificó la construcción de vivienda fiscal y el mejoramiento de las condiciones de vida del personal de oficiales, suboficiales, agentes, soldados y civiles de las fuerzas armadas. Fue de los primeros en entender que el servicio social debe ser parte integral de la actividad militar. En todas estas batallas estuvo acompañado por Olga Lucía Lema, su esposa, quien trabajó como ninguna otra mujer por los subalternos de su marido.

Doña Lucía Lema de Varón, gestora de una meritoria obra desde el centro de acción social de las Fuerzas Armadas, es recordada con afecto en Chile, país donde encabezó un grupo de damas diplomáticas para promover tareas de hondo contenido social. Ha sido la leal compañera de cientos de noches de insomnio del general Varón Valencia quien hoy descansa con la satisfacción del deber cumplido.

María Isabel, Edgar Alfredo, Eliana Lucía, María Claudia, Clemencia y José Abraham, sus hijos; 16 nietos, su esposa, rodean una vida tranquila que transcurre indistintamente en una pequeña finca de Facatativá entre la música clásica, el vallenato y la de carrilera, según su estado de ánimo, y en la cual deja transcurrir sus días con la misma energía que imprimiera desde hace más de medio siglo a su carrera militar.