SOBRE LAS NOVELAS DE CÉSAR VARÓN NIETO

 

Por: Carlos Orlando Pardo

 

César Varón Nieto, Líbano 1926-1981, publicó Payaso, mujer y perros, 1980, inscrita dentro de la escuela del realismo mágico o lo real maravilloso. No tiene un marco cronológico limitado y además, espacialmente, no transcurren sus escenas en país específico o punto geográfico de identidad formal.

El manejo del lenguaje muestra verdadero sentido del oficio y tiene a la mujer como principal protagonista. Todo transcurre en Nairadó, «una aldea costera de antiguos esclavos que no se dignan señalar los cartógrafos de la América española» y narra la historia no de uno sino de varios personajes, pertenecientes los centrales a la misma familia. No existe una muestra de alardes tecnicistas o juegos verbales a nivel lúdico, aunque sí riqueza del lenguaje que logra auténtica comunicación cuando nos pasea agradable, repugnante y en variadas ocasiones poéticamente por la multitud insospechada de sitios y lugares adonde nos lleva.

Esta obra, por no estar inscrita en el marco escénico de la provincia o por lo menos con esa visión, aunque sus espacios sean esencialmente rurales, alcanza dimensión por pretender y lograr ser un texto con rasgos universales.

En Payaso, mujer y perros se fijan personajes como Natalia Cartagena que «amaba las luciérnagas, las estrellas y las flores», que habla con la naturaleza, dialoga con los pájaros, o produce confesiones con la ventana de su alcoba. Son como Leonor Cartagena que un día «salió de vacaciones con su equipaje de poesía y de sueños» y que igual a Natalia ama la naturaleza, busca el Amazonas, al que considera su hermano y termina víctima de su propio querer a manos de una extraña planta carnívora parecida a «un hombre siniestro». Pero si están felices frente al escenario naturalista que caracterizó tanto la novelística de Rivera, Gallegos o Isaacs, también miran hacia su propio ser. Natalia, por ejemplo, está enamorada de sí misma, goza con la autocontemplación y tiene una agudeza reverencial frente a los objetos, curiosamente adquiriendo vida como en los mejores momentos del objetalismo francés o los relatos clásicos.

Y no es solo Natalia o Leonor. También juega papel central una «anciana negra que venía del mar y de la selva», símbolo de prestigio y leyenda, adivina de proporciones míticas, hacedora de destino y vidente, llamada Carlota Yacup, quien nace una hora después de la muerte de su madre. En Nairadó, para citar el poblado, no transcurre una historia sombría a pesar de las tragedias narradas con un discreto y en ocasiones relevante humor.

Payaso, mujer y perros podría ser mirada como la historia de una mujer enamorada de sí misma. También como el relato de quien tanto realiza introspección en medio del ocio que termina caminando por los senderos de la enajenación, el panorama de una autocontemplación existencial, objetalista, sensual o productiva y el retrato de unas mujeres románticas y tiernas.

Vale anotar cómo logra trabajar en amplios pasajes la cursilería, la adjetivación que no llega por fortuna al objetalismo de Robbe Grillet o Nathalie Sarraute, pero sí un poco a la retórica modernista sin alcanzar en lo exacto su decadencia. Es a veces exótica, en otras primitiva, pero logra siempre la verdadera ficción en una maravillosa creación en jornada contínua. Varón Nieto dejó inéditas las novelas La mujer del presidente no sabe leer y Satanás en el templo.