MAMA HELENA
Bajo las ramas de un sauce
-tronco negro, hojas suaves-,
la abuela,
casi ciega,
sintió crecer mansamente la soledad dentro de sí
como crece un jardín en luces firmes.
Sintió ya inútiles los ojos y los días,
y pensó lo inócuo de dejar más memorias:
lo que nos sobrevive es un rostro arbitrario
cada vez más desdibujado,
y el azar repentino desentierra
otras caras sorpresivas y frescas que nunca sabremos
si son recordadas o inventadas.
Mamá Helena tomó
serenamente
el camino de la clara tumba.
Para la mamá Helena de José Miguel