MARIANAVARELA

 

La naturaleza y la violencia han sido desde siempre una obsesión en la obra de Mariana Varela en la medida en que fueron estas dos sensaciones las que vivió desde pequeña y, como ella afirma, Ò es la vida misma la que viene implícita en la obra de arte: no podemos hacer otra cosa diferente a lo que somos y sentimos. Nació en Ibagué en 1947 o sea pocos años antes de que la violencia de los cincuenta golpeara los sentidos de todos los tolimenses. Su padre, un médico fundador de la Liga contra el Cáncer - Seccional Tolima- llevó una vez un óleo costumbrista del maestro Julio Fajardo: la plaza de mercado de Purificación en la que se aprecia el ancestro indígena, pero lo hizo en un momento en que existían muchas otras prioridades en la casa Varela. Sería este instante el que le demostraría a Mariana un código que descifraría con los años: la magnitud del hecho artístico. Bachiller del colegio de La Presentación, ingresa en 1966 a la escuela de Bellas Artes de la Universidad del Tolima desde la cual envía su obra a lo que serían sus primeras exposiciones colectivas: el Primer Salón de Arte Joven de Medellín en 1969, el Salón Panamericano de Artes Gráficas del Museo La Tertulia en Cali en 1970 y el New Castle Art Galery en Australia en 1971, que le abrirían la saga de exposiciones que llevarían su obra a las más importantes galeráas y museos. La segunda Bienal Panamericana de Artes Gráficas en el Museo La Tertulia, el XXIV Salón de Artistas Colombianos en Bogotá y Nuevas Adquisiciones del Gabinetes de Estampas de la Biblioteca Nacional de París en el Museo del Louvre, todas en 1973, ya daban muestra del futuro de esta tolimense que ve el arte como Ò el talento para modificar la materia y cambiar la experiencia del lector en la medida en que la obra de arte debe plantear una revisión del lenguaje con la explosión de sus signos, propiciando el rompimiento de esquemas para presentar modelos de lenguaje sensual.

Hacia 1970, luego de culminar sus estudios en la Nacional y en el momento en que los políticos no tenían ingerencia en estos asuntos, compite por una beca para estudiar en París y con la colaboración de una amiga colombo-suiza que le ayuda en el examen de francés, se hace acreedora a la subvención. Es así como realiza estudios de grabado en el Taller 17 de la ciudad de París, además de realizar estudios propios en los diferentes museos y galerías de la ciudad. A su regreso al país, Mariana Varela participa en el XXV Salón de Artistas colombianos y en el Festival Artístico de Manizales, en 1974.

Hacia 1975 expone en la Galería El Callejón en Seis Dibujantes Jóvenes, en el Museo de Arte de la Universidad Nacional, en el Museo de Arte Moderno de Bogotá en el Primer Salón Atenas y por tercera vez en el museo La Tertulia. En 1976 gana el Primer Premio del Salón Regional de Artes visuales de Ibagué y participa en Nueva Delhi en una exposición relativa al año internacional de la mujer, al tiempo que figura en el Museo de Arte Moderno dentro de una exposición denominada Solidaridad con Chile. Admiradora de Marcel Duchamp, Goya, Joseph Beuys, Beatriz González y Doris Salcedo, feminista de tiempo completo, apática a las roscas y los cocteles, enemiga de los galeristas que no son críticos sino simples negociantes y política en la medida en que su motivación surge de los acontecimientos cualquiera que sea su orden, su temática ha pasado de los desnudos de sus primeras épocas al desarraigo y el abandono de nuestros campesinos hasta la violencia de sus rostros en una simbiosis con un campo que en ella jamás muere.

La Casa de las Américas en Cuba, el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, el Planetario Distrital, la Galería Diners, la San Diego, el Centro Colombo Americano, El Museo de Arte de la Universidad Nacional, la Galería Arte Autopista de Medellín­, las Biblioteca Soledad Rengifo y la Darío Echandía de Ibagué, el Museo Nacional, a más de los distintos Salones Nacionales de Artistas de Bogotá, han sido el escenario de las imágenes de Mariana en exposiciones colectivas e individuales.

Paralelamente a su actividad artística, trabaja como docente. Profesora de dibujo y taller experimental en Bellas Artes de la Universidad Nacional de Bogotá, ha concebido el arte como una actividad que ejerce una función didáctica permanente, con un enorme valor informativo que altera el modo en que concebimos la experiencia y por lo tanto las actitudes respecto de lo que es importante y lo que nos parece bien.

Directora del Departamento de Expresión y luego del Departamento de Bellas Artes de la Universidad Nacional durante tres años, siente cómo la burocracia le hizo perder su brújula. Durante su gestión y con un comité asesor, inició contra viento y marea la reforma académica para el programa de Artes Plásticas, aunque los bajos recursos, los corrillos de envidia y el poco tiempo, le impidieron realizar la reestructuración que con 30 años de experiencia pedagógica, cree necesaria.

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