ALFONSO VALDIRI VANEGAS

Después de la oraciones de rigor y antes de iniciarse la clase de educación física, el profesor Torres reunía a todos los estudiantes de la Escuela Central de Ibagué, les explicaba minuciosamente el tema de una canción, repetía varias veces el texto, contaba un poco la historia e importancia del compositor y cuando los estudiantes se encontraban arrobados por las palabras de su maestro, éste dejaba escuchar su hermosa voz para que todos siguieran la melodía. Alfonso Valdiri Vanegas sentía que en su interior se removía todo el legado musical de sus ancestros y que una fuerza superior lo transportaba a espacios etéreos donde seguía paladeando la voz de ese maestro que se convirtió en ejemplo para su vida.

A los siete años tomaría la decisión de volverse músico, de interpretar un instrumento con la finura y el encanto que pudieran dar cuenta de esas canciones que escuchaba en la escuela y también de aquellas que su padre susurraba en momentos de solaz cuando la nostalgia de su patria lo ensimismaba. El había sido un ingeniero italiano que incursionó como solista y tenor de ópera y había llegado a Colombia contratado por la compañía inglesa que construía el ferrocarril del norte del departamento. En Honda, el ingeniero se dejó atrapar por una mujer muy dulce que se abanicaba todas las tardes con la brisa que llegaba del Gualí y de esta unión nació un 18 de abril de 1929 Alfonso Valdiri Vanegas.

Sus primeros recuerdos de infancia tienen que ver con la imagen de su abuela lavando ropa sobre las piedras que lamía el agua del Magdalena y al fondo los champanes que atracaban en Arrancaplumas. También evoca la gorra del capitán Vanegas, su abuelo, quien cumplía las veces de administrador del puerto y lo hacía subir a los buques que llegaban de Barranquilla hasta Caracolí, pues no podían remontar el famoso Salto.

Recorriendo los puentes de la ciudad, sintiendo el golpetear sereno de las aguas del Gualí, cuando el Magdalena lo abrazaba, hundiendo los pies en la arena y observando encantado los remolinos del salto, fue creciendo este niño que se impregnó del paisaje y de los sonidos de esta próspera población del Tolima.

Entre brumas memora Alfonso Valdiri sus viajes a distintas partes de las riberas del Magdalena, sobre todo Girardot adonde llegaban embarcaciones que desafiaban la noche en una larga travesía.

Las obras del ferrocarril terminaron, la compañía inglesa liquidó a sus empleados y Alfonso debió acompañar a su padre en busca de nuevos destinos. Primero fue a Bogotá donde permaneció un largo año en un ambiente que le pareció hostil, pues siempre añoraba el calor de Honda. Después su familia se trasladó a Ibagué y de nuevo tuvo contacto con el Tolima.

En Ibagué, además de recibir clases con el inolvidable maestro Torres, conoció a Alberto Castilla y deambuló tranquilamente por la placidez de un pueblo que se adormecía en medio de la abulia generalizada bajo el rumor lejano de tiples y guitarras.

Luego de permanecer por cerca de dos años en esta ciudad, su familia decidió emigrar para Cali. Allí inició sus estudios de música en el Conservatorio Antonio María Valencia y comenzó a cumplir sus obsesiones. Recibió el diploma de Músico Superior y la certificación de postgrado en Pedagogía Musical Superior, la de postgrado en Pedagogía Musical y Dirección Coral, lo mismo que Armonía, Contrapunto e Instrumentación cuando transcurrían los años sesenta.

Muy pronto se vincula como docente al Conservatorio, funda y dirige la cátedra de guitarra desde 1954 e inicia un trabajo que hace también parte de sus íntimos anhelos: compartir con la juventud sus conocimientos técnicos, hacer que ellos se emocionen con las composiciones colombianas y se conviertan en cómplices de su pasión. Esta tarea la sigue ejerciendo, aunque se haya pensionado luego de 28 años de servicios.

Además de su trabajo docente en el Conservatorio, Alfonso Valdiri labora por temporadas en la Universidad del Valle y como profesor del Instituto de Cultura de Cali entre 1955 y 1961 dictando su cátedra de instrumentos típicos. En varios colegios oficiales y privados dicta cultura musical, dirección coral e instrumentos típicos.

Funda una academia de guitarra para que la juventud valluna logre depurar su técnica e interpretación y se difundan las posibilidades expresivas de este instrumento. También se vincula a distintas empresas privadas como Coltabaco, Carvajal, Eternit, Johnson y Johnson y Cartón de Colombia entre otras.

Ha sido director ejecutante y arreglista de agrupaciones vocales e instrumentales como Las cinco guitarras, de Cali, El conjunto típico de bellas artes, Los Andinos y Los latinos. Fue instrumentador y arreglista de la Gran Banda Panamericana, la misma que durante la celebración de los VI Juegos Panamericanos en Cali, en el año 1971, participó en todos los actos protocolarios de este certamen.

Sus regresos al departamento del Tolima son ocasionales, generalmente cuando viaja por tierra a Bogotá y se detiene en Flandes a recordar su niñez a orillas del Magdalena en un reencuentro que matiza con el sabor de los platos típicos, las copas de aguardiente y la compañía de su madre quien se ha convertido en una especie de cordón umbilical con la tierra de su origen, pues ella siempre está recordándole que parte de sus ancestros yacen sobre este territorio.

En las celebraciones de los primeros folclores tuvo un acercamiento permanente con la ciudad de la música. El venía acompañando a la delegación del Valle del Cauca con grupos musicales muy bien preparados, los cuales, generalmente, obtenían los primeros galardones.

En uno de esos festivales tuvo necesidad de viajar con urgencia para poder realizar exámenes en la universidad y el maestro Ramón Cardona García, director del Conservatorio de Manizales se ofreció a llevarlo hasta Armenia, pero su prisa era mayor y viajó directo a Cali en un automóvil de la gobernación. Al otro día se enteró con gran dolor de la muerte del maestro Cardona, víctima del siniestro comandante Chispas, quien asaltó el vehículo un poco después de la Línea.

Alfonso Valdiri Vanegas ha compuesto diez piezas fundamentales para guitarra concertante, suites para guitarra clásica, tres estudios para guitarra y orquesta de cuerdas, ocho piezas populares para estudiantinas, veinte canciones populares y un ritual negroide “ballet”. Es autor además de una misa criolla y unos villancicos, varios pasajes, pasillos, bambucos e himnos de distintos colegios de la ciudad donde ha ejercido su magisterio.

Recientemente, en las fiestas que conmemoraron los cuatrocientos cincuenta años de la fundación de Cali, compuso tres obras que tienen como referente lugares tradicionales de la ciudad y que poseen gran significación para sus habitantes. Un pasillo llamado Las tres cruces, el torbellino Brisa de cañaveral y el bambuco Niebla en los farallones.

A pesar de llevar cerca de sesenta años radicado en Cali, el maestro Valdiri no pierde sus nexos sentimentales con su tierra. Se entusiasma cada vez que se encuentra con alguien que le habla de su Honda natal o del Ibagué de su infancia. Físicamente se conserva bien, pues su vida se ha desarrollado plácidamente.

Uno de los aportes valiosos del maestro Valdiri a la música colombiana, además de sus composiciones y el sinnúmero de alumnos que han alcanzado destreza en la ejecución de la guitarra, lo constituyen sus obras didácticas A.B.C. de la guitarra, dos libros; Curso de guitarra optativa, tres niveles; Apreciación musical, Historia de la música para secundaria; Fundamentos de la letra musical, tres niveles, Curso completo de bandola y Curso completo de tiple.

Valdiri ha realizado varios arreglos, entre ellos uno del Bunde Tolimense para guitarra.

Muchas son las menciones que le han otorgado durante su larga trayectoria musical. Recibió el Diploma del Mérito Educativo de la Gobernación del Valle en 1969, Pergamino al Mérito Docente, 1973. Medalla Cívica de Cali, impuesta por la alcaldía en 1974. Ha sido además condecorado con la Cruz de Caballero de la Orden de Independencia de Santiago de Cali, por la Academia de Historia, la Alcaldía y el Concejo Municipal de Cali en 1983.

Fue ganador del Concurso de Agrupaciones Musicales de empresas oficiales en 1982 y obtuvo triunfos con las estudiantinas de Carvajal, Eternit y Cartón de Colombia en 1980. En mayo de 1997, el Instituto Departamental de Bellas Artes le entregó una placa a su labor pedagógica desarrollada por muchos años, especialmente por la proyección artística que significa la cátedra de guitarra en el Conservatorio Antonio María Valencia, la primera en su género que existió en el país.

La Sociedad de Autores y Compositores de Colombia, Sayco, lo nombró recientemente miembro del Comité Antológico de la Sociedad, entidad encargada de seleccionar las obras que, a juicio de este comité, merezcan la designación de antológicas por la tradición, aceptación del público, trayectoria nacional e internacional.