LUISENRIQUE URIBE GÓMEZ

 

El famoso oftalmólogo a quien visitaron como pacientes jefes de estado de distintos países del mundo y cuyo prestigio se consolidó día a día a lo largo de los casi cincuenta años que vivió en Nueva York, nació en Ibagué el 17 de marzo de 1924, ciudad a la que visitó cada año hasta su muerte.

El siempre agradable y conversador que junto a su esposa cumple el papel de cónsul civil en la gran metrópoli, inició su carrera en el consultorio del médico Gilberto Peláez hacia 1945 trabajando sin descanso en el hospital San Rafael de Ibagué, durante varios lustros.

En el hogar de Bonifacia Gómez y Juan de Dios Uribe, un acomodado comerciante finquero que hizo gala de rectitud y buena fe a lo largo de toda su vida, tuvieron la alegría de un hijo talentoso que pronto, con altas calificaciones, se graduó de médico en la prestigiosa Universidad Nacional De Colombia. Sus padres estimulados por tan brillante inicio, lo enviaron a Francia donde se especializó en oftalmología, especialización con la que se haría famoso a nivel mundial. Luego se trasladó a Nueva York donde reside aún.

Este joven profesional cursó su bachillerato el colegio de San Simón junto a distinguidos personajes con Adriano Tribín Piedraíta y Jaime Regifo pardo, entre otros. Se contactó en EE. UU con el denominado mago de la oftalmología, el Dr. Castroviejo, un idóneo profesional español que figuraba en las páginas sociales de las grandes revistas neoyorkinas.

Toda aquella distinguida clientela que acudía a su consultorio empezó a conocer al simpático tolimense que como auxiliar siempre tenía a mano un buen consejo y su nombre comenzó a recorrer por Europa y América Latina. Los pacientes de la calle 91 don mádison, en Nueva York, sabían que las mucha ocupaciones del maestro dejaban en las manos de Luis Enrique Uribe buena parte de su atención. Como consecuencia del intenso ritmo de trabajo se vió obligado a mudarse hacia las afueras de la inmensa selva de cemento.

Mientras veía crecer su prestigio, proseguía trabajando con siempre dedicada vocación y profesionalismo.

De vez en cuando, al regresar a la Ciudad Musical de Colombia, recordaba sus tiempos juveniles hasta que, un día advirtió en los ojos profundos y hermosos de Irma Esponda, instrumentadora de cirugía, descubrió la ternura y el amor que lo acompañaría por el resto de su existencia.

Amigo de tertulias, memorables cenas, buenos vinos y cadenciosas melodías, Luis Enrique Uribe decide independizarse del Dr. Castroviejo finalizando el año 1956.

La oportunidad le llega. Vive ahora en el norte de la ciudad, en White Plains y descansa en Ibagué cada año por navidad. La oportunidad no da espera. Este notable tolimense adquiere el consultorio de Castroviejo recibiendo con él millares de historias clínicas como legado de su más querido compañero y protector.

Su sentido social lo lleva prestar servicios a gentes de escasos recursos. La historia recuerda a un mendigo adolescente llamado Hernando Capera ubicado con su lastimosa humanidad en la esquina de la calle 10 con carrera tercera de Ibagué.

Este muchacho, ciego de nacimiento, recibe a pedido de Jaime Regifo Pardo y Eduardo de Leon, viejos amigos de Uribe, un trasplante de córnea importada de los EE. UU. porque Colombia no contaba entonces con banco de ojos y el muchacho logra recuperar la visión.

En tiempos de posguerra y ante la imposibilidad de importar material quirúrgico de Alemania, el Dr. Uribe inventó un instrumento en forma de doble cuchillete para el implante en la operación de cataratas. Actualmente realiza un promedio de 350 cirugías anuales, es decir, siete semanales. Sus pacientes están alrededor del mundo.

Es miembro de la Academia de Ciencias de Nueva York y de la Sociedad Panamericana y de Oftalmología, entre otras. Junto con un grupo de científicos, desarrolló un colágeno que se inyecta y detiene las cataratas.

La última etapa es el hallazgo de la Sirenita Marítima , una nueva medicina descubierta en el Mar Caspio que evita el progreso de la membrana que impide la visión. Vale la pena anotar que el Dr. Uribe es una de las pocas personas en el mundo con acceso a esta droga a través del único farmaceuta en la Gran Manzana que posee esta fórmula.