AUGUSTOTRUJILLO MUÑOZ

 

Ser pionero de una asamblea constituyente cuyo proceso acogió el país en un movimiento que dio al traste con la antigua carta magna de Colombia y, fuera de ello, encarnar a un audaz dirigente gremial capaz de dinamizar el desarrollo de la región en los últimos años, otorgan méritos a Augusto Trujillo Muñoz para figurar como protagonista de este territorio en el siglo XX.

Así mismo hizo propia una actitud política crítica y ejerció un evidente liderazgo regional desde la Presidencia de la Cámara de Comercio de Ibagué, que celebró, bajo su dirección, 70 años de fundada. En todo momento supo cumplir una tarea meritoria para consolidar su oficio de intelectual independiente y de vocero legítimo del sector privado frente a la comunidad. Desde la cámara, como entidad promotora del desarrollo económico social y cultural, como aglutinante cívico, como depositaria de la función del registro mercantil, su ejercicio dirigente se inscribe en la historia regional.

Quien fuera también director del semanario Tolima 7 días, desde su fundación en 1992 hasta 1994, cuando los liberales determinaron unirse tras muchos años de enconadas luchas internas para lanzar su nombre como candidato único de su partido a la gobernación del departamento, nació en Ibagué el 19 de marzo de 1944 y fue hijo único de la notable educadora ibaguereña Pina Muñoz de Trujillo y de un hombre vigoroso de estirpe antioqueña, amante del campo y los potros cerreros, llamado por todos, cariñosamente, don Antonio.

Augusto Trujillo inició sus estudios en el Liceo Val de Ibagué. Luego ingresó a San Simón donde obtuvo su cartón de bachiller. En el curso de sus estudios secundarios fue miembro del Consejo Estudiantil, presidente de la Academia Literaria Manuel Antonio Bonilla y director de la revista Ariel. Se aficionó desde temprano por la lectura, que sigue siendo una de sus grandes pasiones. En aquel tiempo fue futbolista y cumplió tareas como guía turístico en el primer festival folclórico organizado por Adriano Tribín. De esos años recuerda con especial afecto a dos intelectuales ibaguereños, amigos de su casa, quienes le orientaron en la ruta hacia el conocimiento y el debate de las ideas: Ismael Santofimio Trujillo y Julio Galofre Caicedo.

Luego, siendo estudiante de derecho en la Universidad Nacional, se vincula a la política y entra a hacer parte de un grupo de jóvenes que encabezaba Alberto Santofimio Botero, bajo la orientación de Rafael Caicedo Espinosa, por entonces director del diario El Cronista. Allí comenzó a integrarse, durante la década de los sesenta, un equipo de jóvenes pensadores de por lo menos dos generaciones: Gregorio Rudas, Armando Gutiérrez, Cesáreo Rocha, entre los mayores y Germán Uribe, Carlos Gustavo Cano, Yesid Castaño y Germán Huertas, iniciados en el terreno de las ideas y de la actividad pública bajo el alero del periodismo.

De alguna manera, El Cronista fue el hogar intelectual y político de todos ellos. En sus páginas, Trujillo publicó ensayos y artículos, mientras mantenía durante más de una década su columna titulada ‘Reflexiones’. Más tarde será subdirector del mismo diario y, aún como estudiante, participará en las campañas presidenciales del Frente Nacional. Ejerció liderazgo estudiantil tanto en el colegio como en la universidad, mantuvo la mente abierta a todas las ideas, alternó con la izquierda intelectual de los años sesenta y conserva esos amigos, pero dice pertenecer a lo que algunos llaman el extremo centro.

En 1969 se gradúa en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional, con la tesis ‘Consideraciones sobre el régimen departamental colombiano’, elogiada por Abel Naranjo Villegas, decano de la facultad y por el profesor Eduardo Santa, presidente de su trabajo. De ese periodo, cuando iniciaba su actividad pública, viene su amistad con otros jóvenes valores para quienes la política se convirtió en su preocupación constante: Darío Ortiz Vidales, Augusto Vidal Perdomo, Ricardo Alarcón Guzmán, y algunos desaparecidos cuando, según sus palabras, “aún tenían mucho que ofrecerle a la región y a la vida” como Juan Tole Lis, Germán Restrepo Caicedo y Pedro J. Ramos.

Durante esos años se desempeñó como secretario general del gobernador Ariel Armel, de gobierno de Jaime Polanco Urueña y de hacienda de Alberto Rocha Alvira. Luego como gerente de la Beneficencia en las administraciones de Carlos Eduardo Lozano y Yezid Castaño González, cargos en los cuales consolida sus condiciones de ejecutivo.

Como secretario de hacienda, y en unión del entonces presidente de la Asamblea Departamental Alfonso Uribe, presenta la ordenanza por la cual se crea el Fondo de Electrificación Rural, y en la Beneficencia establece el Fondo de Inversiones para promover el desarrollo regional, y el de cultura para el fomento de esta actividad. Sostiene en el último campo una labor permanente de conferencias y edición de libros que será definitiva en el estímulo a la conformación de un nuevo contingente de escritores y artistas, hoy reconocidos ampliamente en el Tolima y el país.

En 1974 contrae matrimonio con Helena Constanza Hernández Arbeláez, ibaguereña de nacimiento, licenciada en Educación de la Universidad de la Sabana y profesora sucesivamente del Conservatorio del Tolima, de la Universidad de Ibagué y de la misma Universidad de la Sabana en Bogotá. De esa unión hay dos hijos: Sara Helena, abogada de la Universidad Javeriana, recientemente casada con el también abogado bumangués José Fernando Mestre, y Augusto Julián, arquitecto de la Universidad de los Andes.

En 1977 publica el libro ‘El nuevo pensamiento colombiano’, una elaboración antológica sobre el trabajo intelectual de jóvenes estudiosos de la época con espíritu crítico y afán científico. María Elvira Iriarte, Álvaro Medina, Ernesto Guhl, Darío Ruiz Gómez, Álvaro Tirado Mejía, Jorge Orlando Melo, Luis Darío Bernal, Jesús Antonio Bejarano, entre otros, integran la selección correspondiente. Viaja luego a Europa y después de un periplo por el viejo continente realiza un postgrado en el Instituto Nacional de Administración Pública ‘Inap’ de Madrid, la capital española.

A su regreso retorna a la política. Obtiene una curul en el concejo de Ibagué y desempeña la Presidencia de esa corporación. Colabora, a instancias del crítico Germán Vargas, en el Magazín Dominical de El Espectador, y sostiene por cinco años una columna en ese diario, entonces dirigido por un colombiano ilustre: el periodista Guillermo Cano Isaza inmolado en 1986. Ocasionalmente escribe en la revista Diners y es nombrado presidente Honorario del Colegio Nacional de Periodistas, seccional Tolima. Pasa luego a ser catedrático universitario, gerente de banco, dirigente empresarial y prestante activista de la cultura. En unión del historiador Josué Bedoya Ramírez propicia la fundación de la Academia de Historia del Tolima, cuya acta constitutiva se suscribe en la propia oficina de Trujillo, con la presencia de un buen número de historiadores tolimenses.

Igualmente ocupa asiento en varias juntas directivas del sector privado como la Asociación para el Desarrollo del Tolima, el Fondo Ganadero, la Corporación Financiera del Tolima y la misma Cámara de Comercio en la que más tarde actúa como presidente por más de una década. De su ingreso al sector privado, donde habrá de ejercer un evidente liderazgo, tanto gremial como regional, durante toda la década de los ochenta, “responsabiliza” a Roberto Mejía, José Osorio, Santiago Meñaca y Gilberto Hurtado, entre otros, todos ellos importantes líderes empresariales y dinámicos ‘jalonadores’ del desarrollo económico del departamento.

De sus años de política le quedó el conocimiento de las realidades regionales, de la angustia de sus gentes, de la problemática del hombre tolimense. De su labor burocrática, sus gestiones como gerente de la Beneficencia, o como presidente de la Federación de Lotería de Colombia, desde donde construyó un barrio para los vendedores de lotería de Ibagué. En el sector privado implementó la organización de foros con el diario El Tiempo que servirían para llamar la atención del país hacia nuestra tierra, desempeñó la dirección de la revista Carta del Tolima y formó parte de delegaciones a congresos de escritores en Venezuela, Suiza, Estados Unidos, y de empresarios en Miami, Lima y Panamá. Como presidente de la Cámara de Comercio, se convirtió en el eje central de la creación de la Casa del Tolima en Bogotá, una especie de embajada regional, para la cual aportó un hermoso inmueble que le sirvió de sede y que aún funciona como tal.

Con Germán Huertas Combariza como gobernador y Roberto Mejía Caicedo como presidente del Comité de Gremios, coadyuva en el proceso de expedición de la conocida ley 44 de 1987, dictada por el Congreso Nacional, para la rehabilitación humana, la reconstrucción física y la recuperación económica de la próspera zona destruida en la tragedia de Armero. Luego ingresa al Instituto de Alta Dirección Empresarial ‘Indalde’, perteneciente a la Universidad de la Sabana en Bogotá, donde realiza un nuevo posgrado con importantes ejecutivos del país y profesores universitarios de dimensión internacional, entre 1987 y 1988.

Sin descuidar su condición de dirigente gremial, Trujillo asumió la dirección del movimiento político denominado ‘Tolimenses con Gaviria’, que recogió buena parte del galanismo y de otros sectores liberales e independientes, el cual lo hizo Senador de la República en 1990. Integró un equipo político con los dirigentes Guillermo Alfonso Jaramillo, Carlos García Orjuela y Alfonso Gómez Méndez, entre otros, para ofrecer una opción de abierto enfrentamiento contra la más de una década de preeminencia de Alberto Santofimio. Entre tanto, siguió publicando ensayos y artículos, buena parte de los cuales recogió en su libro Pre-textos, publicado en 1990 por Pijao Editores. En esta obra, que sirvió de texto en algunos establecimientos educativos de Ibagué, expone en forma brillante su pensamiento sobre numerosos y diversos temas, tales como economía y sociedad, historia y política, universidad y cultura.

En agosto de 1994 acepta presentarse como candidato único del liberalismo a la gobernación del Tolima. Por su nombre depositaron su voto 90 mil tolimenses pero no logró la victoria. Su contrincante, Francisco Peñaloza Castro, representante del partido conservador y apoyado por el dirigente liberal Alberto Santofimio, resultó electo. Entre una y otra labor se desempeña como presidente del Club de Ejecutivos del Tolima, presidente alterno del Comité de Gremios Económicos y miembro principal de la junta directiva nacional de la Confederación de Cámaras de Comercio ‘Confecámaras’.

Entre los múltiples programas desarrollados en la Cámara de Comercio se destacan sus gestiones para la construcción de la plazoleta Darío Echandía, para rendir tributo a la memoria del ilustre ex presidente. Convocó el concurso del ex senador Alfonso Palacio Rudas, del gerente general del Banco de la República Francisco José Ortega y del entonces alcalde Francisco de Ibagué Francisco José Peñaloza, quienes en trabajo de equipo hicieron posible la obra. En el centro de la plazoleta existe actualmente una placa conmemorativa de esos hechos.

Contribuyó también con la recuperación de unidades recreativas infantiles en varios barrios de la ciudad y quiso promover el proyecto de un canal de televisión para el Tolima grande y la zona cafetera, idea que si bien no prosperó, sería antecedente de futuros canales regionales. En diciembre de 1993, como coordinador de un importante equipo de empresarios, inauguró el imponente edificio de la Cámara de Comercio de Ibagué, en una construcción levantada en dos torres de 10 pisos cada una, con un área total de 7.200 metros construidos y una inversión de 1.800 millones de pesos.

Con esas actividades, Augusto Trujillo Muñoz muestra una labor fructífera. Pero donde se anticipa a uno de los sucesos más importantes de la historia del país en el siglo xx, es en su idea de convocar una Asamblea Nacional Constituyente antes que cualquier otra persona o entidad mencionara el tema. Al finalizar el año 1986 y a nombre del sector privado regional convocó a todos los estamentos vitales y, anticipándose a la famosa tercera papeleta y los llamados de El Espectador, presentó su propuesta a los colombianos, la cual fue recogida por la prensa nacional el 6 de febrero del año 1987.

En un país que mira con cierto desdén a sus provincias, el tema sólo se dinamizó cuando fue asumido por los estamentos capitalinos. Sin embargo, ahí están los registros de prensa de febrero de 1987 y Trujillo conserva las cartas y comentarios que le hicieron llegar dirigentes nacionales como el ex presidente Belisario Betancur y el profesor Gerardo Molina o tolimenses como Rafael Parga Cortés y Alberto Lozano Simonelli, en los cuales, por encima de los factores de controversia, expresan su respaldo a la iniciativa que, en su momento, se constituyó en apertura original a los múltiples problemas institucionales que gravitaban sobre el país.

En 1995 Trujillo estableció su residencia en Bogotá. Cursó una maestría en Derecho en la Universidad Nacional y se vinculó como profesor de algunas universidades de esa ciudad. Desde entonces se dedicó, por entero, a la actividad académica. Durante varios años se desempeñó como profesor de ciencia constitucional en la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, en cuya Facultad de Derecho ejercía como decano otro tolimense: Camilo Caicedo Giraldo. Fue también profesor de argumentación jurídica en la Universidad de los Andes y de Derecho Territorial en la especialización en Derecho Público que, por entonces, existía en la Universidad Nacional.

En 1997 reinició su antigua columna en el diario El Espectador, ahora puesto bajo la dirección de Carlos Lleras de la Fuente. Formó parte también del Comité Editorial del diario, en el cual tuvieron asiento otros dos hijos del Tolima: Gregorio Rudas y Alberto Lozano. En el mismo año ingresó a la Academia Colombiana de Jurisprudencia y comenzó a publicar artículos jurídicos en las páginas de su revista institucional, de la cual fue nombrado director en el año 2004, cargo que continúa desempeñando hasta hoy.

A partir del año 2001 se comprometió en una producción intelectual que le ha permitido construir una importante obra tanto jurídica como histórica. Su primer libro jurídico se tituló ‘Descentralización, regionalización y autonomía local’ publicado por la Universidad Nacional de Colombia, y el segundo ‘El Estado y el Derecho’, publicado por la Academia Colombiana de Jurisprudencia. Luego publicó, en autoría compartida, cuatro libros de derecho y tres de historia: ‘El Referendo Constitucional’ también publicado por la Academia de Jurisprudencia (2002), ‘Compendio de Historia de Ibagué’ publicado por la Academia de Historia del Tolima (2003), ‘Organización del Territorio’ publicado por la Universidad Libre de Bogotá (2004), ‘Estudios sobre Descentralización Territorial: El caso particular de Colombia’, publicado por la Universidad española de Cádiz (2005), ‘Manual de Historia del Tolima’ publicado por Pijao Editores (2007) y ‘Alfonso López’ publicado por la Universidad de Ibagué (2009).

Actualmente cursa un doctorado en ciencias jurídicas en la Universidad Javeriana y escribe un libro sobre la crisis del Estado moderno. Es profesor exclusivamente en programas de postgrado, en las Universidades Javeriana, Libre, del Rosario, Santo Tomás y militar Nueva Granada, en áreas de derecho territorial e historia del derecho. Es conjuez de la sala de Consulta y Servicio Civil del Consejo de Estado, directivo de la Fundación Segunda Expedición Botánica y coordinador de una comisión que, bajo la presidencia de otro jurista tolimense, el profesor Jaime Vidal Perdomo, prepara la publicación de una historia constitucional, la cual será entregada por la Academia Colombiana de Jurisprudencia para conmemorar el bicentenario de la independencia nacional.

Augusto Trujillo suele definirse simplemente como un hombre de provincia. Sin embargo el historiador Darío Ortiz Vidales afirmó de él, que es una especie de Darío Echandía para su generación en el Tolima. Estudioso y reflexivo, lúcido y controversial, sereno y escéptico, apasionado por las ideas pero desdeñoso por el poder, hace recordar con su conducta el estilo de vida del maestro. Preguntado sobre él, el periodista Álvaro Echandía lo definió como un hombre “culto y pulcro por dentro y por fuera, lejano y distante pero valioso”.

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