RODRIGO ALBERTO TOVAR MARTÍNEZ

Apesar de su triste despedida el 30 de noviembre de 1990 cuando tenía apenas treinta años y a sólo dos meses de comenzar a grabar su tercer larga duración con canciones inéditas de Leonor de Buenaventura, su voz parece inundar aún la memoria de quienes compraban sus discos, lo escuchaban en la radio o la televisión y compartían con él la alegría del triunfo.

El intérprete y compositor ibaguereño nació el 4 de agosto de 1960 en la Clínica San Rafael, hoy Clínica Tolima. Quien siempre contara con el apoyo incondicional de sus padres, doña Judith Martínez y don Abel Tovar, adelantó sus estudios primarios en la escuela del barrio América donde ya para la época el niño dejaba brotar ingenuamente su gusto por la música. De aquellos momentos su madre recuerda cómo, siempre después de la jornada de clases, Rodrigo Alberto llegaba a casa cantando invariablemente la canción del perico y cómo ya sus amigos de cuadra le pagaban para escucharlo en sus primeros intentos.

Para entonces no era extraño que en cualquier ceremonia del plantel su nombre estuviera en el programa. Más adelante, cuando el niño creciera y conquistara otros públicos, va a tener satisfacciones como aquella noche en Medellín, frente a unos 800 antioqueños, al triunfar cantando el bolero Reloj en el salón de los Espejos del hotel Nutibara, en la despedida a la señorita Antioquia que participaría en el Reinado Nacional de la Belleza en Cartagena.

Rodrigo Alberto nunca fue ajeno a las canciones de nuestro folclor ni mucho menos a las baladas románticas que para entonces comenzaban a marcar historia. La amplia discoteca que siempre hubo en su casa y que animaba las frecuentes reuniones familiares, parecía crecerse cuando le ponía el alma a su voz, al tiempo que tomaba una guitarra para prolongar eternamente un canto que bordeaba la noche.

Su paso por el bachillerato comenzaría a marcar hondamente su vocación musical. Becado en el Instituto Ibagué, representó al claustro en incontables ocasiones, en las semanas culturales de los establecimientos educativos de la ciudad. Su primer triunfo lo logró en el colegio Oficial donde participó con la canción Vasija de Barro. Luego vendrían las semanas culturales de los colegios Tolimense y Jiménez de Cisneros donde ganó repetidamente el primer puesto en certámenes donde el público coreaba su nombre como a los grandes y afamados artistas.

Pero el reloj seguía marcando las horas. Al término de su bachillerato en 1977 y graduado con honores, Rodrigo, como ya era conocido artísticamente, comenzaría su participación en eventos nacionales tan importantes como el festival de Villavicencio, el Mono Núñez y Festibuga, donde con la canción Chao Chao, con letra de Gonzalo Alba y música de Fernando Linero, obtendría resonantes triunfos.

Dichas presentaciones sólo serían interrumpidas para grabar sus dos largas duración, Una voz hecha canción y Canciones de siempre, trabajos que consolidaron su carrera musical y que le valieron invitaciones a programas radiales y televisivos como La nueva estrella de la canción que dirigiera Jorge Barón.

A estos logros se sumarían presentaciones en la inauguración de la Concha Acústica, uno de los mayores escenarios del Tolima, y en todos los eventos culturales y artísticos de la ciudad musical.

A finales de la década del ochenta, su nombre comenzaba a inscribirse al lado de grandes estrellas de la canción como Leo Dan y Manolo Otero quienes lo cobijaron con el manto del apoyo y la amistad. En 1987 organizaría con el respaldo de algunas firmas comerciales de la ciudad, el concurso de canto Pijao de Oro, llevado a cabo en el teatro Tolima, reuniendo, durante una semana, lo mejor de las voces de nuestro departamento en una fiesta sin igual en nuestro territorio.

Atrás quedaba el niño que los domingos participaba en el concurso convocado por la emisora La voz del Tolima y que otorgaba al ganador un bizcocho otorgado por la panadería Industrial, atrás los primeros acordes, y el llanto y la alegría siempre viva en una sonrisa que parecía nunca acabar. Ahora, aquí, su legado que no por pequeño es menos grande.