CLEMENCIA TORRES

Es invierno en Suiza. La nieve golpea los ventanales del Palace Hotel. Una voz grave, sensual, profunda, romántica y a veces melancólica, envuelve las lámparas gigantescas, los manteles inmaculados, las vajillas de plata del gran salón. Todo es silencio. En medio de los espectadores sentados, Omar Shariff, el Rey Hussein de Jordania, Brigitte Bardot, la reina Margarita de Dinamarca y otros famosos, escuchan embelesados cómo sube y baja la voz de una joven de belleza latina, de cabello largo y liso y manos finas.

Es Clemencia Torres, a quien algunos llaman La ibaguereña y otros La avasallante. La misma que hoy desempolva ese recuerdo que se había quedado guardado en un recorte de un periódico amarillento. Sigue siendo la misma mujer apasionada y sensible, fanática de la buena música, de los buenos amigos, de los buenos libros, de la buena charla.

Tiene la seguridad de una mujer de éxito que ha logrado todo lo que se ha propuesto en la vida. Es que triunfó como cantante, como diplomática, como periodista y mantiene la energía, el ímpetu, la irreverencia que la hicieron famosa a comienzos de los setenta, cuando con su voz profunda y sensual, su calidad de interpretación, su seguridad y su deje europeo, conquistó los salones de moda y el mercado del disco en Latinoamérica y Europa.

Clemencia logró con su voz y sus canciones crear un lugar en la historia de la música colombiana. Y como testimonio de una carrera corta y brillante, están los cientos de recortes de periódicos que guarda en un orden riguroso, junto con seis larga duración y aproximadamente dieciocho sencillos que grabó durante su carrera.

Nació el primero de marzo de 1945 en Ibagué. Como buena tolimense lleva la música en la sangre. Según ella, el Himno Nacional no suena lo mismo en otra ciudad de Colombia como en Ibagué porque todos los tolimenses tienen sentido musical.

En 1965, después de haber estudiado el bachillerato en el colegio Sagrado Corazón de Bogotá, viajó a Francia con la intención de estudiar Sociología en La Sorbona. En su equipaje incluyó un tiple que fue la sensación entre sus vecinos de habitación, quienes al terminar las clases se sentaban a su alrededor a escucharla interpretar temas latinoamericanos. Este lenguaje musical rompía la barreras de comunicación creadas por el desconocimiento del idioma.

Un día fue invitada por una amiga a participar en un espectáculo dedicado a la cultura latina, en el casino de Aixles Trains, uno de los lugares más exclusivos de Francia. En ese momento estaban de moda en Europa los discos del dueto brasileño Los indios Tabajara y los artistas se presentaron con disfraces de indios. Pero Clemencia había llevado su tiple colombiano y cuando salió al escenario interpretó Cuchipe. Fue la sensación. Ochocientas personas la ovacionaron y puso el nombre de Colombia de moda. En ese momento, Clemencia sintió que su destino estaba ligado a la música y se presentó a una audición en uno de los teatros más famosos de Europa, el Olympia de París, dirigido por Bruno Coquatrix. Fue seleccionada entre 20 aspirantes franceses para ser integrante de la academia, a Coquatrix le gustó su voz profunda y original.

Como estudiante no tenía el dinero para pagar las cuotas que le exigía su educación musical, pero le sirvió para darse cuenta de que su voz agradaba y envió una cinta a la disquera Zafiro, en España, en donde le propusieron grabar. Pero definitivamente ese no era el momento para Clemencia, pues su meta era ser socióloga y la música no la motivaba lo suficiente como para abandonar todos sus planes. Siguió estudiando en La Sorbona durante dos años, luego trabajó un año como vendedora de ropa en una boutique. Es la época de mayo del 68 cuando los estudiantes se levantan y ella vive en el barrio latino y es protagonista directa de la historia.

Por petición de su familia decide regresar a Colombia para continuar sus estudios. Ya en Colombia, la escucha Gloria Valencia de Castaño y la lleva a su programa de televisión Estudio Uno. Su imagen se ve en todos los rincones del país. La casa Phillips se interesa en la voz grave, sensual y europea de Clemencia y decide contratarla. En su estilo se perciben las influencia de sus ídolos Mari Trini, Mina, Ornella Vanotti y Patty Pravo. Clemencia es, definitivamente, una voz europea con figura latina.

En 1969 sale su primer LP que contiene un gran éxito, la canción Me enamoré de ti, con el cual obtiene la Orquídea de Plata, mientras ella quiere mensajes nuevos, imponer ondas distintas. En las entrevistas, demuestra que no solamente es cantante sino que tiene una personalidad arrolladora, definida, y una madurez adquirida por sus estudios de sociología y su visión del mundo. Su cultura es integral y habla con facilidad de temas antes prohibidos como el divorcio, la unión libre, los derechos de la mujer.

Graba su segundo LP para la misma casa, en el cual se destacaron temas como Lluvia, y decide irse con la disquera Sonolux. Pone fe en su director artístico Hugo Hernández y aparece Canción para una esposa triste, que la convierte por fin en una estrella internacional. Panamá, México, Venezuela, Chile, Perú, Ecuador, Estados Unidos, vibran con la historia de una mujer que está a punto de quedarse sola.

Aparece con frecuencia en los programas más populares de la televisión colombiana y aún tiene tiempo para estudiar periodismo en la Universidad de La Sabana. Clemencia Torres es conocida como La avasallante y así se titula su tercer disco. Va a Chiclayo en el Perú y obtiene un premio como la más interesante de las intérpretes y triunfa también en Maracaibo, Venezuela. Tiene una voz cálida que guarda recuerdos de Francia.

Gana el Chin de oro en Miami y su tema Canción para una esposa triste dura semanas, meses e incluso años en los primeros lugares de popularidad, hasta convertirse en un clásico de la música romántica.

En Colombia triunfó pero su mente siempre estaba en Europa y se preguntaba por qué los cantantes nacionales no habían podido entrar en ese mercado. En 1972, cuando lleva ya cuatro LP grabados en Colombia, viaja a España de vacaciones y aunque sus temas sonaban en Latinoamérica, en este país aún no era conocida. Allí fue entrevistada por Joaquín Merino, alguien con quien ya había tenido contacto cuando estaba estudiando en París y gracias a esa entrevista tuvo contacto con Raúl Matas, presidente de Hispavox, una de las casas disqueras más importantes donde inmediatamente firma compromisos y se convierte así en la primera artista colombiana contratada por una casa de discos europea.

En 1974 participó en el Festival de Benidorm ante catorce mil personas, al lado de cantantes como Ángela Carrasco, Braulio, Manuel Alejandro, José Vélez, con una canción que le había compuesto especialmente José Luis Perales titulada Llegará mañana. De este festival han salido cantantes como Raphael, Julio Iglesias y otros.

Esa noche, cuando se lleva el primer premio de la crítica en Benidorm y el cuarto puesto en el concurso de canciones, la felicidad asomó plena a su rostro porque había cumplido su meta de triunfar en Europa.

Aparece en Televisión Española y se logra destacar entre la avalancha de discos, alrededor de 45 semanales, que llegaban a las emisoras. También hizo ensayos en el modelaje y su belleza latina atraía las miradas.

En 1974 le entregan el RJ del verano, premio que se le otorgaba a los artistas que más habían sonado en esa temporada. A lado de la carrera musical, ejercía el periodismo y escribía una columna semanal en El Espectador y para la revista Vanidades. Sus discos grabados en España se vendieron también en México, Paraguay, Chile , Ecuador y Venezuela.

Regresó en 1975 a Colombia, se presentó en los musicales más populares y a su retorno a Europa fue incluida en la lista de los cantantes españoles más importantes de ese año junto a Camilo Sexto, Mocedades, Miguel Gallardo y Paloma San Basilio, considerándosele además en España como una de las mejores cantantes de ese país.

A partir de aquel momento, sorpresivamente deja de cantar. En el gobierno de Alfonso López es nombrada agregada cultural en la embajada de Madrid y empieza su carrera diplomática para luego, en Colombia, entre otros cargos, ser agregada de prensa de Colcultura y subdirectora del Teatro Nacional. Con su nueva actividad, Clemencia Torres, ya retirada de la música, parecía estar taponando por cuenta propia todo lo que la había llevado a la cumbre del éxito.

Tal vez quería dejar congelada esa imagen de un invierno en Suiza cuando su voz envolvía los elegantes salones del Palace Hotel. Tal vez quería que la gente conservara la figura en blanco y negro de una joven y esbelta ibaguereña que fue capaz de romper las fronteras y hacer escuchar su voz. Tal vez por eso nunca abre sus álbumes de recortes ni escucha sus discos, porque para ella es mejor así, es mejor cerrar las etapas de su vida, cerrar los recuerdos y vivir el momento.

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