BENJAMÍN TORRES AVENDAÑO

A los once años llegó a tierras del Tolima tras haber nacido el 12 de agosto de 1930 en el singular poblado de Ramiriquí, en Boyacá. Desde niño tuvo que internarse a trabajar en las montañas vecinas al nevado del Ruiz bajo la niebla de Murillo, entonces corregimiento del municipio del Líbano. Vino a ganarse la vida con un colono cultivador de papa y allí ocurrió la circunstancia que habría de marcarlo para que fuera, a pesar de diversos oficios en su ya larga existencia, esencialmente un músico y un compositor. A los cuatro meses de su arribo, al patrón le dio por traer un tiple de Chiquinquirá y todos los trabajadores podían tocarlo, menos él. Así se lo ordenaron cuando una vez le dio por cogerlo para mirarlo con curiosidad y el patrón lo reprendió llamándolo abusivo y amenazándolo conque si volvía a hacerlo lo echaba de la finca sin pagarle el salario e incluso lo golpearía. La ira que lo dominó hizo que terminara llorando detrás de unas columnas. Por eso se hizo músico, por física venganza. Trabajaría duro para comprarse el instrumento y a como diera lugar se daría el tiempo para dominarlo. La oportunidad no se hizo esperar porque en Murillo, en una tienda, un hombre mayor pulsaba un tiple y él indagó cómo se templaba el artefacto y por aquella clase tuvo que darle una cerveza. Cada paso del anciano lo grabó en su cabeza y al regreso a la finca, en un descuido de los vigilantes, cogió el instrumento y se puso a igualarle las cuerdas hasta que logró hacerlo tal y como lo había visto poco antes. Los trabajadores, por su parte, se lamentaban porque la atractiva herramienta se desafinaba y él secretamente la arreglaba como para que se preguntaran quién lo había templado y hasta pensaron con el tiempo que eso lo hacía un duende. Su felicidad era inmensa porque lo que tocaban sonaba bonito y advirtió que ya era capaz. No sabía ningún ritmo ni nada de música. Un mes más tarde logró comprarse por dos pesos un viejo tiple sin cuerdas y le colocó un encordado de diecisiete centavos. Empezó a hacer tonos que ya le había enseñado el viejo Querubín y como sabía varias canciones se entregó a acompañarlas. Su dicha crecía porque sonaba mejor que el del patrón. Lo guardaba silenciosamente y lo entrenaba a escondidas hasta cuando la fiesta de cumpleaños de la señora del patrón, adonde fueron invitados, le abrió el camino para salir de la clandestinidad. A las dos de la mañana, al estar ya las parejas cansadas de bailar al son de una vitrola, Benjamín Torres, ayudado con los vapores del trago, sacó su tiple, se puso a tocar y a cantar y arrancó la admiración de todos por ser un músico real. Desde entonces perdió el miedo y se desquitó con el patrón que ahora mostraba unos ojos pequeños de arrepentimiento por la injusticia cometida. Avanzó en la música sin dejar el trabajo y se le hicieron comunes las invitaciones a Murillo, Líbano, Villahermosa, Santa Isabel, Anzoátegui, Santa Rosa de Cabal y Pereira, siempre en cordillera, hasta el año de 1950.

Sintiéndose capaz de dominar el tiple porque llevaba la línea melódica de muchas obras, rumbas, pasillos, danzas, boleros, merengues, porros, torbellinos y otros ritmos de moda en esa época, tuvo que colgar su magia en una puntilla porque debía enfilarse a pagar servicio militar. Pero no se detiene en su íntima práctica porque ya el oficio que llevaba por dentro le dejaba una especie de vacaciones remuneradas puesto que con otro tiple pasó deleitando no sólo a sus compañeros de milicia sino a oficiales y suboficiales en Madrid, Cundinamarca, el lugar de su cuartel en el reclutamiento. A su regreso supo que había perdido sus propiedades en Santa Isabel por cuenta de la violencia y como una manera de terapia le dio por coger la guitarra y empezó a trabajar con ella sin que el cansancio llegara a vencerlo. En esa práctica advirtió con los meses que cantaba algo más de 300 canciones entre bambucos, pasillos, rumbas, danzas, y otros ritmos y al tiempo advirtió que estaba en el paraíso de los enamorados. Entonces se casa en Santa Isabel el año de 1955 y se instala en Ibagué. Vive cuatro años en una finca, sin dejar la música, y en 1959 marcha a Bogotá para ingresar a la policía. Y se encontró con otro veraneo por cuenta de la música.

Formó con sus colegas conjuntos en Ibagué, Armero, Rovira y Espinal, ingresando seis años después a la policía juvenil donde logra preparar niños organizándoles agrupaciones. En 1977 se pensionó tras diecisiete años en la policía, organización que le reconoce tiempo doble de servicio militar. Vendrían sus oficios como constructor, su capacidad de ahorro como para adquirir algunas propiedades y ante todo el deseo de no dejar la música. Y la asume como método de descanso, como terapia mental sin vivir de ella. Se mantuvo solitario como profesor de varios colegios y algunas academias pero se aburrió porque nunca llegaba el salario. Entonces hace parte de la estudiantina Tolima Grande en el año 1968, dirigida por el prestigioso maestro José María Rincón Becerra, primero, y Romelia Sánchez después. En 1974 lamentó su disolución por viajes de algunos y muerte de otros. En 1992 se encuentra con el constructor de instrumentos y compositor exquisito que es don Pablo Libardo Martínez y lo invita para que junto con el hermano del músico formen un nuevo conjunto. Con otros profesionales logran iniciar una época de trabajo intenso para montar sus pequeños conciertos, pero se presentan dificultades y se desintegran. Tiempo después visita de nuevo a don Pablo Martínez porque ya le conoce su espíritu musical y su sencillez y le propone la formación del trío con él y su hermano solamente. Atrás quedarían los dolores de cabeza tolerando desavenencias de otros, atrás su experiencia con los maestros Bejarano y Rincón con quienes formaron durante ocho años un trío y adelante la delicia de su nuevo estadio.

De todas aquellas disciplinas le queda la satisfacción de haber compuesto poco más de quince obras, una de las cuales, Tan mía y ajena, fue grabada por el desaparecido dueto de Aristo y José para su segundo larga duración denominado Collar de canciones. Ahí sigue con el Trío Patria Mía interpretando parte de su otra música inédita como Tu barca de oro, pasillo; Provincianita del alma, bambuco; El nevado del Tolima, guabina; Princesita ibaguereña, guabina; La música colombiana, bambuco; Recuerdos de Armero, danza; Feliz tu cumpleaños, pasillo; Altar de mis amores, guabina; La quinceañera, vals y Perfume de jazmines, pasillo; sin que quede huérfano de boleros al estilo de Tú llegaste a mi vida.