MIGUEL A. TOLEDO

Presente en el Festival de las Flores en Ambato. En 1981 viajan a Europa. Por esa época el coro era dirigido por Vicente Sanchíz y los invitaron a Huelva a un Festival Iberoamericano para conmemorar un año más de la partida de Colón de este sitio. Se presentaron en París, en El Vaticano, Venecia, Madrid y Barcelona, en una gira que duró dos meses, en la que recibieron menciones, pergaminos y homenajes en todos los países que visitaron.

En su trabajo con los coros, cada presentación lo llena de entusiasmo. Sin embargo, hay dos que guarda con especial aprecio. Una fue en la ciudad de Cali, cuando se hicieron unos arreglos de canciones de navidad para un programa de fin de año. La otra fue en el debut del coro que fundara en la ciudad del Líbano en 1988 y por el cual el gobierno municipal le otorgó un pergamino de reconocimiento.

Como compositor ha sido prolífico. Tiene más de cien obras pianísticas entre pasillos, bambucos y danza. Ha escrito dos obras para orquesta sinfónica, Paisajes del Tolima y Amanecer en el valle de río Lili, como homenaje a los dos espacios geográficos donde ha concentrado su vida. Estas obras datan de quince y veinte años atrás. La danza Ensoñación ha sido montada por la Orquesta Filarmónica del Valle y fue compuesta para un concurso de música colombiana donde ocupó el primer lugar entre más de un centenar y medio de obras. Fue estrenada en concierto especial y se le entregó un diploma como reconocimiento.

Las composiciones de Miguel Ángel Toledo no son muy conocidas en el país. Tal vez por su extrema modestia, sólo son compartidas por un grupo selecto de amigos y paisanos, pues cuando regresó al Libano montó algunas de ellas para la Escuela de Música que fundara junto con el coro. En un concierto que realizó con el tiplista Libardo Orozco, todas las obras eran suyas. Su permanencia en el Líbano entre 1988 y 1991 fue muy fructífera para los amantes de la música, más no para quienes consideraban que el arte no daba votos por lo cual le suspendieron un modesto sueldo que le pagaba la alcaldía por su trabajo en la escuela. Haciendo gala de su buen humor, dice el maestro que se vino del Líbano porque se estaba quedando ciego “pues no veía ni un sólo peso”

Aunque está pensionado, musicalmente permanece activo. En estos momentos está trabajando los esbozos de una sinfonía y unas danzas para piano al estilo del maestro Cervantes, de Cuba. La docencia sí ha desaparecido de sus preocupaciones diarias, después de haberle dedicado más de treinta años de su vida.

Con satisfacción expresa que todos sus hijos tuvieron algo que ver con la música, pero sólo el primero y el último lo hicieron profesionalmente. La vena musical está presente en el núcleo familiar y tiene un conjunto con el que realizan conciertos especiales para grupos cerrados de amigos en los que incluyen un repertorio que va del siglo VIII hasta las expresiones modernas y que en las flautas dulces de sus integrantes suena muy agradable.

En música coral, por ejemplo, cuenta con más de quinientos arreglos entre los que se encuentran los del himno nacional que interpretaban los coros de la Universidad del Valle para televisión. Es también de su autoría el himno de la misma universidad que ha sido muy elogiado sobre todo en las presentaciones que se han hecho fuera del país.

En la televisión colombiana los coros de la Universidad del Valle hicieron dos presentaciones en las que figuró como director. En la radio también actuó esporádicamente con el grupo de flautas de su familia, en pequeños conciertos didácticos.

Aparte del piano y la flauta, el acordeón ha sido otro de sus instrumentos preferidos. En los tiempos en que residía en Manizales, un amigo le prestó un acordeón y le pareció tan fácil ejecutarlo que se compró uno para acompañar a los cantantes de conciertos mundiales.

Su labor como cantante no ha pasado de los coros. Jamás lo ha hecho como solista. Son varias la imágenes que lo acompañan cada día pero en su tránsito por distintas partes siempre han estado y estarán las montañas de su lugar de origen.

Su existencia ha sido relativamente tranquila pues no ha exagerado en la bohemia, tal vez un poco en su juventud, pero cuando contrajo matrimonio se consagró a él y a su trabajo, ya que considera que la música no puede ser pretexto para llevar una vida desorganizada y antes por el contrario, se debe convertir en una disciplina que permita profundizar en la vastedad de sus contenidos.

Finalmente como para cerrar con broche de oro una parte importante de su vida, su hijo Mauricio Toledo Buriticá produjo y dirigió un hermoso C.D. titulado Herencia: familia Toledo, donde once de sus composiciones se interpretan a través del tiple, la bandola, el bajo y la guitarra, la percusión, flauta traversa, saxofones, clarinete, viola, violines, violonchello, y flauta dulce, ejecutados por importantes maestros de Cali, con el piano bajo las manos maravillosas de Miguel Ángel Toledo Arango. Las secuencias fueron dirigidas por su hijo, al tiempo que el ingeniero de grabación fuera Jorge Enrique Kike Toledo Buriticá, otro de ellos.

Piensa que en la actualidad los arreglistas están armonizando en forma novedosa algunas canciones clásicas colombianas y el resultado no siempre es el mismo, aunque se han logrado mejorar algunas versiones. En otras, realmente se desnaturaliza su sentido y se pierde esa esencia melódica que las ha hecho tan famosas. De igual manera sucede con la inserción de nuevos instrumentos y con las variaciones rítmicas, muy en boga en nuestros días y que tienen admiradores entre la juventud, pero que cuenta con el rechazo de quienes ven en ello un atropello a las tradiciones.