TIERRA CALIENTE

La vida de Claudia Lucía Contreras Benítez no podría de ninguna manera escapar a esa constante que desnuda el presente libro respecto a los primeros acercamientos con la música. De aquellos días recuerda las clases que el maestro Jorge González dictaba en el colegio Gimnasio Campestre, donde estudiaba, los primeros intentos por tomar el tiple o la guitarra que había en casa o el aprendizaje, desde el primer año académico, del Bunde Tolimense, Los guaduales y El sanjuanero.

Aunque hubiese deseado tener un contacto más amplio con la música desde aquellos primeros años, Claudia Lucía valora hoy como punto de partida la cercanía con los instrumentos base de la música colombiana.

Bachiller del colegio Departamental Santa Teresa de Jesús de Ibagué, en el año de 1978, desde entonces ya mostraba interés por la música, como quiera que tiene un primer contacto con el Conservatorio del Tolima donde hace suyos los primeros conocimientos que le permitirían ingresar a un maravilloso y complejo mundo.

Para ese momento y casi de manera intuitiva, como ella misma lo califica, vendría la primera conformación de lo que más tarde se consolidaría como Tierra Caliente. El trabajo y el empeño que comenzaba a imprimirle a su trabajo junto a sus compañeras, Carmen Alicia Martínez, Luz Amparo Noreña, Victoria Eugenia Noreña, María Del Rosario Contreras y Mabel Serna, quien ingresa luego al grupo convirtiéndose en una de sus líderes, comenzaron a fabricar, casi como se construyen los sueños, el ímpetu que les permitiría avanzar en una tarea que con el tiempo se transformó sin perder los objetivos que las motivaban.

Aunque en un comienzo las deficiencias técnicas eran evidentes, no serían tropiezo alguno para continuar en la búsqueda musical de un trabajo que se reconoce hoy en el país. Para ese momento se inscriben en el concurso del Mono Núñez, en Ginebra Valle, donde no fueron aceptadas aunque años más tarde, en 1988, ocuparían el primer puesto como conjunto mixto en el mismo concurso. Una vez se enteran de que no habían sido aceptadas en el concurso, el grupo comienza a pensar en otro espacio que les permitiera mostrar el trabajo elaborado hasta ese momento y confrontarlo. Era el instante adecuado. Graban con Sonolux su primer disco del cual se imprimieron dos mil ejemplares. El interés de grandes músicos como el Maestro Gentil Montaña, Juan Carlos Amézquita, Luis Enrique Aragón, Germán Gutiérrez, el grupo Chispazo y Los Inolvidables, guió un trabajo que comenzaba a proyectarse.

Una vez se graba el primer trabajo discográfico donde se incluían temas como La guerrillera, Tierra caliente y Calentana del Tolima, el grupo presta más atención a la técnica vocal y a la instrumentación, que corrían por cuenta de la intuición que no se inscribe bajo ninguna escuela formal. Obtener el primer galardón en el concurso del Mono Núñez les abrió puertas en diferentes escenarios del país. La programadora Jorge Barón se interesaría en el grupo, aunque los destinos y el deseo de Tierra Caliente no era exactamente el de vincularse al mundo de la farándula donde su trabajo no tenía cabida.

Reciben la invitación del maestro Blas Emilio Atehortúa y Germán Gutiérrez, para participar en la obra Réquiem del Silencio, en homenaje a la memoria del asesinado ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla. La pieza musical, presentada en el Teatro Colón de Bogotá, escrita y dirigida por el maestro Atehortúa, se convirtió en una experiencia formativa para su carrera. Claudia Lucía Contreras dirigía para entonces el grupo vocal e instrumental de la Coruniversitaria, que un año después, en 1989, sería invitado a participar en la semana de la colombianidad en Forts Mayers, Florida, Estados Unidos. De la época es también la invitación a participar en el Quinto Taller de Música Popular, organizado por la agrupación Nueva Cultura. Durante la Semana Santa del año de 1988, la actividad cultural dentro del taller le mostraría un panorama más amplio de la música folclórica. Invitados a más de seis países Latinoamericanos en diferentes géneros, revelaron su quehacer e iluminaron el ímpetu que hasta hoy la mantiene vigente impulsándola a seguir adelante en un camino que ya lleva una década entera y que parece de nunca acabar.

El nuevo universo que se abrió ante sus ojos se vería canalizado en el segundo trabajo discográfico que presentó una propuesta mucho más sólida y propia. Allí el conocimiento adquirido a través de las vivencias musicales les permitiría elaborar un trabajo mucho más lúcido, ya no repitiendo esquemas tan apegados a la tradición que aún en Colombia se considera invulnerable e intocable, sino dejando transpirar un poco su forma de sentir y pensar la música. Una vez realizado el segundo disco, grabado por Sonolux en la ciudad de Medellín, el grupo entra en una etapa de transición. Aunque Claudia Lucía continúa más segura y decidida por el sendero de la música, sus compañeras de grupo tomarían otros rumbos.

En esta coyuntura conoce a Tomás Latino, la persona que se convertiría no sólo en su compañero, sino también en el maestro que le mostraría otros universos musicales y el rigor del trabajo. Fue un año en el que las expectativas se ampliaron. Comienza su trabajo con los títeres, la producción de espectáculos y a crear más música.

Para 1990 presentan en Ginebra, Valle, en el Festival Mono Núñez, una propuesta a la que bien le cabría el término de innovadora. Tierra Caliente que para entonces estaba conformada por Claudia y Tomás, decide trabajar en un proyecto que incluía, bajo las directrices rítmicas de la música colombiana, una poética inusual pero no por esto menos valiosa, alimentada por la experiencia musical de Tomás que había pasado por el Jazz, el Rock y otras latitudes en la música. El proyecto iría contra viento y marea al festival.

Los ataques no se harían esperar por parte de quienes aún defienden las primeras formas de la música colombiana como única manera de conservar nuestra cultura.

Durante algún tiempo el grupo se dedica a otras labores paralelas, donde el elemento teatral juega un importante papel, enriqueciendo el trabajo musical y convirtiéndolo de una u otra forma, en algo más orgánico.

De esta época son los montajes Iiiii.... San Juan, Los Soliloquios de Belén, Los martirios de Colón, donde, de una manera más didáctica y pedagógica, el grupo interactúa con el público.

Bajo la misma fecha corresponden los trabajos musicales, que además serían parte del tercer disco: las óperas rock infantil Prefiero vivir y Dónde está la paz, elaboradas con los niños del liceo Nuevo Colombia. Esta obra le permitiría a la agrupación viajar al fondo de una experiencia que marcaría sus vidas. El proyecto reveló de una manera pedagógica un punto crítico no sólo para la niñez colombiana sino también para el resto de sus habitantes: la violencia. De la misma labor con los niños nacerían los trabajos: Momo, una versión libre del texto de Michael Ende, con la adaptación, composición, producción y dirección de Claudia Lucía y Vanessa Giraldo y la colaboración de Tomás; La carreta de Pombo, trabajo que incluyó cuentos del escritor colombiano como La pastorcita, El gato bandido y Simón el bobito, entre otros, y grabado en el estudio del también tolimense Jaime Valencia; Un Balón Blanco, juguete musical, versión ampliada y musicalizada del cuento original de Carlos José Reyes, donde se encuentran letras de Vinicius De Moraes, del Brasil, Carlos Castro Saavedra, de Colombia, y María De la Luz Uribe de Chile entre otros; y Plácido y Bombón, dos cuentos de Jorge Díaz.

Esta labor es sin duda una muestra de la preocupación de Tierra Caliente por llegar a un público vital con la seriedad y rigurosidad de siempre.

Siguiendo la misma línea, Claudia participa como miembro del comité organizador del primer festival nacional de la canción infantil en 1993, luego de haber tenido experiencias como la de la dirección del grupo escénico-musical Música y Café del Comité de Cafeteros del Tolima y allí mismo, en la coordinación del grupo de teatro infantil Los Tinticos. Estas y un sinnúmero de labores entre los que podemos contar el montaje y presentación de la obra La penitencia de Anton Pirulero, la fundación del grupo de gestión cultural Estrechamanos, la dirección del coro infantil del Instituto Tolimense de Cultura, conforman el perfil de una mujer que ha entregado su esfuerzo a una tarea invaluable en la cultura del departamento y que le ha permitido, por mérito propio, ser delegada como ponente y artista en el II Encuentro de la Canción Infantil Latinoamericana y del Caribe y ser Codirectora de la programación Cultural de la Feria Expoinfantil realizada en Ibagué entre el 13 y 18 de agosto de 1997.

Otro trabajo discográfico del grupo fue el titulado Ganas de Cantar, con música y letras de Manuel Mejía Vallejo, Manuel de Cabral, Jorge Humberto Jiménez, Claudia Lucía y Tomás Latino, que bajo la interpretación de estos dos últimos y Vanessa Giraldo entregan un trabajo con piezas bajo ritmos como el bambuco, pasillo, guabinas, cañas y folk rock, es un paisaje diverso donde se recrean situaciones cotidianas, vistas bajo la perspectiva del bagaje cultural de quienes interpretan.

A partir de 1994 el grupo emprende una gira de conciertos por el país presentándose en diferentes escenarios donde el nuevo perfil de Tierra Caliente es acogido con calidez.

Cubrir todo el recorrido de Tierra Caliente no es una tarea fácil. Enumerar participaciones como la del primer y segundo Encuentro de la Música Andina Colombiana en Sevilla, Valle, el haber sido ganador de los primeros puestos en el Festival del Pasillo en Aguadas, Caldas, el concurso de duetos en el festival de música tradicional en Armenia Quindío, sus participaciones en Festival Folclórico Tolimense, en el Mono Núñez de nuevo en 1994, el obtener la beca de Colcultura para la composición de una cantata profana titulada Batatabati: el rito, el juego y la fiesta en 1997, son sólo algunas de las más importantes labores que el grupo ha desarrollado, en sus diferentes etapas. Sin olvidar su bambuco Flores en el pelo que obtuvo el Premio Departamental de Composición, Ministerio de Cultura 1998.

Tierra Caliente rompe los esquemas no por romperlos. Argumentando su trabajo con las bases sólidas de la experiencia, han obtenido merecidamente el reconocimiento no sólo en el departamento sino también a nivel nacional, como uno de los grupos que se ha atrevido, con autoridad, a ahondar en la música colombiana, recrearla, reinventarla para darle el lugar que siempre le ha correspondido en ésta, la tierra caliente.