GERMAN SANTAMARIA

Pocos escritores colombianos como Germán Santamaría han alcanzado, cada vez que aparecen, una trascendente resonancia continental. Desde su libro inicial de cuentos, Los días del calor, cuando apenas frisaba los 20 años, el autor, nacido en el Líbano, Tolima, en 1950, logró el Primer Premio Internacional de la Organización Continental Latinoamericana de Estudiantes (OCLAE), en donde jurados como Mario Benedetti recibieron con entusiasmo al joven escritor latinoamericano. Luego, con Morir ùltimo, su segundo libro de cuentos, clasifica como finalista en el Premio Internacional Casa de las Américas, de Cuba y, cuando escribe su primer informe sobre el río Magdalena en el diario El Tiempo, periódico donde se convierte en el cronista estrella durante más de una década, se hace ganador al Premio Simón Bolívar de Periodismo. Más adelante iría a ser galardonado con el internacional Merhengiger de Canadá gracias al drama expresado por Omaira, personaje que universaliza al describir la tragedia de Armero. Ahora, con su primera novela, No morirás, repercute de nuevo en América Hispana al obtener, por unanimidad, el Primer Premio Iberoamericano de Primeras Novelas otorgado en Chile. Un jurado de altísimas calidades intelectuales, Antonio Skármeta, de Santiago, Eduardo Gudiño Kieffer, de Buenos Aires y la candidata al Premio Nóbel por el Brasil, expresan, en el acta, cómo se sienten frente a un importante escritor y, de qué manera, el lenguaje, la temática y el corpus general del libro sorprenden por su precisión y maestría. Pero las buenas noticias no paran con la importante distinción, sino que, en julio de 1995, apareció vertida al francés por nadie menos que el profesor Jacques Gilard, el traductor de obras de García Márquez.

La novela No morirás salió en la famosa Colección de obras representativas de la literatura universal que, cada año, por cuenta de la Unesco, publica un libro por idioma traído al francés. Estuvo entonces acompañado por el escritor Jorge Eliécer Pardo, su paisano tolimense, quien el mismo día, tambien patrocinado por la Unesco y la Editorial Universal Latin, con el trabajo del mismo Gilard, experimentó a su lado el triunfo en la legendaria París. Y aún no es suficiente. Santamaría verá, igualmente, su novela traducida al chino, al italiano y al inglés, en los próximos meses. Ahí está, entonces, el resultado de un hombre disciplinado y talentoso que brilla en el firmamento de las letras y cuyo trabajo está consignado en los libros mencionados, además del libro de cuentos Marilyn, publicado por Pijao Editores y Valencia Editores e incluída por Oveja Negra en su colección de los 100 mejores escritores colombianos de todos los tiempos. Marilym, o Morir último, circula todavía fresco en su cuarta lujosa edición hecha por Oveja Negra, fuera del libro de sus crónicas en dos volúmenes; uno de ellos, Colombia y otras sangres, figuró entre los más vendidos en su momento. El libro fue publicado inicialmente por Planeta Editores y en la actualidad circula una nueva y hermosa edición de Oveja Negra. No olvidamos su atinada y atrayente antología Dos siglos de periodismo colombiano o su libro histórico sobre Ambalema, población de sus afectos desde tiempos de la adolescencia.

Quien fuera Presidente del Círculo de Periodistas de Bogotá, (C.P.B.) escribió su novela en uno de los más crudos inviernos en Nueva York y con una fidelidad asombrosa, en un alarde de memoria impresionante, recreó lugares, plantas, personajes y sensaciones para ambientar la atmósfera mágica pero triste de la historia que cuenta. La escribió con pasión, igual a la impuesta a sus excelentes crónicas que marcaron sin duda una época en el periodismo colombiano y con la misma convincente energía en el lenguaje. La novela es la ternura y la violencia que tanto le atrae como tema y que tanto le duele como vida. Así como fue el primer periodista del mundo en llegar a Armero, es el primer novelista que se consagra en el mundo con una temática de fondo que revive la horrible tragedia.

Escribió más de cuatro veces la novela y tenía la idea desde antes de la tragedia que vino a servirle de marco a su historia. Hoy tiene tantos lectores que el hecho lo entusiasma y anonada al tiempo. Igual le sucedió con su telenovela Quieta Margarita, sobre jugadores de gallos, culebreros, gente de la montaña y amantes de tangos y rancheras que vieron millones de colombianos. La obra tuvo un éxito arrollador que aún se recuerda, al igual que su cuento Tu sangre, muchacho, tu sangre, que fue llevado al cine.

El hijo de campesinos cultivadores de café en el Líbano, nieto de un coronel conservador de la guerra de los mil días, amante al tiempo de la acción y de la vida apacible del campo, vive fascinado por la historia de hombres temerarios y legendarios que se juegan la vida. Está lejos temporalmente de aquel tiempo pero cerca en espiritu para revivir los dramas que reflejan los eternos conflictos del hombre. Tal vez por su condición de eterno infante asombrado es que declara cómo se ha pasado la vida observando y por ello mismo ha sufrido como en carne propia las experiencias ajenas.

Este vigoroso periodista que ha ejercido el oficio por más de 20 años en los más importantes medios de comunicación del país, que ha visto sus textos traducidos en destacados periódicos y revistas del mundo entero, que comentó libros por largos años en la revista Diners, fue profesor de literatura en secundaria, bibliotecario de un colegio, topógrafo titulado, director y actor de teatro, conferencista en universidades, representante diplomático de Colombia ante el gobierno de los Estados Unidos, en Nueva York, la selva de cemento donde alejó el frío del invierno evocando y escribiendo sobre el calor de los fulgurantes llanos del Tolima.

Santamaría habla rápido, con nerviosismo. Tiene cara de joven seminarista, buen humor, y se frota entusiasmado las manos cuando algún tema le importa. Desde la primaria declamaba poemas en las izadas de bandera y en el colegio Isidro Parra, de su ciudad natal, se enamoró visceralmente de los libros, a los que se dedicó con disciplina espartana desde los 14 años. Mientras sus condiscípulos sudaban la camiseta en el campo de fútbol él, olvidado del trago y los bailes, leía incansablemente los clásicos y sus goles eran literarios en los centros culturales y en la escritura de sus primeros artículos en los periódicos del plantel.

Amante de la obra de García Márquez -varios reportajes le ha concedido a más de que frecuentemente lo nombra en sus columnas-, Santamaría se convirtió en viajero infatigable. Ha recorrido el mundo en muchas ocasiones y se defiende por las calles de París o Roma, Nueva York o Chicago, con la misma desenvoltura que lo hacía dándole vueltas al parque del Líbano.

“ Yo vivo mentalmente en el pasado, comentaba en una entrevista que le hiciera Alonso Aristizábal.Los grandes autores como Hemingway, Conrad, García Márquez, Mutis, me han ayudado a reafirmar mi propio mundo, el mundo sobre el que quiero escribir. Se trata de un mundo muy real, nada metafísico”. Se refiere a una dimensión que le ha hecho estar en primera línea en la búsqueda de los muertos del Palacio de Justicia, de El Charco en el Chocó, de Armero, de las luchas guerrilleras del Caquetá, de Nicaragua, de Beirut y de las Malvinas, y que le hace pensar que la única constancia de este país ha sido la muerte, pero que ella es también testigo de una lucha por la vida y el amor.

Gabriel García Márquez, en la presentación del libro de crónicas Colombia y otras sangres, afirma que “Santamaría nos ha puesto a los colombianos frente a frente con el pavor de nuestro propio pasado… Los testimonios que sustentan sus relatos son tan apasionados y contradictorios, que constituyen en sí mismos, una prueba de la complejidad y la virulencia de nuestro profundo drama social…”

El amante de la buena cocina, particularmente de la criolla, las migas de arepa y el ají, y quien hace muchos años dejó de beber tras una sonora borrachera con mariachis, es casero, y entregado a su esposa Nelly y a sus dos hijas, Alida, quien terminó medicina, y Diana, estudiante de secundaria.

Germán Santamaría es sincero, buen amigo, sencillo. Amante del periodismo, la literatura y su familia, es un buen conocedor, gracias a sus viajes como periodista, del mundo de la guerra, la política, la miseria y la opulencia. Se ha movido tanto en los grandes clubes como en los arrabales de distintas ciudades y tratado tanto a humildes como a poderosos. Sólo resta que los lectores no se queden en la admiración del autor y la noticia de sus triunfos merecidos, sino en la lectura de una obra que respira tolimensismo a lo largo y ancho de sus páginas como ningún otro libro escrito por autor de este territorio y en el seguimiento a un protagonista que dará mucho que hablar en el futuro.

Es director de la revista Diners.