EDUARDO SANTA
Entregar a lo largo de una vida fructífera e independiente más de 40 obras literarias, históricas, sociológicas, periodísticas, poéticas y de investigación, ofrecer con ellas aportes nada despreciables a la conformación de la república en el plano intelectual, dedicar su existencia con devoción indeclinable a estas disciplinas durante medio siglo, hacen de Eduardo Santa Loboguerrero una de las más importantes personalidades del país.
El destacado miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, de la Academia Colombiana de Historia, de la Real Academia de Historia de España y de otros centros científicos y culturales del continente, terminó su carrera de abogado en la Universidad Nacional donde prestó sus reconocidos servicios a lo largo de 25 años por lo que se le declaró Profesor Emérito. Su trabajo, así mismo, le ha valido ser nombrado usualmente presidente honorario de importantes congresos de Historia y Literatura.
Santa, quien ha recibido condecoraciones y premios desempeñó la dirección de la Biblioteca Nacional y la rectoría de la Universidad Central luego de recibir un postgrado en Ciencias Políticas en la Universidad George Washington y una especialización en Bibliotecología en Puerto Rico. El autor, descendiente directo de colonizadores antioqueños, conocedor de su infancia de las historias de las guerras civiles que oye de labios de algunos de sus protagonistas, estudiantes aventajado de la escuela pública, trabajador en los más diversos en insólitos oficios, fundador de periódicos, revistas, instigador de huelgas y lector infatigable, nació en el Líbano, Tolima, el 2 de enero de 1927. A temprana edad antes de graduarse como bachiller del Instituto Nacional Isidro Parra de su ciudad natal, asume su vocación con tal rigor que llega a incinerar, sin miedo, sus libros iniciales.
Poeta desde el comienzo, figura literaria nacional a los 23 años, abogado afortunado, investigador incansable, novelista, cuentistas, académico, catedrático y ocasional burócrata, también se hace viajero, cultiva la amistad de pintores escritores y filósofos de gran prestigio, comparte los sueños y la vida con los que como él, construyen un camino.
Del territorio de su infancia surgen sus oficios de sembrar semillas, trajinar con caballos, vender periódicos, montar una agencia de patines, secretariar a vendedores de específicos, trabajar en una trilladora de café marcando costales, vender trozos de película que dejan como desecho en el teatro a ser ayudante de tipógrafo y con la fabricación de una bocina de cartón, subido al techo de una casa, fundar una emisora.
En el bachillerato inicia una revista editada a máquina de escribir en 24 copias y que circula con el nombre de Peldaño poético. Ya en cuarto de secundaria, con la experiencia de los libros leídos, aparece Unión juvenil.
Eduardo Santa vive por entonces en Murillo, corregimiento del Líbano, hoy municipio. Siente la naturaleza, admira absorto el paisaje del Nevado del Ruíz, oye historias de duendes y aparecidos alrededor del fogón, escala montañas, organiza huelgas y un día, en medio de limitaciones económicas, ingresa a la Universidad Nacional donde tiene como condiscípulo a un costeño escandaloso llamado Gabriel García Márquez.
En 1951, cuando termina su carrera, publica su primer libro del que circulan pocos ejemplares porque los incendia. Se trata de Sonoro Zarza, editado en la colección Espiral de Clemente Airó, quien mas tarde va a conformar el grupo de Los cuadernícolas con Mendoza Varela, Maruja Vieira, Álvaro Mutis y Rogelio Echavarría, entre oros. Al graduarse como abogado en 1953, es nombrado juez en Medellín pero allí permanece poco tiempo. Al regresar a Bogotá, junto al tolimense Francisco Yezid Triana, uno de los más eminentes laboralistas del país y autor de varias obras en el ramo, instala su oficina de abogado. Publica en 1954 una novela sobre la violencia en el Tolima, Sin tierra para morir, que ha sido traducida a varios idiomas. En 1955 publica Sociología Política de Colombia y es invitado a México a participar en un Congreso Internacional de sociología. En 1959, es nombrado Asesor Jurídico del Ministerio de Gobierno, entidad en la cual ocupó varios cargos durante la administración de Alberto Lleras Camargo, entre ellos la Dirección Nacional de Acción Comunal, la Secretaria General y la Dirección, equivalente ésta ultima al rango actual de viceministro.
Se aleja de la burocracia, decide perentoriamente que se dedicará con exclusividad a la literatura, se vincula a la cátedra universitaria, se convierte en uno de los fundadores de la universidad Jorge Tadeo Lozano, es nombrado en la universidad Nacional y obtiene después de varios años no solo su título de Profesor Emérito sino el de Maestro Universitario. Organiza y funda la Biblioteca de la Universidad Central, es designado Director del Departamento de Humanidades de la Jorge Tadeo Lozano, viaja a Estados Unidos donde realiza otro postgrado en Técnicas de la Investigación en la Universidad de Columbia en Nueva York. Todo este periplo, que él considera transitorio, no define, sin embargo su verdadero destino. A partir de 1962 ingresa a la Academia Colombiana de Historia presentado por el expresidentes y director de El Tiempo, Eduardo Santos, gracias a su trabajo sobre Rafael Uribe Uribe.
Eduardo Santa inicia su vida literaria con La provincia perdida una poética, transparente y hermosa colección de estampas donde dibuja física y espiritualmente la vida sencilla y patriarcal de aquella época en su pequeña aldea. La escribe a los 23 años en el Líbano cuando ve desaparecer y transformarse el escenario de su infancia. Este libro, que apareció en 1951, es uno de sus preferidos y desde su publicación fue ampliamente elogiado por Luis Eduardo Nieto Caballero, Pedro Gómez Valderrama, Arturo Camacho Ramírez y Próspero Morales Pradilla. Se convierte en una figura literaria al lado de sus amigos León de Greiff, Antonio García, Hernando Téllez y Rafael Maya. Al iniciarse la televisión en Colombia, el joven actor Carlos Muñoz interpreta algunos papeles en que encarna personajes de su obra. No hubo, al final, periódico o revista de importancia a lo largo y ancho del país que no saludara con entusiasmo el libro inicial del novel escritor.
Sin tierra para morir es el segundo de sus libros y su primera novela, Aparece en 1954, precedido por el notorio éxito de La provincia perdida, y de nuevo el joven autor logra suscitar elogiosos comentarios, esta obra ya no describe el ambiente bucólico y poético de la aldea sino lo dramático de la situación social que vivía Colombia por llamados tiempos de la violencia, la novela, que denuncia y testimonia esa realidad, es traducida al servocróata y publicada en Yugoeslavia con un tiraje de 50 mil ejemplares, segundo libro colombiano vertido a ese idioma después de La Vorágine de José Eustasio Rivera.
En 1956, con carátula de Jorge Elías Triana, aparece su segunda novela titulada El girasol, un texto que apunta a lo sociológico y rompe los marcos tradicionales del costumbrismo. Bucear el alma, crear ambientes y situaciones, marcarla con el subjetivismo y el sicoanálisis, plantear el problema de un paranoico y el conflicto del amor, las pasiones, los pensamientos y la locura, todo tratado con un enfoque moderno, amplia más su sendero a los 28 años.
Apartándose del ampo estrictamente literario aparece en 1961 el investigador y el historiados en Arrieros y fundadores. En este trabajo el autor combina la tradición oral y los documentos históricos para plasmar la memoria de incidentes y personajes que conformaron la épica de la colonización antioqueña y fundaron poblaciones como el Líbano. Este tema de las migraciones que contribuyen a formar la identidad regional está tratado por el autor con énfasis en el paisaje, el clima, la topografía y la caracterización de grandes hombres como el general Isidro Parra. Así mismo, el libro retrata los cambios que la epopeya del hacha fue poco a poco introduciendo en la economía nacional.
Su trascendente trabajo Biográfico sobre Rafael Uribe Uribe en el cual recorre su vida y su ideario, sus guerras y sus derrotas raza de alguna manera la historia de Colombia a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Muestra co detallada maestría innumerables batallas fratricidas en donde la personalidad de un héroe que se ha vuelto leyenda está marcada por la tragedia y el esplendor de la gloria, la elocuencia del orador y la consistencia del guerrero. La figura noble del caudillo, retratada con profusión de documentos y referencias, tiene aquí, como bien lo han advertido sus críticos a los lardo de sus seis ediciones, a su mejor biógrafo.
Un trabajo de Santa con tintes verdaderamente exitosos es el realizado en una especia de clásico de nuestra literatura, como se califica con justicia a El pastor y las estrellas, aparecido en 1967 y que lleva ya más de diez ediciones a través de Abenámar, un personaje oriental, se hace un viaje interior y exterior por los temas fundamentales del hombre como el amor, la muerte, la amistad, la libertad, la religión y el poder. Quince ediciones confirman la aceptación creciente de un público que ve un cálido sedante en medio de la angustia y desesperación del mundo contemporáneo, en un texto escrito con la limpieza y el nivel poético y filosófico de un escritor cuidadoso y profundo.
Difícil resumir obras que, como las de Eduardo Santa, tienen cada una su importancia, trátese de sus libros de cuentos Los espejos del tiempo o Los caballos de fuego donde la factura del lenguaje, la brevedad, el impacto y la intensidad de las historias lo hacen merecedor de ser incluido en antologías representativas. Otros textos suyos son La crisis del humanismo, Sociología política de Colombia, Instituciones Políticas, Introducción a la sociología, Que paso el 9 de Abril, y su novela Adiós Omayra que en forma desgarradora retrata la tragedia de Armero.
Ahí, de todos modos, están sus Ibros que demuestran un quehacer permanente y devoto como La propiedad intelectual en Colombia y Nos duele Colombia, obra en la cual Santa se muestra como un combativo fiscal que investiga y señala valerosamente las labras sociales del país. Del mismo corte son sus libros Las diez grietas del sistema, Realidad y futuro del municipio colombiano e Historia del Siglo XX, esta última en colaboración. Ha publicado, además, El pensamiento político de Uribe Uribe y diversos estudios críticos y antológicos en volúmenes al estilo de Antorchas contra el viento o Barba Jacob y su lamento poético.
En 1988 aparece la novela más representativa, Cuarto menguante, y en 1993 una investigación que le tomó 40 años para tratar un tema de su especial predilección: La colonización Antioqueña, una empresa de caminos. En su tercera novela, el autor, con su prosa limpia y vigorosa nos presenta la vida turbulenta y apasionante de una pequeña población fundada en el siglo pasado por un grupo de espiritistas y teósofos que terminan como protagonistas de una lucha religiosa. Lo fantasmal y esotérico de una comunidad que convive con los espíritus, el dramático final de las familias pioneras, convierten la obra en una de las mejores novelas colombianas de los últimos años.
A través de 23 pequeños capítulos llenos de novedades técnicas, asistimos al nacimiento esplendor y decadencia de Artemisa, un pequeño poblado cuyos habitantes viven encerrados en un mundo de evocaciones y en el cual el tiempo se ha detenido.
Las historias que narra desde diez voces, hacen de Cuarto menguante la visión del interior del país si como García Márquez la hizo del trópico. Este mundo extraño y colmado de apasionantes personajes conforma una obra madura y alejada del facilismo y la improvisación.
Miembro del Instituto de Geografía e Historia con sede en México, del de Civilizaciones Diferentes, en Bruselas, y socio honorario de la Academia de Artes y Letras de Nueva York, que le confirió la condecoración de la Gran Cruz, Eduardo Santa ha logrado con su enorme capacidad de entrega, abordar todos los géneros con igual fortuna sin que se incline de manera especial por alguno en particular.
En donde sí ha tenido preferencia es en el campo académico. En Derecho Público, cátedra de la que sido profesor, ha demostrado un especial interés por el municipio. Con el amor que hacia la provincia tiene alguna vez afirmó que “un hombre sin raíces es algo inconsistente. Y porque ellas no so algo superficial no pueden ser adorno sino la parte nutriente del cuerpo y el espíritu. Un escritor que no tenga unas profundas raíces en su pueblo pasará muy pronto con el primer vendaval de las modas o se vera condenado al olvido”,demostrando, simultáneamente con sus libros, que su tierra le ha dado un sabor distinto a la vida y que todo lo demás pertenece a las circunstancias de la transitoriedad.
Finalmente, con La Colonización Antioqueña, una empresa de caminos, parece que el escritor regresa sobre el mismo libro en una parábola del retorno que lo hace dueño de un tema al que ha consagrado su existencia. Santa, amigo de retos y de lucha, con una envidiable disciplina, con la densidad y multiplicidad de sus escritos, es no sólo el decano de nuestros escritores sino un sobresaliente intelectual hasta los días que corren.
En el año 2003 publica Sin tierra para morir, en el 2004, Crónica de un bandolero legendario y en el año 2005 Don Quijote por los caminos de América, en una edición conmemorativa del IV centenario del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Por este último libro ganó el Premio Internacional de Ensayo sobre El Quijote, de la editorial Santillana, en España.
Un ensayo suyo sobre la colonización antioqueña apareció en el Manual de Historia del Tolima de Pijao Editores en el 2007.