El frente inmóvil de Benhur Sánchez Suárez

 

Después de 70 años de terminado el conflicto de Colombia con el Perú, Benhur Sánchez Suárez se atreve a quitarle la máscara a tanta mentira oficial y mediante la magia de la literatura penetra por caminos olvidados reconstruyendo memoria y dejando de ella la huella necesaria para ver de qué manera hemos estado sumidos en el simulacro. Esa primera persona que le da un tono y un toque intimista a través del cual el narrador se implica en retratos de familia muy bien logrados y con evocaciones que muchas veces lindan con lo poético- además de un humor negro, sabe pintar, incluyendo el otro que se entromete como la conciencia que es, no sólo una época, un paisaje, una situación histórica, sino un país que ha desaparecido entre sus retozos de patria boba como parte de los antecedentes de toda nuestra crisis actual. Leyendo acucioso los breves 17 capítulos y estacionándome en las cuatro visitas, qué alegre me sentí frente a una novela como El Frente inmóvil porque aprendí como lector muchas cosas de mi país, como escritor de qué manera va armándose casi de la nada un libro donde las disculpas de un visita, fotografías, evocaciones y un hecho como la famosa guerra contra el Perú, da como resultado un libro fresco y contemporáneo, al tiempo que con lenguaje impecable, de cuidadoso ritmo, nos deja ir al compás de una tonada llanera y una canoa, no únicamente por aquellos territorios que inmortalizara nuestro gran escritor José Eustasio Rivera, sino por algunos barrios bogotanos, la ruta de sus buses, la estampa de los carteristas y el cansancio de atender público en una biblioteca, a más del calor de las fincas o los pequeños poblados donde transcurrió la infancia y la adolescencia de tantos colombianos como nosotros. La forma en que el autor va planteando la trama desde un comienzo se me hizo bien profesional porque uno se siente atrapado e intrigado para saber qué va a pasar con aquel tío antes próspero que ahora sólo cuenta con la enfermedad inglesa, sus naturales impedimentos físicos y el abandono espiritual, pero que luego de saber uno lo que busca el investigador-escritor-sobrino, tras una atmósfera de tensión bien llevada dosificando en forma magistral la anécdota, cuenta con la sombra lúcida de un recuerdo antes perdido en la memoria pero luego iluminado por sus propias investigaciones sobre el asunto en el que participó. Combinar la disculpa de las visitas, el ambiente y la tensión que se experimenta para saber si todo estará perdido de acuerdo al preconcepto que se tiene de él, seguramente negándose a dar información, las cartas entreveradas, la cita de los textos sobre la guerra, digamos el de Juan Lozano, fuera de las diversas versiones sobre Cándido Leguízamo, van proyectando un ambiente que alienta siempre para seguir adelante. El final, donde se siente que su salvador es el autor pero igualmente su asesino, va acertado en el texto del comienzo y el final que se muerden la cola. Esta novela que a mi juicio demuestra cada día más la madurez de Benhur Sánchez en el bello y a veces inútil oficio de escribir, me hace confirmarme de qué manera el novelista es un muy buen escritor, sin eufemismos.

La presencia del escritor e intelectual Benhur Sánchez Suárez en el panorama cultural de la nación lleva ya cuarenta años. Desde cuando surgiera como un nuevo valor de la narrativa por su figuración en eventos internacionales de novela hasta los días que corren, se le ve con la férrea disciplina de quien no le da tregua al oficio ni le ofrece pausa al sueño y la quimera. Se trata sin duda de un ser excepcional cuya obra evoluciona cada día y cuyo pensamiento se mantiene fiel a la utopía de la necesidad de las ideas que luchan por la recuperación del humanismo en un tiempo donde parece que esa actitud ha desaparecido de la faz del espíritu de buena parte de congéneres.


Laboyos, de Benhur Sánchez

Laboyos y otros textos con memoria es otra producción literaria de Benhur Sánchez Suárez, pequeño y hermoso volumen publicado por La Serpiente Emplumada. No en vano pasa el tiempo para quien como este vigoroso narrador se empeña siempre en ofrecer un trabajo depurado, real oficio de la escritura, sabiduría en el diseño de la arquitectura narrativa, economía de lenguaje y pleno acierto en la pintura de una atmósfera poética alrededor de un mundo de provincia perdida. Porque es este el universo al que nos introduce mágicamente Benhur Sánchez como resumiendo grandes partes de su obra narrativa anterior y regresándonos ante personajes y situaciones que son muestra fehaciente de un país que existió y que rescata maravillosamente del olvido. Al leer Laboyos es fácil tropezarse con el criterio de que no se trata aquí de la improvisación a que juegan tantos llamados escritores que rellenan páginas en blanco y luego las publican sin rubor ni rigor alguno. No. Es el quehacer de 25 años para lograr una atmósfera que va envolviendo al lector al estilo de un imán poderoso. Encontrarnos con seres que nunca antes habíamos visto pero que se levantan ante nosotros para decirnos que existieron, que existen y que sueñan, tienen pesadillas y pesares, virtudes y sueños, es algo que logra la buena literatura, como si ella siempre tuviese el prodigio de llevarnos a muchas partes. Las palabras se convierten en sangre de vida como si los muertos reales resucitaran y se convirtieran de nuevo a la existencia. Son espíritus que perduran porque las palabras los regresan cada vez como si nos hablaran y como si escucháramos sus cuitas. No tienen impedimentos porque están con todos sus sentidos gracias a un escritor de verdad. Pero mucho más allá de la recuperación del pretérito que bastante nos enseña sobre la vida, están sus Letanías en Re mayor, la segunda parte del libro, que surgen como un volcán en erupción para protestar y dar testimonio de rebeldía frente al mundo injusto que nos tocó en suerte, manejando el tono bíblico y religioso de manera maestra. Es refrescante leer un libro como el de Benhur frente a tanta basura que nos llega y sentir que la calidad no se improvisa como lo ha demostrado él a lo largo de 40 años de vida literaria. Por algo están ahí sus ocho novelas, sus dos libros de cuentos, sus tres obras de ensayos, parte de su memoria en Esta noche de noviembre y sus libros inéditos.


Cuentos con la Mona Cha

Hace ya 35 años, Benhur Sánchez Suárez se estrenó como cuentista con el libro Los recuerdos sagrados que publicara el Instituto Colombiano de Cultura en 1973. Para entonces, cuando el autor contaba con apenas 27 años, ya había sido finalista en el desaparecido pero famoso premio Esso de novela en 1968 con tan sólo 22 años, precisamente con un ya clásico libro de la literatura colombiana como lo es La solterona, publicada por la imprenta departamental del Huila y había obtenido honores a los 23 en el concurso nacional de cuento de Cali en 1969, para convertirse luego en finalista de Alfaguara de novela en España en 1972 con su obra El cadáver. Sus cuentos por aquella época aparecían en antologías, suplementos literarios y revistas del país y el exterior, en cuyos medios igualmente colaboraba con comentarios de arte, puesto que también de aquellos años parte su vocación y su oficio como pintor, terreno en el que lograba honores como en el Festival de Arte de Cali en Neiva en 1969, el primero en el salón de artistas rechazados en 1970, pero añadía pergaminos a su carrera y vocación paralela en eventos como el VIII y XI premio internacional de dibujo Juan Miró celebrado en España. Su carrera sin embargo lo enfilaba más en el campo de la novela que en el del cuento, estrenándose ya en libro con Los recuerdos sagrados donde incluye 10 relatos a lo largo de 125 páginas, marcando desde ya una evocación que será importante en el tema de su obra como Serafín, su padre, a quien dedica el volumen por “su diálogo de soledades”.

Es con Cuentos con la Mona cha, escritos en Ibagué, libro que lleva ya tres ediciones, donde el autor regresa al difícil oficio de escribir narraciones breves, con la característica de encerrar aquí ya no tanto las lejanas evocaciones del mundo perdido, sino el de atrapar el universo de la cotidianidad, actos aparentemente sin trascendencia de la vida diaria, generando una especie de conversación con el lector como si estuviera en un coloquio informal. Es el tiempo de aquí y de ahora, en que la pericia del escritor logra la magia de volverlos literariamente trascendentes y atractivos para el lector, puesto que se trata de las percepciones que sobre la existencia y sus minucias tiene una pareja nadando entre el maravilloso entorno de la subjetividad y lo que dicta lo chato de la existencia corriente. Curioso resulta que la esposa del autor sea una prestigiosa psíquica, convertida puntualmente en el personaje central de las historias, cuyas experiencias en su ejercicio profesional se van develando junto a la complejidad de lo real en tiempos postmodernos. La unidad temática de la obra a través de nueve historias plasmadas en 92 páginas, nos hace enganchar lo relatado como si asistiéramos a una telenovela por la claridad de las imágenes en un lenguaje descomplicado, donde lo atrayente deviene por la audaz creación de atmósferas que maneja con pleno dominio para dejarnos finalmente la sensación de haber asistido a un buen espectáculo.

 

La valoración múltiple para Benhur Sánchez

Pocos son realmente los escritores verdaderos que habitan Ibagué. Si de novelistas se trata, desaparecidos lamentablemente Hugo Ruiz y César Pérez, ahí surgen profesionales de su oficio como Héctor Sánchez, y el mismo Benhur, a quien le ofrecieron un merecido homenaje los destacados prosistas y poetasdel grupo literario de Contracartel. Y desde luego, el mejor que pueda hacérsele a un intelectual que ya completa cuatro décadas entregado a su tarea, es la de realizar y en este caso sobre su obra narrativa, un acercamiento y una selección de comentarios críticos que ofrece un provocador panorama para tener al frente una significativa y necesaria valoración múltiple. Además de una útil y completa cronología y los datos biobibliográficos, el lector puede empezar a navegar a lo largo de poco más de 100 páginas por el universo que plasma Benhur Sánchez. Si se hace un seguimiento pormenorizado de su obra, nos tropezamos con la lenta metamorfosis del país en el campo de la política y de las costumbres y cómo hemos venido transformándonos desde la inocencia de la gente del campo y el tiempo estacionado de los pueblos hasta los agites, el marginamiento y la sobrevivencia en la gran ciudad. Pero no se intima con unos tratados sociológicos sino con esa carga pueril y angustiosa de personajes que se juegan la vida en los conflictos rayando en espíritus derrotados o rebeldes, al tiempo que nos muestra en sus protagonistas -muchos de ellos inolvidables y que conforman una saga en sus novelas-, el drama de los seres humanos sobre la geografía de esta tierra. Lo que se ve a simple vista y examinado por criterios disímiles, es el impacto de la obra narrativa de Benhur Sánchez en el proceso de consolidación de la narrativa colombiana, en particular aquella concebida por la generación posterior a García Márquez. Su trabajo que muestra un permanente perfeccionamiento desde el uso del lenguaje hasta la combinación de técnicas y estructuras narrativas, lo tiene ahí no en el renglón de la fama y el éxito que son tan transitorios, sino en el de la permanencia respetable y en el escalafón del buen prestigio. Sus 11 libros si contamos solamente las novelas y los tres de cuentos, generan de por sí la seguridad de un trabajo riguroso con vocación irreductible, una disciplina a toda prueba y una atmósfera narrativa en la que el autor termina hundiéndonos sin lograr escapatoria porque nos sentimos atrapados y finalmente seducidos en forma placentera. Pero ese imán que crea no es gratuito porque lo logra haciendo uso atrevido de la magia del idioma y de la imaginación, de la audacia para narrar historias y de la sabiduría para contarlas. Gracias a plumas como las de Soto Aparicio, Sánchez Juliao, Flórez Brum, Elisa Mújica, Isaías Peña, Mariela Zuluaga, Ignacio Ramírez, Libardo Vargas o Cristóbal Valdelamar, entre otras, el libro sobre Benhur logra regresarnos a novelas ya clásicas como La Solterona que publicara del autor cuando apenas tenía 20 años, El cadáver, editado por Planeta, La noche de tu piel y A ritmo de hombre, difundidas por Plaza y Janés o Venga le digo, puesta en circulación por Oveja Negra dentro de los 100 mejores autores colombianos de todos los tiempos. En fin, ahí está Benhur de cuerpo entero.