EDNA MARGARITA RUDD LUCENA

 

El día que entregó su corona como señorita Colombia, el público que se congregó en el teatro Cartagena no dudó un instante en pararse y con pañuelos blancos pedir su reelección puesto que ninguna de las participantes se aproximaba a su belleza ni a su carisma.

Edna margarita Rudd Lucena, una niña de apenas 18 años, había hecho sentir a su país que las reinas de belleza también lograban gobernar y que a través de su sencillez y distinción se podían alcanzar importantes resultados. De 52 semanas que tiene el año, 48 fueron dedicadas a participar en eventos en los que su presencia garantizó una obra social.

Nació en Armero el 21 de febrero de 1947, se había criado en medio de tres hermanos varones, Raúl, Alexander y René con quines jugaba a los pistoleros o a los malos y buenos sin importarle las actividades propias de las niñas de su edad.

Tampoco había colaborado el medio en que pasó sus primeros años. De pocos días de nacida, sus padres, un agricultor urbano y su madre, una bella armerita, habian tenido que emigrar al pueblito costeño de Pinto, en las cercanías de Magangué a enfrentarse con la tierra para poder sacar la familia adelante.

De nuevo en Ibagué, terminó sus estudios primarios y al poco tiempo viajó a la capital donde se graduaría como bachiller del Santa Clara, cuando contaba con solo 15 años. Casi de inmediato tomó sus maletas y viajó a Canadá para graduarse en secretariado bilingüe e idiomas, aprendiendo inglés y francés, al mismo tiempo. A las dos semanas de su regreso, recibía los títulos de señorita Armero, Ibagué y reina simbólica de los arroceros y algodoneros. Ese fue el único año en que las participantes en el reinado de Cartagena representaron a las ciudades capitales y no los departamentos.

Su llegada a la ciudad heróica provocó gran revuelo. Durante la semana que duró el evento siempre figuró entre las favoritas y la elección de su nombre como la mujer más bella del país en 1965, no causó desconcierto.

Se enfrentó entonces a uno de los años más agitados que recuerda. Sus objetivos: promover el deporte y llevar un poco de tranquilidad a los niños y ancianos desprotegidos.

En aquella época, se cobraba por cada largada en una etapa o por cada saque de honor en un estadio. Estos dineros iban a parar a las organizaciones deportivas que requerían de dinero para mejorar su infraestructura.

Fue en una de estas actividades cuando tuvo que enfrentar el peor sinsabor de su reinado. En la etapa Manizales – Armero, de la vuelta a Colombia, el español Ventura Díaz salió triunfante y se acercó para que la bella tolimense le diera un beso. Lo intentó con tan mala suerte que como respuesta recibió una cachetada, pero no de Edna Margarita sino de su padre quien no la abandonaba en ningún instante. Se formó un escándalo de tal magnitud que sólo logró ser opacado por su fortaleza y el buen desempeño en los eventos que participó representando a Colombia.

Cuando viajó a Jamaica obtuvo el título de Miss Nuevo Mundo o Miss Caribe y en Miss Universo ocupó un honroso séptimo lugar entre las 68 concursantes de entonces.

Al finalizar su reinado, volcó sus energías en preparar su matrimonio con Álvaro Arango Correa un publicista manizalita, con quien se casó en 1966.

Se vinculó de lleno a la fundación Pisingos, dedicada a la adopción y protección de niños, a campañas de higiene, educación y salud, contactar padrinos para los huérfanos y apoyar microempresas.

Con dos hijas, Ximena y Mariana, durante varios años estuvo al frente del departamento de relaciones públicas y la gerencia de ventas de Viajes Meliá, empresa que le ha brindado la oportunidad de recorrer el mundo.

A pesar de este permanente empaque y desempaque de maletas, es casera, juega tenis, practica gimnasia y yoga y no desaprovecha la oportunidad para estar con su familia.

Ninguna experiencia fue tan desagradable en su vida como la impresión y tristeza que le causó la tragedia de Armero. El mismo día del siniestro se hizo presente en la patrulla aérea. Aprendió a suturar, enyesar, lavar gente con el cepillo y sacarla del barro hasta que la obligaron a desalojar ante el temor de una nueva avalancha. Tuvo ante sus ojos todo el horro de la tragedia a las pocas horas de consumada y su sonrisa se enlutó de modo irremediable.

Fue una vivencia tan desconsoladora que al contrario de todos los que añoran regresar a su tierra natal, nunca quiso volver a encontrar un campo lleno de cruces que emerge de lo que fue una de las regiones más prósperas del Tolima. Prefiere seguir trabajando con su fundación y brindar un poco de apoyo a aquellos que no cuentan con un hogar o requieren de su asesoría para sacar adelante una famiempresa.

Una mujer que siempre será la única reina del Tolima.



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