GREGORIO RUDAS
Quien nunca gusta de preguntar el por qué sino el para qué de las cosas, amante de contradecir y jamás tragar entero, logró sacar avante, con apoyo del parlamentario Germán Huertas, la benéfica Ley de fomento avícola, un fondo parafiscal que financia actividades de protección a la agricultura, medio en el que se mueve Gregorio Rudas como presidente de la Federación Nacional de Avicultores de Colombia (FENAVI), desde 1993.
Con esta ley y con el hecho de haber logrado que las autoridades competentes sometieran al régimen de licencia previa las importaciones de trozos de pollo, medida ésta con la cual se le rompió el cuello a la apertura económica, Rudas ha conseguido que se den por parte del Estado firmes pasos en defensa del sector. La avicultura ocupa hoy el segundo renglón, después de la ganadería (leche y carne), en la formación del producto interno bruto agropecuario del país, lo cual indica la dimensión de su tarea.
Llegar a culminar esfuerzos trascendentes en materia económica no viene de repente ni es producto de la improvisación. Lo conseguido fue el resultado de una existencia dedicada de modo casi enfermizo al estudio y a la adquisición de experiencia sobre renglones vitales de la vida nacional. De sus metas cumplidas no le entusiasma haber sido Senador de la República o Viceministro de Justicia, pero sí su actividad como representante de Colombia, durante cuatro años, en la primera Junta Directiva de Sofasa, haberse desempeñado como vicepresidente administrativo y financiero del Instituto de Fomento Industrial (IFI), o como gerente de una empresa siderúrgica.
Acaso ese deseo permanente de investigar e ir hacia adelante le vino de su padre, un capitán de barco que navegaba por el río Magdalena, Nazario Rudas, un hombre que sabía anclar siempre en puerto seguro. Y de Adelaida, su madre, nacida cerca al río, en Ambalema, le vino el deleite de avanzar contra la corriente. El capitán y Adelaida tuvieron seis hijos, cinco de ellos nacidos en puertos: Honda, Ambalema y Girardot.
Gregorio Rudas nació en Ambalema el 15 de julio de 1935 y su infancia transcurrió entre las calles coloniales, el calor y la brisa proveniente del río. En Ibagué, a donde se traslada siendo todavía niño, conoce el pavimento y los carros particulares que entonces no pasaban de una docena, pero también la alegría del estudio cuando inicia sus estudios primarios en las aulas de los Hermanos Maristas. Pero es en San Simón, colegio en que cursa todo su bachillerato, en donde vino a formarse el carácter de un hombre que desde joven llamaría la atención de personalidades como Carlos Lleras Restrepo y Darío Echandía. Allí se destacó como líder y el asunto le gustó tanto que ya nunca lo dejaría. Un temperamento rebelde como el suyo, semejante al de su primo Alfonso Palacio Rudas, fundador de la famosa cofradía de los que no tragan entero, le costaría la expulsión cuando cursaba quinto año. Ni por eso dejó de combatir al régimen conservador de Laureano Gómez, por lo cual debió suspender sus estudios durante tres años, sometido a veto permanente. Pero en el gobierno de Rojas Pinilla las autoridades del colegio anularon la medida y retornó a las aulas con mayor empuje. Allí, en San Simón, colegio reconocido como el núcleo más importante de la cultura en la región, encabezó la actividad del centro Manuel Antonio Bonilla, fundado por Teodosio Varela, hijo del afamado dirigente comunista Juan de la Cruz. Vuelve, pues, a ejercer el liderazgo dirigiendo y publicando el periódico Renovación, órgano de difusión de la academia.
Su destino inmediato fue la universidad Externado de Colombia, en Bogotá - no había entonces universidad en el Tolima - y se fue a estudiar la carrera de derecho. Desde el primer año es nombrado miembro del consejo estudiantil, del cual llegó a ser poco después presidente.
A la política, que ya había anidado en su ánimo, regresó con mayor ahinco al dedicarse a combatir la dictadura militar. Siguió en ello un estilo atípico dentro de los miebros de sucesivas generaciones.
Tras su paso por la presidencia de la Corporación Colombiana Automotriz, Gregorio Rudas fue designado gobernador del Tolima. Por varias razones rechazó inicialmente el cargo, pero la insistencia meliflua del presidente Turbay Ayala terminó por convencerlo: “Acépteme la gobernación - le dijo - que vale la pena ser presidente de Colombia para tener un gobernador como usted”.
Enfrentado a los jefes políticos tradicionales, solucionó un conato de crisis en su gabinete al puntualizar la distinción existente entre la condición de jefe político y la de jefe de la administración pública. Inició el proceso de privatización en el Tolima al terminar con los estancos como intermediarios entre la licorera departamental y los consumidores, medida tildada de atrevida pero que arrojó resultados positivos. La adquisición de maquinaria para obras públicas mediante endeudamiento externo, la dinámica continuación de la campaña de alfabetización en el Tolima, iniciada por el gobernador Miguel Merino Gordillo y su Secretario de Educación, Carlos Orlando Pardo, la fundación de biblotecas público-escolares en buena parte de los municipios del Tolima, la edición de libros de autores tolimenses y el saneamiento de las finanzas departamentales, fueron algunas de sus más trascendentes obras.
Murió en 2001.