CARMENZA ROCHA CASTILLA

A los 80 años, en Ibagué, de pie como los árboles, se extinguió la vida valiosa de Carmenza Rocha Castilla. No en vano ocupó la rectoría de colegios, fundó otros tantos, creó la Cooperativa de Habitaciones del Magisterio, hoy con varias urbanizaciones importantes y el colegio cooperativo que lleva su nombre, se desempeñó como Secretaria de Educación en el Tolima, participó en el proceso de pacificación por los días aciagos de la violencia en el departamento, fue Representante a la Cámara, miembro de la Dirección Nacional Liberal y Agregada Honorífica de la Embajada de Colombia ante el Brasil.

Se le conoció en el país como una mujer ejemplar, digna hija de una tierra que, como la suya, Chaparral de los grandes, había producido gente ilustre que justificaba el calificativo: José María Melo, Manuel Murillo Toro, Simón Bernate, Antonio Rocha, Darío Echandía, eran apenas pocos ejemplos de una dinastía de la inteligencia que brilló con luz propia en la República. Ella, de regular estatura, garbosa al andar, atenta a todo lo que ocurría a su alrededor, según la descripción del profesor Jaime Peralta en su valiosa colección Hombres inolvidables de mi tierra, tenía ojos negros, picarones a veces, escrutadores cuando evocaban un asunto importante, cabello largo peinado en moño y algo ondulado, boca mediana de labios delgados que pintaba de rojo encendido, vestía medias finas y serios trajes que le daban un toque señorial. Hablaba en tono claro y persuasivo como lo hiciera todo el tiempo que ejerció el magisterio y era graciosa al conversar, así como reía con frecuencia pero oportuna y prudentemente. La señorita Carmenza, mamá Carmenza, como la conoció el país, inició su educación en el famoso colegio regentado por doña Soledad Medina, en Chaparral, y desde 1957, cuando fueron reconocidos los derechos políticos de la mujer, irrumpió con empuje en la vida pública colombiana, intervino en sus asuntos, participó en foros políticos con asombrosa agilidad, agitó sin agravios las banderas de la democracia y trabajó con esmerada dedicación y cumplimiento. Sigue refiriendo el profesor Peralta que por un breve tiempo estuvo dedicada al comercio al instalar un negocio de telas en el marco de la plaza principal, parque Murillo Toro de su ciudad natal, y luego, impulsada por una férrea vocación por el magisterio que nunca abandonó, asumió desde temprano la función de educadora.

Su primer cargo fue el de subdirectora del Colegio de María . Trasladada a la educación oficial en Ibagué, comenzó a ejercer un liderazgo que la llevaría a ser Secretaria de Educación del Tolima.

Servirle al departamento con devoción y mística incomparables, regresar de nuevo al magisterio tras ocupar la máxima dirección educativa, liderar un amplio sector de la sociedad ibaguereña que la acompañó en importantes campañas cívicas, fueron sólo algunas de las batallas emprendidas por Mamá Carmenza.

Los tiempos trágicos de la violencia política de mitad de siglo, conmovieron el corazón de aquella dinámica mujer que sólo pensaba en hacer bien a su gente. Al iniciarse la etapa de reconciliación entre los partidos, no dudó en estar al lado de los personeros de la paz. Sembrando la semilla de la convivencia pacífica recorrió el Tolima y otras zonas violentas de Colombia, junto a Darío Echandía, Rafael Parga Cortés, Alberto Lleras Camargo, Otto Morales Benítez, Severiano Ortíz Nieto, Monseñor Germán Guzmán Campos, Luis H. Ospina, en fin, una brigada dispuesta a desactivar las bombas del odio que prendieron una especie de guerra civil en la república.

La presencia de la mujer por los días en que apenas comenzaba a hacer protagonismo político, fue decisiva en el otorgamiento de los diversos puestos de honor que ocupó. Su tacto, delicadeza, audacia, inteligencia, la presencia misma de una dama que contribuía a bajar la temperatura de las discusiones, le valieron un protagonismo que pronto habría de llevarla a la Cámara de Representantes y a la Dirección Nacional Liberal, el partido de sus afectos y sus devociones.

Hoy, cuando la presencia femenina va hombro a hombro en la construcción de la patria, el periplo de Carmenza Rocha Castilla podría parecer sin importancia. Pertenece, no obstante, a la estirpe de aquellas mujeres colombianas que consiguieron la confianza, el optimismo y la fe en la participación femenina en la vida pública.

Su existencia no conoció el reposo en una actividad contínua y obsesionada de servicio. Tal vez vino a ser su estadía en el Brasil, que evocaba con emoción, la que ofreció a su vida mayor solaz. De Río de Janeiro reconstruía, con su memoria prodigiosa, sus paseos a la bahía, el tipo de costumbres, el salvajismo plástico y seductor de los bailes, la manera de ser que rompía con los tradicionales comportamientos de nuestros ciudadanos. Allí, visitando escuelas y colegios, participando en seminarios educativos, simposios y coloquios, dictando conferencias sobre sus experiencias, parecía contar cuentos de hadas alrededor de un mundo desconocido para sus oyentes .

A su regreso al país, el retorno a la provincia no se hizo esperar. Sin vacilaciones, aceptó el cargo que como alcaldesa de Chaparral le ofrecieron. Inició una gestión que rompía los moldes de los conceptos administrativos de la parroquia e impulsó notablemente el desarrollo municipal. No fue fácil para un poblado acostumbrado a la milimetría en las cuotas políticas, a las recomendaciones a ineptos de dudosa conducta y al poderío de los caciques de turno, adaptarse al nuevo ritmo. La oposición creció en el Concejo y los debates salidos de tono, con lenguaje procaz y despiadado, hicieron carrera.

Ante tales hechos su respuesta fue de paciencia y tolerancia. Mientras las críticas arreciaban pavimentó la entrada principal del pueblo, fundó el ancianato y consiguió, gracias a su prestigio en las altas esferas gubernamentales, numerosos auxilios para el municipio.

Cumplida su misión, regresa a Ibagué para continuar impulsando el colegio Cooperativo, pionero en el Tolima en esta modalidad que por entonces empezaba a impulsarse en Colombia y a solidificar la Cooperativa de Habitaciones del Magisterio.

Mamá Carmenza, quien había nacido en Chaparral en julio de 1898, murió en Ibagué, en enero de 1978. Ni su nombre ni su ejemplo, su obra y su liderazgo, han pasado al olvido.