ROCÍO RÍOS

Rocío Marleny Ríos Angarita nació en Neiva el 11 de septiembre de 1952. Hija de Antonio Ríos, un trompetista, capitán de puerto y poseedor de un oído excepcional, liga su destino desde temprana edad a la capital musical de Colombia.

Para esta mujer que aprendió a silbar antes que a hablar y a leer partituras antes que las vocales, la música ha sido la única manera que conoce para vivir. Alumna del Conservatorio de Música luego de haber cursado sus estudios primarios en la escuela urbana América, culmina su bachillerato musical en 1972 con estudios de violín como instrumento principal dirigidos por el profesor Ettore Cavalli.

Grado medio en canto, más adelante maestra en música y grado superior en canto lírico en 1977, Rocío Ríos dedicó toda su vida a la música y no sólo desde la óptica artística sino la pedagógica, quizá su tarea más importante.

Licenciada en pedagogía musical de la Universidad de Caldas, ha entendido que el estudio continuo de la academia le dará más solidez no sólo en su vida interior sino en su desempeño profesional. Ha realizado cursos de folclor con el profesor Guillermo Abadía Morales; de educación musical, organizados por la OEA en áreas como práctica coral, metodología especial, etnomúsica y folclor en 1975; cursos de canto, técnica francesa con el maestro Luis Macía, música barroca con Iván Patridge, estudios de postgrado en pedagogía del canto con Austin Miskel, ópera alemana con Detlef Scholtz, formas musicales con Blas Emilio Atehortúa, interpretación metodológica con María Isabel Reyes y Olga Chamorro y muchas otras, en una búsqueda siempre continua que la ha llevado a un lugar privilegiado entre los intérpretes del Tolima del siglo XX.

Profesora del Conservatorio del Tolima desde 1979, hacia 1987 viaja a la isla de San Andrés donde realiza una de sus obras más importantes: la creación de un semillero de niños violinistas.

El único requisito era ser nativo y contar entre cuatro y cinco años. Su tarea resultaría efectiva. En la actualidad todos aquellos niños que intentan arrancarle notas a las cuerdas de sus violines, dedican su vida entera a la música y la mayoría pertenecen al programa Batuta del desaparecido Colcultura, hoy Ministerio del ramo. El faro que había encendido Rocío con base en el esfuerzo y la dedicación había iluminado a estos infantes.

Solista invitada por la Orquesta filarmónica de Medellín, la Coral Bach de Bogotá, jefe de sopranos en el coro del Tolima durante catorce años, Rocío Ríos continúa su tarea pedagógica de nuevo en el Conservatorio del Tolima adonde regresó en 1992.

Un piano adorna su sala. Después de tantos años de estudio es una total convencida de que sólo la disciplina que ha mantenido a lo largo de su vida, le permite culminar cada uno de los proyectos que inicia.

Quizá por ello sigue aceptando alumnos de manera individual. La tarea pedagógica le alimenta no sólo su alma sino que le imprime vigor a cada nueva investigación. Cada uno de ellos la obliga a crear métodos distintos que se adapten a las virtudes de sus educandos y le permiten conocer más acerca de una vocación que en ella nunca duerme.

Casada con Ricardo Arteaga, un abogado con especialización en diplomacia y relaciones internacionales, y dos hijos, Eduardo Antonio y Ricardo Alberto, Rocío Ríos dedica dos o tres horas del día a seguir estudiando, por las noches entona bambucos y guabinas con su esposo, recordando quizá aquellas melodías que sus ancestros interpretaron con tiple y guitarra mientras ella crecía mirando un futuro que fue digno de su esfuerzo y su talento.

Es directora de la Corporación Cultural Coraima desde donde realiza una importante labor de gestión y difusión cultural.