A CARLOS CASTRO SAAVEDRA

 

¡Ahora tampoco

se puede

andar por los caminos

sin ángel de la guarda!

Ahora los fusiles

le arrancan más

los gritos a las almas.

Ahora

están regados de llanto

y sangre los sembrados.

 

Ahora las oficinas

que rigen

los destinos de la patria

son un fortín

miserable de corruptos.

 

Ahora

la libertad es asaltada

en las puertas de las casas.

 

Ahora la justicia,

más que negocio

es una mafia.

 

Ahora,

los niños se despiertan

con flores de sangre

sobre el pecho.

 

Ahora los uniformes

y las armas

están manchados

de mentira,

de infamia,

de falsía.

Ahora las banderas desteñidas

han perdido su esencia,

su respeto,

su honra, su valía.

 

Ahora

se perdió la pertenencia,

la palabra,

la música y el cuento;

la alegre reunión de los compadres,

los tranquilos viajes libres;

la confianza depositada en el vecino,

la hermandad,

la fianza y el amigo.

 

Ahora simplemente vivimos

encarcelados

en la propia casa,

en una patria

pobre y saqueada.

¡En una patria hipotecada,

humillada

y maltratada.