VOLVER
Vuelvo hoy por fin tras el combate rudo
al pueblo aquel que acarició mi cuna,
traigo la ciencia: varonil escudo,
más que todos los bienes de fortuna.
Vengo en el barco azul de mis ensueños
con mi musa que es pálida y coqueta.
Soy cantor de los grandes y pequeños,
traigo ensueño y dolor pues soy poeta.
Lo mismo todo está, nada ha cambiado
la misma iglesia que escuchó mi lloro
en sus derruidas naves. No ha mudado
ni la ventana que escuchó un “te adoro”.
Nada ha podido el tiempo en su corriente
mis hermanos, mi madre idolatrada,
y mi padre también; la misma fuente
que arrulló de mi vida la alborada.
Las mismas calles tristes, silenciosas
donde juegan las auras. El viejo muro
que guarda en sus paredes ya ruinosas
algo de ensueño misterioso y puro.
El Luisa está lo mismo, compañero
que sueña con sus ondas cristalinas,
todo lo mismo está; bajo el alero
aún se cuentan su amor las golondrinas.
Sus palmeras gigantes no han variado:
la soledad lo mismo, el mismo río,
el mismo corazón enamorado
que palpita en la ausencia con el mío.
Lo mismo el propietario, el campesino,
mis amigos lo mismo; qué rareza!
vuelvo hoy a mi pueblo peregrino
con mi novia ideal que es la tristeza.
Y las tumbas también blancas y bellas
la cruz gloriosa sobre el sueño eterno.
Esas tumbas que oyeron mis querellas
cuando mudo soñé con el invierno.
Las rosas del jardín todas abiertas
a los besos del sol; el mismo cielo,
el anciano samán, las viejas puertas,
blanca paloma levantando el vuelo.
Todo lo mismo está: el mismo viento
jugando en los cabellos de la hermosa,
con un baño de luz mi pensamiento
de flor en flor la misma mariposa.
Soy un viajero que cansó el desierto
con su rudo espejismo y sus arenas,
soy el marino que regresa al puerto
en las tardes azules y serenas.
Llegó por fin con el escudo fiero
a sostener titánico el embate
de la ruda pasión, soy el guerrero
adiestrado en las lides del combate.
El látigo será para el perverso
que quiera mi ilusión tomar en nada;
llevo un arma mortal: la de mi verso
que hiere más que toledana espada.
Recibe pues al hijo; trae laureles
arrancados al sol de primavera;
a tus plantas yo pongo mis rondeles
y el arte y la belleza: mi bandera!.