ALBA

 

En mí ya todo ausencia, todo ya lejanía,

memoras un silencio que viví en primavera;

te has quedado en mis ojos de la misma manera

como está en la mañana la presencia del día.

No te inquirí, lo sabes, pero esmalté el sendero

de emociones no holladas para tu epifanía.

Eras cristal fundido de mirada y de cielo

-mirándote a los ojos se te veía pensar-

mariposa en un clima sensorial de asfodelo,

sirena de agua dulce con nostalgias de mar.

 

Y en un abecedario impreciso de nube

tu nombre: clave en trino que descifra un cantar.

 

Desde entonces, ¿lo ignoras? te he llevado conmigo

-incógnita insoluble de mi humana ecuación-;

siempre hacia tí confluyen los caminos que sigo

con un cósmico influjo de predestinación.

 

Por tí a veces soy eco de mi propio suspiro

y arde en mi ser la zarza de la desolación.

 

Y hoy vas por mi horizonte como un humo disperso

-si dejaras mi vera ni advertiría tu huida-

pues tornaría a encontrarte- ritmo de ala vencida-

parásita de música por la escala del verso.

 

Que al fin me he convencido, que más que mujer, eres

el ecuador melódico de mi oscuro universo.


 

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