ALFONSO REYES ECHANDÍA

 

Este hombre que rebasó las fronteras nacionales, que fue ciudadano de América Latina, miembro de la Sociedad Internacional de Criminología, de la Sociedad Internacional de Derecho Penal, miembro de la Comisión Redactora del Código Penal tipo para Latinoamérica y de las sociedades de criminología de Venezuela, Perú y Brasil, ha dejado, sin lugar a dudas, una huella imborrable en el panorama de la historia nacional y, como pocos en el país, se hizo merecedor a la investidura de Maestro.

Alfonso Reyes Echandía, nacido el 14 de julio de 1932 en Chaparral, fue un hombre notorio en la ciencia del derecho por su pulcritud profesional, conducta íntegra y madurez, en una carrera que ejercería sin claudicaciones ni flaquezas, al no deformar jamás ni sus principios ni sus ideales.

Reyes Echandía cursó sus primeros años de estudio en el colegio Murillo Toro de su ciudad natal, y al terminar la primaria se desplazó hacia Honda, debido al incremento de la violencia en la región. En esa ciudad cursa el grado quinto y sólo la mitad del sexto porque él y sus condiscípulos realizan una huelga exigiendo mejores condiciones académicas y las directivas del plantel deciden cancelar el año lectivo. Se ve así obligado a trasladarse a Bogotá. Sin medios económicos suficientes, acepta trabajar como obrero en la ampliación de las tribunas del estadio Nemesio Camacho, El Campín.

Un afortunado encuentro, dos días antes de iniciar labores, cambia el rumbo de su vida. Le ofrecen dictar clases en primaria en el municipio de Anolaima. De allí pasaría a San Gil, lugar en el cual culmina la secundaria y viaja luego a Bogotá para iniciar sus estudios de derecho y ciencias políticas en la Universidad Externado de Colombia cuando corría el año de 1955.

En 1960 recibe su grado presentando como tesis El problema de la violencia en el Tolima y Sumapaz, considerado como uno de los más brillantes análisis sociopolíticos y jurídicos que se han realizado en el país.

Sin ser aún muy conocido, un año después de su especializacion en Ciencias Penales y Penitenciarias en la Universidad Nacional de Colombia, viaja a Europa a especializarse en Derecho Penal en la Universidad de Roma, gracias a la beca Baldomiro Sanín Cano que la Universidad Externado le otorgara. A su regreso al país, este romántico incorregible que siempre se sintió fuertemente atraído por la disciplina y el derecho penal, comenzaría a dictar cátedra en el Externado.

Como catedrático siempre apoyó a sus alumnos, a quienes estimulaba con frecuencia. Algo tímido, introvertido, serio, reservado y de una rigurosa puntualidad inglesa, Alfonso Reyes Echandía fue un hombre dedicado por completo al alma mater. Hombre de constante estudio, siempre entre libros, dueño de una capacidad de meditación casi contínua, el maestro aprendió a respetar el pensamiento ajeno como el suyo propio, y con el espíritu abierto que siempre lo caracterizó, pensaba que las ideas no debían separar a los hombres.

Durante su estadía en Europa, no olvidó sus dos grandes pasiones: la justicia y su administración. Mientras en su mente bullían nuevas ideas, su investigación por formas alternativas a las imperantes en el conocimiento del derecho penal, del delito y de la criminología, comenzaban a dar fructíferos resultados. Criticaba las teorías positivistas que estaban entonces en boga en nuestro país y orientaba su pensamiento hacia el desarrollo de una nueva metodología de estudio en dicha área del derecho.

Sus obras, fuentes de inagotable sabiduría, serían de obligatoria consulta para doctrinales, jueces y estudiosos del derecho penal. Su voz no sólo se escuchó en el Externado de Colombia, también en el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, en el Ministerio de Justicia - primero como viceministro, cargo que se estrenaba por aquel entonces en el país y luego como ministro encargado - y en la Escuela General Santander donde enseñó a los oficiales durante 17 años.

El 18 de octubre de 1979, logra el rango de Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, cuya presidencia ocuparía desde enero de 1985 hasta los fatídicos días del 6 y 7 de noviembre del mismo año, cuando pereció en el holocausto del palacio de justicia.

La profusa jurisprudencia que legó, da cuenta de la brillantez del jurista, de la sapiencia del magistrado, del dominio del conocimiento, no sólo en los aspectos propios del derecho penal sino también del constitucional, al abordar temas como el juzgamiento de civiles por tribunales militares en época de estado de sitio, sobre el cual Echandía predicaba abierta contrariedad, o el de una mayor rigurosidad en el análisis del aspecto sistemático del derecho penal general, que fueron haciendo carrera hasta lograr, paulatinamente, la transformación de la doctrina imperante y tradicional de la Corte.

Su clamor por la justicia lo vinculó a la causa de los derechos humanos. No sólo con su participación en el Comité Permanente por la defensa de ellos, sino con innumerables escritos, providencias, sabios análisis y contundentes investigaciones en las que podía verse claramente la brillantez y profundidad de su pensamiento.

Sus primeras publicaciones aparecieron en la revista de la Universidad Externado de Colombia hacia el año de 1959. Publicaría después obras como Derecho Penal, parte general (1964), que lleva mas de seis ediciones; el Código de Hammurabi, traducción comentada (1966); Consecuencias del delito y la criminología (1967); El Lenguaje del hampa (1969); Diccionario del Derecho Penal (1970); Anteproyecto del Código Penal Colombiano (1974) y La culpabilidad (1977), entre otras obras que hacen parte importante de la labor de este tolimense que dedicó y entregó su vida a la investigacion, la docencia y a la busqueda incansable de la justicia y la equidad bajo la visión crítica que lo caracterizó siempre.

Alfonso Reyes Echandía, el maestro, continuó una tradición de juristas tolimenses y su nombre llegó a situarse al lado de los de Darío Echandía y Antonio Rocha gracias a la consagración en su labor docente y en la magistratura. Será recordado como una de las primeras autoridades científicas del derecho penal por sus valiosos aportes a la cultura jurídica, la ciencia y la legislación colombiana. También como el hombre de carácter que no escondía su firme temperamento opita ni perdía la calma en los momentos críticos.

" …todo confirma el aserto de que si se trabajaba metódicamente un objeto cientifico, se llegaría pronto a dominarlo, pues lo importante y raro no es saber de todo, sino ser diestro en algo", pensaba Reyes Echandía, quien tuvo no sólo rigor sino también entusiasmo para trabajar sus obras. Creía que con ellas fundaba una escuela inspirada ciertamente en la filosofía de sus descubrimientos pero nacida al tiempo de su calidad como ser humano de sobrios gestos y serena figura.

Alfonso Reyes Echandía tuvo el suficiente tino para orientar a sus discípulos hacia el camino que debían seguir según sus gustos y capacidades. Poco a poco su doctrina fue rebasando las fronteras de la Universidad Externado de Colombia, su casa de siempre, para convertirse en patrimonio nacional y continental, y constituye, para críticos y adeptos, piedra angular del desarrollo del derecho penal y especialmente de la criminología.

Reyes Echandía mantuvo estrecho contacto con la literatura penal alemana, cuyo acceso se le facilito por las traducciones al italiano, idioma que dominaba, y dio inicio así a una nueva época para el derecho penal colombiano. La marcada influencia germana que él introdujo, al pasar de los años se fue asentando en el departamento de derecho penal del Externado, fundado por él mismo a su regreso de Roma.

Jaime Peralta, su eterno amigo de la infancia y la adolescencia cuando estudiaba en el Murillo Toro, recuerda cómo el "maestro", además de buen deportista -practicaba el baloncesto-, era un excelente declamador. Alguna vez, afirma, arrancó los aplausos de todos los alumnos del colegio al recitar el poema de Enrique Villar titulado Propatria, que terminó siendo una premonición de aquel fatídico noviembre. "Quiero morir así: ferviente suspiro - a que el beso de fuego de la gloria - venga a arrancarme el último suspiro - al toque del clarín de la victoria - Morir en pie; con el pendón en alto; - grande, glorioso, soberano y fuerte; - y llegar, de la vida con un salto - al regazo piadoso de la muerte ", rezaban los versos que había aprendido del Castellano Progresivo que por aquel tiempo servía de texto guía en la escuela.

El 31 de mayo de 1985, su pueblo natal le rindió un homenaje en donde fue condecorado por el gobernador de la época, con la órden Cacique Calarcá. En esta ocasión, Reyes recordaba que durante su infancia le repitieron cientos de veces, en su casa y en la escuela, la grandeza de tantos hombres que hacían honor a su terruño, como una manera de recordarle el compromiso de luchar por un territorio que desde siempre había nutrido su esencia vital.

Alfonso Reyes Echandia persistirá por siempre en la memoria de los colombianos como uno de los mas grandes juristas que ha dado el país, como el hombre que abrió nuevos horizontes para el derecho penal y como uno de los más grandes hijos del Tolima.