CHILO REY

Desde sus primeros años de juventud, dos oficios pugnaron por ganarse el espacio de su vida: la música y la sastrería. Intentó llevarlas paralelas y lo logró por algunos años, pero un día se convenció que su clarinete, como en el poema de Luis Vidales, era un surtidor que vertía las notas en el ambiente y todo lo volvía amplio, “como sin orillas”. Por eso dejó de cortar las pretinas en las madrugadas huilenses y se comprometió con los anocheceres arrullados por el sonido fiestero de un clarinete-requinto que compró por doce pesos para integrar la banda de Baraya, Huila, su pueblo natal.

Isidro Reina no tuvo mayor dificultad para buscarse su nombre artístico. Desde niño le decían “Chilo” y se embriagó con el restallar de los platillos, el golpe seco de la tambora y el destello fulgurante de los instrumentos de cobre que siguieron resonando gratamente en sus oídos.

Chilo Rey nació en la vereda Gramal el 2 de septiembre de 1925 y fue bautizado en Baraya. Allí estudió seis años, en los cuales se incluía la primaria y parte del bachillerato. Cuando estuvo preparado para afrontar la vida, recibió la noticia que necesitaban un músico para la banda de su pueblo y aunque estaba buscando trabajo, recordó que lo único que hacía sonar era las cucharas de metal en la cocina de su casa, pero no se amedrentó y decidió estudiar música. En tres meses estuvo listo para participar en la primera retreta de su vida, en el año 1943, en la cual ejecutó el bambuco La zamba Teresa, la misma que más tarde llamarían El volador.

En su pueblo contrajo matrimonio y al enterarse que en la banda de Neiva se había muerto el músico que interpretaba el requinto, él se presentó para llenar la vacante y fue aceptado, aunque por esa época no leía muy bien las partituras y sólo interpretaba a “cartucho”, expresión que se usa para referirse al oído. La Banda pertenecía a la Policía Nacional y eran bastante exigente. Allí permaneció por cuatro años, hasta un 24 de junio en que no pudo sostenerse de pie para interpretar los sanjuaneros porque la ebriedad lo dejó sin empleo. No sería ésta la única vez.

Retirado de la Banda de Neiva, se dedicó a serenatear con dos compañeros que también habían sido despedidos por la misma causa. Una noche fue hasta su casa un amigo y le propuso que se viniera para Ibagué, porque en la Banda del Tolima estaban necesitando músicos. El le puso algunos reparos, sobre todo porque todavía no dominaba la letra musical y tenía noticias de que esa banda contaba con maestros muy capaces, pero su amigo le dijo que eso no importaba porque lo que necesitaban eran músicos godos, sin más requisitos y así llegó con dos pantalones blancos y dos camisas almidonadas a posesionarse como saxofón tenor.

Sus inicios con la Banda del Tolima fueron duros. La mayoría de los compañeros eran liberales y tenían siempre expresiones displicentes para los nuevos integrantes. Cualquier falla era magnificada y Chilo se sentía incómodo, sobre todo por sus carencias teóricas, pues en la práctica era insustituible.

En tres años ya estaba adaptado al trabajo, había comprado una modesta casa en el barrio Santa Bárbara, la misma en que reside todavía. Inició sus estudios en el Conservatorio y se capacitó intensamente. En el año de 1954 lo invitaron a formar parte de la orquesta Ritmo Tropical y desde ese momento se abrieron las puertas a ese fogoso saxofonista que se dio el lujo de estrenarse en la inauguración del Club del Comercio, viajar a la primera Feria de Manizales y estar presente en muchos eventos sociales de la ciudad y del departamento.

La empatía parece que no es usual en el gremio de los músicos y continuamente aparecen discrepancias entre los miembros de las agrupaciones. Tres años con Ritmo Tropical fueron suficientes para que buscara su futuro en forma independiente y decidiera fundar su primera orquesta con el pomposo nombre de Casino Night Club que funcionaba en un local situado frente al parque Galarza.

En al año 1962 se organizó la Orquesta Sonovisión, que dirigía artísticamente Roberto Díaz Carvajal y los representaba Humberto Rodríguez Jaramillo quien, más tarde, se convertiría en reputado comentarista deportivo. Allí permaneció cerca de dos años pero no soportó el estricto reglamento y las envidias y consejas que se dieron al interior de la orquesta que marcó un hito en la historia musical de la ciudad.

Para 1964 Isidro Reina reunió ocho músicos y fundó la orquesta de Chilo Rey, la cual interpretaba desde rock, twist, baladas y demás éxitos de la nueva ola hasta los porros de Lucho Bermúdez y los vallenatos de Escalona que deleitaban a los asistentes a reuniones sociales y eventos bailables. La orquesta se dio a conocer en la nación entera, viajó a Leticia, pasó a Tabatinga, Neiva, Pereira, Bogotá, La Dorada y otras ciudades.

Nuevamente el alcohol le trae problemas y en al año de 1966 es retirado de la banda departamental por sus continuas fallas a la disciplina, propiciadas por las borracheras. Sin embargo los buenos oficios de un político y su gran maestría para la interpretación del saxofón, logran reengancharlo de nuevo tres años después tras asumir el compromiso verbal de no reincidir en su conducta etílica.

Una vez pensionado en la banda recibe una comunicación del Batallón Guardia Presidencial en la que se le anunciaba que había sido aceptado como músico. Pide una licencia y viaja a Bogotá a posesionarse, pero la suerte está doblemente de su parte puesto que su antiguo condiscípulo es el Comandante General de las Fuerzas Armadas y gracias a su intervención logra que lo trasladen al Batallón Rooke.

Con su nuevo cargo, renunció a la Banda del Tolima y se vinculó a la del Rooke donde trabajó hasta 1975, fecha en la cual logra su pensión de jubilación.

Su fundación de la papayera que denominó Sálvese quien pueda data de 1979. Por esta época alternó con Pacho Galán en un tablado para el festival folclórico y pasados unos meses se independizó de esta agrupación y creó La banda de Chilo Rey con diez integrantes. A partir de esa fecha se dio el lujo de contratar con su propia orquesta y su propia banda.

Chilo Rey ha vivido de la música y ha tratado de infundir a sus nueve hijos el respeto por esta expresión artística. Uno de ellos, Fernando, egresado del Conservatorio, es actualmente profesor de clarinete en la Universidad del Atlántico e integrante de la Orquesta Sinfónica de ese departamento. Ha trabajado con reconocidas orquestas y se perfila como un estupendo intérprete. Luis, otro de sus hijos, es conguero y platillero, un nieto estudia en el Conservatorio, una hija es flautista y dos yernos también abrazaron la música como profesión.

En ese trabajo de tantos años, Chilo sólo ha recibido un reconocimiento de la Corporación Folclórica del Tolima, cuyos integrantes, el 14 de octubre de 1993, le entregaron una placa que él conserva con orgullo, pues resalta los servicios prestados a la música colombiana. Además, es una especie de reafirmación de un tolimensismo adoptado a plenitud.

Chilo Rey considera a Ibagué como su verdadera patria chica. Aquí ha levantado a su familia y ha ejercido sin descanso el oficio. Por eso entre los montones de fotos que muestra, siempre aparece su cara risueña haciendo parte de esas orquestas y bandas que le han permitido cumplir con ese pacto casi secreto, el de hacer vibrar el cuerpo metálico de su saxo, mientras en la pista se contonean los bailarines y él, furtivamente, ingiere un tapa roja para avivar en su interior la llama del entusiasmo.

Para Chilo Rey no hay música que desmerezca, siempre y cuando esté bien interpretada, por eso él le dedica bastante tiempo a estudiar las melodías que van surgiendo en el mercado, pues se trata de estar actualizado, sobre todo en música tropical.

Don Isidro tiene un cuaderno con un listado casi infinito de canciones, allí figuran viejos boleros que él venera como Bésame mucho o Silvia, que tiene un ritmo brasileño que no puede dejar en el olvido.

Este hombre bonachón con un rostro que parece corresponder a un habitante cundiboyacense, está orgulloso de su trabajo y convencido que las papayeras no pasarán a la historia, desde que existan seres preocupados por incorporar los últimos ritmos de la moda y las ventajas de la tecnología del sonido que reinvindique el oficio centenario de los chupacobres.