RÉGULO RAMÍREZ

La población del Líbano vivía su tiempo de esplendor cuando el 6 de noviembre de 1926 nacía uno de los más representativos cantantes colombianos con alta consagración internacional. Su vida transcurrió entre las jornadas escolares y la ejecución de pequeños oficios como llevar mandados, ordeñar vacas, cortar el pasto y en el mes de agosto tomarse un buen descanso para ir a elevar cometas en el alto de Sebastopol. En la escuela hizo sus primeras presentaciones con motivo de la celebración del día de la Independencia. De allí que, mientras cursaba su enseñanza elemental, Régulo Ramírez supo que le apasionaban los aplausos. Allí, con sus condiscípulos o en las reuniones de padres de familia, esa voz que iría a recorrer triunfante los más exigentes escenarios de América Latina, pintaba como una de las grandes ya que, a pesar de su carencia de formación musical, arrancaba invariablemente grandes ovaciones en el auditorio, y no sólo en su tierra natal sino en el colegio San Lorenzo, de Armero, donde cursó un año de bachillerato, al tiempo que por las noches daba serenatas.

En 1944, a los dieciocho años, comprendió que su existencia debía ir más allá de las bellas pero estrechas calles de su ciudad natal y comenzó a buscar los caminos para abrirse un espacio en el soñado campo artístico. Sin embargo, tenía claro que debía perfeccionarse y se matriculó en el Conservatorio Nacional de Música en Bogotá, estudiando particularmente solfeo y canto, pero en medio de dolorosas dificultades económicas porque su falta de nombre evitaba a los empresarios el riesgo de contratarlo. Una férrea voluntad lo mantendría allí hasta que después de un semestre de asistencia, un directivo del plantel consideró que el joven no tenía disposición para el canto y decidió expulsarlo de la institución. Aunque fue rudo el golpe, como lo advierte José I. Pinilla en su libro Cultores de la Música Colombiana, Régulo no se amilanó y continuó sus intervenciones en establecimientos de tertulia.

Su condición de aficionado pronto se dejaría sentir en diferentes programas radiales como Estrella Mejoral de la emisora Nueva Granada donde obtuvo orgulloso y satisfecho el primer premio consistente en doscientos pesos en efectivo que recibió alborozado. La decisión no se hizo esperar y en la mañana, con paso firme, según lo dijera a un reportero, se compró un vestido porque en realidad no tenía con qué cambiarse. La calidad de sus interpretaciones y la aureola de su triunfo lo llevó sin dificultades a ocupar los micrófonos de La Voz de la Víctor, precisamente en el entonces muy sintonizado programa La hora sabrosa, que dirigía Alberto Ahumada Bonilla. Allí tuvo la fortuna de empezar a tejer sus amistades con personajes del mundo artístico, tal como lo hizo con su compañera de escenario, la desaparecida cantante, humorista y actriz, Maruja Yepes.

La aceptación del público lo entusiasma y empiezan a llegarle ofertas de trabajo en centros nocturnos de la capital, tan en boga entonces como usual distracción de los bogotanos, sin descuidar la radio ni los concursos. De aquellos días vienen varias escenas memorables tal como el galardón obtenido en el evento convocado por La Voz de Bogotá, cuyo premio era de veinte pesos y que el tolimense se llevaba cada ocho días hasta que el director, con voz solemne, le pidió que no participara más para dar oportunidad a otros vocalistas.

Advierte José I. Pinilla en su libro citado, que así fue conociendo Régulo Ramírez a gentes de la farándula, tales como Luis Valhert, quien lo invitó al entonces famoso cabaret Monte Blanco donde por primera vez interpretó cumbias y porros, anotándose señorial triunfo porque era la primera ocasión que un cantante lírico vocalizaba música tropical. Le surge entonces un atractivo contrato para trabajar en el cabaret Hawai de Chapinero, acompañado por la orquesta de Kurt Lesser.

Los datos señalan que firmó contrato con Erich Gher, propietario del grill La Reina, con permanencia hasta 1946 cuando se encamina al Valle del Cauca. Otro paisaje y el temperamento de la gente de Cali lo dejan sentirse pleno en el Hotel Columbus y en las radiodifusoras que al saber de su presencia se lo llevan a sus micrófonos con presentaciones que lo enorgullecen y estimulan. Ya nada le parecía tan lejano como lo experimentaba en los tiempos de su tierra natal y decide viajar a Quito y Guayaquil. Sus exitosas actuaciones llevan a la crítica local a darle el consejo de seguir como solista porque sus cualidades y estilo no eran para integrar una orquesta. Ramírez acogió la sugerencia y abandonó la orquesta Blacio Jr, con la cual había salido de Bogotá.

Su talento no pasará inadvertido y es contratado primero por la orquesta de Francisco Balangué, con la que viajó a Lima en 1946 actuando como solista, y luego por la compañía Arias, especializada en óperas.

Los escenarios de Ecuador, Perú y Chile lo ven como una estrella y logra realizar, en 1952, su primera grabación con la R.C.A. Víctor, con hit continental de las canciones de este disco, pero especialmente Perdóname otra vez, y Eres mi amor, que lo convierten en un cantante de reconocimiento internacional.

En 1953 llega a Santiago de Chile rodeado de una fama que le granjeó amplios reportajes en los principales medios de comunicación y diversas propuestas para que permanezca por más tiempo. Viajará a Montevideo, La Paz, Sao Paulo, Buenos Aires, consolidando su estrellato.

En Argentina permanece más de un año encantándose con el estilo de sus calles, la vida bohemia y artística y el asombro de poder examinar de frente lo que apenas imaginaba cuando tenía diez años en su pueblo. Varios seriados de televisión permitieron a los reyes del tango y la milonga apreciar una voz extraordinaria y su prestigio se acrecentó hasta el punto de que en Uruguay y Brasil lo contrataron para largas temporadas.

De regreso a Chile, país que siempre lo consideró como suyo, salió para Europa en 1956, permaneciendo allí cuatro años en un sinfín de presentaciones, donde de nuevo el éxito coronó su talento. Giras por Francia, Alemania, Suiza, Portugal y Bélgica, dejaban a su paso la sensación de un colombiano digno de ser aplaudido hasta el cansancio. La mayor parte del tiempo tuvo a Madrid como sede hasta que la nostalgia de su país lo acosa y le exige el retorno.

En 1960 regresó a Colombia rodeado de la aureola de los triunfadores, con la experiencia de públicos rigurosos, la seguridad de saberse un profesional y el sueño irrenunciable de seguir siendo reconocido por sus compatriotas. El tiempo no lo hizo esperar. Ese mismo año, actuando en la famosa Feria de Manizales, obtuvo el Disco de Oro por la versión que hizo del pasodoble Feria de Manizales. En este mismo año protagonizó la película Isla de ensueño, rodada en el país, acogida en buena parte de América y Europa y hoy totalmente olvidada en el registro de la filmografía nacional.

A lo largo de dieciocho incansables años, entre 1960 y 1978, Régulo Ramírez logró ser una de las figuras más representativas y prestigiosas del país en el mundo de la música, primero como cantante y luego como compositor, grabando, para el sello Sonolux, la mayor parte de sus obras.

En Chile grabó más de cien canciones y allí mismo, en 1972, fue condecorado por el gobierno como gran divulgador del folclor chileno. Varios fueron sus trofeos, entre ellos el Oscar de Chile y la estatuilla de plata, conferida en España. En Colombia, a su vez, compuso más de 500 temas y grabó algo más de veinte, entre los que sobresalen La más bella del mundo, Cada Corazón es una flor, Bésame morenita y El camino del café.

Otras obras suyas que se recuerdan son Eres tú mi amor, Márchate corazón, Clamor montañero, Para tí, De rodillas , Cuánto diera, Las montañas de mi patria, Instante, Un día como éste, Cuánto diera, El incansable, Hermano Paraguay, Perdóname otra vez, El fin, El gamín, No trates de reir, Nonny, Isla de ensueño, Cartagena del mar, Qué lindo es mi Perú, Juan el pescador, El mundo que gira, Amor de un día, En el nombre de Dios, De rodillas, El matrimonio, Jesús también fue montañero, El anillo, Tu venganza, Quédate conmigo y Amor que fue, en ritmos de bambuco, pasillo, cumbia, bolero, pasaje, vals, torbellino y son, entre otros.

Régulo Ramírez no se contentó únicamente con ser un triunfador, sino que realizó una lucha amplia y decidida por los otros cantantes y compositores colombianos, tarea que le valió ser designado por sus colegas como Presidente de la Asociación de Cantantes Colombianos (ADECOL).

En plena actividad artística, esta bella voz de barítono se extinguió el 27 de enero de 1979 a consecuencia de una falla cardíaca cuando el reloj marcaba las once de la mañana. Terminó en una gran pobreza a pesar de que sus canciones recorrieron parte del mundo, pero no se le escuchaba lamentarse. Había contraído matrimonio con la señora Norma Molina, de cuyo hogar hubo una niña: Norma Nonny. El cantante, compositor y guitarrista empieza a ser olvidado por la avalancha de nuevos compositores y cantantes, pero su voz, cuando resuena, vuelve a ser la de la envidiable tesitura de uno de los grandes que pasó por tierras de América.

En el año 1995 Pijao Editores lo seleccionó como uno de los Protagonistas del Tolima Siglo XX

Galería