RÉGULO RAMÍREZ
La población del Líbano vivía su tiempo de esplendor cuando el 6 de noviembre de 1926 nacía uno de los más representativos cantantes colombianos con alta consagración internacional. Su vida transcurrió entre las jornadas escolares y la ejecución de pequeños oficios como llevar mandados, ordeñar vacas, cortar el pasto y en el mes de agosto tomarse un buen descanso para ir a elevar cometas en el alto de Sebastopol.
Mientras cursaba su enseñanza elemental, Régulo Ramírez supo que le apasionaban los aplausos. Allí, con sus condiscípulos o en las reuniones de padres de familia, esa voz que iría a recorrer triunfante los más exigentes escenarios de América Latina, pintaba como una de las grandes ya que, a pesar de su carencia de formación musical, arrancaba invariablemente grandes ovaciones en el auditorio.
En 1944, a los 18 años, comprendió que su existencia debía ir más allá de las bellas pero estrechas calles de su ciudad natal y comenzó a buscar los caminos para abrirse un espacio en el soñado campo artístico. Sin embargo, tenía claro que debía perfeccionarse y se matriculó en el Conservatorio Nacional de Música en Bogotá.
Su condición de aficionado pronto se dejaría sentir en diferentes programas radiales. La aceptación del público lo entusiasma y empiezan a llegarle ofertas de trabajo en centros nocturnos de la capital, tan en boga entonces como usual distracción de los bogotanos.
Su talento no pasará inadvertido y es contratado primero por la orquesta de Francisco Balangué, con la que viajó a Lima en 1946 actuando como solista, y luego por la compañía Arias, espécializada en óperas.
Los escenarios de Ecuador, Perú y Chile lo ven como una estrella y logra realizar, en 1952, su primera grabación con la R.C.A. Las canciones de este disco, pero especialmente Perdóname otra vez, lo convertirían en un cantante de reconocimiento internacional.
En 1953 llega a Santiago de Chile rodeado de fama espectacular que le granjeó amplios reportajes en los principales medios de comunicación y diversas propuestas para que permanezca por más tiempo. Viajara a Montevideo, La Paz y Buenos Aires consolidando su estrellato.
En Argentina permanece más de un año encantándose con el estilo de sus calles, la vida bohemia y artística y el asombro de poder examinar de frente lo que apenas imaginaba cuando tenía diez años en su pueblo. Varios seriados de televisión les permitió a los reyes del tango y la milonga apreciar una voz extraordinaria y su prestigio se acrecentó hasta el punto de que en Uruguay y Brasil lo contrataron para largas temporadas.
De regreso a Chile, país que siempre lo consideró como suyo, salió para Europa en 1956, permaneciendo allí cuatro años en un sin fin de presentaciones, donde de nuevo el éxito coronó su talento. La mayor parte del tiempo tuvo a Madrid como sede hasta que la nostalgia de su país lo acosa y le exije el retorno.
En 1960 regresó a Colombia rodeado de la aureola de los triunfadores, con la experiencia de públicos rigurosos, la seguridad de saberse un profesional y el sueño irrenunciable de seguir siendo reconocido por sus compatriotas. El tiempo no lo hizo esperar. Ese mismo año, actuando en la famosa feria de Manizales, obtuvo el Disco de Oro por la versión que hizo del pasodoble Feria de Manizales.
A lo largo de 18 incansables años, entre 1960 y 1978, Régulo Ramírez logró ser una de las figuras más representativas y prestigiosas del país en el mundo de la música, primero como cantante y luego como compositor, grabando, para el sello Sonolux, la mayor parte de sus obras.
En Chile grabó más de cien canciones y allí mismo, en 1972, fue condecorado por el gobierno como gran divulgador del folclor chileno. En Colombia, a su vez, compuso más de 500 temas y grabó algo más de veinte, entre los que sobresalen Cada Corazón es una flor, Bésame morenita y El camino del café.
Otras obras suyas que se recuerdan son Eres mi amor, Marchate corazón, Clamor montañero, Para tí, De rodillas y Cuánto diera.
Régulo Ramírez no se contentó únicamente con ser un triunfador, sino que realizó una lucha amplia y decidida por los otros cantantes y compositores colombianos, tarea que le valió ser designado por sus colegas como Presidente de la Asociación de Cantantes Colombianos (ADECOL).
En plena actividad artística, esta bella voz de barítono se extingió el 27 de enero de 1979 a consecuencia de un falla cardíaca.