AQUELLA MAÑANA DE VERANO

 

Oye, tú, joven,

pásame la risa del muerto

la que tomaste

aquella mañana en la cascada

donde el agua contaminó

la sangre del niño que iba a la escuela.

Dame la alegría que dejó

encima del apolillado mostrador,

allí reimos los dos

y nunca nos volvimos a ver.

El, viajero incansable,

yo,

agotado al extremo,

recordando al amigo que se fue

hacia la tarde tímida

oculta en la fosa.



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