SAUL PINEDA

 

Hacia 1929, en El Líbano, don Ismael Pineda atendía un día cualquiera su tienda de misceláneas cuando una patrulla de policías penetró al negocio y lo provocó de palabra. Don Ismael, hombre de carácter violento, respondió a la agresión y cuando salió a la calle fue acribillado a balazos por la espalda. Dejó una viuda, doña Lucrecia Correa, y ocho hijos de los cuales el mayor, Saúl, de apenas ocho años de edad, cursaba su segundo de primaria.

Era una familia de muy escasos recursos y el mayor de los huérfanos debió, en consecuencia, abandonar sus estudios y hacer frente a la situación. Así, el futuro presidente del Senado de la República y Secretario General Adjunto del Parlamento Latinoamericano debió arriar mulas del Líbano a Villahermosa, recoger leña, ser ayudante de la primera volqueta que tuvo el municipio, servir de mesero en un café del marco de la plaza, manejar una maquinita de juegos y barrer el parque, entre otros oficios, para sobrellevar la penosa economía doméstica y ayudar a su madre y sus hermanos Inés, Leticia, Rosinda, Isabel, Darío, Roberto e Ismael.

Un abogado local de apellido Valdés lo emplea en su oficina como mensajero y en sus horas libres se dedica a leer los libros que el abogado le facilita con agrado. A los 12 años lo vemos de escribiente en la alcaldía de su pueblo natal y por la misma época se desempeña como una especie de amanuense en la Personería de Villahermosa.

Una beca viene a facilitarle un poco las cosas. Va a estudiar en Popayán y el dinero de la beca lo deja a su madre y sus hermanos. Una hermana, Isabel, se ha casado muy joven y marchado de la casa. A Popayán llega con una bolsa llena de chocolate, dos pantalones y ningún dinero porque lo único que tenía se fue en el pasaje. Tiene ahora 17 años, ha leído mucho y conoce las penurias en carne propia. En Popayán cuenta con parientes solventes y a ellos acude no en busca de alojamiento ni comida sino para pedir trabajo. Uno de sus parientes le consigue un puesto como recolector de café. Con esta base valida la primaria y empieza a cursar su bachillerato en el Liceo del Cauca, plantel anexo a la Universidad. Trabajando y estudiando pasa sus difíciles años del bachillerato. Cuando cursaba el quinto grado entra a trabajar en la biblioteca local. Alvaro Pío Valencia, hijo del poeta Guillermo Valencia, fue nombrado por entonces Director de Extension Cultural y lo lleva a ese despacho como secretario. En su último año de bachillerato conoce en una fiesta a Alba Paredes, surge el noviazgo y antes de graduarse de bachiller se casan. Ella tiene 18 años.

El 25 de junio de 1949 se graduará de abogado. Su tesis versó sobre La reforma agraria en Colombia. Pero durante los cinco años que estudió derecho trabajó como director de la Revista del Cauca y el periódico de la universidad, empezó a escribir en El Liberal, periódico del cual terminaría siendo director al igual que del radioperiódico Síntesis Liberal, fue secretario de don Baldomero Sanín Cano y al graduarse se desempeñaba como director de Extensión Cultural, era concejal de Popayán, se le tenía por comunista y se enfrentaba en acalorados debates con los prohombres payaneses, entre ellos el Senador y varias veces miembro de la Dirección Nacional Liberal Victor Mosquera Chaux.

Su esposa, Alba, recuerda el acto de grado como algo apoteósico. El paraninfo, dice, estaba repleto porque la gente lo quería mucho. Su presidente de tesis fue Alvaro Pío Valencia y el recién graduado abogado iba a la casa del maestro Guillermo Valencia con grupos de amigos para conversar de literatura. Al momento de graduarse el matrimonio ya tiene dos hijos. En total fueron siete, dos de ellos, un hombre y una mujer, abogados como el padre, una periodista, una arquitecta y un ingeniero. El menor, Jorge, de sólo 25 años, fue asesinado en confusas circustancias en los recientes hechos acaecidos en el municipio de Anzoátegui sin que se sepa a ciencia cierta si él y sus compañeros de excursión murieron a manos de la guerrilla o el ejército. El cuerpo presentaba señales de tortura y 17 impactos. El padre no vivió para verlo pues había fallecido menos de un año antes.

Al graduarse es nombrado juez en Popayán pero antes de cumplir un año en el cargo decide regresar al Tolima y se instala en el Líbano donde monta su oficina de abogado y participa en política. En una de sus intervenciones pronuncia un encendido discurso protestando por la matanza de liberales. El gobernador de la época está de visita en el pueblo y se sucede un atentado contra el mandatario mediante la explosión de una bomba. Se acusa del hecho al joven abogado y la policía lo busca para matarlo. Una familia de conservadores lo protege y tras salir de la casa con su esposa y los tres niños por una tapia lo empacan en el baúl de un carro y lo mandan a Bogotá. En El Líbano quedan la esposa y los tres hijos quienes después son trasladados a Armero por la familia amiga para ponerlos a salvo. Más tarde se reunirían todos en Bogotá.

A Bogotá, como años antes a Popayán, llega Saúl Pineda sin nada, ni siquiera con saco pues había huido con la ropa que tenía puesta. Parado en una esquina, sin saber qué hacer ni a donde ir, la suerte -si puede llamarse suerte la situación en que estaba- le sonríe y un antiguo compañero de estudios en la universidad atina a pasar por ahí, se sorprende al verlo en esa indumentaria y tras enterarse de todo lo ocurrido le propone compartir su oficina de abogado. "Pero antes -le dice- nos vamos a Everfit para que saques alguna ropa porque así no se puede. Yo te sirvo de fiador".

Ya instalado en su providencial oficina y estrenando vestido decide irse al diario El Tiempo. Habla con el director, Roberto García Peña, viejo conocido, y éste le propone que escriba para el periódico -sostiene por un tiempo su columna Pido la palabra - y lo encarga además de algunos negocios sobre los cuales le facilita un anticipo. Poco después se vincula al semanario Sábado que edita Plinio Mendoza Neira y en donde escribe Juan Lozano y Lozano. Al año de su intempestivo y paupérrimo arribo a Bogotá está de director de extensión cultural en la Universidad Libre donde igualmente dicta cátedra de filosofía del derecho. Cuatro años viviría en Bogotá pero el llamado de su tierra lo acosa y cuando Augusto Medina lo visita para proponerle que se haga cargo de la Contraloría Departamental del Tolima no vacila y hace maletas para Ibagué. Estamos en las postrimerías del gobierno militar de Gustavo Rojas Pinilla.

Su colaboración en el gobierno militar que cayó poco después le valió que incluso muchos de sus amigos lo tildaran de traidor y lentejo pese a que los nuevos métodos de trabajo que entonces impuso fueron adoptados por numerosas contralorías del país posteriormente. Defendió además los intereses del Tolima contra los militares. Nada de eso impidió que en torno suyo se cerrara el vacío y quedara de nuevo como al principio. "Otra vez sin cinco - cuenta su viuda-, sin oficina y desprestigiado por lentejo". Pensó en volver a Bogotá pero su esposa se opuso: "Si nos vamos van a decir que robó plata, que hizo chanchullos, de modo que aquí nos quedamos". Doña Alba viajó a Popayán y sobre un terreno de su propiedad consiguió un préstamo. Con ese dinero se abrió una nueva y definitiva oficina que hoy ocupa su hijo Hernando para su profesión de abogado. Corren los años de 1958-59.

La situación económica dista mucho de ser desahogada y los hijos continúan llegando. En compañía de Marco Tulio Varón, vendedor de lechugas y otros de parecida condición económica, Saúl Pineda arrecia sus intervenciones políticas. Corona reinas populares, pronuncia discursos, visita barrios y sale elegido consecutivamente concejal de Ibagué, diputado a la Asamblea del Tolima, otra vez concejal, presidente del Concejo y de nuevo diputado. Entonces irrrumpe en el panorama político nacional el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) con Alfonso López Michelsen a la cabeza y en esas toldas entra a militar Saúl Pineda.

"Su participación en el MRL fue al principio muy difícil porque a López Michelsen no se le conocía, la gente lo llamaba López Miquel o Michel de modo que había que empezar por enseñarles a pronunciar el apellido", cuenta doña Alba desde un sillón en su residencia del barrio Cádiz. Recorre todo el departamento en plan de campaña política y en un viaje a Lérida sufre un accidente al volcarse el carro en que se desplazaba con su esposa y una hija de trece años que sufrió graves quemaduras. Termina en una lista para el Congreso enfrentándose a la oficial del liberalismo que encabezaba Darío Echandía. Sale elegido.

Por espacio de ocho años fue Representante a la Cámara y en dos períodos Senador de la República. En 1967 ocupó la primera vicepresidencia y la presidencia del Senado. Fue igualmente embajador plenipotenciario ante un evento cumplido en la República Democrática Alemana, director de la Asociación Colombiana de Municipalidades, secretario adjunto en Montevideo del Parlamento Latinoamericano en 1968, conferencista sobre temas políticos y sociales en Costa Rica, Panamá y Alemania, asesor jurídico de diversas dependencias oficiales del Tolima y practicante del derecho durante más de cincuenta años. Como Representante presentó la ponencia sobre el proyecto de ley que creaba el Departamento de Risaralda.

Cuando López Michelsen se pasó al oficialismo liberal Saúl Pineda no lo acompañó en su campaña presidencial de 1974 y se lanzó solo al Congreso sin salir elegido. Entonces se retiró de la política y se dedicó por entero a su profesión. Murió el 23 de junio de 1994 en Ibagué tras algún tiempo de hospitalización en Bogotá.

Pensionado por el Senado con 140 mil pesos, cifra que aumentó ligeramente con algunos reajustes, su viuda, doña Alba, no ha recibido un peso desde el día de su muerte pese a las numerosas diligencias realizadas.