FRANCISCO PEÑALOZA CASTRO

De 1990 a 1992, la alcaldía de Ibagué fue valorada, conjuntamente con las de Medellín, Cali y Bucaramanga, como la mejor del país. Internacionalmente, además, fue reconocida por la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe (Cepal), como una “ciudad piloto dentro de las llamadas intermedias”. Y no era para menos. Fue tal la gestión desarrollada y de tal envergadura la transformación de esta capital, que propios y extraños lo reconocieron como el mejor burgomaestre que haya tenido la población desde que la fundó el capitán Andrés López de Galarza con el nombre de San Bonifacio de Ibagué del Valle de las lanzas. Sin embargo, nada apareció de la noche a la mañana ni por arte de magia. Ahí estaba Francisco José Peñaloza, el director responsable de este notable jalonazo al que el mismo presidente César Gaviria acompañó en la inauguración de sus múltiples obras, reconociendo en público que gracias al dinámico impulso de su trabajo serio y audaz, la capital del Tolima había cambiado.

Jamás soñaron los ibaguereños que en tan pocos meses la ciudad musical pisara auténticamente las puertas del siglo XXI como escribió el periodista Arnulfo Sánchez López, en el diario El Tiempo. la infraestructura existente en avenidas, servicios públicos, posibilidad de de empleo masivo y una sensación de unidad para el despegue industrial, le dieron marco a una ciudad del futuro.

Sin precedentes en la historia local, Peñaloza, alcalde en seis ocasiones, rubricó una vez su más marcada obsesión por el progreso, el desarrollo de su patria chica y el mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes. En otras de sus administraciones, construyó avenidas tan importantes como la Quinta y la Ambalá y fue protagonista del gran arranque de Ibagué en el sector urbanístico cuando se realizaron los IX Juegos Atléticos Nacionales en 1970.

Nació en Ibagué el 15 de mayo de 1927. Con sus acciones se reafirmó como un ejecutivo a toda marcha que jamás dejó de tener el vigor de los jóvenes a pesar de los 68 años con los que contaba cuando fue elegido el mejor alcalde del país. Por su eficaz gestión para construirle el futuro a su ciudad y sacarla de la siesta colonial.

La actitud de trabajo constante le vino de su padre, oriundo de Honda, también llamado Francisco Peñaloza, quien llegó casi adolescente a Ibagué a iniciar el negocio de caña para convertirse en pionero al montar un trapiche importado de Inglaterra.

La herencia de la acción también le vino de Lucía Castro, su madre, procedente de aquellas familias antioqueñas que arribaron a este territorio a finales del siglo antepasado.

Fue el tercero de 10 hijos y estudió en el colegio de los hermanos maristas, hoy Champagnat, los mismos que formaron a toda una generación que iría a tener en el futuro puestos de comando. Por aquellos días, jugando al poder, nunca lo nombraron alcalde ni gobernador y afirmó que tal vez por eso mismo llegó en varias ocasiones a esos cargos.

Mientras su hermano Hernán terminó estudiando en el Isidro parra de Líbano, él viajó a Bogotá para culminar su segunda enseñanza. Su padre, un hombre que pensaba en grandes empresas, lo vinculó a los negocios iniciándolo en el trabajo de una fábrica de gaseosas fundada por él, Gaseosas Tolima, hoy parte del consorcio Postobón. Vendrían otras empresa de gas y construcción todas marcadas por el éxito.

En 1966, tentado por la vida pública, llega por primera vez a desempeñarse como alcalde de Ibagué. Tenía 30 años. Sus varios recorridos por el mundo le ofrecen una visión práctica y moderna de las cosas y quiere realizarlas en su ciudad natal. Empieza con la necesaria obsesión de iluminar sus calles que permanecían en discreta penumbra e inicia la construcción de la avenida Quinta que llega hasta la calle 15 y divide en dos lo que sería la ciudad, soñando que debía conservarse hasta ahí su tradicional arquitectura y montar el desarrollo hacia el norte, como en efecto sucedió años más tarde.

En su segunda administración, de 1968 a 1971, termina nuevas obras y emprende el proceso de lo que fueron los IX Juegos Nacionales donde se hacía necesario planificar la ciudad, determinar sitios para presentar los espectáculos y darle un verdadero desarrollo. Con base en auxilios nacionales y un equipos de prestantes tolimenses, se logró que Ibagué tuviera un nuevo rostro.

En su tercera y cuarta alcaldías, en 1971 y de 1982 a 1983, buscó el desembotellamiento de la ciudad musical con la construcción de la avenida Ambalá que va hasta el barrio La Gaviota, dotada de pavimento y luz eléctrica. Ingresan así nuevos y amplios terrenos al patrimonio urbanizable de la capital del Tolima, agregándose el servicio de nuevas líneas telefónicas, tan sólo 500 para entonces y que llegan en su periodo de 1992, a 32 mil.

En su última alcaldía de 1991 a 1993, que inscribirá su nombre de manera radical en la historia del Tolima, planifica el mejoramiento de vías como la Avenida Guabinal, que atraviesa la ciudad en una extensión de ocho kilómetros y sienta un precedente singular al no cobrar por esta obra valorización alguna. Reanuda simultáneamente la avenida del ferrocarril, que extiende en dos kilómetros, hace la avenida de Calambeo, prolonga la Ambalá en el sector de Porgal-Montecarlo en mas de dos kilómetros, da al servicio la avenida 60, obra que aporta nuevas soluciones de vivienda en unos inmensos terrenos en que se construyen alrededor de 25 mil residencias y complementa el desarrollo vial con la construcción de cuatro puentes elevados, el de la 37 con Guabinal, el de la carrera quinta con calle 19, el del sector del Jordán para empalmar con la calle 60 y el de la intersección de la avenida del Ferrocarril.

Sus realizaciones son de gran alcance. Reestructuró las Empresas públicas Municipales, el Instituto Ibaguereño de Acueducto y Alcantarillado Ibal, el relleno sanitario, la plazoleta Darío Echandía y amplió en 14.800 metros la red de alumbrado público, repavimentó 300 mil metros cuadrados en concreto y asfalto con énfasis especial en las rutas de buses y hasta dotó a la ciudad de una señal internacional gratuita de televisón, (telepacho) con cuatro canales que le acarreó escandalosas demandas penales.

En 1994 fue elegido gobernador del Tolima. Entre sus obras más importantes se destacan la construcción del Centro de Convenciones Alfonso López Pumarejo, ubicado en el primer piso de la Gobernación del Tolima e inaugurado en julio de 1997, el Edificio de la Beneficencia y el de parqueaderos y la restauración del Teatro Tolima entre muchas otras obras.

Las vías intermunicipales también fueron un punto fundamental de su trabajo y de ellas se destacan el puente sobre el Río Magdalena que comunica a Suárez con Espinal y la pavimentación de las carreteras Líbano-Murillo, Coyaima-Ataco, Chaparral-Rioblanco, Chaparral-San Antonio, Ibagué-Rovira y Espinal-Suárez.

Quien fuera concejal de Ibagué por dos ocasiones y representante a la Cámara, institución en que fue elegido vicepresidente de la comisión Tercera, fue un admirador de la civilización estadounidense y la cultura europea, se maravilló con Tokio y vivió con pasión el golf. Murió en junio de 2004.

En el 2008 apareció un libro con su vida y obra, escrito por el también ex alcalde Armando Gutierrez Quintero.