JAIRO DARÍO PEÑA

Jairo Darío Peña nació en la desaparecida ciudad de Armero el 16 de agosto de 1954. Al año sus padres se fueron a vivir a Ibagué donde pasó la mayor parte de su juventud. Hijo del también compositor Félix Eduardo Peña, desde muy pequeño sintió inclinación por la música .

Viene de una familia de educadores y artistas. Su abuelo, Félix María Peña Hernández, un seminarista que se enamoró un año antes de su ordenación, que cantaba y tocaba el órgano y el armonio en las iglesias de los diferentes pueblos donde era nombrado director de colegios departamentales, sentía un profundo respeto por la música y ese sentimiento fue transmitido a sus hijos y sus nietos.

Jairo Darío dio sus primeros pasos en el mundo del arte a los ocho años cuando con su primo, el también cantante y compositor Jairo Alberto Bocanegra, se escapaban de la escuela de su abuela Carolina donde realizaba la primaria para imitar a los boleristas de la radio y cantar canciones a dos voces. Jairo Alberto tocaba la guitarra y Darío las maracas.

Con el tiempo se fueron perfeccionando y participaron en el concurso La Hora Philips que se realizaba en el Radioteatro de La Voz del Tolima. En el concurso, que contaba con un jurado integrado entre otros por el maestro José Ignacio Camacho Toscano, fueron seleccionados para representar al Tolima en la final de La Orquídea de Oro Philips, pero por ser menores de edad no pudieron competir en la ciudad de Bogotá.

Su vocación musical la volcó a la interpretación del violonchelo. En 1969 ingresó al Conservatorio del Tolima, apoyado por su padre y guiado por el maestro italiano Quarto Testa quien admiró en el niño el deseo de aprender a pesar de tener dedos pequeños y problemas de coyunturas.

Por su carácter temperamental, rebelde y voluntarioso, en el Conservatorio se gana el nombre de “El loco” y con el único propósito de dedicarse al estudio de su instrumento se hacía sacar de las clases. Esta actitud hizo que tuviera muchos problemas con las directivas del centro educativo.

En 1971, estando en tercer año, se retira del Conservatorio para continuar sus estudios en la casa del maestro Testa, quien entiende su afán de aprender y le propone darle clases particulares. Durante medio año recibe lecciones de Testa, pero alguien le dijo que en la Orquesta Filarmónica de Bogotá necesitaban músicos y decide viajar.

Antes de cumplir los 18 años se matricula en el Conservatorio de la Universidad Nacional e ingresa a la Orquesta Sinfónica Juvenil. Ajeno a los disturbios de la universidad, es víctima de una protesta estudiantil y a raíz de la fractura de uno de sus brazos y la imposibilidad de hacer lo que más le gusta en la vida, deja el chelo y regresa a Ibagué en 1972.

En esta etapa de reposo se le despierta ese deseo de trabajar por la gente que caracterizará el resto de su vida. Las clases con César Augusto Zambrano lo ayudan a salir del trauma mientras inicia un taller musical que tenía como fin la Orquesta sinfónica del Tolima. Logra que la Universidad del Tolima le preste un aula para ensayar con la estudiantina integrada por alumnos y trabajadores de la institución. Apoyado por la decanatura de la Facultad de Bellas Artes y en compañía de varios amigos forma el CITMU, Centro de Investigaciones y Trabajos Musicales, compuesto por un coro y una pequeña orquesta de cámara con los cuales inicia una serie de conciertos musicales que mezclan la música clásica con la popular. Aunque el sueño de la sinfónica no fue realizado, este trabajo sirvió para dar vida al hoy Departamento de Música de la Universidad del Tolima.

En 1977 regresa a Bogotá, retoma el estudio del chelo y presenta una audición para integrarse a la orquesta Filarmónica; es aceptado y en julio de 1978 entra a hacer parte de ella para realizar una notable labor artística y sindical. Al poco tiempo es llamado a la junta directiva del sindicato de músicos.

Fue miembro de las comisiones negociadoras de los pliegos de peticiones durante 15 años y siempre ha estado vinculado a las luchas por las reivindicaciones del músico y el mejoramiento organizativo de la institución. Dentro de sus logros se encuentra el haber aumentado las horas de trabajo de la orquesta, que en este caso son traducidas a horas de ensayo y preparación. Es célebre también la huelga de hambre de los integrantes de la orquesta que pedían el derecho a la negociación, logrando además mantenerla libre de los intereses políticos, evitando ser empleados públicos de libre remoción y nombramiento, aspecto que atentaba contra la estabilidad y calidad de la misma orquesta.

Fue además ponente del proyecto para la creación de la cooperativa de la orquesta que hoy, además de su labor social, funciona con una escuela de música.

Junto a su labor en la filarmónica, se ha dedicado a la composición de música popular con temas como Pequeña mía y Te Invito, interpretados por Alexis Martínez; Mariquita preciosa, Quiéreme como te quiero y Santa fé de Bogotá, interpretadas por la orquesta del maestro Raúl Rosero.

También ha compuesto villancicos para la Orquesta Filarmónica y una serie de canciones infantiles para sus conciertos didácticos. Sin duda la labor de este músico tolimense será recordada en el futuro, tanto por su calidad artística como por su aguerrido carácter que le ha permitido imponer sus ideas para bienestar de sus colegas y de su profesión.