RAFAEL PARGA CORTES

 

Cuando Alfonso López Pumarejo empezó a agitar la bandera de su partido para recuperar las riendas del poder tras una larga hegemonía conservadora, el joven Rafael Parga Cortés ya participaba en las reuniones.

En el café Windsor, al principio, o en el Gran Riviere, después, era usual tropezarse con Parga en las tertulias literarias y bohemias de Bogotá. En ellas se despotricaba contra los gobiernos conservadores y sus evidentes errores al tiempo que se proclamaba la necesidad de construir el nuevo país, todo matizado con temas literarios y artísticos en los cuales Parga brillaba con luz propia. Se hicieron famosas sus intervenciones con su habitual tono gutural que arrastraba la erre y que le valiera el remoquete de Lord por su semejanza con la pronunciación británica.

Parga fue diputado a la Asamblea del Tolima, Representante a la Cámara, Senador de la República y desde esas posiciones se hizo conocer como un político ajeno a la demagogia, sereno, impeturbable, idealista y conocedor profundo de los grandes cambios que en todos los órdenes se estaban registrando en el mundo. Su padre había mantenido una cálida amistad con Alfonso López pumarejo. Tal hecho influyó en parte, pero fueron sus acendradas calidades intelectuales y humanas las que lo llevaron a ser designado Ministro de Educación. Más adelante se desempeñaría como Gerente General de la Caja Agraria y en desarrollo de sus funciones prestó considerable ayuda a la gente del campo. Su título de ingeniero agrónomo obtenido en la prestigiosa Universidad de Oxford le permitía conocer a fondo los problemas que a diario llegaban a su oficina. Uno de sus propósitos fundamentales fue siempre convertirse en experto en cuestiones agrarias.

Parga nació en Londres porque allí se había radicado su padre, oriundo del municipio de Dolores y quien viajó a esa ciudad para fundar una Casa de Comisionistas, como la llamaban los ingleses, y que era en realidad un pequeño Banco Comercial. Cuando tenía 18 años, a raíz de una enfermedad de su padre, viaja con él de regreso y su encuentro con el país fue descrito, en sus propiasa palabras, “ como una tierra de hadas, de ensueño y romance.” En 1927 compra una casa en Dolores y empieza su vida política. Es elegido concejal, luego diputado a la Asamblea del Tolima y finalmente Representante a la Cámara hasta 1934.

Fue tres veces Gobernador. La primera en 1935, durante la primera presidencia de Alfonso López Pumarejo, cuando el departamento vivía la crisis de los años 30 y el ferrocarril y la mula eran los medios de transporte. En la Gerencia General de la Caja Agraria estuvo cuatro años, orientando en firme los rumbos de una entidad fundada en 1932 y que de diez mil operaciones de crédito vigentes al momento de su nombramiento pasó a sesenta mil en la fecha de su retiro. Abrió, además, nuevas oficinas en varias partes del país bajo el título de Sociedades Seccionales de Crédito, de acuerdo a un modelo traído de los Estados Unidos. En 1930, en desarrollo de un congreso cafetero, fue nombrado miembro suplente en el Comité Directivo, pero por viaje del titular a Europa ingresó a los seis meses como principal. Ese Comité, recuerda Parga, designó a Mariano Ospina Pérez como su gerente. Fue uno de los fundadores del Fondo Ganadero del Tolima y durante muchos años hizo parte de su Junta Directiva.

Le gustaba trabajar en equipo, rodearse de personal eficiente, darle autonomía y estimular a gente creativa en las empresas. Así mismo alentaba la necesidad de creer en el país y reclamaba a los tolimenses por su escepticismo y poca fe en su departamento: “Nosotros poco creemos en lo nuestro. En México, lo mejor es lo mexicano, en el Brasil, todo niño de la escuela primaria sabe que Dios es brasilero, pero aquí todo lo bueno es lo extranjero. No hay en el mundo un país menos nacionalista que Colombia.”

En 1968, el entonces gobernador del departamento, Ariel Armel, lo designó como rector de la Universidad del Tolima, nombramiento calificado por Parga como “el mayor honor que me ha correspondido en mi larga vida.” Llegó a ese claustro en momentos de agitada efervescencia política, cuando estudiantes y profesores vinculados a los procesos nacionales e internacionales de izquierda tenían en los centros de educación superior una trinchera y eran protagonistas permanentes de problemas de orden público. Al nombrarlo, el gobernador sabía que el prestigio y la vigorosa personalidad de Parga, su formación académica en Inglaterra y su inalterable carácter liberal y demócrata, aunados a la larga experiencia en los asuntos públicos, darían el resultado eficaz de un manejo tranquilo de la Universidad. Y en efecto lo fue, porque Parga pronto ganó el aprecio y el respeto de todos los sectores universitarios. Las innovaciones y avances de la administración académica que su rectoría trajo -escribe Andrés Rocha-, significaron indiscutibles progresos. Pero además -agrega-, los análisis históricos de las finanzas universitarias que posteriormente se realizaron, mostraron que su rectoría logró los mayores valores de inversión económica por estudiante, obteniendo niveles poco superados.

Este hombre singular sorteó las crisis con carácter e inteligencia ponderadas, se rodeó de jóvenes y prestó atención a sus opiniones, les concedio autonomía en el ejercicio de sus funciones y reencarnó así en la Universidad, insularmente, lo que había aprendido de López Pumarejo, su paisano y jefe de toda la vida, en cuyo gobierno se desempeñó como Ministro de Educación. Un personaje de su categoría, cuya bondad, nobleza, benevolencia y honradez ondearon como una bandera a lo largo de su fecunda existencia, se indignaba siempre frente a lo que consideraba injusto golpeando repetidamente su bastón contra el suelo o, en ocasiones de alborozo, soltaba “una risa casi infantil que endulzaba su ajado rostro de veterano”, al decir de Andrés Rocha. Años después, al desempeñar Rocha la rectoría de la Universidad, presidió el acto de inauguración de la Biblioteca Rafael Parga Cortés. La Universidad le otorgó en 1985, dos años antes de su muerte, el primer título de Doctor Honoris Causa que concediera a lo largo de su historia.

Fueron sus cercanos amigos Severiano Ortíz Nieto, padre del historiador Darío Ortíz Vidales; el negro García Buenaventura y Darío Echandía, con quienes compartía amigablemente en las tertulias y lanzaba a cada momento su risa explosiva rayana en carcajada, que le granjeó cordial popularidad.

En su libro Escritos periodísticos Alberto Santofimio Botero traza una cálida evocación de Lord Parga: “Formado en Inglaterra con cierto aire calvinista, leyendo y aprendiendo a Keats, a Milton, a Shakespeare o Shelley, con la sabiduría de Oxford o Queens Ciollege que le sirvieron para enfrentarse al arisco plan del Tolima o la cordillera plena de verdes matas de café; terco y minucioso en su comportamiento, ganadero y caficultor, con dificultades de expresión por el cruce de lenguas en su formación, llegó a la jefatura liberal cuando por la cautela, el temor, la deserción o la fuga, las gentes superiores a él en la clase dirigente abandonaron al pueblo en sus dificultades mientras él, como el legendario soldado del Vesubio, permaneció sin inmutarse, en medio de las tormentas, fiel y solidario con la bandera de sus convicciones enterrando a los muertos, auxiliando a los exiliados, estimulando a los guerrilleros, reclamando garantías y justicia en medio de semejante larga noche para las libertades y la democracia”.

Agrega Santofimio, “No fue un hombre de gobierno en el sentido exacto de esa concepción, pero sí supo tomar decisiones cuando era imperativo hacerlo. Tuvo perfiles de indudable coraje y como administrador practicó un sentido progresista y justiciero del Estado lamentablemente no plasmado en grandes realizaciones en su dilatado ejercicio del poder político y administrativo”.

Este hombre excepcional, cuya visión y ejecutorias fueron decisivas en las acciones colectivas que generaron parte de la historia del Tolima y el país, continúa en el recuerdo de quienes lo conocieron bien como una personalidad pulquérrima, abanderada de la democracia, servidor a toda prueba de las causas sociales e infatigable trabajador por la paz y la convivencia en su tierra del Tolima. Es ese espíritu el que sobrevive por encima de sus dignidades como Ministro de Estado, Representante a la Cámara, Senador de la República, Gobernador en tres ocasiones de su departamento, diputado y gerente general de la Caja Agraria.