GERMÁN PARDO GARCÍA

 

Completar 89 años tras haber nacido a la una de la mañana del 19 de julio de 1902, en Ibagué, ciudad a la que sólo visita por primera y única vez cuando tiene 26 años, en 1928, antes de regresar cubierto por un cofre en agosto de 1991, cuando muere, vienen a ser apenas circunstancias puntuales en su intensa y legendaria existencia. Porque este enorme poeta de más de 40 libros publicados y que vivió en Ciudad de México desde el 14 de febrero de 1931 hasta el último de sus días, no pasó allí en vano esos 60 años ya que su prestigio fue creciente.

Pardo fundó allí la revista Nivel con más de 300 ediciones en una labor alocada y persistente por las palabras, fue candidatizado en varias ocasiones al Premio Nóbel, ejerció como profesor universitario y siempre tuvo una impecable manera de vestir, una figura delgada y vivaz. Consideraba a Choachí su verdadera cuna, conservando brumosos los viejos recuerdos de su madre, ibaguereña de antigua y rancia estirpe de italianos.

Desde niño hasta joven firmó como aparecía en su partida de nacimiento, Germán Vicente Pardo García Esponda, luego de haber permanecido en su tierra natal dos años donde sufrió, a los pocos días de nacido, una mielopatía que lo convierte en paralítico. En 1904 es llevado a Bogotá cuando a su padre lo trasladan como Juez Civíl de Circuito. Cuenta el poeta en su autobiografía la emoción que lo embargó al contemplar el diminuto féretro que le enseñaron sus parientes y que le prepararon ante la inminencia de su muerte. Y agrega que, días después, lo llamaban de manera simple "el resucitado".

En 1905, su madre, de tan sólo 22 años, muere al dar a luz a su hija Julia. Lo espera en Choachí una niñez realmente infelíz en manos de su madrastra y su nodriza. La actitud hostil de ellas le hace huir hacia los montes acompañado de su pequeño perro, siendo cuidado por algunos indios que le ofrecen cariño y lo convierten para siempre en un hombre que tendrá una noción de igualdad para con los humiles sin distinción. Soy la gota de agua de la izquierda/ la que cayó sobre terreno pobre, escribirá un día. Se encuentra en medio de los avatares de la selva y el campo, las peleas de su corpulento progenitor, "imperioso, rápido mancornador de reses indómitas y montador sin igual de caballos salvajes", cuando comienza su primaria en San Bartolomé, al tiempo que su padre, el abogado estudioso, de paso firme, hace su futuro para convertirse en Magistrado de la Corte Suprema de Justicia. Sin embargo, con tantas obligaciones para con los demás, no tiene tiempo para sus hijos.

Tras repudiar los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola en su tiempo de interno -corre 1915-, es matriculado como alumno en el colegio de San Bartolomé donde escribe sus primeros poemas. Tres años más tarde, el Magistrado que despacha en el Capitolio, lo presenta ante Monseñor Rafael María Carrasquilla quien, conociendo sus aficiones literarias, lo deja matricular apenas en las materias relacionadas con esta actividad tales como latín y griego, retórica y gramática, concediendo de esta manera un homenaje al padre del muchacho, ahora Presidente de la Corte Suprema de Justicia.

Don Antonio Gómez Restrepo, amigo de su progenitor, conoce el primer cuadernillo de poemas que termina leyendo junto a su jefe, el Ministro de Relaciones Exteriores. Ambos, con un aire de seriedad y honradez, le califican como un inservible para aquellos oficios de poeta, dejándole en su ánimo un aire de venganza que transforma en verdad cuando, en alguna cercana ferretería, compra tachuelas a granel para dejarlas en las sillas del Ministro y su Secretario general, jurando no volver. Sin embargo, impulsado por su padre, regresa ante el despacho para enfrentar la pregunta de Gómez Restrepo : "¿Traes tachuelas?”. “No”- le dice Germán-.”Poemas, otra vez poemas” y extendiéndole un pequeño tomo que reza "Germán V. Pardo G.: Obras Completas. Tomo I”, lo deja pensativo. Una hora después era llamado por su padre quien de manera seria le comenta: “Antonio afirma que usted es poeta. A usted se lo llevó el demonio y ahora lárguese”.

En aquella Bogotá fría y triste visita la tumba de José Asunción Silva ubicada en el cementerio de los suicidas y convierte en sitio diario de sus reuniones la famosa taberna La Botella de Oro, sitio de leyenda por la asistencia de Julio Flórez y tantos poetas de entonces consumidos en la bohemia y las pasiones ardientes por los versos. Pasa mucho tiempo allí, donde hoy se alza el Palacio Cardenalicio, en plena Plaza de Bolívar; firma ya de manera sonora con el Germán Pardo G. y trenza amistad con hampones y tahures quienes le abren las puertas porque en el momento de las pesquisas la policía se retira temerosa al ver ahí al hijo del Presidente de la Corte Suprema de Justicia.

Aprende insospechados trucos con las cartas, la medida cierta de las carambolas y el ambiente de feria en ese sitio de Enrique Alvarez Henao y Julio Flórez. En otras ocasiones, se deja aconsejar por el profesor y siquiatra Luis López de Mesa, amigo de su padre, quien lo escucha y no lo deja internar nuevamente a pesar de saber que empeña los frac, los pantalones y sacos y se enamora ocasionalmente de prostitutas, tales como la amante de un hampón que lo ampara con "El redentor", un puñal cuya empuñadura es un cristo labrado bellamente. Ya vendrán días que cambiarán en mucho su destino como la visita de Carlos Pellicer, poeta azteca que habita en el mismo sitio donde el magistrado vive con sus hijos Antonio y Germán. Entre tanto, entre los años de 1918 a 1928, publica poemas en diversos periódicos y revistas de la capital.

El 14 de noviembre de 1921, su padre recibe en cámara ardiente los honores correspondientes a su rango, tras su muerte a consecuencia de un cáncer hepático. Para entonces, algunos de los poemas de su hijo han aparecido en la revista de Germán Arciniegas. Desprotegido, busca refugio en la antigua y abandonada finca de Choachí. De allí es expulsado por su hermano que reclama la herencia y acude entonces donde un antiguo amigo de su padre, el Presidente de Colombia Miguel Abadía Méndez, sin obtener garantía de trabajo. Termina en la revista El Gráfico como vendedor de anuncios por comisión, convirtiéndose por esos años, 1929 - 1930, en un verdadero experto en su trabajo. Publica su primer libro, Voluntad, el único que edita en el país, con un estudio introductorio de Germán Arciniegas.

El 14 de febrero de 1931, atraído por el recuerdo y el ofrecimiento del poeta Carlos Pellicer, parte para México y funda revistas, programas de cine y hojas de propaganda. Tiene 29 años cuando se inicia en una revista agropecuaria donde recibe como pago de un anuncio un cerdo gordo. Al no portar el permiso respectivo para el sacrificio de ganado menor, lo detienen con el cuerpo del delito y en su prontuario aparece: “Germán Pardo García, domicilio desconocido, profesión: porquerizo ambulante.”

En 1936, perdido en la bohemia de la Plaza Garibaldi, llora la muerte de su novia suicida, noticia que acaba de aparecer en la primera página de un diario. Al año siguiente visita en un hotelucho de las calles del Ayuntamiento a Porfirio Barba Jacob, a quien antes presentara en el teatro Colón de Bogotá. El poeta le ofrece alcohol y marihuana que Pardo rechaza y termina, sin rabia, contándole parte de sus experiencias por la vida como para hacerle escribir una estremecida nota en Ultimas Noticias, bajo el título de Un nuevo terror en la poesía. No intenta regresar a Colombia desde el año de 1935, cuando pretende implantar la lucha libre como deporte en lo que fracasa gravemente y continúa publicando poemas en revistas y suplementos y libros y más libros hasta que en 1959 funda su revista Nivel, una gaceta internacional de cultura.

Tras varios intentos de suicidio, aislamiento, lejos del mundanal ruido para mantenerse en contacto con sus dioses y fantasmas, como afirma Páez Escobar, es calificado por algunos críticos como uno de los mejores poetas del mundo. Empecinado en la lucha y el dolor, el tolimense, luego de una extensa e intensa obra, publicó pocos años antes de su partida Ultimas odas que, como sus otros poemarios, apareció en la editorial Libros de México y que asumió como la conclusión de su labor tras 72 años ininterrumpidos haciendo poesía.

Desde los 28 años, cuando aparece su libro inicial, Voluntad, en 1930, hasta una especie de resumen de su obra en Apolo Pankrator aparecida en 1977, no desmayó un instante en buscar el contacto con los temas cósmicos y universales, asomándose con espanto al caos de la existencia y el mundo. Descender a los abismos, mostrar las rebeliones de su espíritu, ser el cantor de la agonía, enseñar la angustia y la soledad del hombre, fueron obsesiones y parte de su postulado temático que sublima en sus versos con la pasión del incendio y los símbolos.

Mientras en México el mismo Presidente de esa República, José López Portillo, acude a su homenaje o por instrucciones suyas es salvado de un intento de suicidio cuando el 29 de septiembre de 1979 se corta las venas, sólo al final de su existencia Alfonso López Michelsen y en particular Belisario Betancur organizaron un fondo con el cual el poeta pudo sostenerse en los últimos dos años.

En su gobierno el Presidente Betancur lo condecoró y el poeta, luego de la ceremonia, regaló la presea al embajador colombiano que se la impuso. En Ibagué, su tierra natal, se creó el colegio de bachillerato Germán Pardo García y se le otorgó, aunque nunca se le entregó por ignorancia y desidia de los burócratas, el Premio Tolimense de Literatura que él asumió como un engaño miserable.

Este cantor de la muerte, Siempre hablo de la muerte con inmensa ternura/ su nombre lo he escuchado sin pavor desde niño, quien fue tahur hasta los 82 años, que usó en los garitos los nombres de Manuel Zárate en Colombia y el de José Pelayo, en México, declaraba que, a pesar de su exilio, Colombia era su norte físico y hacia ella apuntaba la aguja magnética de su vía sin órbitas. Vale destacar que algunos escasos visitantes admitidos en su residencia advertían cómo una bandera de la patria estuvo siempre en su modesta habitación. ”He flotado como una bandera derrotada”, diría al final, pero quedan victoriosos muchos de sus versos en libros suyos como Los júbilos ilesos, Claros abismos, Lucero sin orilla, Los ángeles de vidrio o Apolo Pankrator de 1.330 páginas.

Luego de su muerte el 23 de agosto de 1991, Germán Arciniegas y otros importantes intelectuales colombianos se reunieron en la Casa del Tolima en Bogotá para darle su adiós definitivo. En Ibagué, a lado y lado de las calles centrales hasta las que llegan a las afueras de la ciudad, cerca al cementerio, los estudiantes de escuelas y colegios, batiendo sus pañuelos, rendían su tributo de despedida al cantor de la vida y de la muerte.