PATROCINIO ORTÍZ

Patrocinio Ortiz nació bajo el sol chaparraluno, al sur del Tolima, una madrugada caliente cuando ya las mujeres habían repartido el primer café de la mañana y empezaban la diaria rutina de tejer la paja y trenzar los hilos de la cañabrava que iban convirtiendo en hermosos sombreros. En este ambiente nació Patrocinio Ortiz a mediados de diciembre de 1875.

No tuvo grado de escuela, como dijo en alguna ocasión otro gran compositor colombiano, porque desde su infancia se vio precisado a trabajar el campo como labriego en el seno de una familia humilde repleta de abuelas, tías y madres en ese gran matriarcado de sombrereras que llenaban los ranchos del Chaparral de los Grandes de finales del siglo XIX. Ocupó sus años primeros, azadón al hombro, en arañar la tierra, pintar de cal las paredes de bahareque de las casas de sus vecinos, construir ataúdes y reparar muebles desbaratados hasta que un día, entre tiendas y madrugadas, aprendió sin maestros a tocar el clarinete y a beber aguardiente mientras improvisaba melodías que se iban grabando en el tarareo de los contertulios.

Por allá en el año de 1895, Patrocinio Ortiz ya había escogido definitivamente el oficio de su vida: la música. Esa que fue apareciendo sin pentagramas con la misma elementalidad con la que resultaban los frutos de sus demás oficios cotidianos. Por esos mismos días, otros hombres de su misma condición humilde y campesina coinciden en el sueño de formar una banda de pueblo para amenizar las continuas parrandas de Chaparral y las veredas vecinas que carecían de un grupo de cantores para sus fiestas.

Con Patrocinio Ortiz a la cabeza, la banda del pueblo se inició con la complicidad musical y bohemia de Pedro León Quiñones y Moisés Campos “El Tamborero”. Se unieron luego los demás integrantes, que no sólo aportaron sus instrumentos y su gracia para la interpretación, sino un variado repertorio musical que empezaba a incluir las primeras composiciones del maestro Patrocinio Ortiz, creaciones que se iban presentando en los ensayos y en los ‘toques’ alegres entre pueblos y veredas remotas del sur de nuestro departamento.

Conformaron en definitiva la banda chaparraluna doce personajes de los más populares del pueblo, razón por la cual se autodenominaron La banda de los doce apóstoles. Rosendo Campos fue su primer director y trompetista, Alcides Molina aplaudía con los platillos, los bajos eran interpretados por Clímaco Ortiz y Moisés Campos, los saxos de Jesús Quiñones y Miguel Ignacio Romero, Juan Ángel Romero el barítono, a los pistones Luis Vicente Rozo y Jesús Antonio Hernández, el tambor lo tocaba Pedro León Quiñones y clarinete en boca de Elías Rozo, “El Indio” José María que también tocaba la caja y Patrocinio Ortiz. Los doce apóstoles, los doce músicos del pueblo de Chaparral entre aguardiente, pasodobles, danzas y bambucos en las procesiones religiosas, en los recorridos finales del difunto amigo hasta el cementerio, en las primitivas plazas de corralejas, en las llegadas dominicales del político de turno, en los cumpleaños y en las serenatas ruidosas en las que Patrocinio Ortiz interpretaba el clarinete e improvisaba sus creaciones sin la pretensión de apropiarse formalmente nunca de ellas.

Y es entonces, en ese acontecer musical y bohemio de esos días, cuando Patrocinio Ortiz compone la guabina La sombrerera, página musical representativa del folclor tolimense, inspirada en la experiencia de su propia vida, pues el músico era hijo de una sombrerera humilde y el amor de su exitencia, el destino de sus creaciones e interpretaciones musicales habían nacido también gracias al enamoramiento cuasi platónico por una joven morena chaparraluna, dedicada al oficio de trenzar sombreros. Guabina a la que José Ramón Ruiz le escribiera la letra, esos versos tan cantados por los duetos de Silva y Villalba, y Garzón y Collazos, entre muchos otros.

Otra creación del maestro Ortiz que le ha valido el reconocimiento general entre intérpretes y compositores colombianos es El balsero, bambuco alegre inspirado en los hombres de nuestros ríos y para el cual Nicanor Velásquez Ortiz, Timoleón, escribiera la letra. Para la guabina La sombrerera, el maestro Cesáreo Rocha Castilla compuso los versos de El pescador que de igual manera han inmortalizado la melodía de Patrocinio Ortiz.

Pasillos, bambucos, guabinas y torbellinos compuso el maestro Patrocinio Ortiz, sin importarle demasiado la difusión comercial de los mismos, motivo por el cual la gran mayoría de su obra se ha perdido en el anonimato. A más de virtuoso y alegre clarinetista, ejecutaba con igual soltura el tiple, la bandola y la guitarra y en los últimos años de Los doce apóstoles la tuba y la trompeta. Se mantuvo en permanente soltería, casado únicamente con su música y sus sueños imposibles hacia la mujer que le enamoró el alma, una sombrerera chaparraluna que recordó quizá hasta sus sesenta y cinco años de vida, edad a la que murió en Chaparral en el año de 1940.