CARLOSNARANJO

 

Desde su época de colegial, Carlos Naranjo tuvo problemas por esa costumbre casi instintiva de realizar caricaturas. Primero fueron los sacerdotes del colegio La Salle de Bogotá quienes lo reprendieron constantemente por dibujarlos con sus gestos y expresiones. Después ser uno que otro borracho, en la penumbra de un bar de mala muerte, quien intentara agredirlo por un dibujo en el que se ve desmejorado y, más tarde, altos funcionarios de la Universidad del Tolima, quienes lo demandaron porque las líneas de sus dibujos y un humor mordaz en las leyendas daban a conocer las irregularidades y errores cometidos por quienes se consideraban infalibles.

Carlos Naranjo nació en Bogotá en l934, aunque cree que pudo haber sido en cualquiera otra ciudad ya que su padre, un entrenador de tenis, viajaba por todo el país como instructor. Pero en esa ciudad, en la iglesia de San Diego, fue bautizado un niño que se convertiría en una especie de notario del paisaje colombiano, dejando estampados en sus óleos y acuarelas no sólo la flora de muchos lugares, sino la presencia del hombre y sus modificaciones al ambiente.

Termina bachillerato a los 16 años y se inscribe en la Universidad Nacional. Pronto entra en contacto con una generación de pintores que marcarían nuevos rumbos a la plástica colombiana, entre ellos Alejandro Obregón, quien fue su profesor y de quien recuerda que siempre pintaba con una cerveza al lado, como si quisiera calmar la sed infinita que le producía la angustia de crear.

Con el maestro Obregón colaboróen la elaboración de un mural en la Biblioteca Luis Ángel Arango. También compartió con Fernando Botero antes de convertirse en un pintor in, afirma socarronamente el maestro Naranjo. Lo recuerda como el caricaturista prolífico de gran vena humorística. Con el maestro antioqueño Ignacio Gómez Jaramillo, quien siempre hacía gala de su mal genio, trabajó por algún tiempo en la elaboración de un mural para la Caja Agraria de Bogotá.

Una vez terminada la carrera y como si se tratara de una profesión liberal, Carlos Naranjo montó su propia oficina en compañía del pintor y actor Camilo Medina. Quedaba ubicada en el edificio Estela y ofrecían retratos y paisajes a sus clientes potenciales, los cuales jamás llegaron. Cuatro meses después terminaron por transformar su idílico proyecto en una oficina de publicidad, donde elaboraban letreros, pancartas y avisos y a veces combinaban este trabajo con agotadoras jornadas en el Teatro Color, realizando la escenografía de distintas obras.

Se presenta a un concurso para proveer una vacante en el Instituto de Bellas Artes de Manizales. Obtiene la plaza y por años se dedica a la docencia. Realiza tres exposiciones individuales en esa ciudad, donde sus acuarelas reciben elogiosos comentarios de reseñadores y críticos.

Siguiendo la costumbre de su padre de ir de ciudad en ciudad, se traslada a Cúcuta e incursiona en territorio venezolano. Participa en exposiciones colectivas en esta ciudad, San Cristobal, Maracaibo, y sus cuadros comienzan a cotizarse en bolívares. Esta etapa de gran productividad le reporta también beneficios económicos. Su espíritu errante lo lleva a Bucaramanga, trabaja en la UIS, expone individualmente en el Banco de la República y en Bellas Artes así como en colectivas. Cuando está acostumbrándose al medio surge un nuevo horizonte y otro puerto en su recorrido por el país; esta vez sus expectativas se centran en Ibagué. Naranjo ha creado una especie de consubstancialidad entre él y los espacios tolimenses que refleja. No en vano afirma el maestro César Velandia Jagua: Se me ocurre que cada paisaje tiene sus pintores, algo así como que cada paisaje escoge quien los imagine, de tal manera que los del Tolima terminaron por convertirse en las acuarelas del maestro naranjo.

Para Polidoro Villa Hernández, el maestro tiene además la propiedad de adoptar una actitud única ante la naturaleza y un espíritu reverente hacia el entorno. La propuesta del pintor no se queda en la idílica apreciación del espacio transformado por el hombre, ni tampoco en la exuberancia del medio, es la búsqueda del equilibrio entre las modificaciones y esa naturaleza que suministra las imágenes para que el pincel modele el cuadro y las manchas den paso a la nitidez de las figuras y los volúmenes. No se trata de una concepción simplista de la ecología, sino de una visión más profunda en la que el hombre puede dialogar con su entorno por medio del lenguaje del color.

Tal vez la virtud más reconocida de Naranjo es su capacidad de jugar con la luz y asir los destellos que se escapan vertiginosamente, haciendo cambiar el paisaje a cada instante, Polidoro Villa y efectivamente esa cualidad la desarrolla el pintor para lograr que las palmeras, los arbustos y las montañas, adquieran la vitalidad que sólo es propia de la dimensión artística. Otra faceta de la obra de Naranjo es su trabajo con la muralítica, ya sea como colaborador de grandes maestros o, en estos últimos meses, trabajando en su propia obra. En la Universidad del Tolima terminó recientemente Los años viejos, una alegoría carnavalesca sobre la costumbre popular de construir, al final de cada año, unos muñecos que resuman sus frustraciones y logros durante esos doce meses. Pero en el mural, a manera de parodia están las figuras representativas del alma mater, hacinados en la tipicidad de las fiestas, en una simbiosis entre la academia y la calle, escenario tradicional del carnaval.

Su espíritu de nómada desapareció en Ibagué y aquí ancló definitivamente, echó raíces y comenzó a levantar una familia integrada por cuatro hijos. Las montañas de los alrededores se han ido estampando en sus lienzos y está decidido a continuar aquí recuento de sus exposiciones individuales y colectivas es bastante extenso, las ha realizado en ciudades como Bogotá Manizales, Cúcuta, Bucaramanga, Pereira, Pasto e Ibagué pero también en pequeñas pueblos como Venadillo, San Antonio, Guamo, Salento, etc., donde ha llevado sus acuarelas para devolverle a los habitantes de esos espacios aquellos paisajes que ha tomado prestados y donde el verde y el azul se imponen como marcos de unas perspectivas de gran realismo y sensibilidad, porque en ellos no sólo está lo que percibe el ojo sino también lo que experimenta la extrema percepción de un artista para quien los mínimos detalles tienen la fuerza y el colorido suficiente para ser plasmados en la liviandad de una acuarela. Ibagué y el Tolima se quedaron con este hombre bonachón, grato para la tertulia, amigable y sensible, quien no desaprovecha ninguna oportunidad para brindar con una pola, sin caer en los excesos pues se ha forjado como disciplina diaria, ingerir una cerveza antes del almuerzo como aperitivo, dos antes de la comida como diurético y a veces hasta una canasta por la noche para compartir con los amigos o para sofocar la sed que le produce el oficio de creador de imágenes o también la sed de justicia que a veces se cuela en algunas de sus caricaturas.

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