EDUARDOMOGOLLÓN

 

Ayudante de su padre en dibujos de avisos callejeros en Fusagasugá, decorador decembrino de vitrinas, vendedor de lotería y andrajoso asistente a clases de pintura en Barranquilla, durmiente obligado en casetas distribuidoras de taxis, basquetbolista, estudiante becado en los coros del Tolima, expulsado del Conservatorio, raptor de una novia compañera hacia Pasca, acordeonista colado en los grupos musicales callejeros, profesor de música en diversos colegios infantiles, dibujante personal del general Matallana, vendedor de acuarelas en Armenia, la lista sería innumerable pero todos estos "oficios" y avatares conforman al menos la adolescencia y juventud de Eduardo Mogollón.

Nacido en Fusafasugá en 1947, hijo de un dibujante de avisos, dice primero que su hogar era de clase media baja pero lo piensa un poco y rectifica que no, nada de clase media baja, paupérrima miseria es lo que era. Estudió primaria en la escuela Fundación Barrio Olaya y hasta cuarto de bachillerato en el departamental Carlos Lozano y Lozano cuando decide irse para Barranquilla con la idea de estudiar bellas artes y al llegar, por carretera, le tocó empeñarle al chofer la maleta para pagar el pasaje. Le soltaron un quinto de lotería y en eso duró un tiempo. Lo que nunca empeñó al chofer fueron sus pinceles, que a todo momento llevaba consigo. Dormía en un parque. Y así, un día se presentó a la Escuela de Bellas Artes en un estado desastroso, le hicieron un examen y fue admitido como asistente. Al despertar en las mañanas en una caseta de taxis cogía sus pinceles, sus billetes de lotería y marchaba a un salón de clase lleno de niños bien que lo miraban espantados. No alcanzó a durar un año y regresó como pudo a Fusagasugá primero y luego a Ibagué. Si antes había viajado por la pintura ahora lo hacía por la música. Quería entrar al Conservatorio. Para poder pagar la matrícula dibujó un retrato del presidente Kennedy y el canje se efectuó. Lo becaron en los coros. Se enamoró de una compañera pero le encontraron una carta de amor y fue expulsado sin remisión. "Entonces quedó bailando en las pestañas", dice.

En su pecho ardía el deseo de venganza y espiaba a la novia que ahora anda siempre rodeada de sus celosos y nada amables padres y hermanos. Logra hablar a solas con ella, conciertan el plan (la convence) y escapan hacia Pasca a casa de su padrino, "mi segundo papá". El primero hacía tiempos había abandonado el hogar. Tienen el propósito de casarse pero el cura se niega a hacerlo por muy jóvenes (tiene ahora 18 años, ella menos) y a Pasca llegan los agentes del DAS en una camioneta y se los llevan a Ibagué. Ya sabía tocar acordeón y se pone a hacer dibujos callejeros y a unírsele a grupos musicales no menos callejeros para ganarse unos pesos. El amor vence todas las barreras, la familia de la joven cede y viene el matrimonio. Regresó a Fusagasugá para emplearse como instructor de dibujo en colegios oficiales. Si el retrato de Kennedy había funcionado por qué no iba a funcionar uno de De Gaulle? Pinta el cuadro y se va de Ibagué a Bogotá para venderlo. Un amigo lo lleva a la Defensa Civil, recién creada y a cargo del general Matallana y allí termina de dibujante del alto oficial. Dibuja a casi todos los generales de la época, a sus esposas, los niños. En Ibagué vivía de vender retratos y se los encargaban bien. La familia de la esposa y ella misma no ven con buenos ojos este oficio y el matrimonio se separa. Entonces se va para Cali y por intermedio de Rodrigo Silva va a vivir a la hacienda de José Ignacio Moreno, "Escobita". Sigue pintando retratos. Tras un tiempo en Cali regresa a Ibagué y el entonces gobernador, Miguel Merino, le organiza una exposición. Después todo ha sido Ibagué, beber cerveza en tiendas tocando acordeón, pintar retratos y acuarelas. Con una vida así o se volvía loco o un gran dibujante. Optó por lo último. Trabaja con la técnica de aguatinta. Cualquiera que haya visto uno de sus retratos o dibujos de caballos, de niños, sus desnudos, no puede menos que quitarse el sombrero.

Al principio vendía sus cuadros por lo que le dieran. Hoy es a otro precio, y muy alto. Ha realizado pocas exposiciones, no participa en concursos ni en salones porque no le agradan mucho esas convenciones. En su taller de La Martinica pasa días enteros sin salir, dibujando, pintando. Cuando sale lo hace para beber y tocar acordeón. Piensa dedicarse por entero a pintar. "Me ha faltado dedicación, dice, pero lo que pasa es que yo no pinto sino sueño pintando". Sin embargo, no pasa un mes sin que haga un cuadro. Pero dentro de sus nuevos planes y su nueva etapa tiene ya varias obras para realizar otra exposición.

Su obra actual “Colombia Exótica”, es un paso mas en su evolución artística, que demuestra la influencia de su entorno. Paisajes, selvas, que se trasladan a una ciudad corrompida por el asfalto o a un inhóspito manglar cubierto por vegetación. Esta serie de cuadros, reflejan su preocupación por el sentido de pertenencia de los espacios y ambientes naturales, por la ausencia de un sentir y un cuidar ecológico. Hablan de contrastes sobre una vida tranquila, que al mismo tiempo puede ser muy intensa, a través de formas, movimiento ritmo y color.

Galería