GUILLERMOHERNANDO MESA

Guillermo Mesa creció escuchando la voz de su padre por la emisora Radio Sutatenza donde era locutor de la clase de lenguaje y matemáticas. Los domingos también lo oía, pero esta vez interpretando canciones colombianas con el trío integrado por Alvaro Rivera y Efraín Medina. Por eso sus primeros sueños fueron los de actuar en la radio para que lo escucharan en todas las veredas de Colombia hasta donde llegaban las ondas de las escuelas radiofónicas. No tuvo que esperar demasiado y a los seis años estaba efectuando audiciones con el coro infantil en el cual era solista.

Lo que parecía ser una carrera orientada hacia la música, se vió de pronto truncada por la decisión de su padre cuando, al darse cuenta que sus hijos estaban por iniciar el bachillerato, decidió guardar los instrumentos en el espacioso zarzo de su casa y les dijo que debían dedicarse al estudio porque la música soló conducía a la bohemia y a los vicios.

Guillermo había nacido en Sogamoso en el año de 1945. Sus estudios primarios los había realizado en Sutatenza donde vivía su familia. Su padre era educador y a veces lo trasladaban para distintos pueblos. Inició sus estudios de bachillerato en Tunja y también estudió allí su pregrado en biología y química. En Ibagué haría su maestría en investigación y docencia universitaria.

Una vez de regreso a Sutatenza, descubrió los instrumentos que había guardado varios años su padre. Con sus hermanos los desenvolvieron y cuando él regresó, ellos ya estaban tratando de sacarle notas. Le dijeron que querían aprender y él les dijo que lo hicieran por su propia cuenta. Su hermano mayor consiguió un método de guitarra y así fueron aprendiendo hasta que tres de ellos pudieron defenderse con los instrumentos básicos: tiple, bandola y guitarra. El hermano menor sí se fue por la academia y en estos momentos es director de la Escuela de Música de Boyacá. Cuando ya tenían cierta destreza trataron de formar un conjunto para vacaciones e hicieron que su padre los acompañara, pues ya estaba convencido de que la música no los distraería de las profesiones que habían elegido.

En las vacaciones en Sutatenza se dedicaban a entonar pasillos y guabinas y su padre les iba entregando toda la sabiduría del pasado, con la condición que la interpretación como deleite no debía perjudicar a nadie y, antes por el contrario, le debía hacer la existencia agradable.

Como cantante Guillermo se inició muy pronto. Con el trío Sutatenza grabó cuatro canciones en un long play. Estas copias fueron muy pocas y se distribuyeron en algunos sitios. Su madre conserva todavía uno de estos ejemplares en el que actúa como solista interpretando El guatecanito, dos villancicos cuyo nombre olvidó y una especie de canción campesina con quejas melancólicas.

Como las emisoras Radio Sutatenza fueron tan poderosas que inclusive llegaban hasta países vecinos, la difusión del disco estuvo asegurada. Al pueblo llegaron cartas de distintas partes del país elogiando la voz de este niño que por entonces contaba con diez años. Algunos llegaron a bautizarlo como el niño de la voz de oro.

Cuando entró al bachillerato dejó de cantar, porque las creencias populares decían que si lo hacía en el período de cambio de voz, ésta se le dañaría por el resto de su vida. Al estar seguro de haber terminado la muda, ingresó a la Escuela de Música de Boyacá y a sus coros. El día de la primera comunión de su hermana se dio el lujo ser el solista con tanto éxito que recibió los elogios del párroco del lugar.

El profesor Luis Carlos García, quien dirigia los coros en algunos colegios de la capital de la república y viajaba los fines de semana a Tunja, lo clasificó como barítono alto, y le dio clases de canto para que perfeccionara su estilo durante dos años, hasta que ingresó a la universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.

En la universidad hizo parte de la estudiantina y del cuarteto de cuerdas, con los coros participó en diversos encuentros nacionales. En los años 64 y 65 se presentaron en el teatro Colón de Bogotá, Los Fundadores de la ciudad de Manizales y Amira de la Rosa de Barranquilla, lo mismo que en Cartagena, Santa Marta y Bucaramanga.

Con la dirección de Jorge Montejo, de Icononzo, la estudiantina de la universidad de Tunja se viene en el año de 1965 a participar en el Festival Folclórico de Ibagué y se gana el primer puesto. Esta es la primera oportunidad que tiene Guillermo de entrar en contacto con la ciudad de la música, a la que regresará dos años después para quedarse definitivamente.

En el año de 1966 se gradúa en la universidad. En ese mismo año se presentó un conflicto en el colegio San Simon de Ibagué, salen algunos profesores y viaja a tunja el vicerector del colegio para enganchar profesores. De esta manera se vinculan diez docentes de distintas especialidades, algunos de los cuales se trasladan a la universidad del Tolima.

Guillermo se posesiona en enero de 1967 y el impacto de este nuevo ambiente le hace componer un vals a esta ciudad, en el cual habla de los ocobos florecidos y el sentimiento musical que se respira. En el colegio se encontró con Celso Beltrán y el Negro Parra, famoso tiplista, y con ellos organiza una verdadera farra musical contínua. Después de preparar las clases del colegio, ya que eran internos, iniciaban unas veladas musicales en las cuales se conformaban unos coros improvisados y cantaban hasta la una de la mañana.

Desde temprana edad Guillermo se había inclinado por la poesía, se le facilitaba y lo hacía ante cualquier celebración o acto que lo requiriera. Pero jamás pensó en musicalizarlos. Sin embargo en Ibagué se enamoró y compuso una canción, Negrita, a quien por entonces era su novia y hoy su esposa. Esta melodía será incluida próximamente en un trabajo que está realizando Alfredo Collazos.

Después de más de treinta años de vivir en Ibagué, Guillermo se siente tolimense de corazón. Aquí conoció a su esposa, nacieron sus hijos y nietos, ha trabajado por la juventud de la región y cuando muera sólo espera que lo entierren en este terruño. Esta a sido su segunda patria. Sus amigos dicen que logró conquistar a su mujer a punta de canciones, ya que semanalmente estaba llevándole una serenata. Cuando sus compañeros no podían, él contrataba conocidos duetos como los Sureños, quienes sabían sus gustos y lo acompañaban toda la noche. Tal insistencia musical quebró la resistencia de su novia y hoy, después de muchos años de feliz matrimonio, ella participa de la afición de su marido.

La forma en que se le aparecen las canciones es muy espontánea. Generalmente se retira a lugares solitarios y allí encuentra las frases que van a conformar el poema que tendrá música, pues considera que los dos componentes son una sola cosa.

Ayer y hoy es un pasillo que compuso para sus padres y después fue enviado al I concurso de la Canción Inédita Pedro J. Ramos, el cual fue patrocinado por la voz del Tolima y le fue otorgada una mención por haber quedado entre las diez canciones finalistas. Posteriormente se grabó un disco con estas producciones y él aparece interpretándolas, acompañado del conjunto Semblanzas Colombianas.

No ha podido encontrar una persona para conformar su dueto. Unas veces aparece alguien que no congenia con èl, otras veces son voces que no logran acoplarse. Ultimamente tiene un dúo con Tomás Vargas, vicerrector del INEM, con quien realiza presentaciones muy puntuales en el colegio, pero no han pensado en una mayor proyección.

En el año de 1975 se tralada al INEM, donde encuentra una atmósfera propicia a la expresión musical. Existe un grupo de profesores cultos en la materia, se tienen coros institucionales, los cuales, después de haber sido dirigidos por el maestro César Augusto Zambrano, están ahora bajo la tutela de Camilo Rojas, nieto del famoso Cantalicio Rojas. Ellos se han presentado dos veces en el programa Estampas Juveniles de la televisión nacional.

Las canciones compuestas por Guillermo no han sido dadas a conocer masivamente por una especie de rubor intelectual que siempre le ha acompañado. Por ejemplo, no quiso en una ocasión darle un tema a Silva y Villalba, por considerar que lo escrito es tan íntimo que sólo tiene importancia para él. Sin embargo, en los útimos días, está reconsiderando ésta actitud, gracias a cierta presión que ejerce su familia, que ven cómo los poemas y canciones quedan en el anomimato.

Guillermo compuso el himno del INEM, música y letra, realizándole la transcripción su hermano que trabaja en Tunja. Después se la entregó al profesor Guillermo Barrero del Conservatorio, quien hizo las pistas definitivas y se adoptó finalmente hace varios años.

Sus composiciones son pocas. Tal vez sea egoísmo, timidez o displicencia, pero de todas maneras ese manojo de inspiración está ahí con titulos como: Muñeca, danza; al nacer, vals; ocho rosas, pasillo; Ibagué, vals; Ayer y hoy, pasillo; Niño Dios colombiano, siendo este último ganador de un concurso de villancicos en Tunja, en el año de 1991. Además tiene otras obras como Las angustias de mi patria, bambuco; revivir, vals; claudia Patricia, vals.

No escribe música y ha tenido que idearse su propio sistema para que no se le olvide la melodía y ritmo que lo asalta por las calles. Su sistema es muy sencillo, similar a las notas tradicionales y que sólo él entiende cuando se enfrenta a esa especie de jeroglíficos.

La vida de Guillermo se desarrolla sin sobresaltos. Sus estados de ánimo le propician a veces la posibilidad de escribir una canción y tararearla simultáneamente, pero ese trabajo íntimo y solitario se queda en cuadernos donde escribe las letras y las convenciones de las notas. No se interesa porque otros lo escuchen ya que con que suenen en sus oídos basta.