TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN AMELGAR

 

Carlos Orlando Pardo

 

Nada mejor que un lugar cerca de nuestra casa pero lejos de la monotonía que nos cubre. Es lo que ocurre con Melgar, un sitio donde el clima del trópico deja como un recuerdo lejano los fríos de la sabana. Y algo mejor, un lugar cercano donde el aire de las vacaciones o los días de descanso se respira en el ambiente. Pero si se atreven al desplazamiento, no van a tropezarse con rostros adustos sino con caras amables y cordiales. Y una baraja de posibilidades para seleccionar el sitio de las noches. Desde hoteles de cinco estrellas hasta lugares medios, cabañas y residencias donde jamás falta la piscina. Allí puede encontrarse de manera simple el grato mundo para pasar las horas o si la curiosidad se va por otros lados, es fácil ver hasta artefactos de cerámica de los construidos por los indígenas varios siglos atrás. Los 323 metros sobre el nivel del mar podrían dejarlo en apariencia lejos de las estrellas pero paradójicamente cerca al sol. Con una temperatura media sobre los 26 grados centígrados en un área de 196 kilómetros cuadrados, el visitante está en el plan y cerca de la montaña. Es fácil desplazarse a los sitios vecinos como por el oriente a Carmen de Apicalá, también llena de atractivos e inclusive por el sur para tropezarse con el paisaje antiguo de Cunday. Son poco más o menos veinte mil habitantes los que viven allí. De resto una población flotante que en el rostro dejan ver su alegría. En medio del jolgorio y el descanso seguramente están lejos de advertir cómo, don Gonzalo Jiménez de Quesada en su afán conquistador, navegó por allí en el río Sumapaz combatiendo a los Panches y al cacique Cuala, rebelde y corajudo que se enfrentó a los representantes del imperio español. Por ahora los turistas quieren construir sus recuerdos o tejer poco a poco el ocio creativo. Lo único que tienen claro es cómo, cada vez es más fácil y económico partir hacia Melgar. Todos los caminos conducen a ella. Al frente, en menos de lo que se piensa, el panorama está poblado de colores, como si los azules, los verdes y naranjas, los de tono rojizo y hasta los que cobijan la pasión, formaran una capa de alegría. Si se es tímido para las largas travesías, Melgar está tan sólo a 98 kilómetros de la capital del país y a 90 de la ciudad musical de Colombia. La mirada puede tropezarse con unaarquitectura muy variada. Allí se combinan los estilos anglosajón, español, colonial y las nuevas corrientes vanguardistas, generando en lo sensible de los seres una impresión bien grata. Si lo que se quiere es huir de los ruidos de la calle y espantar el rumor de los motores, puede irse al danzante río Sumapaz que baja rumoroso desde el páramo que lleva su nombre. Los atractivos turísticos están en abundancia. Balnearios, quebradas, puentes, piscinas, gente con cara alegre y divertida, más de 60 hoteles debidamente organizados, 400 quintas, más de 200 fincas de recreo, 16 clubes privados, cuatro de las Fuerzas Armadas, todas con capacidad creciente para el alojamiento como para convertirla, sin lugar a la duda, en el Puerta de oro del Tolima.

 

El corazón de la ciudad

Alrededor del parque central, si se buscan nuevos panoramas, se encuentran los camperos tradicionales que pueden conducir al visitante a tomar el sabor de las veredas con su encanto bucólico. Tokio, las Palmas, la Cajita, Primavera, Salero, Siberia, la Arenosa, Guacamaya o los Olivos, se encuentran a la espera, al igual que Chimbí, Cualamaná, Buenavista o la Reforma. Entre tanto, pueden adquirirse gran variedad de artesanías dentro del mercado de curiosidades, trátese de las ventas típicas o de las organizadas en los nuevos centros comerciales.

También, en los fines de semana, desde las cafeterías que rodean el parque, se escuchan invariables las canciones interpretadas por papayeras, tipleros y acordeonistas, como si unos y otros, sin ponerse de acuerdo, formaran un concierto popular. Desde la música de carrilera, los vallenatos con sus historias, el porro tradicional, los bambucos y las rancheras, se escuchan sin cansancio. De allí muchos salen a la Zona Rosa, un conjunto de discotecas para todos los gustos donde la alegría se desborda entre una mezcla inevitable de luces, colores, música, bailes y alegría. La atmósfera de fiesta no termina. Sólo a veces se guarda.

 

Las entradas

Si se viene por la vía que de Bogotá conduce al departamento del Tolima,- al cruzar el puente,-allí está Boquerón, un caserío de gentes buenas y amables acostumbradas a complacer al turista. Se hace imperativo degustar arequipes, bizcochos, achiras, avena fría, jalea real, fritanga, o en caso de mayores anhelos, un suculento sancocho de gallina criolla. Pasada esta estación en medio de montañas, el rumor del río y el comienzo de la tibieza donde es indispensable quitarse las prendas para el frío, empieza un descenso serpeante como si estuviésemos subidos en la magia de los toboganes. A pocos kilómetros surge la legendaria nariz del diablo. Esta belleza natural que recorre el mundo estacionada en fotografías y postales, despierta la imaginación de los niños, alborota los labios para lanzar historias y evoca fantasías fantasmales. Antes de ingresar a la parte urbana de la Puerta de Oro del Tolima, a un lado de la carretera se levanta la base aérea de helicópteros que en la noche despiden luces y en el día puede darse el espectáculo de sus maniobras con revistas audaces. Luego una fuente donde habita El Mohan, el mito del Tolima y de muchas regiones del planeta. Y al final, esperando, todo un mar de piscinas.

Desde Ibagué, vía Girardot, para llegar a Melgar se levanta de pronto Tolemaida, sede de la décima Brigada con su famosa Escuela de Lanceros. Sus atrevidas lecciones de salvamento, las maniobras espectaculares desde un puente elevado que causa escalofrío, atraen al turista. Allí, los soldados en uniforme de fatiga, pintados como en las películas, colgando peligrosamente de manilas o cuerdas, reviven la operación peligro y demuestran con deleite la sensación de combatir el miedo, de tomar el coraje como amigo y de ser los valientes de la historia.

Frente a Tolemaida se divisa imponente el ya famoso Valle de los lanceros. Este conjunto hermosos de viviendas atractivas donde profesionales, ejecutivos, artistas, militares y extranjeros juegan al descanso, es sede de las reinas por tiempos de festival y evoca un paraíso perdido y encontrado.

Más al fondo, renace la visión del río Sumapaz, donde confluyen aguas de diversos afluentes y en donde el semblante de enamorados o de familias enteras, muestran el placer por citarse en sus orillas frescas y reflejan el gusto por disfrutar de la naturaleza, precisamente en un Melgarplagado de alternativas turísticas.

A toda hora llegan buses de múltiples tamaños y comodidades, automóviles grandes y pequeños, busetas con aire acondicionado, motos y motonetas trayendo gente dispuesta a la calma o la rumba gozosa, impenitente. Pero no es sólo fácil llegar o partir, sino estar en un clima de seguridad. Se cuenta con un fuerte militar representado en la Base Aérea, la Décima Brigada y el 8º Distrito de la Policía Nacional.

 

Los esperados puentes

Sin excepción alguna los fines de semana son motivo de fiesta. Sin embargo, las fechas importantes arrancan de diciembre. El novenario tradicional, desde el parque, la quema de pólvora, las alboradas, los grupos de recreacionistas, artistas invitados, conforman el ambiente. Al comienzo del año, el seis de Reyes, ante todo, es una celebración sin precedentes. La esperan nativos y visitantes celebrándose con espectacularidad. Las más famosas orquestas del país, desde tarimas populares, lanzan sus ritmos de moda o los tradicionales, dejando un concierto inolvidable en el recuerdo de los asistentes. El centro de Colombia parece volcarse hacia sus calles, centros vacacionales y lugares recreativos. En la Semana Mayor existe un clima de sensibilidad con programación religiosa, propicia para el regocijo espiritual. La iglesia San Francisco de Asís, patrono de Melgar, ubicada en el centro de la ciudad, acoge al turista para llenarlo de júbilo con un canto de alegría por la vida. El silencio del viernes santo, recogido en la reflexión, día propicio para visitar monumentos, contrasta con la resurrección, hora de diversión y despertares. En junio, partiendo del primero, en plan de disfrutar las merecidas vacaciones, melgar se viste de convite hasta el momento cumbre cuando arranca el famosos Festival Sampedrino. Bandas, papayeras, festival de orquestas, comida típica, juegos pirotécnicos, muestras folclóricas del departamento, reinados, festival de bandas, feria artesanal, exposiciones de pintura, coros y paseos, enmarcan una atmósfera de sol, rumba, agua fresca y sensación continua de felicidad. Melgar es el pequeño y hermoso paraíso donde el turista puede pegarse la rodadita más cerquita.

Si el tiempo va avanzando, en septiembre es grato ser testigo del festival de bandas marciales de los muchos colegios del Tolima encabezados por la disciplinada Banda de Guerra de la Base. El desfile, al son de platillos, bombos, marimbas, triángulos, uniformes atractivos y de mucha elegancia, batutas girando audazmente en el aire, bastoneras hermosas, juegan a un paisaje inigualable. Bajo el cielo hechizado del Tolima, en octubre, las verbenas, el viaje del retorno de los hijos lejanos, los colombianos que han hecho de Melgar un remanso de sus días, una segunda patria chica, hacen su viaje para estar en la realización del día del patrono y el aniversario de la fundación, Así como todos los caminos conducen aMelgar, todos los días conducen a un carnaval en la tierra del sol, la rumba y el mar de piscinas.

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