CAMILOMEDINA

 

Desde sus estudios primarios en la escuela pública, Camilo Medina demostró una inclinación evidente por la pintura. Copiaba las tiras cómicas, reproducía fotos de la prensa y creaba monitos mientras esperaba el regreso de su padre desde la estación del ferrocarril. Nació en Ibagué en 1928 y hacia 1951 inicia sus estudios en la facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Colombia gracias a una beca que obtuviera por las gestiones del maestro Jorge Elías Triana quien lo aloja en su casa durante más de seis meses.

Así, en las mañanas, Camilo asistía a la universidad y en las tardes, por sugerencia de su amigo David Manzur, tomaba clases en la Escuela Colón de Arte Dramático, en un intento por realizar una formación artística integral más que por una inclinación real hacia las artes escénicas. Sería este consejo el que le robaría, en un principio, un valor a la pintura para entregárselo a la actuación.

La temática inicial de Camilo Medina está influida por la violencia de los años cincuenta. La tragedia del campesino y el dolor de pueblo se reflejan en su pincel y así fueron apareciendo rostros desgarrados que plasmaban toda la desesperanza de la época. Sin embargo, gracias al profesor Gómez Leal, quien le dictaba clases de paisaje, encontró una temática que era la contraposición a esa violencia que le perseguía a través de sus lienzos, una paz que lo hizo encontrarse con la naturaleza como una forma de huída espiritual. Con la llegada de la televisión a Colombia, Camilo Medina logra convertirse en una de las figuras más destacadas del nuevo medio.

Realizar documentales como Ríos y Riveras de Colombia, le obliga a conocer el "soberbio panorama de mi tierra", como él mismo lo expresa. Su colorido y su variedad de atmósferas lo enamorarían eternamente, en contra de la moda europeizada de los artistas de la época y de las influencias de las distintas escuelas. Medina ve en los paisajes la simpleza de lo bello, lo sano, la paz y la armonía. Siente en el aire y los objetos la presencia perfecta de Dios. Y así lo plasma.

Comenzó en Ibagué con la acuarela, de ahí pasó al pastel, al carboncillo y luego al óleo con quien se casó definitivamente al igual que con sus paisajes. Muestra una pintura figurativa, sin pretensiones de ninguna clase de escuela ni tendencia pero con una atmósfera que transporta los ruidos, los colores, los olores y los sabores de alguna tierra que fotografió con el alma y que luego reveló en el lienzo de su intimidad. Van Gogh, Gauguin, la mayoría de los impresionistas y Manzur, Obregón, Armando Villegas y Julio Castilla, marcaron su obra de manera profunda no sólo por el trabajo artístico desarrollado sino por el tipo de hombres que llegó a ser cada uno, con la única arma del talento y la persistencia.

Hoy, Camilo Medina trabaja formatos medianos y pequeños aunque la gran mayoría de su obra pasada es de grandes dimensiones. Recientemente realizó una exposición en Mariquita con una obra de testimonio, un poco ecológica, en la medida en que se descifran en sus cuadros esas grandes montañas calvas que como gritos visuales intentan golpear las conciencias de sus lectores. De su familia habla con la satisfacción de encontrar en sus hijos unos cómplices de su labor artística. Era esta una tarea que caminaba como en la cuerda floja entre la actuación, su profesión y la pintura, su verdadera vocación. Vocación que lo hace rodearse de cuadros que enseñan las montañas del alto de Gualanday, elaborados con tal delicadeza que nadie pensaría que son hechos por aquel actor recio que hoy se entrega completamente a ese sueño que iniciara una tarde mientras copiaba tiras cómicas, reproducía fotos de prensa y creaba monitos.

Fue elegido como uno de los Protagonistas del Tolima siglo XX, por su trabajo actoral.


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