CARLOS MARTÍNEZ SILVA

 

Desde su infancia, cuando iniciara estudios en el colegio de la señorita Soledad Rengifo, Carlos Martínez Silva, quien nació el 12 de marzo de 1939 en Ibagué, comprendió que su destino no sería otro que la arquitectura.

No es exageración afirmar que un niño estuviera tan seguro de su vocación porque, a lo largo de su vida, ni la burocracia ni la política pudieron apartarlo del sendero trazado. Su padre, Luis Enrique, pionero de la radio en el Tolima en su condición de dueño y director de Ondas de Ibagué, contertulio de intelectuales de la época como Garapitos, entre otros, hizo que el niño creciera en ese círculo culto que siempre ha rodeado a Carlos Martínez. Pasaba sus ratos libres en la Librería Universal, propiedad de un tío suyo, y allí se maravillaba con el mundo prodigioso de los libros.

En 1952, Carlos Martínez ingresa al colegio Tolimense y más tarde al colegio San Simón, en donde dirige el periódico Renovación y la Academia Literaria Manuel Antonio Bonilla. Escribe sus primeros artículos, propone y realiza campañas cívicas que le valieron el premio Alberto Castilla cuando corría el año 1957.

Al año siguiente, Carlos Martínez viaja a Bogotá e inicia sus estudios de arquitectura en la Universidad Nacional. Grandes profesores especializados en Europa comienzan por entonces a inculcar los cánones estéticos estadounidenses y europeos vigentes desde el fin de la segunda guerra mundial. Se gesta así un arquitecto que habría de cosechar los más grandes premios nacionales y uno internacional en un concurso estudiantil latinoamericano, con motivo de la Bienal de Arquitectura de Sao Paulo, Brasil, donde es premiado junto al que sería su colega de toda la vida: Eduardo Londoño.

En 1963, tras graduarse como arquitecto, Martínez viaja a Estados Unidos con una beca otorgada por la Fundación Ford; gracias a ella, cursa una especialización en diseño urbano en el 1.1.E de Nueva York, en un programa de artistas jóvenes, y regresa al país como arquitecto urbanista del Plan de Desarrollo Urbano de Ibagué que se dirigía desde el Instituto Agustín Codazzi. Se ocupa también del diseño del Plan de Desarrollo Vial de Ibagué, que aún se está implementando.

Un postgrado en urbanismo en el Ministére des Affaires Etrangéres de París, mediante una beca, hace que nuevamente salga del país, regrese como arquitecto del Departamento de Proyectos de la Universidad Nacional de Colombia y comience una actividad docente que lo llevaría a ser profesor titular de diseño arquitectónico en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional y, más adelante, en 1991, acceder al título de Maestro Universitario.

En 1970 crea con su colega Eduardo Londoño la firma Londoño y Martínez Arquitectos Ltda. Toman una oficina que deben pagan los padres de cada uno de los flamantes socios, hasta que logran ganar un concurso para construir un edificio gubernamental en Manizales, en la época en que los concursos eran la única manera de obtener un contrato con la nación. Desde ese momento, la firma ha recorrido la senda del triunfo ganando en doce oportunidades el primer premio, en cinco el segundo y en ocho el tercero en concursos nacionales de arquitectura, ocupando un lugar de prestigio que hoy, 25 años después, ostentan con el orgullo y la seguridad de seguir obteniendo contratos gracias a una labor incansable que les ha exigido proyectarse siempre hacia el futuro, como corresponde a un arquitecto que ha hecho de su carrera su mejor forma de vida.

La administración pública ha sido también parte importante en la vida de Carlos Martínez Silva: en 1978 es nombrado Alcalde de Ibagué, en 1982 y 1988 elegido concejal de la misma ciudad y en 1983, hasta 1984, designado Gobernador durante la administración de Belisario Betancur. Se hizo merecedor en 1991 a la medalla al Mérito Cívico y a la medalla Cacique Calarcá que le impusiera la gobernación del departamento. Gracias a su labor como mandatario seccional, en la cual no existió ninguna queja por corrupción, tan constante en aquella época, fue nombrado gerente de la Corporación Financiera del Transporte desde donde impulsa y construye el Terminal de Transportes de Ibagué, intento que en cinco ocasiones había fracasado por ineptitud dirigencial.

Animado por su preocupación constante por el desarrollo del departamento construyó el Parque Deportivo, inaugurado para los Juegos Nacionales. Se mantiene al tanto de los nuevos proyectos de desarrollo y de los que él dejó cuando fuera arquitecto del Instituto Geográfico Agustín Codazzi.

De todas maneras, la política, aunque le robó casi diez años de su vida, nunca fue para Carlos Martínez una pasión desbordante. Ni siquiera le ha ayudado en su labor como contratista porque, a partir de 1963, cuando lo premiaran en la bienal de Sao Paulo, ha sido un amante de los concursos, y a través de ellos ha logrado construir en su ciudad natal el edificio del I.S.S., el de Corfitolima y el de la Cámara de Comercio.

En 1991 ganó el concurso de vivienda y urbanismo Carlos Lleras Restrepo.

Desde 1972, cuando fue jurado de selección para el premio nacional de arquitectura, hasta hoy, Martínez ha pasado por ser jurado titular del concurso nacional de arquitectura en 1976, del universitario de asentamientos humanos, Habitat, del mismo año, y de los concursos para la sede del Club Campestre de Pereira, en 1978, de la clínica del I.S.S., de Bucaramanga, en 1982, del Terminal de Transportes de Villavicencio, en 1988 y de la sede de Cortolima, en Ibagué, en 1990. Competir es, como se ha visto, una de sus actividades favoritas.

Pero el gusto por las actividades intelectuales, que tuviera desde pequeño al lado de su padre y su tío, nunca le abandonaron. Preocupado siempre por la sustentación filosófica, histórica, técnica y económica de cada uno de sus proyectos, Martínez ha logrado un oficio de escritor que hoy ve, junto al derecho, como uno de los posibles caminos que hubiera tomado de no haber logrado la arquitectura para su vida.

La publicación de la Reseña de la Forma Urbana de Ibagué en el libro de historia que publicara el Instituto de Cultura Municipal en 1990 y los Elementos del Paisaje Urbano, que publicara la Universidad Nacional en 1983, son muestras de una labor humanística que lo califican no como un arquitecto frío sino como un hombre que cree que la tecnología va de mano de las humanidades.

Hoy su mayor distracción es viajar junto a su esposa Martha Eugenia Salazar, una delineante arquitectónica santandereana que comparte con él el gusto de ir por cada ciudad llevando un itinerario de viaje que llena no con palabras sino con bocetos de cada casa, cada iglesia o cada museo, o con dibujos de pinturas o esculturas famosas.

En Reseña de la forma urbana de Ibagué, Carlos Martínez Silva traza un acertado bosquejo histórico de la arquitectura local desde su fundación hasta nuestros días. Su gusto urbanístico y su conocimiento de la materia misma de su profesión en múltiples aspectos, queda patente, por ejemplo, en estos párrafos del mencionado trabajo: «En la medida en que la sociedad se renueva y se fundamenta en otros conceptos políticos y sociales, así mismo la forma de nuestras ciudades adquiere una correspondencia con el proceso de la historia.

Ibagué sin embargo, permanece durante un tiempo a la zaga de la influencia de tales hechos, en parte debido al aislamiento producido por las comunicaciones muy rudimentarias que le impedían vincularse más fácilmente con Bogotá y otras ciudades, y en parte debido a la debilidad económica de la comunidad urbana, carente de una clase profesional y empresarial que le imprimiera una dinámica a las actividades productivas.

Así, no tuvimos la ocasión de contar con barrios de estilo como sucediera en otras ciudades, por ejemplo La Merced y Teusaquillo en Bogotá; Manga en Cartagena, etc, en todo caso, sí contamos con algunos barrios residenciales de rango aristocrático como Belén, La Pola, Interlaken, Cádiz, Santa Helena, o El Vergel".

Tiene dos hijos, Camilo y Carolina, y al lado de ellos y de su esposa Carlos Martínez Silva sigue gozando con Van Gogh a quien visita cada vez que hay exposición de sus obras en el Museo de Arte Moderno de New York, escucha música clásica, en especial de Brahms, y dej a que el jazz penetre por sus poros y deleite la fina sensibilidad que siempre lo ha acompañado.

En el año 2007 publicó la Historia de la Arquitectura en el Tolima en el Manual de Historia de Pijao Editores.