LAEXPEDICION INMORTAL


En el año 1783, el Arzobispo-Virrey don Antonio Caballero y Góngora decidió fundar la Real Expedición Botánica para que estudiara toda la flora existente hasta la Línea Equinoccial, efectuara observaciones astronómicas, geográficas y físicas, y levantara los mapas completos de esas regiones. Para dirigir esta especie de “universidad”, insólita para la época, fue escogido el sacerdote don José Celestino Mutis, nacido en el puerto español de Cádiz y residente en el Nuevo Reino de Granada desde 1761.

Para toda aquella monumental empresa que resultó ser una verdadera hazaña en tierras del Tolima, se escogió como sede del cuerpo de investigadores a la ciudad tolimense de San Sebastián de Mariquita. Como segundo al mando se designó al canónigo don Eloy Valenzuela y poco a poco se fue conformando un completo equipo de “comisionados”, entre los cuales sobresalen el pintor Pablo Antonio García, el geógrafo peninsular don José Camblor, don Bruno Landete y el religioso franciscano fray Diego García, natural de Cartagena de Indias y dedicado al estudio de la botánica.

Con el paso del tiempo este grupo se amplió y se fueron incorporando personajes como don Pedro Fermín de Vargas, sin duda uno de los más interesantes investigadores, estudioso de la botánica, la medicina y la economía. Luego se contrataron los servicios de los pintores Salvador Rizo y Francisco Javier Matis, considerado por el sabio alemán Barón Alejandro de Humboldt como “el mejor pintor de flores del mundo”.

Algunas semanas después fueron enganchados los herbolarios, encargados de recolectar, clasificar y disecar la gran variedad de plantas que se daban en la región. Algunos de ellos eran tolimenses. Primero fue Roque Gutiérrez a quien todos llamaban “Caporal Roque” por haber sido éste su oficio anterior. Luego vino Pedro Amaya y por último otros dos, a quienes tan sólo se les conoció como Esteban y Fetegua. Cada uno de ellos ganaba un jornal de cuatro reales, pero apenas durante 288 días del año, pues el Padre José insistía en santificar todos los domingos y fiestas de guardar.

Este fue el núcleo inicial de los investigadores que formaban parte de la Real Expedición Botánica, pues aunque había otros como don Francisco Antonio Zea, don Jorge Tadeo Lozano y don Francisco José de Caldas, que luego en las luchas por la independencia desempeñaron destacado papel, aunque en verdad no actuaron en territorio tolimense.

En la ciudad de San Sebastián de Mariquita fueron muchas las actividades que al servicio de la ciencia adelantaron estos estudiosos. Se elaboraron grandes herbarios con todas las plantas disecadas que pudieron clasificar, se recolectaron la mayoría de los minerales conseguidos en la región, se sometieron al proceso de taxidermia distintas especies animales, en fin, se inició un minucioso inventario de todos los recursos naturales que encontraban en sus investigaciones, llegando a dar inicio a un interesante museo de Historia Natural. Se dio comienzo al cultivo de un gran Jardín Botánico, que el sabio Mutis deseaba perpetuar, pero también fueron muchos los logros conseguidos para procurar una mejor calidad de vida de los colonos y en algunos casos de toda la humanidad.

Se estudiaron remedios contra la malaria, enfermedad endémica por esos días, y combatible gracias a los extractos del árbol de quina, se investigaron los efectos anti-ofídicos de la hierba “guaco” como antídoto para las mordeduras de las serpientes, experimentos en los cuales participaron con entusiasmo aún a riesgo de sus propias vidas, el pintor Francisco Javier Matís y don Pedro Fermín de Vargas. El propio José Celestino Mutis se encargaba de seleccionar la canela de la mejor calidad. Hasta llegaron a descubrir las cualidades de una corteza vegetal que permitía detener las hemorragias de manera casi instantánea y que bautizaron “palo de ariza”, por el nombre del dueño del predio donde la encontraron.

De otra parte, la Real Expedición se preocupó por el robustecimiento de las finanzas coloniales y se hizo cargo de las minas de plata de las Lajas y Santa Ana, ordenadas por el señor Arzobispo-Virrey, quien se encontraba interesado en reanudar su pronta explotación. De igual forma se buscó la comercialización del azogue, elemento fundamental para procesar metales y nueva fuente de ingreso para las Arcas Reales. Como puede verse, la gestión de los “comisionados” de la Expedición Botánica era variada y muy fecunda.

De aquel intenso trasegar por los meandros de la ciencia, estos estudiosos fueron derivando hacia insospechadas conclusiones. La empobrecida colonia en la que habitaban resultaba ahora un país con largas costas sobre dos mares que el inquieto Pedro Fermín, en sus frecuentes viajes por diferentes lugares en compañía del Arzobispo-Virrey proponía unir por medio de un canal interoceánico, construido en el istmo de Panamá. Los inmensos y ricos territorios del reino se perdían ahora en la maraña de unas selvas impenetrables; iban más allá de las llanuras ilímites; cobijaban corpulentas cordilleras y comprendían, además de la ciudad capital, poblaciones a veces más grandes e importantes que las de España. El conocimiento que estos dedicados estudiosos iban adquiriendo de la extensión, las riquezas y las inmensas posibilidades de la colonia no les permitía ahora entender por qué los habitantes del Reino seguían sometidos a una remota metrópoli, pequeña, limitada en recursos, que los trataba en forma displicente y a veces despótica.

Fue entonces, en los llanos de Mariquita, cuando los abnegados colonos del Nuevo Reino de Granada empezaron a cobrar conciencia de su propio valer y aunque casi la totalidad de los protagonistas procedían de regiones diferentes, en tierra tolimense aprendieron a conocer el concepto de patria, y cuando años después se agudizaron las discriminaciones contra los verdaderos dueños del territorio colonial, encabezados por estos alucinados geniales, no vacilaron en lanzarse a la guerra para conquistar su independencia.

 

Galería