AURELIO LUCENA ORJUELA

La herencia artística recibida de su padre, el compositor Emiliano Lucena, y su entrega total al mundo de los acordes y las melodías, le dieron a Aurelio Lucena la posibilidad de convertirse no sólo en uno de los muchos compositores que en el Tolima viven para la música, sino en la prueba sólida de un trabajo que le han reconocido en distintos festivales folclóricos.

Lucena nació en Espinal el 6 de enero de 1913 por la época en que el municipio tolimense se erigía como estandarte de la cultura en el departamento, toda vez que poseía dos bandas de músicos, la nueva, dirigida por Eleuterio Lozano, y la vieja, dirigida por Emiliano Lucena, un profundo respeto por las tradiciones populares y unas fiestas anuales que comenzaban a congregar visitantes de varias regiones del país, maravillados por la autenticidad de las expresiones folclóricas, el colorido de sus desfiles y la calidad de los encierros destinados a sus temporadas taurinas.

Su padre facilitó su ingreso en la banda vieja del Espinal cuando apenas contaba con diez años. Bombista, dijeron todos los integrantes al verlo tocar el instrumento. Después vendrían las clases de lectura y solfeo, el Conservatorio de Música del Tolima y la Banda Departamental, gracias al apoyo del maestro Alberto Castilla, quien le ofreció el puesto como trompetista.

Dieciséis años en la Banda Departamental le dieron la posibilidad, incluso, de dirigir varias retretas en la plaza de Bolívar y en el parque Murillo Toro. De allí pasó a la Banda Militar del Batallón Rook, que dirigió por siete años, y luego permaneció doce años como profesor de música en escuelas y colegios de Ibagué.

Su tarea como compositor se inició en la década de los veintes. Adoración fue su primer tema, un tango arreglado por su padre quien se encargaba personalmente de armonizar y transcribir en partitura toda composición suya. Años más tarde, sería él mismo quien lo hiciera y arreglara no sólo sus obras sino la de grandes maestros que le confiaban sus temas para ser revisados por el compositor espinaluno.

Sin embargo, y pese a lo prolijo de su creación, sólo una de sus obras fue grabada: la guabina Vamos a la caimanera, en las voces de Garzón y Collazos, a quienes había conocido en 1935 y con quienes formara un cuarteto, acompañados por Manolo Montealegre, llamado Los cuatro alegres muchachos, que actuaba dos o tres veces por semana en audiciones en la emisora Ondas de Ibagué.

Lo fecundo de su obra se ve afirmado en la variedad de ritmos y temáticas que abordó. Agonía, preludio fúnebre; Conmemoración, misa de réquiem; Jesús Nazareno, Llanto Sagrado y Virgen Santa, marchas fúnebres; los bambucos Mondoñedo, Laurita, Viva el Espinal, Indiadas, Crispulita, Don Arnulfo, Clarita, Bonita sanjuanerita, Adiós amigos y Señora un aguardiente; los pasillos Lindo amanecer, Me estoy volviendo viejo, Clara Lucía -dedicado a su hija mayor-, Un solo amor, Campesina loca, Mañanita ibaguereña y Preámbulos; los valses En un poblado, Viejos amores, Obsesión, María Paula y Un día a sol; los sanjuaneros Ibaguereño y Doña tambora; los bundes Llano y corazón y Cositas bonitas; el rajaleña Baila mi Tolima; el torbellino Pescar de noche; el corrido La facilita; el pasodoble Arenas del Tolima; el swing fox Diana Patricia; el bolero Lucero de la aurora y la gavotta Flores y corazón son una muestra de la ensoñación continua de este hombre que tocó con maestría la trompeta, el piano, el violín, la guitarra, el tiple y la bandola.

Formó parte de la orquesta y el coro del Conservatorio, así como de la orquesta Caribe dirigida por Demetrio Cuevas y de la Selecta dirigida por Francisco Rojas, organizó su propia orquesta de música tropical, se hizo acreedor a la medalla al mérito en el Primer Festival Folclórico de Ibagué, en 1959; al primer premio en el Festival del Bunde con su bambuco Bonita sanjuanerita, en 1973, y al reconocimiento general en el Primer Congreso de Compositores en 1976, además de una mención de honor en el VII Festival del Bunde del Espinal en 1979. Murió en 1996, recordando en sus últimos años toda una vida entregada al mayor de sus sueños, la música, un sueño que inició desde principios del siglo XX cuando tomó el bombo en aquella vieja banda del Espinal.