Los Tolimenses

Gracias a la meritoria labor que el dúo realizó durante cuarenta y siete años resaltando los valores de la tierra tolimense y llevando la imagen del país por todo el mundo, el dueto de Emeterio y Felipe no sólo está grabado con gratitud y alegría en el corazón y el recuerdo de todo el país, sino que entre multitud de homenajes se hizo merecedor a la Medalla de Oro del festival del Bambuco, a infinidad de reconocimientos de las colonias colombianas en el mundo entero, en especial las de Miami y Los Angeles, y a la Medalla al Mérito Artístico que la Presidencia de la República les otorgó. Al igual que lo ocurrido en el Tolima y en el país con Garzón y Collazos, la región toda se vio esencialmente representada en quienes no dejaron un instante de cantar a una tierra que los sigue añorando con nostalgia.

El niño que se paraba todas las tardes sin falta tras la ventana de su casa para ver pasar la banda de músicos que iba dejando en el aire el aroma de mil melodías huilenses, que fue acólito de la parroquia de su pueblo y en ocasiones se vestía de ángel para las celebraciones de la iglesia, es Lizardo Díaz, más conocido como el compadre Felipe de Los Tolimenses.

Huilense de nacimiento y tolimense por adopción, Lizardo Díaz nació en Baraya el 29 de enero de 1928 y allí cursó su primaria en la escuela pública, antes de marchar con su familia a Neiva.

En la capital del Huila, Lizardo adelantaría sus estudios de preparatoria y bachillerato en la Anexa de Santa Librada. De ese plantel salía todas las tardes atraído por el rumor de la música que un puñado de hombres y mujeres ejecutaban con guitarras, tiples y bandolas bajo la dirección de Memo Durán, el compositor del Sanjuanero huilense.

Durán no sólo lo invitó a observar más de cerca los ensayos sino que le prometió admitirlo en el grupo si se presentaba a la tarde siguiente con una guitarra. Lizardo salió a la carrera hacia el almacén de telas de su padre para convencerlo de que le comprara el instrumento.

Por cosas que están sin lugar a dudas ligadas al destino, pasaba en ese momento por allí el comerciante Padilla con una larga vara de la cual pendían diversos y atractivos instrumentos. El padre de Lizardo no tenía el dinero suficiente para dar gusto a su hijo por lo cual el niño corrió hasta su casa, rompió la alcancía y con la ayuda de su padre se hizo a su primera guitarra.

A partir de entonces las veladas que con cierta frecuencia se organizaban en el Santa Librada contaron con un nuevo asistente. Lizardo tocaba poco después la guitarra y más pronto aún ingresó a un conjunto con el cual dio sus primeras serenatas.

La pérdida del tercer año de bachillerato debido a las jugarretas de billar y a uno que otro aguardiente, hicieron que su padre lo obligara a decidir entre Tunja e Ibagué.

Al momento de su viaje para Ibagué, Lizardo Díaz ya tocaba el violín, instrumento que igualmente consiguió con la ayuda de su progenitor y que data del año 1775. Durante quince días no se le vio en el pueblo. Las horas pasaban y Lizardo Díaz no salía de su cuarto ensayando en el violín pasillos y bambucos que ejecutó, para sorpresa de sus compañeros, dos semanas después. Pero debe viajar a Ibagué donde se matricula en el Colegio San Simón ubicado entonces en el marco del parque Murillo Toro.

A las cinco de la tarde, con permiso concedido por el colegio, Lizardo Díaz cruzaba el parque con destino al Conservatorio de Música del Tolima para recibir clases de piano.

Su estadía en Ibagué, donde su padre se radicaría en 1945, cuando ya Lizardo cursaba quinto de bachillerato, estuvo marcada por las clases de piano, las escapadas en las noches del colegio para ir a dar serenatas y el conjunto musical que formó.

En 1946 se gradúa como bachiller del Colegio San Simón y viaja a Bogotá donde comienza a estudiar química en la Universidad Nacional y a trabajar esporádicamente en radioteatro en las emisoras Nueva Granada y Nuevo Mundo. Su dedicación a la música hace que pierda varias materias y debe regresar a Ibagué en 1949.

El departamento le ofrece una beca de 45 pesos con la cual comienza a estudiar en Medellín en la Escuela de Minas y un semestre más tarde la nación le ofrece otra por 90 pesos. Pero Lizardo Díaz estaba ya perdido para el mundo y ganado por la música de manera que vuelve a las andadas y forma un trío de estudiantes con el cual se presentan en La voz de Medellín en el programa Serenata de medio día . Con los ingresos recibidos por este concepto se ayudaba para sus gastos.

Fue durante una vacaciones en Ibagué que Lizardo Díaz conoció a Emeterio, su compañero de dúo y su eterno amigo.

Hijo de Eugenio Ramírez y de Griselda Salazar, los dos de origen paisa, Jorge Ramírez nace el 22 de noviembre de 1929 en Ibagué. Quienes lo conocieron antes de la formación del dueto no imaginaron que este tolimense de poco éxito en su breve incursión por el mundo de los negocios llegaría a ser con el tiempo uno de los hombres más importantes dentro del campo musical en el país.

Ambos daban serenatas y tras algunos contactos llegaron a presentarse en la emisora Ecos del Combeima mediante la intervención de Carlos Rangel, quien les brindó esta oportunidad. Emeterio, un personaje esencial de la tertulia ibaguereña, decide unirse a Felipe en Medellín tras cancelar sus negocios en Ibagué.

Fue en una ronda de serenatas para unos amigos de Felipe en Medellín cuando Rafael Acosta, empresario de Sonolux, los escuchó cantar y les propuso grabar su primer disco. Editado en formato de 78 revoluciones, el disco fue muy bien acogido en Medellín. Acababa de nacer la pareja cómico-musical más importante y exitosa que el país haya tenido.

Por aquellos días la Esso de Colombia lanza el concurso musical La tierra mía. Tras participar durante un año consecutivo, Los tolimenses obtienen el primer puesto. De ahí en adelante, el dúo decidió pisar otras tierras. Es así cómo, en el año de 1953, deciden marchar a Estados Unidos con escalas en Panamá, Costa Rica, Guatemala y México, pero la temporada no resultó nada fàcil y se vieron obligados a regresar

Para el acto de inauguración de la televisión, el cubano Gaspar Ospina, encargado de selecionar los conjuntos participantes, incluyó a Los tolimenses. Fue tal el éxito obtenido que el general Rojas Pinilla, presidente entonces de la república, los mandó llamar a palacio para verlos en vivo.

El grupo salió al aire durante seis meses consecutivos en el programa musical El Rancho de Los Tolimenses . Fue allí donde se bautizaron con los nombres de Emeterio y Felipe y donde empezaron a combinar las anécdotas y chistes con sus canciones, todo lo cual les otorgaría la fama que aún hoy, después de su disolución, disfrutan.

Vendrían después giras por todo el país y el salto internacional que los llevó por Sur, Centro y Norteamérica, tal vez el viaje que más recuerdan. Memorable fue también el viaje de dos meses por la entonces aún no disuelta URSS donde hicieron famosa en ruso la canción que en algunos versos dice: Agachate el sombrerito/ y por debajo miráme. El éxito fue resonante.

Su paso por la radio colombiana dejó huella permanente en Radio Cadena Nacional durante ocho años, en Caracol durante 28 y cuatro en Todelar, además de su paso por Radio Melodía y Radio Santafé. Grabaron así mismo dos videos, uno en formato Beta y otro en VHS.

Los Tolimenses hacen parte del elenco de la películas Amenaza Nuclear y La novia dijo, además de comerciales para cine y la pantalla chica. En ésta se presentaron durante muchas oportunidades en programas como Embajadores de la música colombiana, Galaxia musical y Ritmo combatiente, entre otros.

Lizardo Díaz contrajo matrimonio con la actriz Raquel Ércole en el año de 1957. De esta unión nacieron Gido Lizardo que estudió ciencias del mar, Patricia, actriz, y César Augusto, diseñador industrial. Trabaja con la empresa Díaz Ércole Producciones realizando videos y trabajos para la televisión cultural y con Carvajal efectuando giras por el país .

Emeterio no contrajo matrimonio y hasta su muerte en el 2001 repartió su tiempo entre su finca de Gualanday y Bogotá, bebiendo sus aguardientes y disfrutando lo obtenido a lo largo de 42 años de labor artística.

Los dos serán recordados por largo tiempo con el cariño sintezado en la frase conque el periodista Álvaro Monroy Caicedo los definió al calificarlos como “Dos personajes en el corazón de los colombianos”.

En el año 1995 Pijao Editores los seleccionó como uno de los Protagonistas del Tolima Siglo XX

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