Los inconquistables Panches

 

Por Ángel Martínez

 

500 años atrás Guananí (América) estaba poblada de aborígenes, de los cuales hoy en día muy pocas de estas vidas quedan. Cuando América es visitada oficialmente por primera vez en 1.492, el territorio que hoy comprende Colombia estaba poblado por un basto número de sociedades aborígenes y a pesar de poseer características similares, cada comunidad contaba con su propia cultura. Entre las más conocidas y estudiadas tenemos: Los Nariño y Tumaco quienes habitaron una amplia zona correspondiente a la parte andina y a la vertiente oriental amazónica del actual departamento de Nariño y zonas aledañas al Ecuador; los Quimbaya que poblaron la región del Viejo Caldas, parte de lo que hoy corresponde a los departamentos del Valle, Quindío, Risaralda, Caldas y Antioquia; los Tairona en la majestuosa Sierra Nevada de Santa Marta y parte de la costa Caribe, actual departamento del Magdalena; los Calima que ocuparon los valles del río del mismo nombre; poblaron la presente jurisdicción del Valle del Cauca, siendo este uno de los territorios más fértiles de todo el país.

Los Sinú se asentaron en las productivas tierras bañadas por los ríos Sinú y San Jorge, hoy los departamentos de Bolívar, Sucre, Córdoba y parte de Antioquia en donde vive su descendiente pueblo Zenú; los Muiscas (de la macro familia lingüística Chibcha) habitaron la fértil altiplanicie andina de la cordillera Oriental, comprendida en los actuales distritos de Boyacá, Cundinamarca y un extremo de Santander; la cultura de San Agustín que se situó al oriente del macizo colombiano en la región del Alto Magdalena departamento del Huila; los Tierradentro en las estribaciones orientales de la Cordillera Central lo que comprende hoy día la zona del Cauca y por último tenemos a los Tolima, habitantes de este territorio que por los principales y más numerosos hallazgos del llamado arte Tolima es, en términos generales, el mismo de esta sección del país.

Forman parte de los Tolima Pijaos, Pantágoras, Yaporoges y Panches, principalmente, quienes además pertenecieron a la familia lingüística Caribe. A estas comunidades forjadoras de aquel arte que reúnen ciertas similitudes por su lengua, altivez y rebeldía, los académicos las denominaron Cultura Tolima. La palabra Tolima proviene de Tulima; nombre dado a una deidad protectora femenina, que según la saga era el espíritu de los nevados. Tulima significa que surge de las nieves.

Los nombres de las culturas anteriormente señaladas, sin embargo, no son del todo sustentables, ya que corresponden a los de ciertas tribus que para la época de la conquista se encontraban asentadas en las regiones de donde aparentemente procedían los objetos en oro y cerámica. Eran grupos muy organizados que ocupaban territorios relativamente pequeños, pero a los llamados estilos o culturas se les ha querido reconocer una zona mucho más amplia. Así que estas culturas están denominadas según zonas geográficas y no tribales.

La cultura Tolima, específicamente, no corresponde al nombre de ningún grupo étnico. Al hacer este señalamiento a un grupo de piezas y vestigios arqueológicos con bastantes cosas en común, hay que entender que pertenecen cultural y cronológicamente a diferentes etapas.

Se ha hablado de la singular belleza orfebre del Tolima precolombino, de sus obras en cerámica de gran refinamiento artístico con formas exóticas, de la fuerza y carácter de estas gentes para hacer frente a sus enemigos y cientos de historias fantasiosas contadas por quienes quisieron abrir más la brecha entre esos dos mundos inventados por occidente, “el salvaje y el civilizado”.

Esta orgullosa comunidad de pescadores y artesanos contrarios a la desidia, a la falta de sensibilidad, la irresponsabilidad, la mentira, el mal humor, el derroche, la falta de respeto, y la traición; ejerció dominio total sobre las tierras del alto Magdalena productivas para la agricultura, con innumerables riquezas naturales y minerales.

Los Panches, después de una aguda y prolongada resistencia fueron exterminados por tropas peninsulares, sus prisioneros desterrados o esclavizados, sus tierras explotadas hasta el cansancio en la minería y su cultura sumida en el más degradante de los insultos y la difamación histórica. En el norte del Tolima el elemento autóctono nativo se perdió en la inmensidad del tiempo y la desidia. La política de violencia introducida a nuestras relativas nuevas sociedades hace ya más de 500 años, increíblemente a comienzos al siglo XXI no ha cesado.

El convencimiento del valor de este grupo aborigen en su aspecto sociocultural, la admiración por sus manifestaciones espirituales y materiales, vale decir vida y pensamiento Panche, su procedencia, conformación social, vivienda, cocina, costumbres, cerámica, joyería, tejido, escultura, métodos agrícolas, enfoque teológico, lengua, expansión territorial, narradores conquistadores que no simpatizaron con ellos como Gonzalo Jiménez de Quesada; escribanos como Humboldt, que admiró su cultura y el costo que tuvieron al enfrentar la conquista y falsedad española, entre otras, crean una expresión cultural especial motivando interés para estudiar y comprometernos con esta extinta cultura.

En el curso de estos últimos años, la arqueología, el replanteamiento que se le ha dado a la historia y el afán de personas inquietas por conocer la verdad, han logrado sacar de la sombra todo un pasado que se desconocía y cuyas líneas se trazan para determinar el carácter antropófago en que injustamente se encuentra encasillado el hombre Panche. Al hablar sobre ellos es necesario involucrar temas que hasta hace algunos años nadie quería comentar; como cuestionar la postura europea post-feudal específicamente en esta parte del mundo, impugnar el poder desmesurado de la Iglesia y el atraso social, cultural y científico en que mantuvo a nuestro continente y el grado de responsabilidad en la aculturación y posterior genocidio de esta y otras culturas en América por parte de la España colonialista y altos prelados de la Iglesia Católica de la época.

La historia de América en el periodo de la conquista y la colonia constituye una crónica singular de la barbarie. Contrario a lo usualmente imaginado, una crueldad ejercida por el llamado mundo civilizado. La típica sociedad colonialista en España, la realeza, nobleza, iglesia, milicia, comerciantes, conquistadores y colonizadores, se caracterizó como pocas veces antes lo habían hecho, por posiciones desenfrenadas, atrocidades sangrientas, intrigas, traiciones y crímenes sin precedente; acompañado esto y a pesar de todo de un sentido eminentemente “cristiano, magno y a su vez abnegado”.

La dominación comienza con la invasión de las tierras, quebranto de la voluntad y el posterior sometimiento por la fuerza de sus pobladores, siendo la tierra y la mano de obra el botín de la conquista. Para mantener la ocupación, América es sembrada de violación, tortura, esclavitud, saqueo, muerte y desinformación. Tan sólo algunos años después del descubrimiento, ya el hombre americano estaba desposeído hasta de su alma y se transformó forzosamente en un renegado, encontrándose desde entonces en la última condición de esta escala social. Desde la conquista de nuestro paraíso, la estrecha relación entre hombre y naturaleza sufrió una gran transformación. Con la presencia de la codicia europea se destruyó el equilibrio preservado por los nativos americanos. Las religiones o creencias aborígenes, veían el vínculo entre el hombre y el universo y no sus diferencias. El miedo, apego y sumisión al bosque era una función reguladora de respeto, creada por el mismo indígena para proteger su entorno que lo era todo. El nuevo orden impuesto por los colonizadores se orientó a una forma irreverente, brutal y despiadada en la búsqueda de enriquecimiento, representado en oro, plata, piedras preciosas, tierras y esclavos.

Siendo una cultura del agua, cerca a ella creaban sitios sagrados por ser morada de los espíritus y por consiguiente había que respetarla. Si el río se enmugraba era entendible que los enmugraría. El río era el bosque, el bosque era también el río y sus pueblos tenían sus orígenes en el río y el bosque. La selva era para los Panches como el útero es para el embrión, de importancia suprema. Eran criaturas de la madre agua. Allí, en aquel elemento, se encontraba no solamente la fuerza vital sino todo comienzo de vida, relación esta conciliadora con la naturaleza. Siendo una cultura de la Madre Tierra comprendieron cómo tratarla y sacar beneficios mutuos sin que las planicies y laderas sufrieran, como padecen manejadas por el hombre actual. Eran guardianes de ese equilibrio que se rompió y seguirá así hasta que el hombre contemporáneo sienta con profundidad y asuma con respeto los trazos dejados por estas culturas negadas, descifre los mensajes sobre conservación, aprenda a conocer y apreciar su talento artístico y cultive su habilidad de sobrevivir sin destruir.

 

Cronología de la cultura Panche

En el 1.000 a. n. e., hubo un éxodo importante de pueblos de habla Carib, que se extendieron por toda la Costa Atlántica alcanzando vastos sectores del interior de Colombia provenientes quizás de Brasil. Conocidos con el nombre genérico de Caribes penetraron a Colombia por varios ríos, siendo uno de los más importantes el Magdalena. Los Caribes inician un desarrollo expansionista que por medio de conquistas militares o adhesiones voluntarias los llevaría a alcanzar, si bien con fronteras poco definidas y sin una extensión territorial continua y aparentemente, pero sin ser concientes de estar creando un gran imperio. Ejercían un amplio dominio político social del centro de Colombia, el norte de Sudamérica, hasta la mayor parte del sector del mar Caribe, al grado que su avanzada llegó por el sur al Orinoco y Amazonas, llanos Venezolanos y Guayanas, y por el norte a Puerto Rico, acercándose a las costas de Norteamérica. En el interior de Colombia, los Panches desarrollaron la cultura más representativa y gracias a ello se convirtieron, junto con los Pijaos, “Los Inconquistables”, en los mayores exponentes de la familia lingüística Caribe del Magdalena Medio y alto.

Para facilitar su estudio y entender quiénes, cómo, de dónde y por qué llegaron a los valles del Magdalena, hemos dividido el desarrollo de la cultura Panche en tres estadios o períodos de los cinco existentes. No hemos tenido en cuenta los dos primeros períodos, el Lítico y Arcaico, ya que estas etapas fueron desarrolladas por estas gentes como Caribes y no como Panches y tampoco tomaron auge en territorio Tolimense, sino fuera de él. También debemos aclarar que las tres etapas usadas en este trabajo de periodización de la cultura Panche; éstos social y culturalmente no cumplen del todo con las características propias de estos estadios:

 

Preclásico o formativo: Del 400 al 200 a. n. e., Se presume que por este espacio de tiempo se inicia el arribo de hordas Caribes provenientes de la Costa Atlántica a zonas del centro de Colombia utilizando el río Magdalena. Sectores estos ya habitados por tribus, algunas sedentarias, otras nómadas y cuya condición era la de recolectores de raíces, pescadores y cazadores que dependían de la migración animal. Se cree que algunas de estas familias que habitaban los valles y laderas del río Magdalena y algunos afluentes, eran de procedencia de una antigua cultura denominada Herrera quienes habitaban territorios después ocupados por los Muiscas, familias que comenzaban a sembrar el algodón para ser elaborado y utilizado en el frío altiplano. En el mismo periodo se desarrolla una aculturación entre estos grupos humanos (Familias nómadas con grupos procedentes del Caribe). Se afianza la agricultura con el cultivo del maíz, la yuca y algunos cereales. Se logra un excedente permanente de alimentos, abastos que habría atado a estas gentes a este único lugar alentándola a renunciar a su nomadismo y así someterse al control de quien gobernaba el campamento. Se organiza la convivencia entre estos clanes y desarrollan una sociedad más compleja.

Las cuevas son tomadas como resguardo, centros ceremoniales, lugares sagrados y sus paredes plasman el hoy misterioso arte rupestre. Nace la práctica de las urnas funerarias con insípidos elementos de cocina. Se cree que la cerámica Panche se inició en sitios cercanos al río Magdalena y su primera fase formativa que puede provenir de Méndez Tolima (fase Méndez) tiene dibujos incisos, sencillos y de un sólo color. En el mismo tiempo aparecen la cerámica figurativa, infinidad de figurillas modeladas a mano con decoración incisa y pintura negativa, sellos de barro cilíndricos y planos. Las copas rituales, aunque sencillas con color rojizo y decoración incisa, marcan una característica muy propia. Las viviendas se construían sobre terrazas. Sus muertos eran sepultados con ofrendas bajo el piso de sus chozas. Esta etapa especialmente formada por importantes cambios en la organización social, se convierte quizás en la más destacada ya que alrededor de ella prácticamente se define toda la cultura de los Panches (Cultura Tolima).

 

Clásico: Del 200 a. n. e. al 900 d. n. e. Comienza en los primeros años de nuestra era, marcan características claras y manifiestan estilos y costumbres propias en orfebrería y alfarería. Los pectorales se estilizan sin perder su forma particular, y su uso se generaliza entre Chamanes y Sacerdotes. El sello característico de esta época es la evolución de la cerámica policromada en las riveras del Magdalena y sus afluentes que es donde se encuentra la mejor elaborada. Continúa el desarrollo y perfeccionamiento de la base trípode en vasijas y vertederas. Las copas ceremoniales con dibujos de pintura resistente y gran enriquecimiento, mantienen gran variación en sus formas. Dominan algunos pueblos que, sometidos, tenían que tributarles hombres para sus labores agrícolas, mineras y milicia. Prosigue la migración de más pueblos Caribes desde la Costa Atlántica por la abundancia de alimentos, la riqueza de los suelos y la estabilidad del clima. Continúa el propósito de expansión a otros pisos térmicos como el altiplano, quizás por el crecimiento de su pueblo. Evolucionan sus sepulturas o prácticas fúnebres, los entierros primarios y secundarios con ofrendas se generalizan. Aparece la convivencia en aldeas bien establecidas. El uso de las fibras los convierte en excelentes textileros. Desarrollan un impresionante mercado de intercambio con gran variedad de productos y una marcada influencia regional que tiene como consecuencia la difusión de elementos nuevos, los cuales enriquecieron la cultura local. Se crea la conciencia de la necesidad de buenas relaciones con vecinos para mantener ese intercambio de productos que conviene a todos. Los artículos de mayor oferta hacia las frías tierras de la sabana eran el algodón, oro, mantas, cereales y carnes tratadas. Crece su reputación como grandes navegantes, pescadores y artesanos. Se avanza en la domesticación de animales y se consolidan como sociedad.

Esta etapa tiene como una de las características más importantes la aparición del Cacicazgo, señoríos o feudos (elección de una persona para que oriente y ejerza autoridad sobre otras que le siguen). En los Cacicazgos se tenía unidad social entre el mismo país, es decir se compartía la misma lengua, religión y costumbres pero no se alcanzó la unidad política para congregar todo el estado bajo el mando de un único jefe supremo. Las aldeas podían tener dos características, nucleada o dispersa. Las aldeas dispersas se desarrollaron en aquellas regiones donde se practicaba la agricultura de roza. La mayoría de los trabajadores del campo movían sus chozas hacia las cercanías de campos cultivados que rotaban continuamente. El Cacique o Síquima y funcionarios, en cambio, moraban en un sector permanente. En las selvas del Magdalena alto – medio, los Panches no alcanzaron la estructura de una civilización en este periodo, característico por el surgimiento de los primeros Estados en América.

 

Posclásico Panche o desarrollos sociales: Del 900 al 1.539 d. n. e. Se enriquece la cultura por la penetración y aceptación de otras civilizaciones provenientes del Sur y Mesoamérica. La influencia de Mayas y Mexicas, sobre todo la de estos últimos, destacada en algunos comportamientos sociales como en la guerra, el arte y ciertos cultos. Se consolida la religión, la organización social, el sistema de parentesco, la política, el comercio, la guerra y demás instituciones se definen y estructuran. Surgen centros ceremoniales en lo alto de las caprichosas formaciones montañosas y los conceptos religiosos revisten mayor complejidad. Sus entierros han evolucionado al máximo estado artístico, reflejado en el esplendoroso legado de urnas, copas funerarias y orfebrería. Se incrementa la técnica de cerámica policromada con sentido ritual. La cerámica de este periodo muestra un acabado terso cuidadosamente modelado y excelente técnica que da la impresión de un grupo de artesanos talentoso, competente y bien organizado. La cerámica altamente refinada que representa este periodo (copas, botellones y duhos) se encuentra en el municipio del Espinal, Tolima y la he nombrado fase Espinal. Quizás este lugar tuvo la mayor actividad y preponderancia de toda la zona al comienzo de esta etapa. Posiblemente al finalizar este período, Honda se convierte en el centro cultural y artístico, y el sistema montañoso de las Vegas del río Sabandija en el corazón ceremonial de esta nación. Con las invasiones a sus vecinos se da comienzo a las guerras crónicas, creando desajustes en el importante comercio de intercambio. Aunque en este período los Panches hacen parte de un grupo expansivo, el de los Caribe, estos no contaban con una estructura política fuertemente centralizada. A falta de un imperio y gran líder que los congregara, no alcanzaron a desarrollar el Posclásico plenamente. Sin embargo, contaban con estructuras de clases sociales definidas y diferenciadas. No se alcanzó lo que se denomina la alta cultura, ya que la sociedad de los Panches no desarrolló grandes centros urbanos, ni una sociedad sofisticada regida por un sólo soberano. Las civilizaciones desarrolladas en este periodo fueron sucediendo a través de contactos de intercambio, sofisticación en las artes y arquitectura, procesos sociales evolutivos, colonización o expansión religiosa y ejercían influencia sobre otros pueblos que entendían sus ideas y tecnologías. Pueblos que pudieron desarrollar un Estado y por ende, una Civilización. Así fueron sucediendo las Civilizaciones hasta caer en el empuje guerrero de aztecas o Incas, los dos grandes imperios de nuestro continente, representantes del periodo Posclásico.

El sistema social para los Panches toma cambios que se acomodan a la invasión europea. Entre los más destacados se encuentra el del urbanismo defensivo, la vinculación activa de la mujer en la guerra, adopción de la emboscada como único método eficiente de combate y la aparición de la unidad política o alianza entre los cacicazgos. Esta etapa culmina con el advenimiento español, la implantación definitiva tanto en lo político como en lo económico del sistema colonial, la práctica etnocida contra este pueblo y la posterior hecatombe demográfica. Algunas fases anteriormente elegidas para realizar este trabajo cronológico, son las mismas escogidas por científicos y académicos para estudiar las culturas de Mesoamérica con algunas variaciones respecto a las fechas y grandes diferencias con relación a desarrollos sociales y urbanos que tomaron forma en Centroamérica. Se trabajó también con la norma adoptada en Colombia que siendo diferente a la de México coincide en términos corrientes por ser general en este hemisferio el proceso cultural nativo.

La periodización adoptada en Colombia se mueve en sentido unilineal de lo más rudimentario a lo más complejo. Pero el sistema para muchos en vez de simplificar conduce a confusiones técnicas. En la práctica no se ha encontrado sitio arqueológico en Colombia donde se presenten las cuatro etapas estratigráficamente representadas. Uribe (1.987) lo plantea de la siguiente forma: “En la Costa Atlántica, el formativo no se desarrolló a partir de una etapa lítica y en la Sabana de Bogotá, la etapa lítica no dio lugar a un formativo constituido como el de la costa Atlántica. Lo anterior, está indicando un desarrollo procesual, temporal y especialmente desigual. Hablar de procesos generalizados para todo el país es, a nivel del material empírico existente, una simple hipótesis”.

 

Origen del vocablo Panche

Sobre el significado de su nombre sólo conocemos lo que fray Pedro Simón relató “Caminando por donde ya se había andado conquistando, cargándose diez y ocho leguas de la ciudad de Ibagué, al noroeste, todo en la tierra de los Panches, por una y otra banda del río grande y varias provincias debajo de este nombre de Panches. Nombre que tomó de cierto pescado que se coge en el río grande que por otro nombre llaman bagre en más común vocablo se llama Panche”

En un documento del cronista Castellanos, en sostenido un dialogo por un guerrero Panche y un oficial del conquistador Quesada, notamos que el guerrero se refiere a su pueblo con el nombre de PANCEA, y que tal vez los españoles escucharon como Panche, “vi con temor cobarde gente Pancea que nunca de tal manera tuvo nota” (Juan de Castellanos). No se sabe si esta subcultura Caribe se hacía llamar por ellos mismos Panches o fue un calificativo dado por los españoles. Independientemente de esto, el nombre pudo tener origen a raíz de la intensa explotación y comercialización del bagre por este pueblo, o bien por ciertas similitudes en los rasgos fenotípicos entre uno y otro. Se cree que algunas familias entre la nación de los Panches, tenían como costumbre (catalogada por algunos como estética) la deformación craneal, creando la posibilidad de relacionarlos con la cabeza del pez que es aplastada. Colocaban dos tablillas fuertemente amarradas en torno al cráneo, en la parte de la frente y atrás, consiguiendo de esta forma deformar la cabeza en los recién nacidos. Así mismo, en torno a los brazos y piernas ataban ligaduras en las partes superior e inferior, ocasionando visibles deformaciones que correspondían en principio a sus formas de ver la estética, agregando con esto una impresión secundaria de producir temor frente a sus adversarios. El acto de lucir físicamente diferente hacía parte del ritual de bajar el atractivo corporal para así evitar que los malos espíritus o fuerzas negativas se interesaran en ellos y robaran su energía vital. Sin embargo, se cree que la deformación craneal correspondía solamente a una casta sacerdotal, quienes se preparaban desde su nacimiento deformando el cráneo para lograr ejercer presión sobre el lóbulo frontal y así acceder a ciertos estados mentales y psicológicos especiales.

Provenientes de la gran familia lingüística Caribe (nombre genérico dado por los españoles), palabra que según fray Juan de Torquemada, compañero de orden de fray Pedro Simón, se derivaba de Carith que en latín significa Ocursus Ignus y al traducir al español quiere decir llama de fuego, que todo lo abrasa por donde pasa, aunque el significado práctico para los españoles fue el de ser cruel e inhumano.

Existía otro término importante en este contexto que antes de ser españolizado se pronunciaba CANIBA o CANIMA. Caniba en el lenguaje Taíno (grupo aborigen de las Bahamas), significa gente mandioca o gente del clan mandioca, y es la raíz de una palabra muy controvertida, CANIBAL que fue el nombre dado a los antiguos Caribes por los españoles y significa que se come a otros de su misma especie, cruel, feroz, antropófago. Para otros autores la palabra Caribe a diferencia de lo que Torquemada planteó, también tiene origen en el término Caniba o Canima. Esta gran familia fue conquistando y colonizando las tierras aledañas a los ríos Orinoco y el río grande de la Magdalena y la mayoría de sus vertientes tributarias. El importante afluente era llamado en toda la zona de este valle GUACA-CAYO, expresión que se relaciona con agua, lugar encantado o sitio peligroso, aunque algunos traducen el término como Río de las Tumbas o Río de Agua y Tierra. El significado de la palabra Guaca tiene origen peruano. Los Incas observaban una manifestación divina en toda cosa creada, veían un milagro en todo fenómeno y tenían por sagradas las Huacas, término con que designaban todo lo que salía de lo común. Los Muiscas en su lengua Chibcha llamaban al río Magdalena Yuma, que curiosamente traduce Río del país amigo. Los Tahamies lo llamaban Arli, Río del Bocachico, pero fue Rodrigo de Bastidas por haberlo conocido el 1 de abril, fecha conmemorativa de la conversión de María Magdalena (Acevedo 1981), quien le dio el nombre de Río Grande de la Magdalena, dada la magnitud de su cauce y por su importancia para la comunicación y transporte entre el interior con la Costa Atlántica. El país de los Panches estaba compuesto por pequeños feudos o señoríos aliados entre sí, quienes compartían la misma lengua y costumbres pero cada uno de estos gobernados con total independencia y autonomía. Ni entre los Panches ni en ninguna otra nación Caribe existía un gran soberano, pero sí formaban una especie de consejo entre estos estados que era la máxima autoridad en caso de que el país y su existencia estuviera severamente amenazada. Tenemos el caso de las alianzas entre la fragmentada organización de esta nación para hacer frente a la amenaza castellana a su arribo.

La responsabilidad de elegir al gobernante en caso de faltar, estaba a cargo de los chamanes, ancianos y los famosos Acaymas, quienes convocaban y actuaban en nombre del pueblo para que eligieran a su próximo sucesor entre un grupo de notables por su dedicación, inteligencia y gran valor. Una vez investido, el Cacique gobernaba de por vida y tanto su pueblo como la zona de influencia que manejaba llevaría su nombre. Entre el estamento de nobles y gente del común debió existir una clase importante como la de los comerciantes y artistas de objetos fastuosos, que por su jerarquía, dentro de la comunidad, se hicieron a su propia escala social. El estamento dominado comprendía la inmensa mayoría quienes se agrupaban en unidades provinciales que contaban con tierras y oficios asignados diferenciadamente entre sus integrantes.

 

Posición territorial e idioma de la nación Panche

Resulta importante señalar que la nación de los Caribes del interior, en términos modernos, fue un estado segmentado, sin fronteras bien definidas por los continuos cambios sociales, políticos y militares que en su periferia mantenían sucediendo. Sin embargo, los reinos de cada una de estos pequeños señoríos se extendían a las zonas geográficas de los otros, lo que manifestaba la existencia de un entreveramiento de territorios, que a su vez implicaba un enlace de las unidades políticas, sociales, religiosas, de funcionabilidad y gobernabilidad, que regían en cada dominio.

La posición territorial de la nación Panche se hallaba, en una buena parte, al norte de la sección política y administrativa de lo que hoy día forma el departamento del Tolima, margen occidental del río de la Magdalena y se extendía al oriente del mismo río en las tierras cálidas del departamento de Cundinamarca. Con el Huila, estos tres departamentos fueron tierra de otras naciones, algunas de procedencia Caribe, hogar de Coyaimas, Natagaimas, Andaquíes, Timanes, Tamas, Yalcones, Paeces, Dujos, Manipos, Babadujos, Yaporoges, Cundayes, Pijaos y Pantágoras. Se ha establecido con algo de exactitud, teniendo en cuenta que las zonas limítrofes fluctuaban por diversos motivos y que el dato aquí expuesto es para crear una idea somera sobre los linderos o el alcance territorial del país Panche, que por el norte llegaba hasta los ríos Guarinó y Gualí colindando con sus hermanos de origen e idioma, los Pantágoras o Palenques. Hacia el occidente habitaron parte de la cordillera central, según el profesor Edgar Torres fundador y director del también tristemente desaparecido Instituto Carlos Roberto Darwin en la tragedia del 13 de noviembre de 1985 en Armero. Se trata de los pueblos que hoy conocemos como Fresno, Falan, Palocabildo, Líbano y Anzoátegui que eran zona limítrofe con otros países. El profesor Torres advierte que en la zona limítrofe hacia el oeste y sudoeste existen grandes dudas, especialmente en el caso de Ibagué, ya que algunos autores afirman que esta ciudad se encuentra en territorio Panche y otros aseguran que es Pijao. La respuesta a este dilema, sin embargo, se debe a que Ibagué en principio fue fundada en el sitio que hoy se encuentra Cajamarca, terrenos que sin duda alguna pertenecían a la nación de los Pijaos, pero meses después la ciudad de Ibagué fue trasladada al sitio que hoy ocupa, a la meseta, que según la mayoría de cronistas la adjudican como territorio Panche. Dominaron y habitaron las tierras actualmente ocupadas por los pueblos de Rovira, Valles de San Juan y San Luís, Guamo y Espinal.

Partiendo entonces de esta base deducimos que el río Combeima y el Coello eran límite fluctuante entre estos dos pueblos también hermanos. Por el oriente ha sido posible establecer que la frontera entre Panches y Muiscas pasaba por entre los municipios de Anolaima y Zipacón, La Mesa y Tena, tomando la parte alta de la cordillera de Subia hasta Tibacuy. Al sudeste ocuparon los hoy valles de Melgar y Cármen de Apicalá, frontera que compartían con los Sutagaos. Hacia el noroeste, los Panches habitaron los pueblos de Nimaima, Nocaima y la Vega, siguiendo la serranía del Tablazo hasta Pacho, donde empezaba la comarca de los Colimas o Muzos. A Partir de estos puntos concluimos que son netamente Panches los pueblos de Villeta, Guaduas, Sasaima, Vianí, Guayabal de Síquima, El Peñón y Útica.

Uno de los principales centros comerciales y culturales fue la célebre Honda, Tolima, por los trabajos especiales de orfebrería y alfarería donde se nota concentración de los mejores artistas de la zona. Por su situación geográfica, era paso de varios caminos de mercaderes indígenas que se comunicaban con distintas regiones del país por el mismo río Magdalena, arteria vital durante todo el proceso histórico de Colombia y por la continua interrelación con culturas vecinas, lo que hacían de la ancestral ciudad sitio privilegiado. Centros de importancia que comparten similitud con Honda se hallan en el municipio del Espinal, Tolima, donde se han encontrado esplendorosas copas ceremoniales, duhos y botellones decorados con pintura positiva sobre baño rojo. Otro sector se encuentra en las Vegas del Sabandija y el sistema montañoso que rodea el mismo río en el municipio de Armero, Tolima, donde se ha descubierto evidencia de gente importante, quienes escogieron este hermoso lugar para ser sepultados. Se han hallado, en este mismo municipio, otros lugares donde hubo gran actividad social, zonas de marcada función ceremonial, sitios de avanzadas prácticas agrícolas y vastos centros de desarrollo comunitario (excavaciones arqueológicas en diversos depósitos o basureros de cerámica y desperdicios de cocina). Describiendo el mapa político prehispánico del territorio habitado por los Panches, abordamos su componente fundamental, la aldea. Señorío independiente, blanco de conquistas sucesivas, perduró en la Nueva Granada bajo el modelo colectivo de pueblo de indios. Un procedimiento de atomización y simplificación lo derogó como cuerpo político, aunque en el municipio moderno sobreviven los topónimos y linderos que le dieron identidad. El gobierno efectivo de la colonia se ejercía a través de esas jurisdicciones en su mayor parte corregimientos o partidos. El mapa político de la Nueva Granada refleja lo que existe detrás de ellos, un gobierno ramificado con una burocracia dispersa y una administración descentralizada. Las jurisdicciones coloniales no fueron invención española, fueron copiadas con ciertos ajustes de los señoríos precatólicos, respetando en lo esencial su organización y linderos. La forma como se encontraban organizados estos señoríos y su estructura se consideró esencial para la buena marcha del sistema colonial.

Para dar una idea de este ordenamiento territorial, puedo citar todas las agrupaciones que se han podido encontrar en el sector dominado por los indómitos Panches. De igual forma la parte toponímica, consistente en la evaluación del nombre de un lugar, resulta reiterativo en el sufijo IMA, reflejando claro que esta nación fue dominada por gente de origen típicamente caribeño. La mayoría de los nombres a continuación presentados, coinciden inequívocamente con este examen que refuerza de alguna forma la búsqueda dentro de la zona limítrofe enmarcada anteriormente de los principales pueblos del país de los Panches: Anolaimas, Ambalemas, Anaimes, Anca-Abea-Ujiate, Anapoimas, Bledos, Bituimas Bocanemes, Bulundaimas, Combeimas, Calamoimas, Conquimas, Condimas, Conchimas, Caimas, Colimas, Calaimas, Calandaimas, Doimas, Herbes, Guacanes, Gualíes, Guataquíes, Guasquias, Chapaimas, Chapaimillos, Iqueimas, Iquimas, Lumbíes, Luchimíes, Luchutas, Lutaimas, Mátias, Manoas, Marquetones, Mátimas, Metaimas, Nataimas, Nimaimas, Nocaimas, Onimas, Ondamas, Panchiguas, Pascas, Síquimas, Sasaimas, Sutaimas, Tocaremas, Tocaimas, Taimas y Taquimas.

Los Españoles cronistas documentaron, en su lengua, los sonidos que escuchaban. Es por ello que encontramos muchas veces la misma palabra escrita en formas diferentes, lo que por supuesto impide mayor comprensión y estudio de estas lenguas precolombinas. Es de anotar el hecho de que muchos pueblos y lugares del Tolima y Cundinamarca conservan los nombres originales del lenguaje Panche (mezcla del idioma Caribe con dialectos locales). Nombres tomados de héroes y gobernantes, siendo su pronunciación algunas veces parecida y otras incorrecta, ya que por el transcurso del tiempo, la pérdida de fonética a la traducción de las palabras, la imposición de otra lengua única como el castellano y poco o nada de interés por quienes habitaron posteriormente estos pueblos, dio como resultado el nombre de estos municipios, que sin duda provienen del lenguaje Caribe.

 

Idioma Panche. ¿Mezcla de lenguas?

Hablo de idioma Panche porque la lengua Caribe, la que estos usaban, sufrió interferencia lingüística de los pueblos locales que precedieron a la conquista Caribe, invasión que supongo debió haber tenido características poco comunes en la época. Algunas de las conquistas realizadas por los Caribes fueron pacíficas. Los Panches, además de su idioma, manejaban con propiedad las lenguas habladas por sus vecinos, lo que se dio gracias a la intensidad del intercambio comercial y porque con seguridad estaban socialmente más cerca de sus vecinos de lo que hoy día podemos imaginar. Antes de imponer su habla o arrasar una cultura como era característico en otro tipo de conquistas, mezclaban su idioma nativo ampliando su léxico sin perder su gramática simplificada. Este fenómeno no sólo se dio con los Caribes del interior, sino también lo vemos en las Antillas del navegante Colón donde, igualmente, se refleja una interacción pacífica entre Caribes continentales y Arawacos que vivían en estas islas.

No han sido suficientes los esfuerzos que se han realizado para determinar si entre los Panches existía al igual que los Caribes de las Antillas o Kalinagos, dos dialectos, ya que no se ha encontrado prueba histórica que sustente este comportamiento, el de hablar dos idiomas “el de los hombres y el de las mujeres”. El padre Raymond Breton, quien estuvo por espacio de varios años entre los Caribes de las Antillas en la primera mitad del siglo XVII, sostuvo que este sistema de lengua dual fue el resultado de una invasión a las islas antillanas por hombres de habla Caribe provenientes del Sur de América, quienes tomaron posesión de las islas y de sus habitantes de habla Arawaco. Pese a las sugerencias del padre Breton, estudios de expertos lingüistas como Berend Hoff de la Universidad de Leiden, o trabajos más recientes como los de Douglas Taylor, contradicen estas hipótesis. Tales científicos sostienen que la lengua hablada por los hombres de estas islas es nativa; una lengua que guarda extenso léxico y una gramática altamente simplificada. Si la lengua hablada por los hombres es como otras jergas nativas, ello reflejaría más que una intervención forzosa, una acción pacífica entre Caribes americanos y Arawacos antillanos.

Volviendo al Tolima de los Panches, se ha encontrado apoyado por crónicas españolas y el investigador Pedro José Ramírez Sandoya (Diccionario Indio del Gran Tolima) que además del Caribe, en esta zona también existen muestras de palabras en otras lenguas como el Tucano, quechua, y el Chibcha. Otro punto destacable es la interferencia lingüística de los Panches que con su idioma, mezcla del Caribe y otros dialectos, se extiende hasta el día de hoy y es así como aún usamos palabras en nuestro vocabulario cotidiano. Para dar algunos ejemplos citamos las siguientes: Arepa, ahuyama, bagre, batata, barbacoa, batea, bohío, bejuco, cacique carey, cabuya, canoa, caney, guayaba, guácimo, guarapo, guayacán, guaca, guambito, guacharaca, guácimo, guarapo, guama, hamaca, huracán, iguana, igua, iraca, morrocoy, mamey, maíz, nigua, Síquima, Tolima, totuma, tabaco, y yuca, entre otros. Actualmente aquí en Colombia la lengua Caribe sólo se habla entre los indígenas Motilones y los Chocoes.

 

Demografía y territorio

Fue desastroso para los nativos colonizados el efecto inmediato de la conquista y la posterior colonización de regiones densamente pobladas en América. Una combinación de enfermedades epidémicas, de trabajos forzados y excesivos, suicidios colectivos, guerras de exterminio, destierros, rompimiento del núcleo familiar por la separación de sus integrantes y el aborto voluntario entre muchas causas más, produjo a finales del siglo XVI uno de los descensos demográficos más catastróficos y menos documentados en la historia universal. Los datos de la época son contradictorios sin impedir por supuesto un desvergonzado empleo de las cifras para la propaganda que más conviniera. No obstante, estudios actuales basados en investigaciones de campo proporcionan datos importantes como puntos de referencia para determinar el tipo y tamaño de la población en cuestión. Un cúmulo de depósitos arqueológicos bien analizados, da pie para calcular épocas cronológicas y el tamaño aproximado de la población que los almacenó. Con estos datos y el trabajo estadísticamente tratable que se encuentra en los archivos, guardan importantes puntos para los cálculos demográficos, siendo así como estos nuevos investigadores estiman una población precolombina a la llegada de las primeras tropas europeas a nuestro territorio de más o menos 12 millones de habitantes.

Cuando se empiezan a relatar estos temas en el siglo XVIII, sobre los Panches no se hablaba de cifras específicas, sólo de la cantidad de indios que iban quedando, aunque se sabe, gracias a la arqueología, que la nación de los Panches estaba densamente poblada y altamente cultivada. Las Reales Cédulas dan testimonio de abusos y atropellos contra la población sobreviviente Panche, disponiendo la sustitución de los indios de esta zona por negros esclavos provenientes de una populosa e inhumana migración. El fraile Pedro Simón da algunos datos que siendo veraces o no, ayudan a tener una idea sobre los cambios demográficos sufridos por los Panches en esta región “...de millón y medio que habitaban las márgenes del Magdalena ahora quedaban solo quinientos mil...” pero más adelante el sacerdote escribe,” …que de una basta población vinieron a quedar solo mil quinientos...” Siendo mayor o menor, la cifra concuerda con estudios arqueológicos de población, los cuales advierten la presencia de gran actividad poblacional en la zona y sus alrededores. En efecto, sólo un pueblo de alta densidad demográfica y características sedentarias pudo dejar esta gran cantidad de vestigios esparcidos por todo el norte y sur del departamento del Tolima.

Según el doctor Woodrow W. Borah, cuidadoso analista de documentos en el periodo de la conquista y partiendo de detallados estudios monográficos sobre regiones y períodos determinados, advierte sobre una población en todo el continente americano aproximada de 100 millones de habitantes al desembarco de los primeros galeones europeos. Lo cierto es que la población del país de los Panches, cualquiera que se hubiese registrado, se diluyó por la fuerza de la colonia, absorbiéndose en la guerra, la inmolación, el mestizaje, odio, destierro y olvido, alcanzando tristemente el límite de la extinción. Los desplazamientos poblacionales caribeños al interior de Colombia, fueron no sólo la fórmula de expansión Caribe, sino también un vehículo para la dispersión de formas e ideas que darían vida a nuevas subculturas. Para que ese flujo humano y de rasgos culturales pudiera darse, era necesario un clima de permisividad y de disposición a la aceptación. Fue, bajo este ambiente, que los viejos asentamientos y los nuevos colonos se entendieron, relacionaron y crecieron, creando nuevos pueblos bajo reglas entremezcladas. Frecuentemente se aliaban con otros grupos y comunidades de filiación Caribe, Chibcha, Quimbaya o Calima.

En este estudio existe un marcado e importante comportamiento que el pueblo Panche empezaba a adoptar de la sociedad Azteca. Aspectos admitidos en su comercio, en el arte, en lo religioso y en lo militar. Aceptación que se aleja mucho de ser igual pero ya se empezaban a encontrar marcas del interés de los Panches por este complejo y grandioso Imperio. Un proceso inverso se presentó, según el historiador Hugh Thomas, descrito en su magnifica obra (La Conquista de México), con esta última gran cultura precolombina allí asentada. Comenta el historiador que el manejo del arte orfebre de los Mexicas o Aztecas estaba muy influenciado por comunidades aborígenes del interior de Colombia. Este aporte en el arte comprendía técnicas del vaciado y fundición del oro, martillado, alambrado en frío y cera perdida. También proveían a los aztecas del oro extraído de yacimientos auríferos de minas locales, necesario para la elaboración de las joyas para los grandes señores del imperio de los Mexicas. Se advierte con gran interés que las manifestaciones artísticas de los Panches y en general de la cultura Tolima, se halla dispersa en la mayoría de comunidades vecinas como en el caso de las zonas habitadas por Muiscas, Quimbayas, Tierradentro y Calimas, donde se han encontrado objetos con el distintivo estilo Tolima.

Esa dinámica y ese ambiente de relativa tolerancia prolongados por muchos años, dejó escapar un poco común intercambio comercial y cultural entre diversas comunidades en un perímetro más bien reducido. En el registro arqueológico hay datos como los nombrados anteriormente que lo confirman, pero quizás el ejemplo que estamos más acostumbrados a ver es la cantidad de volantes de uso o torteros de otros pueblos encontrados en áreas de fronteras, aunque si bien en menos cantidad, también es posible encontrarlos en zonas residenciales ubicadas mas al interior del país Panche. Tomando tres centros comunitarios y comerciales de importancia en territorio Panche como es Calambata cerca a Guaduas, Cundinamarca, que comparte al igual que con las Vegas del Sabandija y Espinal, Tolima, similitudes extraordinarias en los volantes de uso mostrando asimismo una gran variedad en dimensiones, diseño y elementos decorativos especialmente llamativos e instructivos, algunos como debería ser, no pierden su estilo Caribe, aunque otros, por sus expresiones y manufactura, no tienen duda que son de procedencia del altiplano Muisca. Con bastantes ejemplos más para anotar, no se deja de pensar en que dada la proliferación de artefactos de diferentes culturas, el territorio de los Panches haya funcionado también como país integrado, en gran medida por grupos relativamente autónomos, quizás de origen diverso.

 

La conquista del Nuevo Reino de Granada.

La conquista de los nuevos territorios se caracterizó por estar comprendido entre el tercer periodo del proceso de urbanización europea en nuestro país, etapa que comienza en el año de 1.535, precisamente cuando los conquistadores rompen el cerco de la resistencia de pueblos del litoral Atlántico como los Taironas. Seguidamente marchan varias columnas militares que penetran en el interior de Colombia, siguiendo unos patrones naturales de sentido norte - sur, los valles de los ríos Magdalena y Cauca, e historias de tesoros fabulosos que alimentaban sus obsesiones de lucro y grandeza.

Hubo dos ciudades, o mejor dicho pueblos, desde donde se organizaron largas jornadas de conquista, Cartagena y la desventurada Santa Marta, pero la última está considerada como laboratorio de expediciones de donde salió mucha gente europea a la conquista de estos territorios y al encuentro de fortuna. De los primeros europeos que se tiene noticia estuvieron en la región norte del departamento del Tolima fue el descubridor, conquistador y hombre de leyes don Gonzalo Jiménez de Quesada y su tropa (La Santa Compañía) en 1.537, quienes comisionados por el adelantado de Canarias y gobernador de Santa Marta don Pedro Fernández de Lugo tenían como designio encontrar el nacimiento del río Magdalena.

Las sociedades precolombinas, en especial los Caribes, Chibchas, Arawacos y Quimbayas, disponían de una extensa red de centros urbanos unidos por cientos de caminos que sirvieron a los conquistadores como las primeras vías para transitar su cultura y continuar extendiendo sus dominios. El área descubierta por el teniente general don Gonzalo, fue llamada el Nuevo Reino de Granada y comprendía más o menos lo que hoy en día serían los departamentos de Santander, Boyacá, Cundinamarca, Tolima y Huila. Estos territorios de la Nueva Granada estaban bajo el gobierno de Santa Marta e incluían también los territorios del Río del hacha, hoy Riohacha y los de Cartagena y a su vez estos dependían de la Real Audiencia de Santo Domingo en la isla Española.

El licenciado Gonzalo Jiménez de Quesada salió de Santa Marta el 5 o 6 de abril de 1.536 con cerca de 700 conquistadores españoles, divididos en pequeñas compañías de unos 50 hombres. Quesada probablemente llevaba algunos indios caribeños de gran ayuda, que entre otras cosas fueron sus sirvientes, guías, preparaban sus alimentos y cargaban equipos, víveres, vituallas, municiones, tiraban de la artillería y, tras ellos, algunas niñas indias de placer. El grueso de la expedición lo hacían las bestias de carga y cerrando el desfile venían cerdos, gallinas, cabras, algunas reces y varios esclavos africanos que al igual que los indígenas y animales llevaban la carga y a algunos españoles a cuestas. La correría del comandante Quesada, contaba con cañones de hierro forjado de poco más de un metro de largo capaces de disparar balas o piedras. La expedición o legión de mercenarios, además llevaba caballos reservados para los capitanes, numerosos perros de fundamental ayuda, pues eran diestros para la lucha y las sangrientas aperreadas o emperradas, término que significa azuzar perros de presa contra la población indígena, casi siempre indefensa.

El 12 de marzo de 1537 llegaron a Guachetá (Cundinamarca), enclave de la grandiosa sociedad Chibcha, ante quienes alegaron ser embajadores de un Rey muy lejano. Con esta maniobra habían iniciado la conquista de las zonas altas de los Andes Centrales. Pero lo que no sabían sus pobladores, por supuesto, era que dicho rey, Carlos V, no tenía idea de lo que Jiménez de Quesada estaba haciendo, que ni siquiera sabía quién era, y que no le había encargado ninguna misión. Ya descubiertos y conquistados estos territorios y los antropocéntricos Muiscas, fueron tristemente sometidos a la caída de Saquexazipa (Sapiga), último Zipa sucesor de Tisquesusa quien murió asesinado, humillado y destrozado durante el tomento a que fue sometido directamente por los capitanes García Zorro, Fernán Pérez y Suárez Rendón en cumplimiento de un fallo tan rápido como el juicio y cuyo veredicto lo dio quien además de ejecutar la sentencia actuaba como máxima autoridad del jurado, el capitán García Zorro. Gonzalo Jiménez de Quesada, por la autoridad que le concedía la Corte Española, y en calidad de Comandante General y gobernador en ese momento por no haber otra autoridad distinta, permitía la condena a muerte al valiente Zipa por encontrarlo culpable del robo al tesoro de España, a la voluntad de Dios y al Emperador. Con hechos desafortunados y lo que marcaría lo que habría de venir, se fundaría la ciudad de Santa Fe y se crearía el Nuevo Reino de Granada. Sin actuar en forma diferente a otros conquistadores que deseaban gloria y riqueza, la actitud de don Gonzalo durante estos dos años de rastreo en los Andes, lo coloca en un nivel privilegiado de despiadado saqueador.

 

Marcha hacia la nación Panche

Pasado el invierno de 1.537, Gonzalo Jiménez de Quesada que se encontraba ya en Bacatá, hoy Funza, da la orden al capitán Juan de Céspedes de explorar nuevas tierras. El oficial es conducido por guías Muiscas a Tibacuy, entra por dominios del Cacique Cónchima a territorio de los Panches donde se mostró poco amigable, arrogante y hostil. Sus comentarios y los de sus cronistas son de intrepidez, vigor y disciplina que hace contraste con las observaciones hechas sobre los Panches, desordenados, belicosos, vengativos y antropófagos. Fue la primera expedición castellana en suelo Panche. Durante este mismo año, Jiménez de Quesada personalmente se dirigió por las ásperas montañas de Tocarema para hostigar a sus pobladores con el ánimo de intimidarlos y, así, que les entregaran su oro y abandonaran sus tierras. Los Panches de este sector no cedieron a estas presiones y en respuesta declararon la guerra a los invasores y a sus resignados aliados. La evidente decisión de los Panches de luchar hasta la muerte convenció a Jiménez de Quesada de amargas realidades que él, sus capitanes y camaradas, no dispondrían de estas tierras y sus riquezas hasta no poner una cuota de sacrificio muy alta. La toma de estas tierras en posesión de los orgullosos Caribes no sería tan relativamente fácil como fue la toma de la sabana de Bogotá. Sin embargo, la astucia del conquistador hace que los primeros sacrificados en estos interminables combates sean por supuesto las huestes de los Zipas Muiscas.

En un acontecimiento histórico difícil de repetir, Jiménez de Quesada, Nicolás de Federmán y Sebastián de Belalcázar, concurrieron a un mismo tiempo y un mismo sitio, por lo que cada uno de ellos reclamaba la conquista de un nuevo reino, originándose una disputa territorial. Los tres altos oficiales convinieron el regreso a Europa para que la corte española decidiera sobre tan complicados litigios. Fue así, entonces, que el 12 de mayo de 1.539, los tres generales expedicionistas salieron rumbo a Guataquí (Cundinamarca), una de las primeras poblaciones de origen Panche en ser tomada por europeos y primer puerto de embarque sobre el alto Magdalena. Es de anotar que la población de Tocaima (Cundinamarca) frente a Guataquí, también de origen Panche, fue sitio estratégico para la explotación de las minas de La Sabandija, Venadillo y Mariquita en el norte del departamento del Tolima (Fernández de Piedrahita). Entrando por Zipacón encontró gran ayuda por parte del Síquima para pasar al lado occidental de la nación donde se encontraban estas magníficas minas. Pero esta relación amistosa no duró mucho. Los españoles empezaron una guerra que tardó 11 años, de 1.540 a 1.551, para someter por la fuerza a los Panches del Cacique Tocaima. El 20 de marzo de 1.544, el capitán Vanegas Carrillo fundó la ciudad de Tocaima.

Para Europa el evento de la conquista les abrió un horizonte inesperado. Propició cambios profundos en lo político, cultural, teológico y económico. Según informes oficiales de la administración colonial española, aproximadamente un siglo después de iniciada la conquista en América, se transportaron a la península Ibérica 181 toneladas de oro y 16.000 toneladas de plata. Estas cifras no tienen en cuenta que tanto los oficiales, soldados, frailes, recaudadores, adelantados etc., se quedaban con la mayor parte del oro, plata y piedras preciosas que robaban, explotaban, encontraban o recaudaban. El intenso comercio de América hacia Europa creó unas figuras que hoy día aun están vigentes. En Europa circuló por espacio de quince años diez veces más oro del que normalmente circulaba, produciendo una gran expansión mercantilista, animando de esta forma el nacimiento del capitalismo entre España y Portugal quienes a su vez gastaban y guardaban ese oro en Holanda e Inglaterra.

En dos bergantines, el uno para Jiménez de Quesada y para el alemán Federmán y el otro para Belalcázar, por espacio de 17 kilómetros navegaron sumidos y distraídos por sus disputas jurisdiccionales, sin percatarse nunca de estar en pleno corazón de la nación Panche. Tampoco estos imaginaron que aquellos extraños serían los nuevos propietarios de sus tierras, destructores de sueños y verdugos de sus cuerpos y sus almas. En este recorrido, los conquistadores se encontraron con el que se considera uno de los pilares de la cultura Panche, Honda, Tolima. Los conquistadores y sus problemas siguieron rumbo a Europa pero el pueblo Panche quedó expuesto al amargo y demoledor orden colonial.

 

Diplomáticas de armas tomar

Las mujeres que para algunos conquistadores e historiadores eran de “atractiva presencia, hermosas y de varonil aspecto”, participaban en forma directa tanto en el ámbito político y religioso como en los encuentros bélicos. Eran de bellas facciones, extremadamente limpias y delicadas, de cuerpos sanos, bien tenidos y esbeltos. Tal vez el mayor reconocimiento que se le daba a la mujer en la escena de la contienda bélica, (extraña conducta para los europeos) era el de conciliadora y artífice de los tratados de paz. Este carácter de diplomáticas en asuntos de estado, coloca a la mujer Panche en uno de los estratos más importantes en esta sociedad sin trazo alguno de discriminación sexual. Estas hábiles, apuestas y trabajadoras mujeres para ejercer tan delicada labor plenipotenciaria, desde luego se capacitaban en asuntos como la política, religión, lenguas, danza, música y sobre todo el conocimiento absoluto de su oponente.

A continuación lo que Gonzalo Jiménez de Quesada decía sobre ellas: “Tienen estos Panches una costumbre en la guerra también extraña, nunca envían a pedir paz ni tratan de acuerdo con sus enemigos si no por vía de mujeres, pareciéndoles que a ellas no se les puede negar cosa y que para poner en paz los hombres, tienen ellas más fuerzas para que se hagan sus ruegos”.

Ellas tenían una inmensa responsabilidad social, ya que hacían todos los trabajos dentro de la comunidad cuando los hombres se dedicaban a la tarea de defender su estado o invadir nuevas tierras. Sin embargo, la presencia constante de las mujeres en el combate contra los invasores castellanos, no necesariamente caracteriza una comunidad bélica; por el contrario, se presume que es la respuesta masiva de un estado agredido, asumiendo un papel serio en defensa de su pueblo. Valientes, osadas e inteligentes mujeres tomaron parte en la defensa de sus aldeas contra la provocación española y eran señoras de grandes y potentes ejércitos que lucharon contra la vileza a que sus pueblos habían sido sometidos. Entre los relatos más publicados por los cronistas tenemos el de la Cacica Madre Gaitana, que con su triste historia nos transporta a los horrores y posturas inmoderadas de la conquista española de aquellos tiempos. Sus acciones de guerra en defensa de sus tierras han sido continuo motivo de leyendas y de símbolo nacionalista. Pero junto a esta intrépida Cacica Yalcona, tenemos cientos de heroínas, que poco o nunca han sido nombradas en las remembranzas de la historia Colombiana. Aliada de los Paeces, nación nunca vencida, y de los Pijaos, combatieron juntos con coraje y sorprendieron a los conquistadores en múltiples ocasiones.

 

Última frontera

A finales del mes de abril de 1.544, los conquistadores comandados por el capitán Hernán Venegas, a nombre del emperador Carlos V, tomaron posesión de las tierras de Tocaima, gobernadas por el Guacana, que era el más poderoso y respetado de todos los Caciques Panches de ese lado del Magdalena (lado oriental del río). Lachimi fue hecho prisionero y posteriormente asesinado después de haber sido derrotado tras una sangrienta guerra. Calandaima, Cacique de Anapoima, también fue sometido por la fuerza. Cónchima, se presentó voluntariamente pero se desconoce su suerte. Iqueima, cuyos dominios se encontraban en la margen izquierda del río Fusagasuga, fue vencido en un asalto sorpresa. Yuldama, Gran Señor de un basto sector del norte del Tolima, valeroso líder de los Gualíes, organizó otras parcialidades de la nación Panche como los Guasquias, Onimas, Abeas, Marquitones e importantes líderes menores para hacer frente a la desenfrenada y arrogante intervención española. Sustentador de la rebelde trama, Jiménez de Quesada ordena a su capitán Juan Esteban confrontarlo con un poderoso ejército. Según la historia colonial, fue muerto en combate por la lanza del oficial español que le atravesó su tórax. Pompomá, Síquima de una extensa zona, margen occidental del río Magdalena, tío del Cacique Cirircua, aliado y colaborador incondicional de los cacicazgos Gualí y los Onima, tuvo a su heredero secuestrado por el comandante Gonzalo Jiménez de Quesada para poderlo doblegar. Cirircua, Cacique hijo de Yuldama “mozo soberbio, de valiente brío, que a la muerte de su padre Yuldama, llama al indio Pompomá que era su tío”, batalló a los españoles hasta que no pudo más. Su voluntad fue quebrantada y finalmente en acto desesperado acató el yugo español. Guastía, Cacique principal que gobernaba tierras próximas a Bogotá, se destacó cuando intervino en la batalla contra Gonzalo Jiménez de Quesada y su sobrino Jerónimo Hurtado de Mendoza, quien muere en la refriega contra los Panches en la zona de Mariquita. Niquiatepa, Síquima que con determinación defendió su gente de la esclavitud, logró reunirse con otros Caciques para enfrentarse contra la conquista de la destrucción y colaboró en la alianza con los Gualíes Abea, Avea o Anea, Cacique “de gente robusta y en su trato desenvuelta”, fue el principal autor de la revuelta y colaborador de los Gualíes. Su zona de gobierno fue el de las tierras al rededor de la población de Guayabal Tolima. Se entrega a los españoles afirmando ser libre y exento de cualquier culpa. No obstante su entrega, fue detenido y encadenado. Cimarra, Cacique menor, colaborador de los Gualíes, fue bautizado con el nombre de Pedro. Nunca entendió la injusticia contra su pueblo y a pesar de colaborar y ser obediente, decidió luchar contra el régimen que no pudo comprender, contra el imperio que practicaba una doble moral y sólo buscaba el exterminio para su gente. Totor, Síquima que acompañó y dio obediencia a Yuldama en alianza fallida para vencer a los españoles. Uniatepa entregó su mando y obediencia al pacto con los Gualíes. Uniguá, dedicó su vida a la expulsión de los españoles de sus tierras e hizo parte de la alianza con los Gualíes. Ujiaté, Cacique menor que se revela y forma parte de la agrupación con los Gualíes contra el yugo español. Terminada una refriega, el teniente general Gonzalo Jiménez lo manda llamar para buscar la paz porque no hay otro camino, pero Ujiaté, en gesto de buena voluntad, envía a su hijo quien fue secuestrado y encadenado por Jiménez de Quesada junto con otros importantes jefes traicionados. Ondama, Señor de Honda, “mañoso y esforzado”, gobernó el sector que hoy día lleva su nombre. Acompaño a sus hermanos en la coalición de los Gualíes y otras etnias para luchar contra los castellanos en la liberación de su nación.

Estos doce últimos Síquimas bizarros y montaraces, a partir de Yuldama, conformaron una de las últimas resistencias serias que se le hacía a la colonización europea en el norte del Tolima. Esta confederación de señoríos logró acertar un duro golpe moral y militar, ocasionando gran dolor tanto al ejército español como a la sociedad colonial de la época; cuando en combate los Panches dan muerte al Capitán Jerónimo Hurtado de Mendoza, sobrino muy apreciado del adelantado don Gonzalo Jiménez de Quesada. Estos exaltados en armas contra el nuevo orden fueron llamados por los españoles “Sustentadores de la Rebelde Trama”. El levantamiento de estos cacicazgos, más que todo tuvo como centro de acción el norte de Tolima y sus protagonistas fueron Panches, algunos de ellos mestizos y convertidos.

Otro grupo de capitanes que llamaron la atención de cronistas castellanos por su poder de mando, corpulencia física y astucia, fueron Antar, Chires, Ibicora, Imibi, Tupa y Tartapo.

Derrotados y sometidos estos importantes señores, su pueblo fue cayendo lentamente al consiguiente repartimiento tributario y el trato fue el de menos que esclavos por los encomenderos. El lado oriental del río Magdalena fue tomado y los hijos de esta vigorosa nación fueron aniquilados en gran parte por el excesivo trabajo en las minas. En el año 1549, el visitador y juez de residencia, licenciado Miguel Díaz de Armendáriz, comisionó al capitán Francisco Núñez Pedroso para marchar a la conquista y pacificación de los Panches al lado occidental del río Magdalena. El 28 de agosto de 1551 se funda San Sebastián de Mariquita por el capitán Núñez Pedroso para que sirviera de base para la explotación de las minas y para hacer frente a quienes se proclamaban como únicos dueños de estas tierras, misión que ya por este tiempo fue encomendada por los oidores Juan López de Galarza y Beltrán de Góngora desde Santa Fe. Entretanto y por muchos años, las tropas españolas comandando grandes ejércitos de mercenarios Muiscas, intervinieron violentamente ocupando población tras población, arrasando, quemando, saqueando, ahorcando, destrozando casas, sembrados, y cautivando a quienes se dejaban capturar vivos con sus familias para ser esclavizados y bautizados.

Los castigos corrieron horrorosos para que fueran tomados como escarnio y ejemplo. Fueron, aperreados, de la palabra aperrear (cautivos indios entregados a los feroces perros mastines para que fueran despedazados vivos), ahorcados, decapitados, muertos a garrote, azote o a piedra, tormento de quema de pies y cuerda al cuello, quemados vivos; sus cuerpos destrozados y colocados en sitios públicos hasta que los restos quedaran hechos polvo, para que no quedara memoria y los demás entendieran que este castigo se daría a otros que cometieren el mismo delito. A algunos sobrevivientes se les amputaba un pie para que no huyeran, muchos hombres ancianos y niños terminaban castrados como consecuencia de los experimentados perros de guerra, otros fueron entregados a los soldados Muiscas quienes los descuartizaron, a no pocos se les obligó a establecerse en sitios determinados, condenaron a pena de muerte a quienes salieran de estos lugares o se les encontrara algún tipo de arma y a pagar los gastos de la pacificación. Los combates van de un lado a otro de la frontera, la resistencia era férrea, casi inquebrantable y se prolongaría por espacio de 70 años, la cual culminaría con la creación de fortines militares y la fundación de villas, doctrinas, encomiendas, curatos, pueblos de indios, pueblos de blancos, resguardos etc. Finalmente con la guerra pacificadora, bajo la dirección del presidente de la Real Audiencia Juan de Borja, su gestión debería acabar por completo con todos los levantamientos indígenas del Nuevo Reino. Esta presión militar, religiosa, política y económica ejercida por Borja, duró desde 1605 a 1611 y fue llamada guerra sistemática.

Rodeados por caseríos españoles, que no eran más que fuertes militares de dominación y represión; (al norte Mariquita y Honda, al sur por Ibagué y Venadillo, al occidente con Frías y Santa Ana de los Caballeros,- Falan), los Panches fueron lentamente sometidos. Con toda evidencia, el pensamiento de los conquistadores y las ordenanzas reales iban encaminados a desplegar fortines defensivos y ofensivos ejecutados por personal militar con claras preocupaciones estratégicas.

Al despoblar las riberas del Magdalena y sus afluentes, los Panches se quedaron sin su gran recurso del pescado, y al quemar sus maizales y cultivos de pan coger se perdió la base de su alimentación. Los grandes y bastos centros poblados en los cuales habitaban los Panches y vecinos perdieron así la posibilidad de sobrevivir. Los sometieron, asesinaron y dispersaron por todos lados, los aislaron hasta convertirlos en forajidos y cimarrones “indios del monte”, sin cultura alguna; perdiendo la noción de haber sido impetuosos.

Sin educación, patria, ley y cultura, se transformaron en seres violentos, atrevidos e incultos. No tuvieron otra alternativa que la de sobrevivir desarrollando su agresividad, crueldad y astucia. Su condición física también se afectó a causa de una pésima dieta porque no se les permitía cosechar ni comer por una endogamia excesiva, ya que no tuvieron con quién más mezclarse que con los de su mismo grupo o entre sus propias familias, acto que desencadenó problemas y desórdenes de índole genética. A raíz de estas causas, sus hijos ya no lucirían grandes, fuertes ni esbeltos, ni sus mujeres hermosas e inteligentes y las tierras de los Panches entraron a la órbita del repartimiento diseñado por la monarquía. El Papa Alejandro VI por medio de una bula, reconocía la propiedad sobre tierras y habitantes de nuevos territorios descubiertos a la corona, y a su vez, los Reyes Españoles por ser propietarios del Nuevo Mundo, concedieron las tierras a conquistadores y colonos por medio de una gracia o Merced Real.

En 1594, una Cédula Real estableció que las tierras baldías o realengas se debían adjudicar mediante subasta pública, generando inmensas ganancias a España, quien también autorizó la concesión de tierras comunales y creó los ejidos. La mayor parte de las tierras de los Caribes del interior de Colombia fueron muy productivas en la minería, pero sobre todo en la agricultura, siendo el tabaco uno de los productos más destacados. En 1627 por exigencia del visitador don Lesmes de Espinosa Saravia, oidor de la Real Audiencia, se fundan alrededor de las doctrinas los primeros pueblos llamados en sus inicios Pueblos de Indios. Es así como nacen los poblados de Sabandija o Angosturas del Sabandija, Guayabal, Santísima Trinidad de Coello (Coello), Coloya, San Sebastián de las Piedras (Piedras), Santa Lucia de Ambalema (Ambalema) y Venadillo. Luego de estas fundaciones, don Lesmes pide a encomenderos y curas doctrineros la introducción de indios traídos de otras partes y negros para fundar a Guayabal y la aldea de Méndez. La encomienda establece por obligación crear la doctrina y la doctrina una iglesia, generando el caso que donde quiera se encontrara una concentración indígena; los curas Franciscanos y Dominicos, los primeros en el interior de Colombia, fueron seguidos por Jesuitas, Mercedarios y Agustinos, en su propósito de evangelizar. De esta forma se anticipaban a la autoridad civil en cuanto a organización social. Sin embargo, estos códigos de disciplina estaban sujetos a las normas morales de la Iglesia Católica. Los curas recibían para adoctrinar lo que sus militares dejaban y fueron estos sacerdotes doctrineros, sin duda alguna, la avanzada civilizadora de la España colonialista.

Los pueblos de indios no garantizaron la permanencia de indígenas desposeídos de sus tierras en estas nuevas fundaciones que empezaron a constituirse a partir de 1593, cuando entró en vigencia el nombramiento de Corregidores de Indios, pero sí en cambio se fomentó el reemplazo de los naturales por una nutrida y creciente población de mestizos y blancos pobres. Dentro de ese proceso la región del Sabandija pasó a ser la despensa de alimentos más importante para la Villa de Honda y Mariquita y a vivir una era de gran productividad agrícola, tecnología minera primitiva pero eficiente, habilidades manuales y fuerza de trabajo aborigen, los que pudieron haber asegurado el éxito de la empresa minera española en esta zona.

 

Daño histórico por los relatores de la conquista.

Uno de los cronistas que mayor esfuerzo hizo para acercarnos al hombre indígena fue Fray Pedro Simón, gran narrador no sólo para hablar de la grandeza de sus acompañantes conquistadores, sino para deslegitimar a grupos Caribes como Panches, Pantágoras y Pijaos. Poniéndolo de alguna forma, Simón era un corresponsal de guerra que no solamente interpretaba de la mejor forma los intereses del sistema eclesiástico al que pertenecía y la corona a la que servia, sino que escribía lo que en Europa estaban acostumbrados a escuchar. Por eso, su trabajo Noticias Historiales y otros por citar algunas como Elegías de Juan de Castellanos quienes defendían la llamada “guerra justa” como una salvaguardia de los llamados justos títulos y como un aterrador castigo para el pueblo que osara oponerse al vasallaje del pueblo conquistador español; deberían cuestionarse al menos cuando hacen referencia a estas gentes.

No podemos desconocer que fue una época de censura, excomunión, persecución y muerte impuesta a aquellos que se atrevieran a desafiar, criticar o trataran de cambiar ese orden. Escribir coherentemente con ese tipo de presiones es imposible. Sin embargo, no es pretexto válido y precisamente es otro argumento más para no fiarnos de todo lo que estos escritos dicen. Mencionados cronistas se afianzaron en el supuesto deber de un pueblo civilizado sobre otro que no lo era. Los Pijaos, al igual que los Panches, también sufrieron este maltrato histórico coincidencialmente por los mismos cronistas de esa época pero como los Pijaos aun no han desaparecido, el tema sigue generando obras literarias polarizadas que persisten con el señalamiento y comentarios en detrimento del indígena y como si fuera poco, sugiere la llegada de los españoles a estas tierras como hecho afortunado.

Finalmente nos deja muy preocupados que esta fijación de maltratar el aborigen y las crónicas mal intencionadas, hallan pasado de generación en generación y hoy en día se conviertan en la causa principal del problema de violencia que viven países como el nuestro. Para algunos historiadores, sociólogos y sicólogos, el comportamiento violento, la promiscuidad y la desvergüenza, una inclinación congénita al robo y a la agresión, una propensión a la ebriedad, incapacidad congénita a obrar de acuerdo con la ley y el orden, la descomposición social, la desobediencia o desacato a las leyes y otros males, tienen origen en la contribución étnica indígena. Los cronistas relataron hechos contradictorios con magistral inconciencia, y algunos historiadores actuales los trascriben sin comentarios con la mayor desaprensión. Unos relatores declaran, por ejemplo, que los indios no tienen fe, y más adelante escriben sobre rituales, costumbres religiosas y nombre de dioses. Otros nos presentan estas tribus como bárbaras y comentan después sobre su organización social, arte y métodos de cultivo. Las sociedades dominantes permiten en su interior todo tipo de aberraciones, pero esas mismas son implacables, intolerables e incisivamente críticas cuando ven hacia otras más débiles o subyugadas.

 

Urbanismo y vivienda

Las ciudades americanas no aparecieron con la llegada de los europeos puesto que ya existían grandes y bien desarrollados centros urbanos que los asombraron. Cuando se celebra la fundación de un pueblo o ciudad, se está tomando la fecha en que los españoles llegaron a estas urbes, más no la fecha real de establecida por sus fundadores originales. Esto por supuesto contribuye para imponer la idea que la historia urbana del país empieza tardíamente y comienza con el arribo europeo. La ciudad americana prehispánica, como la totalidad de la sabiduría precolombina, fue negada. Los poblados indígenas mostraban una determinada conformación urbanística, extensos caminos principales que comunicaban sociedades enteras con otras, trochas secundarias que unían unos poblados con otros, calles que acercaban casas con vecindarios, los ríos y arroyos secos desempeñaban el mismo papel que los caminos. Las casas de los jerarcas, de sus nobles y las del pueblo en general, los templos, cementerios, talleres o sitios de trabajo, las huertas, y la crianza de animales alrededor de sus casas, nos manifiestan la existencia de un orden social urbanístico activo y en desarrollo.

Los núcleos de las viviendas se levantaban cerca a centros ceremoniales y funerarios. Esta agrupación de viviendas era llamada aldea y una agrupación de aldeas era llamada señorío. Cada señorío era un pequeño estado teniendo su propia forma de designarse así mismo y cada uno de estos feudos contaba con su propia expresión territorial, teniendo su cabeza visible en un Síquima que equivale a un rey o señor quien no pertenecía a una línea de sucesión.

Las construcciones se agrupaban una junto a otra, de manera nucleada. Algunas de estas increíblemente extensas, otras más pequeñas. Los grandes centros poblados estaban distribuidos según el reparto jerárquico, representando una estructura interna completa donde se desarrollaban actividades vitales que caracterizan un hábitat urbano como residencia, acopio, comercialización, intercambio y la centralización del aparato administrativo, religioso, político y militar. De otro lado existían pequeñas poblaciones en sitios estratégicos donde en menor escala se ejercía el comercio, pero cumplían funciones también de urbanismo como residencia, producción e intercambio. Otro sector de la población se encontraba disperso en todo el territorio, reunido en pequeños núcleos familiares o de parentesco, importantes para el sostenimiento de los medianos y grandes poblados que en ocasiones no eran autosuficientes. Existía una característica en la estructura de estos pueblos aborígenes, eran abiertos, sin fortificaciones, siendo este otro motivo para creer que sus habitantes eran esencialmente pacíficos. Los primeros pueblos Panches fueron fácilmente tomados y desbastados, pero ya en el transcurso de la guerra se trasladaron a sitios escarpados de difícil acceso.

Llega la conquista y la posterior colonización, el español destruye, quema, arrasa conjuntos urbanos de mayor importancia en cuanto a forma y estructura se refiere, sin dejarnos desafortunadamente evidencia física de la ciudad americana. De ahí en adelante, se establecen las fundaciones, caseríos o aldeas españolas con base en una especie de código muy rígido, elaborado en Sevilla, España. Estos pueblos españoles recién erigidos, se caracterizaban por tener un urbanismo militar. Quedaban al mando de un oficial gobernador que se destacaba por su brutalidad y por lo general eran comandantes con problemas de insubordinación a quienes se castigaba con el destierro. Su tropa era un puñado de mercenarios o buscadores de fortuna jóvenes, generalmente incultos, de baja extracción social, iletrados y supersticiosos; quienes a su vez tenían a su cargo esclavos africanos y cautivos indígenas a quienes les hacían pelear las guerras por ellos. Sus guías espirituales eran sacerdotes pobres que venían con el ánimo de buscar fortuna y fueron estos quienes en busca de enriquecimiento crearon el acto sacrílego de usurpar las tumbas sagradas de los pueblos aborígenes, siendo este suceso comúnmente conocido en nuestro medio con el nombre de guaquería. Lo practicaba un cuerpo de funcionarios de la Hacienda Real que eran particularmente deshonestos, proxenetas que traficaban con jóvenes y niñas indígenas raptadas y prostitutas españolas que serian las primeras esposas de soldados y colonos.

Como vemos, los poblados aborígenes desaparecen para dar paso a una nueva sociedad edificada en medio de numerosos antagonismos, bajo la más completa corrupción e inmoralidad. Aunque se encontraban bien establecidos en aldeas; por circunstancias de la migración de animales de caza, pesca y por condiciones de estado de guerra, su movilidad era impresionante. Haciendo referencia a la habitación de los antiguos pobladores del norte del Tolima, encontramos que los Panches solían construir sus casas en lo alto de zonas escarpadas, a manera de fortalezas naturales. Tal parece que este concepto urbanístico fue adoptado precipitadamente en defensa al arribo peligroso de los españoles. Los Panches introdujeron en los últimos 70 años de guerra contra los españoles una forma desesperada de urbanística defensiva. Sin embargo, se ha encontrado evidencia de grandes centros habitacionales con mayor antigüedad, en zonas planas, bajas y fértiles, pueblos no fortificados, abiertos, con gran vocación agrícola; esencialmente armoniosos y pacíficos. Los materiales más frecuentes fueron la hoja de diferentes palmas, bejucos, tallos de caña de chonta y guadua. Usaban diferentes fibras de hojas y tallos para el amarre. La planta era circular con techo en forma de cono. Los elementos para el acabado de los techos más frecuentes fueron la hoja de la palma real, calicá, nolí y una serie de pajas nativas. Las vigas, tirantes, varillones y otros componentes para la construcción, salían del espeso bosque que les proporcionaba todos los materiales para ejecutar estas sencillas viviendas. Entre estas casas, bohíos o caneyes como solían llamarlas, se realizaban varias actividades; se hallaban las cocinas con sus fogones en piedra en donde se preparaban los alimentos; se encontraban los utensilios de cocinas encima de barbacoas de mediana altura y piedras de moler dispuestas en sitios cerca a la pared; estaban dentro de la habitación también sus coloridas hamacas, recogidas durante el día para facilitar el ejercicio de otras actividades y se ejercían algunas labores manuales como la realización de trabajos en pequeños talleres para la talla de piedra o para hilar y tejer

 

Antropofagia, mito o realidad

A diferencia de estas y muchas otras crónicas españolas que relatan cómo se comían unos a otros para saciar su hambre, no se ha encontrado evidencia arqueológica que sustente estos escritos. En excavaciones arqueológicas realizadas en diferentes puntos al norte del departamento del Tolima, algunas de ellas basureros de cocinas precolombinas (rellenos sanitarios) se han encontrado muestras suficientes para creer que todo lo anteriormente expuesto sobre los Panches es pura retórica colonialista. Estos importantes hallazgos indican gran variedad en su dieta alimenticia que van desde restos óseos de diferentes tipos de animales como venados, cerdos de monte, tortugas, roedores, simios, reptiles, aves, diferentes tipos de peces, hasta caracoles, restos de nueces, cereales, huevos, tubérculos, semillas de frutas. De acuerdo a estas crónicas o relatos pensaba encontrar entre todos los desperdicios restos óseos humanos, pero para nuestra sorpresa durante los ocho años de trabajos en estos yacimientos arqueológicos, no se ha descubierto prueba que indique una práctica generalizada de antropofagia en ellos. Los mitos que conducen a que creamos que los Panches eran tremendas máquinas devoradoras de carne humana han perdido validez.

En toda el área de este estudio no hay constancia de hambres colectivas, al menos no antes de la época prehispánica, aunque pudo haber alguna escasez temporal. La pesca y la caza eran abundantes, la agricultura se adaptaba eficientemente a las necesidades de cada región geográfica y el intercambio comercial suministraba los alimentos que no se producían en la zona. No hubo pues la necesidad de apelar al consumo rutinario de carne humana por falta de otros alimentos, como insistentemente algunos historiadores del siglo XX han tratado de hacernos creer. Eventuales fueron los casos comprobados de antropofagia famélica por ausencia forzosa de alimentos, inducida como medidas de guerra auspiciadas tanto por españoles como indígenas en el Nuevo Reino de Granada. Esta medida se adoptó con el ánimo de expulsar de estos territorios tanto a unos como a otros, cosa que desde luego no sucedió. Sin embargo, las hambrunas se generalizaron llegando al triste hecho conocido por todos, a la antropofagia por física hambre.

Los despojos humanos que hemos encontrado en urnas funerarias y entierros primarios, aunque representan zonas arqueológicas y periodos cronológicos muy diversos, nos dan a conocer una nueva y real visión de cómo el cuerpo humano no era una fuente importante de proteína, sino un hecho primordial de respeto, rito y alabanza por lo complejo y riguroso del acto. Los huesos humanos están depositados con delicadeza en sitios predeterminados, escogidos con cautela, acompañados por una serie de elementos decorativos espirituales y de uso personal; los restos animales simplemente se sitúan entre un montón de desperdicios y desechos. No me aparto que a nivel ritual o ceremonial en asocio con la guerra se hubiese adoptado esta tendencia, consumir la carne o beber la sangre de ese enemigo regio a quien vencían en combate, lo que les daría el poder de quedarse no sólo con el coraje y valentía sino también con el alma de su adversario, pero incluso en este caso se trataba de una figura dirigida al culto. Era una especie de sacramento sanguíneo donde la sangre del adversario capturado en estos combates rituales era el medio de comunicación más potente entre los humanos y el universo sobrenatural.

Estudios hechos por la universidad de Berkeley, contradicen las teorías según las cuales el canibalismo surgió en el planeta en forma aislada y generalmente como recurso extremo. Sostiene que la costumbre humana de comerse a los de su misma especie fue más generalizada de lo que se creía hasta ahora. Según planteamientos revelados a comienzos de 1998 en Europa, la antropofagia fue común durante toda la edad de piedra. El canibalismo en estos antecesores del hombre moderno, cuyos restos se estiman en miles de años de antigüedad y que constituyen entre los más antiguos de Europa, era un comportamiento continuo en las comunidades de homínidos, constituyéndose la carne humana en un ingrediente importante en la dieta del hombre primitivo europeo. Que el hombre en general haya tenido que pasar por lo que hoy se ve como una práctica repudiable e inaceptable, verifica dos puntos de vista incuestionables, el funesto o reprochable y la humanitaria o compasiva del comportamiento humano, incluso en periodos tan antiguos como en la etapa prehistórica del hombre.

 

Cocina panche

No todo lo que se ha dicho del indígena americano es cierto y dentro de este marco, por supuesto, entra lo que se dejó dicho sobre los Panches. Tenemos el caso del naturista Bernabé Cobo quien sostenía que para el hombre precolombino no existía la discriminación en materia alimenticia, pues el indio comía desde piojo y sabandija hasta hombre, aunque desde luego esta observación tiene la inconsistencia de todas las generalizaciones. El naturista hoy día es severamente cuestionado por no tener en cuenta la herencia cultural del indígena sobre la cual estas comunidades se apoyaban. Hipotéticamente el hombre americano podía comer de todo; pero en la práctica no ocurrió así, sencillamente porque tanto algunas plantas como animales fueron objeto de prohibición para el consumo o sacrificio por motivos mágicos, culturales y religiosos. Saludables y robustos por que conocían la importancia de una dieta variada, rica en proteínas, gustosa, bien presentada y fácil de cultivar y capturar, los Panches fueron un pueblo que aprovechó esta grandiosa riqueza natural. Estos alimentos iban desde plantas y vegetales como el tomate, girasol, maní, ahuyama y la calabaza hasta "frutas..." (Simón, 111, Pág.42) como la piñuela, lulos, guayaba, maracuyá, marañón, guanábana, chirimoya, mamey, ciruela, papaya, dátiles, piña (muy usada por estos para la elaboración de chicha, (Zamora 1.945), guama, nueces, cuescos, corazones y cogollos de diferentes palmas, guaduas. Consumían las hojas tiernas de plantas como la yuca, ciruelo, matarratón, papayos, ají y tabaco. De las plantas de coca y tabaco no sólo se extraían poderosos estimulantes de uso religioso, ofrendario y energético para largas jornadas de trabajo, sino también obedecieron a una riqueza potencial como alimentos.

Alimentos exóticos como la carne de tortuga (Patiño, 1.966), iguana, gallineta o gallina de monte, los caracoles, cangrejos, y ostras de agua dulce, ranas, larvas, se criaban hormigas para comer (Cuervo, 1.892), achiote o bija, cacao, miel tanto de abejas como de avispas, flores usadas como hortalizas, pimentón, lulo, gulupa, hojas de ciertas plantas y demás, hacían parte de este extenso menú. Hierbas y aliños deliciosos como la vainilla, yerbabuena, mastranto, el ají y otros poco conocidos como el bledo y la verdolaga, ricos en hierro y proteínas, daban aromas y exquisitos sabores. La práctica de domesticación de animales fue bastante utilizada entre los Panches. El venado, una fuente importante de proteína en su dieta alimenticia, fue criado en grandes rebaños, aunque su consumo sólo se permitía a las clases dominantes. Se encuentran una muy variada gama de tubérculos que entre los más afamados está la yuca, el ñame, la batata o papa dulce y diferentes variedades de papas que eran introducidas a la zona desde tierras mas frías por el vigoroso intercambio de productos. También contaban con cereales como el maíz y el fríjol que ahora tienen la excelente reputación junto con la papa de haber alimentado y de seguir alimentando el mundo. Es muy posible que los Caribe hayan introducido la yuca de cazabe a esta región del país. El origen del tubérculo al parecer proviene del Brasil donde la yuca dulce para consumir fresca la llaman Macaxeira. Posteriormente fue llevada a la costa Atlántica y luego introducida al interior de Colombia vía Magdalena por los Caribe que emigraron a estas tierras. El Cazabe o también llamado Mandioca es la más predominante y es de donde provienen todas las variedades y clones de las más cultivadas. El uso por los Panches no difiere de la forma como otras parcialidades o grupos aborígenes la preparaban.

 

Medicina, magia, arte y realidad

Padres de un legado de inmensa riqueza cultural, los Panches alcanzaron un alto grado de desarrollo mágico, ecológico, espiritual y artístico. Si bien el hombre contemporáneo tiene la tendencia a dar respuestas por lo general de orientación religiosa a aquellas cosas incomprensibles sobre las sociedades antiguas, hay que aceptar que sabían cosas que los hombres de hoy ignoramos completamente y por supuesto, aunque fuera muy importante, no todo estaba enmarcado en este esquema. En el campo de lo mágico lograron traspasar las fronteras de lo material, conociendo el poder interno de las cosas. Manipulaban la energía para curar enfermedades, predecían buenas o malas cosechas y mantenían comunicación con el más allá. A lo largo de muchos años de observación y experiencia obtuvieron supuestos poderes, que no era otra cosa sino la aplicación práctica y repetida de ciencias de ámbitos metafísicos hoy desconocidos, las cuales se fueron transformando en disciplinas interrelacionadas, al final ejercitadas sobre quienes las necesitaban. En este ambiente tan receptivo, no es de extrañar que esta costumbre tan antigua, lejos de ser marginal, es el mismo soberano, místico, conocedor y sabio junto con sus sacerdotes, el primero en utilizarla para proteger su territorio de peligros internos y externos, mantener el equilibrio de todas las cosas, sostener la fertilidad de los ríos y campos y afianzar la estrecha relación con el cosmos. Dada la importancia, la fuerza era interpretada como un don de los dioses al servicio de la humanidad. La magia vendría a ser lo mismo que la religión, pues ambas descansan en la teoría de que pueden influir en los dioses mediante ciertos ritos, para obligarles a disponer de las fuerzas de la naturaleza en favor de su pueblo.

 

Dios del bien, aterrador y despiadado

Al igual que otras religiones, los Panches adoraban un ser supremo con una personalidad compleja, seguido por dioses menores o deidades a las cuales atribuían la maldad o la benevolencia. Su dios central representaba dos mitades irreconciliables y opositoras. Arbitrariamente dividido, ejercía el bien entre los hombres, siendo a su vez aterrador y despiadado. Contrario al diablo en el cristianismo, éste no representa un ser independiente que sólo actúa a favor del mal, sino aquí pertenecía a esa misma esencia divina. La maldad para los Panches era parte del carácter de ese mismo dios benévolo y celestial y por lo tanto, para poder adorar el mundo en su totalidad, había que establecer junto al culto inmaculado, un culto a la maldad, o digámoslo de otra forma, un culto al castigo divino. Es un hecho seguro que la organización social es paralela al dogma y descubre una unidad fundamental, siendo considerados los hechos naturales como un gesto de fuerza divina; en los valles del Magdalena el Panche adoraba la fuerza de la naturaleza y, ante todo, las aguas, las montañas, el monte, el sol y la luna. Los Panches tenían como dios central un ser tutelar, poderoso y único llamado Nanuco o Nacuco. Dominaba y regía las cosas de este y otros mundos, tenía el poder de hacer tanto el bien como el mal, era supremo; por lo tanto sus actos y naturaleza iban acompañados de doble contenido. Este temido dios era evocado con un nombre diferente de acuerdo a su estado de ánimo y de los sucesos ocurridos en el mundo y así mismo podía ser visto de diferente manera. Aunque era el dios de dioses, siempre estaba representado con una sexualidad femenina. Tenía igualmente este pueblo un conjunto de dioses mayores como el sol, la luna llamada Quinini, el agua y el monte. Existían también dioses menores iguales a los de la etnia Pijao como la princesa diosa Tulima y otros de importancia como Lulomoy, dios grande con múltiples extremidades, Locoombo, dios del tiempo, benévolo y creador de todas las cosas existentes y Eliani, dios de las cosas no buenas, pero su poder fue mal interpretado por los conquistadores dándole el mismo calificativo del demonio cristiano. Por la abundancia y proximidad con las aguas, algunas de estas deidades debieron ser habitantes de las mismas, otras aparecían y se transformaban en la noche, como la luna por quien sentían gran respeto y atracción.

Las obligaciones de un solo dios variaban y también la actitud hacia él; por lo tanto cambiaba el modo de reverenciarlo. Si la dicha de unos puede ser la desgracia para otros, así mismo el dios podía ser visto premiando o castigando, exigiendo o dando, haciendo el bien o el mal. Si pudiéramos entender los infinitos matices de detalles y situaciones comprenderíamos la variedad de tributos que veían en cada dios, la cantidad de aspectos que asumían y aun la mayor cantidad de nombres que les daban en humildad; por reverencia, gratitud, o por temor. El ser supremo era dios madre, quien tenía el poder de reproducir, cuidar alimentar y estar al final de la vida para recibirla de nuevo en su seno. La naturaleza se encontraba siempre allí cuando se necesitaba, como una madre. Por ello adoraban muchas formas, facetas y manifestaciones naturales a las que siempre se referían con los respetuosos términos de Madre Tierra, Madre Agua, Madre Monte etc. En cuanto a la alfarería Panche, el más valioso documento con que cuenta el arqueólogo para aproximarse a esta cultura, pertenece tanto al ámbito de lo utilitario como a la producción destinada a servir de ofrendas y a los ritos funerarios. Fue también un trabajo orientado a la producción de figuras y estatuillas, con la representación de imágenes de algunas deidades.

 

Magna mater, la Venus del sabandija

El hallazgo de pequeñas esculturas femeninas, de senos reducidos y amplias caderas encontradas elaboradas en arcilla, delicadamente decoradas para uso ofrendario que usaron los Panches en ritos de fertilidad y ceremonias religiosas, representando los ciclos de la vida sugieren una excelente actitud hacia el tema de la fecundidad y proliferación. Pasado el culto de veneración, la sacerdotisa y demás mujeres devotas rompían ofrendas y deidades para luego ser enterradas permanentemente en el mismo templo, asegurando así el ritual de guardianas de la fecundidad y protectoras de la tierra. En la cosmogonía Panche, abunda el mito sobre el origen del mundo como acto genésico en que la Madre Tierra fue fecundada por el Padre Cielo. La tierra en oposición al cielo recibe el atributo de femenina y pasiva, de aquí su vínculo con la matriz. Aunque la madre tierra no es sólo la matriz donde todo se engendra, también es el sitio a donde todo regresa, paso definitivo a otros estados en la evolución. Estas ceremonias eran practicadas y conducidas sólo por mujeres, quienes hacían parte del propósito de procrear y proteger, naturaleza del ritual. Es de anotar que en esta preocupación por la fertilidad encontramos los orígenes de todas las religiones. En las sociedades antiguas las mujeres eran adoradas como creadoras de la vida. El hombre prehistórico rendía culto a figuras femeninas de terracota, marfil o piedra. La figura femenina de mayor antigüedad, 31 mil años, fue hallada en Galgenberg, en la baja Austria, y esta elaborada de piedra verde o nefrita. En la antigua Grecia las mujeres de Lesbos, hoy Mitilene, practicaban un culto dedicado a un dios femenino, posiblemente a la diosa Deméter quien personificaba a la tierra. Miles de mujeres se reunían a adorar y rendir culto (enterrando pequeñas estatuillas de barro con rasgos femeninos). Estas diosas no eran más que la supremacía femenina en las religiones de los primeros tiempos y representaban sus vínculos con el orden divino de la naturaleza. La veneración a deidades femeninas ha llegado hasta el mismo cristianismo bajo la forma de la virgen María, inmaculada, madre de Jesús, reina del cielo. La escasa importancia que el cristianismo dio a la mujer, tratando de acabar resquemores de las abundantes deidades femeninas de la antigüedad, fue enmendada en parte con la instauración del dogma de María y el culto Mariano, aunque con reticencias sin terminar de admitir la igualdad entre hombres y mujeres. En el ámbito cultural de occidente y por derivación, hay otro personaje de suprema importancia. Eva, quien también sustituye y simboliza a la gran madre o magna mater, procreadora y objeto de culto permanente (madre matriarcado) cuyas primeras manifestaciones datan de 31.000 años a. n. e. aproximadamente, hoy conocidas como estatuillas, llamadas Venus, halladas en cavernas casi por toda Europa.

 

Oro, chamanismo y coca

El aurífice Panche era el mismo gobernante o mago y el mago era el mismo chaman o mohán. Este mismo personaje transformaba el oro natural y profano en joya preciosa y sagrada. El oro fue símbolo de la inmortalidad, seductor y alucinante, inducía a la reverencia y temor, era sacrificante y ofrendario, era por excelencia el elemento más grato a los dioses, era resplandor y fertilizante, era con su infinita gama de tonalidades quien interfería en el estado, salud, ánimo y comportamiento del hombre. El sol, secundado por el Gran Más Allá, representaba en la tierra la máxima autoridad y su condición era la de divinidad celeste. El sol que con el calor de sus rayos sobre la tierra infundía vida y esperanza. El Sol y el soberano por consiguiente, tenían una misión cósmica, la de mantener en marcha la máquina del mundo y velar porque el cielo no se desplome sobre la tierra. El oro, el sol y el poder, fueron una constante del pensamiento precolombino. El oro elemento vital, simboliza fuerza para gobernar, curar y representar creencias. Identifica lo inalterable, lo eterno y lo perfecto. Por ser el más noble de los metales, dúctil, maleable y brillante y por su color, representaba al padre sol. El que cargara oro, cargaba para sí parte del sol.

Las connotaciones negativas, desde el punto de vista moral fueron introducidas por los europeos en la conquista de América, fijándose en la función del oro como bien material y mostrándose con excesivo apego a las cosas de este mundo. El sol, padre impulsador de vida otorgaba a la madre tierra el oro que hay en ella. Y el poder, quien tuviese oro tenia poder para tener acceso directo al padre sol y a la madre tierra. En conclusión, el oro simbolizaba el conocimiento sobre lo esotérico y unía a los chamanes y personajes reales con el secreto más íntimo y sagrado de la tierra. Vemos entonces que alguno de los dos, el Síquima o el Chamán representaban al sol y, en el sistema dualista Panche, que recuerda al mexicano, peruano y chino, se encuentra, consecuentemente, del lado masculino, diurno, celeste, cálido, en oposición complementaria a lo que es femenino, terrestre, lunar, nocturno, frío. Pero si pasamos este primer plano al código animal, nos lleva con toda seguridad a uno de los seres más significativos para la cosmovisión Panche, al lado del águila celeste diurna, opuesta al jaguar terrestre nocturno.

Las piezas en oro que reposan en grandes museos y colecciones particulares encontradas en la región Tolima, son generalmente en oro argentífero (oro con contenido de plata) de altos quilates. Las piezas artísticas como pectorales que para los españoles no fueron sino objetos blasfemos, parecen ser diseñadas más por dibujantes que por escultores y que aparentemente fueran usadas más para estampar textiles que para uso sacerdotal, son de altísima calidad y elaboración. Se distinguen por ser figuras esquemáticas con marcada vocación geométrica; corte de perfiles siguiendo líneas rectas, quebradas en ángulo a escuadra, salvo las bases que suelen ser alunadas, ancoriformes o bifurcadas; motivos antropomorfos y zoomorfos o de manifestaciones combinadas en una misma pieza con cabezas en cuadro y siluetas en oro laminar martillado con diseños geométricos, sobrios y reiterados.

Son obras de alta abstracción, ligadas a una compleja cosmogonía como complicados pectorales de figuras humanas aladas con predominio de la línea recta de trazo firme, con superficies lisas o caladas, cabezas antropomorfas cuadradas y colas bifurcadas o semilunares. Cuentas de collar en diseños estilizados, de hombres y animales, son la temática predominante en estas comunidades de artistas, poseedoras de ricos yacimientos auríferos. Hay que resaltar el sentido del ritmo y proporciones, ya que no rompen la elegancia ni obstaculizan la dinámica de la pieza y en particular hay que tener en cuenta el conocimiento y la pericia que el artífice Panche necesitaba para dominar los problemas técnicos superando con maestría las dificultades del dibujo o diseño. Cualquier definición dada a este tipo de procedimiento artístico, el resultado será siempre igual, notable, preciso, rítmico, objetivo, dinámico, profundo, matemático, como pasado previamente por un diseño que culminó con un prodigioso resultado geométrico. Tan hermosas, misteriosas, poderosas e inquietantes son estas joyas que han logrado transmitir de épocas tan remotas la convicción de oro sagrado y su estrecho vínculo con el sol. Todos los tesoros o piezas halladas siguen teniendo una presencia sublime. Así mismo, estos objetos no son como otros; son fragmentos sagrados de templos precolombinos.

 

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