JULIETA LONDOÑO

Cuando Julieta asistía a la iglesia de Anaime, escuchaba embelesada las notas del armonio y la dulce voz de su madre que interpretaba las canciones sacras. Tal vez sea este el origen de su vocación por la música y su precoz empeño por aprender a tocar instrumentos y a componer melodías desde los trece años, cuando apareció el vals Si me olvidas, canción donde recogía la experiencia del primer amor, los amigos y las cosas baladíes de la época de estudiante. Julieta nació en Anaime, en el año 1952, allí estudió la primaria, viajó a Ibagué, estuvo en diversos colegios hasta que finalizó el bachillerato en el Cisneros. Simultáneamente había estado asistiendo al Conservatorio durante cuatro años a clases de canto, guitarra, tiple y otros instrumentos. También se aficionó por el idioma inglés y asistió a la Academia de Filipo Testa para, finalmente, matricularse en la Universidad del Tolima donde se graduó como Licenciada en español e inglés y actualmente labora como catedrática.

Viajó luego a los Estados Unidos por una breve temporada a perfeccionar sus estudios de inglés y en Orlando, mientras transitaba por una calle de la ciudad, tuvo la más grata sorpresa de su vida, al escuchar las notas de uno de los bambucos que más fama le ha dado en el medio. Hasta allí había llegado un casette que se distribuía en una tienda de música con el tema El Tolima no tiene sombra.

En sus inicios no tuvo realmente un respaldo ni familiar ni profesional que le indicara derroteros. Accesoriamente el maestro “Cañitas”, quien vivía cerca de su casa y era el arreglista de la Banda Departamental, se interesó por ella al oírla cantar y le propuso que formaran un dueto, también le dictó clases de guitarra y fue él quien vislumbró sus capacidades de intérprete y de compositora y la estimuló para que continuara por la senda de la música.

Contó con la suerte de que su primera composición fuera grabada por el sello Edimundo: Si me olvidas, que había sido escrita a los trece años, en una vocación temprana que prometía ser muy fructífera, pero que se fue diluyendo con el paso del tiempo y absorbida un poco por esa otra pasión que experimenta hacia la docencia.

Desde que aprendió a tocar guitarra a los catorce años, este instrumento se convirtió en una especie de cómplice, pues cuando la rutina la asfixia, los problemas se agolpan o la depresión intenta subyugarla, aparece el rasgar de las cuerdas como el bálsamo capaz de reconfortarla y hacer que se reencuentre con sus cosas.

Antes de entrar a la Universidad tuvo la experiencia de estudiar una temporada larga con el maestro Darío Garzón. Su participación en la música había estado orientada por “Cañitas” quien había dirigido su primer dúo con Myriam Quintana y que llevaba por nombre Lontana, en el cual actuaban con toda la técnica, de atril en adelante. Al enfrentarse con el maestro Darío, él les pidió que se dedicaran a la música con alma y sentimiento, y por lo tanto podrían guardar los formalismos. El maestro les dijo: “Yo las hago famosas si se entregan a mi”. “Musicalmente”, corrigió después, para evitar malos entendidos. Así lo hicieron, guardaron los atriles y se dispusieron a cantar con sentimiento bajo la tutela de un hombre amasado en el compromiso con la región y con la tradición musical de la misma.

Con el tiempo la segunda voz fue reemplazada por María Belén Vergara, quien había sido ganadora del Concurso El cantante del año Voz del Tolima. El maestro Darío las bautizó como “Las orquídeas” y tuvieron actividad musical entre 1972 y 1978. Hicieron programas de televisión para Eucario Bermúdez y para Rosalba Atehortúa. Igualmente actuaron en un documental que se hizo para mostrar la vida y obra del maestro Garzón.

El bambuco El Tolima no tiene sombra ha sido uno de los trabajos de mayor aceptación, con comentarios elogiosos, no sólo por sus acordes sino por la metáfora que plantea su letra. Una versión del mismo fue grabado por Los hermanos Londoño, quienes no tienen nexos sanguíneos con ella. Julieta ha compuesto varias obras, siempre con ritmos tradicionales del Tolima, así sus letras tengan una ligera remembranza de las costumbres antioqueñas, pues ella desciende de familias netamente cordillerunas, de esas generaciones que se dieron a la tarea de colonizar la cordillera central y llegaron hasta Anaime para fundar el pueblo y dejar su ejemplo de laboriosidad. Temas como El arriero dicen a las claras sobre su procedencia, pero bambucos fiesteros como La rasca de mi mujer vienen a dejar constancia del amor por la tierra tolimense.

En el año 1984 Julieta compuso Joven, una obra que fue presentada al concurso de la OTI y quedó dentro de las finalistas. Recientemente Los inolvidables también grabaron una canción en ritmo de danza que le dedicó a una hermana y se titula Me enamoré de un pecado. La versión original había sido de bolero ranchero, pero el arreglo de Arnulfo Moreno resultó aceptable.

Con la canción La rasca de mi mujer llegó a las finales en el concurso de la canción realizado en Bello. Lamentablemente la intérprete, Gloria Aydé Torres, se enfermó y no pudo estar en la presentación decisiva, pero este bambuco mereció los elogios de la crítica. Otro reconocimiento recibido fue el segundo lugar que le otorgó la Fundación Garzón y Collazos por su canción El Tolima no tiene sombra, al haber sido escogida por el público como la segunda mejor canción tolimense en 1993.

En el año 1992 la alcaldía municipal de Ibagué le otorgó un reconocimiento, con decreto de honores incluido, por la actividad cultural que ha desarrollado, sobre todo a nivel del teatro, la música y el folclor, pues ella se ha preocupado por adelantar estudios de capacitación en esta rama para impulsarla en los centros educativos donde labora.

Una de las actividades alternas a la música que desarrolla Julieta es el cultivo de la poesía. Ha participado en dos concursos nacionales celebrados en Medellín, en el segundo de los cuales recibió una mención especial por la obra Sentimientos, poemario que contiene una muestra de su sensibilidad y del apego que aún experimenta por el suelo antioqueño.

Su pertenencia a la Corporación Folclórica del Tolima fue muy fructífera, allí amplió su visión de las tradiciones y los valores existentes en nuestro medio, m profundizó en las costumbres, las formas de vestir, los trajes típicos, los alimentos, etc., de tal manera que su sentido tolimensista se afianzó y a la vez se proyectó, pues ella se ha convertido en una difusora de nuestro folclor al interior de los centros educativos.

Otra participación que también le ha dejado grandes enseñanzas es la que realizó con el conjunto Calambú, voz indígena que hace referencia a una princesa que vivió a orillas de Cutucumay y que el maestro Alfonso Viña registró. Trabajar al lado de Viña le dejó grandes enseñanzas y le ha permitido contar con un grupo de amigos selectos que disfrutan la música como nadie y estrechan unas relaciones surgidas al calor de esa pasión común, el folclor y las tradiciones.

Julieta es autora de una misa que se ha interpretado en velorios, matrimonios, primeras comuniones, bautizos, etc.

El conjunto Calambú ha montado la mayoría de obras de Julieta, no solamente aquellas que son clásicas en la región sino otras que figuran con alguna insistencia, por ejemplo el bolero Una madre que se va; el vals Mi madre y No quiero llorar.

Es bailarina de ritmos autóctonos, lo mismo que integrante de grupos de teatro, donde ha mostrado sus capacidades histriónicas para representar los aspectos mitológicos del departamento. En alguna ocasión vino a la ciudad el embajador de México y vio la representación que realizó la Corporación Folclórica del Tolima, con sus mitos y leyendas, y quedó tan gratamente impresionado que les ofreció la visa cuando quisieran para que fueran a su país a mostrar estas expresiones de gran valor para estrechar los nexos latinoamericanos. Desafortunadamente no se logró tal propósito.

Está casada con un odontólogo y tiene un hijo veterinario de la Universidad del Tolima. Ninguno de los dos ha interferido su carrera y antes bien han sido baluartes importantes en el apoyo emocional para sus presentaciones.

La música sólo le ha entregado satisfacciones personales, aunque recibe algunas regalías por parte de Sayco. Recuerda que su primer pago fue el premio que recibió cuando resultó ganadora del programa Futuras estrellas de la canción, organizado por La Voz del Tolima y le dieron cincuenta pesos y una botella de vino.

Fue integrante de los Coros del Tolima y no está de acuerdo con las innovaciones que se intentan realizar a los aires colombianos. Jamás cambiaría un bambuco tipliado por ningún otro ritmo del mundo.

Aunque no ha tenido la oportunidad de grabar ninguna de sus canciones con su propia voz, sí lo han hecho Los hermanos Londoño, Los Casallas y otras agrupaciones que le han dado lustre a estas composiciones llenas de imágenes que reiteran la pertenencia a la tierra y el amor infinito por las acciones simples de nuestras gentes. La Banda Departamental también interpreta algunas de sus canciones. Entre tanto ella sigue de colegio en colegio -realizó un posgrado en educación musical- tratando de impregnar a sus alumnos del gusto por la música terrígena e invitándolos a cantarle al Tolima como única forma de mantener sin sombra este espacio geográfico que siempre ha amado la paz.