JUAN DE JESÚS LEZAMA

Terminada la jornada diaria, la mayoría de los niños de la escuela de Lérida se agrupaban a la salida para jugar, a las escondidas, al trompo o a las canicas en un lote vacío de los alrededores del patio de recreo; uno de ellos, igual de inquieto y juguetón, se ausentaba de pronto, sin que nadie lo notara, y en su escapada iba a parar a la casa del maestro José López Fetecua que lo aguardaba impaciente para guiarle sus manos infantiles sobre las cuerdas melodiosas de un pequeño requinto. El niño vivamente interesado por el instrumento y por las notas alegres que empezaba a arrancarle era Juan de Jesús Lezama.

Hijo de Abelardo Lezama y Pola Rivera, nació el músico un 12 de junio del año de 1905 en la calurosa población de Lérida, al norte del Tolima, entre el canto tempranero de los gallos y la sencillez alegre de los vecinos que se dieron cita ese día para verlo por primera vez. Su infancia, desparpajada y feliz, empezó a desenvolverse en el camino soleado hacia la escuela, en los paseos a las quebradas y el murmullo melódico de un concierto de grillos que lo arrullaban hasta el sueño.

Los primeros siete años de Juan Lezama fueron suficientes para encariñarse con los instrumentos de cuerda y especialmente con el requinto, que ya interpretaba con asombrosa facilidad, motivo por el cual sus padres se trasladaron a Honda a fin de que continuara con el aprendizaje de los amados instrumentos; y fueron entonces los maestros Félix Max, Domingo Pérez y el mismo López Fetecua quienes se encargaron de su naciente formación musical.

Fue tal el progreso del joven músico Juan de J., como empezaban a llamarlo todos, que Félix Max, impresionado por las dotes de su alumno, no vaciló en incluirlo en la Banda Municipal que por aquel entonces dirigía. Tenía entonces Lezama trece años, dominaba ya todos los instrumentos aerófonos y hacía sonar el clarinete, que a la postre sería su instrumento preferido, con indudable maestría.

Unos años después de su ingreso a la banda de la ciudad de los puentes, Juan de J. llegó a ser director de la misma. Con el tiempo fue llamado para dirigir las bandas municipales de Guaduas y Cajamarca, alternando su oficio de todos los días con la creación de obras musicales que llegaron a sumar más de doscientas.

Se vino luego el maestro Lezama de Cajamarca para hacer realidad el anhelado sueño de convertirse en músico de la Banda Departamental del Tolima a la que ingresó como clarinete requinto en Mi Bemol, y ya instalado en Ibagué, empezó a desempeñarse como profesor de su instrumento preferido en el Conservatorio de Música donde se granjeó rápidamente el aprecio y la admiración de sus colegas y discípulos. Y mientras enseñaba, interpretaba y componía, sus canciones empezaron a multiplicarse en las versiones de la Banda Departamental y de un sinnúmero de agrupaciones que las daban a conocer a lo largo y ancho de nuestra patria.

Sus creaciones, en su gran mayoría, fueron inspiradas por aquellos personajes sencillos y nobles de la tierra tolimense que se iba topando en los pueblos que visitaba y que rescataba en cada canción desde sus instrumentos de cuerda o de viento, que interpretaba con igual maestría. De esa lista de personajes populares que llenaron alguna vez sus pentagramas se recuerda Don Tancho, bambuco; el pasillo El mico Cruz; El papi, pasillo dedicado al maestro Jorge E. Fajardo; la marcha fúnebre Alfonso López y el también pasillo Pola Inés, compuesto para una de sus hijas. Suyos son también los bambucos El león del Tolima y Ambalá; los pasillos festivos Con to´ los diablos, Bucaramanga olímpica, Veintisiete de marzo y Amanecer ibaguereño; los torbellinos Viva la fiesta; la cumbia tolimense Se me rompió la totuma; la marcha fúnebre Centenario del Libertador; el pasodoble Sol del Tolima; el bunde Hadas y bosques; el vals Sueño fugaz y los boleros Lamento de amor, Falsa promesa y Barquichuelo de amor que era una de sus creaciones más queridas junto con la composición Ligia, Fanny y Edilma.

Además de incansable compositor, Juan de Jesús Lezama realizó también innumerables arreglos para obras de otros autores que vale la pena resaltar como Las cuatro pollitas; los bambucos Pacho loco y Naguaché; la marcha fúnebre Soledad y el afro colombiano Melodía de amor.

Murió el privilegiado compositor Juan de Jesús Lezama en la capital dulce de Colombia, Cali, el 29 de marzo de 1969. Su familia supo rescatar de sus archivos, para fortuna del Tolima y Colombia, esa herencia vastísima de su obra musical conformada por guabinas, danzas, boleros, torbellinos, valses, pasillos y bambucos. Dos años después de su muerte, siendo gobernador del departamento del Tolima Rafael Caicedo Espinosa y por iniciativa de doña Elvira Gaitán de Alvarado, amante sincera de la Banda Departamental, se produjo el Decreto Nº 156 de marzo de 1971 por el cual se crea la Medalla Juan de Jesús Lezama como una exaltación a la memoria del gran compositor, reconocimiento que se hizo extensivo a los maestros Emiliano Lucena del Espinal y Milcíades Garavito del Fresno.