A pesar de tantos libros que se han escrito sobre nuestro territorio desde los remotos tiempos de los cronistas coloniales, aún permanecemos con una virginidad insoportable en cantidad de temas y en exploración de regiones y poblados. Sin embargo, durante las últimas dos décadas, muchos son los investigadores que se han entregado con devoción a la historia de su tierra y a desentrañar el verdadero rostro de nuestro acaecer. Es lo que ocurre con el libro Santa Lucía de Ambalema, la historia de la nostalgia, un trabajo en el que Jorge Ernesto Leyva se empeñó a fondo no sólo para homenajear una parcela de sus entrañas, sino para reflexionar y describir a un sector del Tolima que tuvo demasiada importancia en el desarrollo de la república.

Santa Lucía de Ambalema o la historia de la nostalgia, resume en 100 cuartillas, con una bibliografía exquisita que demuestra su vigor académico, el origen étnico, costumbres, ubicación y organización política de los Panches que cubrieron de manera primigenia este territorio del norte del Tolima y el proceso del poblamiento español, las primeras incursiones peninsulares a la tierra de los Panches, lo mismo que desentraña de las crónicas de fray Pedro Simón el paso de Sebastián de Belalcázar, primer peninsular en pasar por Ambalema. Se estaciona más adelante en las primeras encomiendas, los resguardos, las cuatro Ambalemas, el litigio entre los encomenderos y la fundación de Santa Lucía de Ambalema, al tiempo que traza la personalidad de Lesmes de Espinosa y Saravia, su fundador oficial, como los enfrentamientos entre indígenas y encomenderos.

Cómo ingresó Ambalema a la era del tabaco, cómo nos tocaron las reformas económicas y de qué manera se llegó al monopolio, es objeto cuidadoso de uno de sus breves capítulos, narrando más adelante el inicio de la revolución comunera y la insurrección por tierras del Tolima, donde Galán desarrolló actos de gobierno, y entre otros mandatos intervino el aguardiente, suprimió los estancos y liberó a los cosecheros de los impuestos.

No podría pasar por alto los pasajes de Ambalema en la lucha por la independencia, las controversias regionales, la participación de Egidio Ponce, héroe de allí y cuyo colegio de bachillerato lleva su nombre, la continuidad del régimen monopolista y las disposiciones sobre el tabaco. Pero tampoco el papel del río Magdalena, la navegación y sus primeros barcos y por supuesto la agonía y muerte de ese medio de transporte por estos hermosos lugares.

Se detiene Leyva en la Ambalema después de 1840, el fin del monopolio y el paso de la gloria a la decadencia como la grandeza que el tiempo se llevó, al tiempo que traza una semblanza de los hombres y la tierra, los latifundios que empezaron, las quiebras y la explotación, el protagonismo de este municipio en la historia nacional y el paso por allí de grandes personalidades del país. Igualmente, siempre en todo conectado con los grandes hechos de la república, refiere las guerras, los procesos de consolidación de nuestra patria, hasta cuando Ambalema, caso curioso, fuera capital del departamento de Ambalema.

Muchos hechos desconocidos por la gente en general tienen en sus páginas el debido proceso, demostrándonos su rigor investigativo y atrapándonos en una historia que nunca pierde su vigencia. Va de los grandes hechos a los personajes antes y después de la guerra y cuenta no sin humorismo anécdotas que le dan un tinte gracioso en medio del humo de los combates. Pero ahí está también el ferrocarril, sus primeras y sus últimas líneas, la población de los años 30, las últimas fábricas y el recuerdo de los destacados hijos de esta población, lo que ocurre una década después, la lucha por la tierra, la hora de las haciendas como Pajonales y El Triunfo, el famoso ingenio y las nuevas frustraciones, las haciendas ganaderas, el desarrollo de la agricultura e inclusive cómo fue el nueve de abril por aquellas calendas.

Finalmente, el autor analiza el folclor, las bandas de música de guerra, la mitología de tierra caliente, las fiestas de la patrona y personajes inolvidables de este renglón, incluyendo hasta coplas, para llegar al instante en que es declarada monumento histórico nacional, sus estudios arquitectónicos, los alcaldes de la edad moderna, cómo se extingue la generación del siglo XX y hace justicia a tres grandes ambalemunos como Nicanor Velásquez Ortiz, Timoleón; Carlos Casares, el mago Lemberth y el pintor Hernando Carrizosa.

Aquí entendemos mejor, como decía Ortega Y Gasset, “que la historia tiene que dejar de ser una exposición de momias y convertirse en lo que realmente es: un entusiasta ensayo de resurrección”.

Sólo el amor, poemas de ausencia de Jorge Ernesto Leyva
Nada conmueve más que encontrarse con un poeta de verdad cuando por todas las calles y ciudades del mundo se levantan farsantes de tan profundo oficio. Entonces no es fácil tropezarnos con aquellos que llevan la música en las alas de las palabras ciertas y las ideas sugeridas, con quienes portan esa magia de hipnotizarnos en el juego de su historia cantada. Y hasta nos sentimos felices en medio de las tristezas que puedan despertarnos porque existe el hechizo de la imagen como si alguien descubriera de nuevo el universo. Por algo dijo Vicente Huidrobo en su Arte poética “que el verso sea como una llave que abra mil puertas/. Es lo que ocurre con Jorge Ernesto Leyva, puesto que caminar por sus poemas es emprender un maravilloso viaje hacia los caminos del amor y transitar en las profundidades del ser seducidos por un pequeño Dios como diría el mismo Huidrobo de lo que es un poeta.
Y no se trata de los atisbos de un improvisado sino de un veterano de esta guerra permanente con el lenguaje preciso para lograr altos designios. Y de un espíritu rebelde y combativo que ha surcado buena parte del mundo llevando sus palomas mensajeras cruzando los espacios para lanzar amor y pruebas de existir sin que sea inútil.
Jorge Ernesto Leyva sí es todo poesía. Y es lo que vuelve a demostrar con este nuevo libro que debe cargarse y leerse como si un tesoro abrigara nuestras manos y un regalo precioso recibiera nuestra alma.
La publicación que de él hiciera Pijao Editores y Caza de libros para esta Feria Internacional de 2008, confirma no sólo una de las grandes plumas que ha tenido el Tolima a lo largo de su historia, sino que nos permite comprobar su talento, demostrado ya en otros libros suyos como No es una canción, Poemas de ausencia, La ceniza es el infinito, Diario de invierno, Territorios y ausencias, Memoria de los caminos y La siesta de los Dioses.
Jorge Ernesto Leyva nació en Ibagué, el 8 de abril de 1937 y murió en Bogotá el 12 de marzo de 2008. Cursó sus estudios de bachillerato en el colegio de San Simón, graduándose luego en derecho y ciencias políticas en la Universidad Libre. Se especializó en La Sorbona, de París y en la Universidad de Pekín, en China. Hizo estudios de humanidades, historia y filosofía. Dentro de su actividad pedagógica se desempeñó como profesor en la Universidad del Valle y el Muro Blanco. Fue director de Extensión Cultural en la Universidad del Tolima y director del Instituto Tolimense de Cultura. Está incluido en importantes antologías y usualmente destacan sus versos en Lecturas dominicales del diario El Tiempo y la revista Diners. Su desaparición causó mucha tristeza en los medios intelectuales del país.