BAYONETACALADA

 

Sí, mi coronel, ¡llore! Pero no siga con ese pañuelo puerco en los ojos gimoteando sobre esa mesa, agachado y mirando sólo hacia sus adentros ensangrentados, aunque eso a mí me confunda y me duela también, llore mi coronel, fue una de esas cobardías que no tienen nombre, pero tome, reciba este lienzo que siempre cargo en la manga de mi chaqueta, cójalo mi coronel y séquese esas infames lagrimotas que le han de estar descolgando de sus lagañas de pus, así mi coronel, eso, bote su empapado y sucio pañuelo, bien mi coronel, aplástelo ahí en la tierra con esas botas carramplonas y chatas, y si me lo permite ahora que acabe de pisotearlo, yo también le pondré el pie encima a ese triste pañuelo y lo restregaré con la misma furia con que mi coronel lo está haciendo ahorita, porque ese es un pañuelo alcahuete, desgraciado, rosadito como de puta de oficiales, que ¿qué?, mi coronel, no le he entendido nada, pero lo que sí es que le estoy odiando esos ojos abotagados de hinchazón, esas pupilas sanguinolentas de trasnocha seguida, esos morcilludos pápados chorreteados de la porquería de sus lágrimas, mi coronel, como lo estuve mirando la última vez que mi coronel me estuvo viendo de frente, hace un momento, pero ahorita lo estoy viendo más lúgubre, más desamparado y más feo que en los guayabos de sus borracheras del cuartel, ahorita mi coronel lo veo y lo siento tan pequeño, tan poca cosa, tan nada que ya mi coronel no se me parece a mi coronel, bueno, sí, consolado, afligido, hundido en ese pozo de venenos salobres, ácidos, apestosos, y aún enfermo o aún inválido, con mucha lástima de usted mi coronel, aunque usted no se ocupe de su soldado o mejor su exsoldado, y auque mi coronel se esté quedando dormido o se esté haciendo como quien dice no me joda más soldado de mierda, más bien pégueme un tiro, hijueputa, de todos modos llore, mi coronel! no hay de otra, llore hasta que se le seque la última lágrima, que así y todo no alcanzará a pagar...

...eso le va a pesar toda la vida, mi coronel, usted sabe que yo me di cuenta de todo y yo sé que ustedes los altos oficiales se imaginan que el pobre soldadito raso no se de cuanta de nada, que lo pueden despistar a uno con cuantos chinos, como ese que le metió en la cabeza mi capitán Turbay, nos enfrentamos a las guerrillas mi coronel, todas fueron victorias nuestras, pusimos muy en alto las armas de la República, estos treinta y ocho que le traigo son chusmeros, bandoleros mi coronel, si usted se comió el cuento pues allá usted mi coronel, pero ha de saberse que todos nosotros los infelices soldaditos no tragamos entero, esas son pendejadas mi coronel, usted no tiene derecho a ser tan bruto así ni tan confiado, por mi parte que me meta el dedo en la boca, y yo sé cómo se lo digo mi coronel, pues usted me regala un billete de cincuenta cada sábado, siempre que estoy de franquicia, para lo que se le ofrezca soldado Tique, y si se le ofrece más pues diga nomás, que estoy a su mandar, vivo muy agradecido con usted soldado Tique, pero esas son pendejadas suyas mi coronel, yo no sé si de veras ha de ser agradecimiento, pero lo cierto es que no me fallan los cincuenta pesos aunque no me echo atrás por haberle parado el macho aquel día estúpido, cuando la masacre, un momento mi coronel, espérese, y recuerde que mi capitán Turbay le entregó a esos pobres treinta y ocho campesinos amarrados, con las manos atrás y en sarta como sardinas, cada uno esposado, de modo que con el rejo los enhebraba por entre las esposas como para que ninguno pudiera arrancar a correr a la hora del juicio final, aunque le duela mi coronel recuerde que usted recibió el parte sin novedad y que pronto hizo formar dos pelotones, mi coronel, un pelotón eran los treinta y ocho trabajadores presos, me acuerdo que los pobres no se veían afligidos ni carroños, qué raro mi coronel, sabiendo ellos de cierto que los íbamos a matar uno por uno así amarrados, como había hecho otras veces en otras regiones, pero no se dejaron notar ni pite de culillo, ni tris de rabia blanca, y eso se me hizo muy jodido mi coronel, tenían que saber ya que perraloca ya no los cargaría nunca en la volqueta de la personería, pues para eso los habrían traído hasta Chaparral y los botarían a Los Barrancos, pues ellos son organizadores y tiene en el pueblo quién los noticie de todo, hasta de nuestros secretos mi coronel, pero no, no los quisieron bajar hasta acá, hasta ese bendito pueblo de catejos o caratejos, porque ni mi mayor López ni mi capitán Camargo lo quisieron, es cierto que los dos se secretearon como lo hacían siempre, pero ahora no fue a escondidas ni se acariciaron las manos sino que se secretearon en público, y así y todo no permitieron que bajaran a los presos hasta Chaparral, y así fue que mi coronel tuvo que disponer y determinar y dar la orden maldita, aquí no más junto a esta mata de monte verde y fresca, aquí en la boca del potrero limpio para que midiosito no vea, para que no se vaya a hablar de injusticia o de arbitrariedad, y el otro pelotón éramos nosotros los soldados, su guardia personal mi coronel, usted no lo ha podido olvidar y según me contaba en otra borrachera usted sueña de vez en cuando con esa barbaridad, éramos la escuadra mejor armada, mejor vestida, mejor apertrechada, mejor dormida y atendida, y eso nos había gustado de mi coronel, que nos prefiriera en todo, tal vez por ser tan pocos, no éramos sino catorce y mi sargento Betancur nuestro comandante inmediato, recuerde mi coronel que usted mismo asumió el mando de nuestra escuadra, usted en persona dio las órdenes, que honor para nosotros el ser mandados directa y personalmente por mi coronel, en la parte más alta del potrero junto a la montaña y bajo un sol de candela, cuando usted dio la voz tan esperada, salga un voluntario y como un resorte saltó el soldado Rojas y dio un brinco, un paso firme al frente, muy engreído el mozo, qué ordena mi coronel, y entonces, cale bayoneta soldado Rojas, listo, ahora mátese al primero, a bayoneta limpia soldado Rojas, y recuerde mi coronel, el pobre mozo arremetió contra el pobre campesino que encabezaba el sartal, se le fue encima como tigre cebado, primero le ensartó la barriga y el campesino apenas pujó y arrugó la cara, y el segundo bayonetazo fue en el pecho, y otro bayonetazo por la espalda y a mí me dieron ganas de maldecirlo, el pobre campesino se fue a tierra y ahí en el suelo más por el pecho y más por el buche y más por la espalda, más y más soldado Rojas, y usted mi coronel careando al mozo desgraciado, y usted muy divertido mi coronel, qué rabia, usted viendo muy feliz y el soldado Rojas preguntando, le doy más mi coronel, y usted, bueno, sí, otro poco, hasta que ya no más soldado Rojas, indio de mierda, malparido, y muy bien soldado Rojas, okey, y ahí vino el complique, la desgracia de todos, porque otro voluntario, a ver, otro, qué hubo, otro, nadie oye, qué se hicieron los verracos, y nada, ninguno mi coronel, qué susto, porque usted me ha contado, mi coronel, en otra borrachera, que la señora madre suya se le aparece en sueños, con el perdón del coronel, y que le grita con las piernas abiertas y la falda levantada, que le grita, a ver, otro, usted, hijo mío, venga otro, qué susto, nadie se atrevió a dar un paso al frente, y entonces usted furioso mi coronel se emputó y nos madreó a todos, nos sermoneó con palabras de grueso calibre, y pues ahora se van a joder estas señoritas virgas porque yo las voy a sacar una por una, nadie se salvará, partida de cabrones, los voy a hacer repetir carajo, todos van a tener que doblarse, al que no quiere caldo se le zampan tres tazas, el poder ¿para que?, para estos cabrones del carajo, el poder es para joder maricones, y por eso yo me puse frío y jipato, con tembladera en las corvas, me dolió la barriga y me salieron gotas de meados, pura rabia blanca como dicen los guerrilleros, y a todas estas esperando que usted mi coronel parara el dedo maldito que iba recorriendo las cabezas y señalando a todos, ese dedo mortal y asesino, uno por uno señalando con su amenaza, hasta que su temible dedo grandote señaló al soldado Espitia mi coronel, y todos descansamos por eso, por no ser nosotros sino el soldado Espitia, y todos volvimos a respirar, y soldado Espitia a la carga con el siguiente chusmero, con el segundo subversivo, pero a matarlo más despacito, lentamente, no sólo a bayoteta, soldado Espitia preferible a culata, amáselo a culatazos, a ver, vamos, déle, qué hubo soldado, y el soldado Espitia nos miró a todos con miedo, quiso retroceder pero usted mi coronel le zampó una gran patada por detrás, y qué hubo indio pendejo, y el soldado Espitia entonces se santiguó tres veces de seguido, nos volvió a mirar como pidiendo socorro, clemencia, perdón, y maldito soldado naguas blancas, ya, o le pego un tiro, y por eso se abalanzó contra el segundo campesino amarrado, le dio culata por las partes bajas, por sus vergüenzas, por la nuca, compañerito no sea cruel, fíjate que es un trabajador, un campesino como nosotros, soldado compañero, no seamos asesinos, pero lo remató aplastándole el tuste a puros golpes de culata, y usted mi coronel gozando de lo lindo, saboreándose y sobándose las manos de lo puro contento, como le sobaba las manos de mi mayor López cuando no lo estaba viendo mi capitán Camargo, mi coronel, y yo viendo a los otros soldados compañeritos, a toda la escuadra en semicírculo de herradura, los veía muy lóbregos y temerosos, todos cagados de miedo, verdes del pánico, sin mirarse unos a otros, sin poder tomarse parecer con la mirada para un consuelo siquiera de vista, los pobres compañeros estarían también considerándome, y a todas estas todos pensando en el turno siguiente, mi coronel no me vaya a sacar todavía, espere a ver si me acostumbro a este infierno, yo sé que no son chusmeros porque los chusmeros o mejor dicho los guerrilleros no se entregan ni se dejan coger sino que dan candela, toda la que uno se aguante, y usted también lo sabe mi coronel, no nos engañemos nosotros mismos, todos en esta escuadra lo sabemos, por algo fuimos escogidos entre los menos brutos mi coronel, porque entendemos las vainas un poco más que el resto de la tropa, mi coronel no me vaya a señalar ahora con su dedote cruel, perdónemela en esta momento por lo que más quiera pues tengo mojados los pantalones, haga de cuenta que yo no existo se lo suplico, por lo que más quiera, por su señora madre, por esa santa que usted perseguía de muchacho a escondidas de su señor padre, mi coronel, esa señora santa que se le aparece en sueños y cuando usted ya no puede cumplir sus ganas asquerosas y prohibidas, se lo suplico por lo que sea mi coronel, tenga piedad de mí, pase rápido ese maldito dedo acusador, córralo para otra parte, para allá mi coronel, cualquiera otro menos yo mi coronel, y así les fue tocado el turno negro a los demás, al soldado Roncancio, al soldado Peralta, al soldado Rincón, y así hasta que yo no sé cómo ni cuándo oí un grito o un golpe, no sé bien, algo así y sentí un calor de brasa por toda la espalda, luego un yelo de muerte encima, di un salto de resorte sin darme cuenta y alcé la vista, pues claro, ahí estaba el temerario dedo suyo mi coronel,mostrándome,señalándome, condenándome, ese dedote maldito indicándome a mí, así, así como si fuera a insertarme por los ojos, y maldito sea usted mi coronel, porque entonces sí se me puso que me había jodido al fin y para siempre, el turno del soldado Roncancio y del soldado Peralta y del soldado Rincón, y a ver, qué hubo sonso, qué hubo soldado Tique es con usted, carajo un paso al frente, cobarde, miedosos, apátridas, y yo di sin darme cuenta el paso al frente o sea los pasos al frente, porque fueron dos o tres o cien, no supe cuántos, pero quedé parado frente a usted mi coronel, recuerde que así fue, usted no estaría tan asustado como yo que estaba moribundo, deambulando ya por no se sabe dónde, pensando sin pensar en nada, y entonces, calar bayoneta soldado Tique, carajo está sordo, soldado Tique no sabe cómo han hecho los otros, los anteriores, no los ha estado viendo carajo, y el sol quemaba y el sudor ardía en todo el cuerpo y una tórtola se quejaba en el monte, y yo calé bayoneta ya sonámbulo sin dame cuenta al derecho de lo que hacía ni de lo que pensaba si es que pensaba en algo, mi coronel, y qué hubo, déle a ese chusmero del diablo, déle cabrón de mierda, y yo volviendo a mirar a todos mis compañeros en herradura, pero yo en mi puesto como poste, sembrado sin poderme mover, como con miedo y como con coraje, no sé, y siga la joda, qué hubo cabrón, y luego lo miré a usted mi coronel y se me anubló la vista, lo vi entonces hecho un satanás que reía con toda la boca y con todo el buche, y luego vino un lamparón de luz y le vi esa cara sangrosa de borracho, de amanecido de todas las noches, y primero me puse firmes y enseguida a discreción, y usted ha de recordarlo muy bien mi coronel, cómo siguió la vaina ese día de la matanza, y miré el sol y el sol se me quedó para siempre entre los ojos con dos estrellas de candela, y vea mi coronel, yo no soy asesino, cómo lo voy a matar si ni siquiera lo conozco, hay que ser muy cobarde para matar hombres amarrados mi coronel, y usted mi coronel muy pálido y tieso, firme con firmeza de parada militar, qué bien lo vi en ese instante mi coronel, todo un militar de carrera, y si usted es tan gallito mi coronel pues máteme a mí, aquí estoy, qué hubo, y me sentí entonces todo un hombre como nunca, dispare si es tan macho, asesíneme en presencia de todos mi coronel y usted perplejo mi coronel, lo que soy yo no mato a este pobre campesino amarrado, ni a ningún otro tampoco mi coronel, no me consta que sea chusmero o bandolero, y la tropa sabe que a todos los treinta y ocho los cogieron en sus ranchos, dormidos era que estaban cuando les llegaron y los prendieron, ningún combate hubo mi coronel y usted lo sabe también, nada de eso mi coronel, todos lo sabemos aquí y allá en el cuartel, no mi coronel, espere sigo no se me emberrionde que ahora me toca a mí, y de reojo vi que el campesino de turno me miraba y vi que los otros presos no me despintaban la vista, y el turno del soldado Roncancio, el turno del soldado Peralta, el turno del soldado Rincón, y el campesino me sonreía, y los otros presos me reparaban con una seca ternura, recuerde mi coronel que usted entonces desaseguró su pistolona y me la tendió así a quemarropa, hizo puntería muy en serio pero se demoraba en disparar, y yo perdí los dos soles de mis ojos y yo no pude ver más por esas dos cuencas oscuras que me quedaron zumbando por unos instantes, mi coronel siguió por un momento con el ojo apagado, viéndome por la mira de su pistolón, apuntándome de veras hasta que su mano empezó a vacilar con fuerte tembladera y la pistolona a temblequear como si el brazo que la sostenía sufriera de pronto calofríos, y entonces mi coronel se resolvió a mirar su tropa, su guardia fiel, y se encontró con que todos nosotros y nuestros ojos estábamos clavados en los ojos de mi coronel como espinas, lo mirábamos como un enemigo jurado y lo maldecíamos con todas las miradas, mi coronel, recuerde que usted me lo contó así, igualito, una tarde que yo regresaba de franquicia, y por eso mi coronel bajó el brazo, aseguró su pistolona y la metió en su chuspa, apretó el broche de la tapa de cuero y no volvió a levantar su vista de la tierra, del pasto, y luego vino usted mi coronel y se me acercó de medio lado y me dio la cachetada aquella sin fuerza, sin fervor, como con pereza, sin estar convencido ya, y entonces a mí se me alborotó el indio pijao que llevo adentro y quise pegarle un tiro a usted mi coronel, pero de pronto me volvieron los dos soles de mis ojos, y de pronto lo pensé, hasta ver que no, me dio lástima, porque usted mi coronel continuaba agachado como lo veo ahora junto a la mesa, pero entonces no tenía ese pañuelo sucio de antes ni este lienzo empapado de ahora, creo que sin tanta tristeza como ahora, y usted ante el porte frío de sus catorce soldados, ante el porte menos frío de mi sargento Betancur y ante el porte resuelto de mi capitán Camargo, sin aires de gloria mi coronel empezó a marcar un paso triste rumbo al cuartel , y sin darse cuenta lo fueron siguiendo mi capitán Camargo y mi sargento Betancur, porque mi mayor López aquel día de desgracia se había quedado escribiendo el parte de victoria para el comando general del ejército celestial, y después los seguimos sus catorce soldados del pelotón de fusilamiento en que había venido a parar su guardia personal, pero cuando mi coronel se dio cuenta de que todos íbamos detrás, entonces gritó el alto, paramos en seco, y dio sus últimas instrucciones funerarias, y capitán, y como ordene mi coronel, y devolverse, soltar a los detenidos, enterrar a los muertos, a cada fosa ponerle una cruz y rezarle alguna oración piadosa, y como ordene mi coronel, y ahí fue cuando todos empezamos a escuchar la demencia del soldado Rojas, pobre mozo, sus alharacas místicas, sus alaridos sin ton ni son, el espasmo de locura, ay mi madrecita adorada, que me matan esos bandidos, que viene la chulavita, que me asesinan madre, mi coronel ay madre me viene persiguiendo con sus chulos mugrosos, ay madre adorada que me fusilan estos bandoleros, ay que fusilan a tu hijo el soldado Rojas salido de tu vientre madre, y mi capitán Camargo se hizo sentir al fin, sargento Lleras a cumplir la orden y como ordene mi capitán, así que siete voluntarios se regresaron con mi sargento Lleras mientras como si tal mi coronel proseguía su camino hacia el cuartel, delante de los otros siete que marchábamos muy triunfales ya sin sargento ni capitán ni coronel ni nada, la mitad de sus guardaespaldas silenciosos, agachados pero erguidos y ensombrecidos, muy bien que lo ha de recordar mi coronel, a mí me parece que fue ayer nomasito ayer, ay ahora sí mi coronel, ya puede, aunque todas las lágrimas de la tierra son pocas, no le alcanza para nada, no le sirven ya, eso le va a pesar toda su vida toda, mi coronel, yo sé cómo se lo digo, los turnos de los soldados tal y cual y tal cual mi coronel…

…sí mi coronel, aunque se siga haciendo el dormido y no levante la cabeza, aunque, ¿ah? qué bien, ¿al fin alza la cabeza y me mira?, qué bueno mi coronel, así se portan los hombres, véame bien de frente, usted no ha sido flojo nunca, pero no me mire tan duro, no así con esa mirada feroz, de odio y de venganza, no mi coronel, así no, si usted se hubiera visto en las mismas que yo, de seguro que habría hecho lo mismo, y no por flojera sino más bien por hombría, por verraquera mi coronel, que ¿qué?, mi coronel que ¿qué?, que le reciba su pistola y le haga el último servicio?, es lo que he entendido mi coronel, eso es lo que ha dicho?, pues entonces preste usted esa pistola, a ver, qué linda, la misma 45 cachinegra de todas sus andanzas malas y buenas, de cuando a mi general Valencia le fracasaron todas las armas de la República, de cuando ese mi general tuvo que escribir un mal libro para poder acabar las guerrillas en el papel, tan pesada esa Colt asesina y vejancona, cómo aploma en la mano su pistola mi coronel, parece que antes era más liviana, ¿no será que acumula el peso de todos sus crímenes?, mi coronel, que ¿qué?, ¿que de un solo tiro?, eso es lo que me dice, ¿que lo mate?, pero cómo es esa vaina mi coronel, ¿usted me conoció de asesino?, nada de eso yo no he sido, no soy criminal, o quién sabe mi coronel, si no sé, talvez a un verdugo, quién sabe pero acomódese mi coronel, así es mejor, como se ha vuelto a tumbar echado sobre la mesa, sin mirar más que hacia sus negros hígados, y siga llorando mi coronel, si ha de servirle de algo, ¿ah?, ¿cómo dice?, así con la cara contra la mesa casi no se le entiende mi coronel, que ¿qué?, le entiendo algo así como dispare ya, cabrón, ¿eso es lo que me ordena mi coronel?, pues vea mi coronel, esto es así como me lo enseñaron en el cuartel, el brazo extendido, el pulso firme, sin respirar mientras se apunta, así mi coronel, como ahorita le estoy viendo sólo una oreja por entre la mira de su propia pistola, así quietecito mi coronel, que ¿qué?, ahora sí le he entendido perfectamente, que dispare ya, ¡cabrón!… pobre mi coronel…