LARA Y ACOSTA

Jairo Alfonso Acosta y Rafael Enrique Lara se rehusan a vestirse de corbata para cantar. Ni siquiera el día que se presentaron ante cientos de personas en el parque Flushing, de New York, dejaron a un lado sus sombreros, sus pañuelos rabo e’ gallo y sus alpargatas. El traje típico tolimense que los identifica y los hace sentir más cercanos a su público, ha estado con ellos en el escenario desde su primera presentación hace 15 años, en 1987.

Con sus voces de tambora fiestera con la que interpretan como si fueran uno, bambucos, pasillos, cañas y sanjuaneros, Lara y Acosta han logrado ganar festivales tan importantes como el Concurso Nacional Villa de las Palmas y el Concurso Nacional de Duetos Príncipes de la Canción “Garzón y Collazos”. Ahí estaba el reconocimiento a toda la disciplina, el entusiasmo y el profesionalismo colocado a lo largo de no pocos años y ahí estaba un multitudinario público vivando a quienes con talento empezaban a no ser menos importantes que los duetos legendarios que dieron al Tolima parte de su gloria.

Jairo Alfonso Acosta, quien nació en Icononzo en 1950, guitarrista y primera voz del dueto, descubrió que servía para la música cuando en su escuela primaria lo llevaban a la iglesia para cantar las salves. A diferencia de la mayoría de artistas, Jairo no viene de una familia musical, por el contrario, fue difícil para la gente de su entorno entender esa afición que lo llevó a los catorce años a remendar con puntillas una guitarra vieja y aprender a tocar con marcada pasión en ella los primeros acordes, imitando desde el principio a los músicos, buenos, malos y regulares que había en su pueblo.

Todas aquellas sensaciones se sembraron de una manera definitiva en su entusiasmo para definir en serio su destino y es cuando quiere contagiar a todo el mundo en el placer de la música. Por eso, desde sus años tempranos, en la escuela de varones de Icononzo, forma varios grupos musicales, algunos de los cuales llegaron a ser reconocidos en la región y eran invitados con frecuencia a bazares y eventos sociales.

Alternando la música con su trabajo como maestro de escuela, Jairo fue docente algunos años en Palo Cabildo y finalmente fue trasladado a Espinal, lugar donde vive desde entonces. Durante 9 años, junto al maestro Augusto Cervera, formó el entonces conocido dueto Acosta y Cervera con quien grabó para la casa disquera Fuentes y participó en diferentes programas de televisión de la época. El dueto se disolvió, desafortunadamente, en 1986. Sin embargo, en 1987, en una tertulia musical organizada por el consagrado compositor Miguel Chamorro, Jairo conoció a Rafael Enrique Lara, tiplista y segunda voz del dueto.

Si bien es cierto Jairo Acosta no tenía en sus venas la sangre del pentagrama, ahí estaba jugándosela para salir airoso y por un grato azar del destino empieza el nuevo dueto que daría triunfos y satisfacciones a su tierra natal, al Tolima y a quienes gozan con el triunfo de los suyos.

Rafael nació en Purificación en 1958, con una tradición familiar que aún enorgullece a los colombianos por cuanto es nieto del famoso “Pote” Lara, uno de los compositores más reconocidos del Tolima. No fue difícil entonces que creciera al compás de pasillos y bambucos en la mitad de un ambiente donde la poesía, la música, el repentismo, la copla chispeante, la ocurrencia certera, fueran parte esencial de aquellas reuniones que tomaron tinte de leyenda.

Empezó a tocar tiple a los catorce años y era asiduo visitante de la casa de Los hermanos Montaña y allí, en medio de las noches del llano y bajo el calor de la amistad y la música, aprendió no sin emoción a interpretar en el tiple los temas más conocidos de los aires típicos del folclor colombiano.

Al igual que Jairo, Rafael comparte la música con la docencia. Durante varios años fue bajista de orquestas tropicales como “La gran escala”, “La conquista” y “La gran virtud”. Pero todos aquellos años empezaron a quedarse en el recuerdo porque en la actualidad es maestro de una universidad en El Espinal y desde que conoció a Jairo Acosta se ha dedicado a perfeccionar el dueto, entendiendo que sólo la voluntad de vencer conduce a la victoria.

A pesar de ser uno de los mejores duetos del país desde que decidieron unir sus voces, Lara y Acosta ensayan tres veces a la semana, se preocupan porque sus voces no pierdan el color y el acople que las caracterizan y participan en la mayoría de concursos de la música tradicional del país. Para ellos, concursar es una forma de adquirir seguridad, de foguearse con el público y de mejorar.

Su primera grabación la hicieron para una antología hecha por los finalistas del Concurso de Duetos Panamericana. Luego participan en la producción del homenaje para los cincuenta años de la Cooperativa de Caficultores del Tolima en 1988, donde sus voces dejan esa vez el testimonio de Noches de San Juan y La mugre.

Los esfuerzos por fortuna no fueron vanos porque han sido dos veces finalistas del Festival Mono Nuñez, del Concurso Nacional de Duetos de Armenia, del Concurso Nacional del Bunde en Espinal, y del Festival Hermanos Moncada de Armenia.

Todos aquellos homenajes que continúan estimulando su carrera no les permiten darse el lujo del descanso. De allí que en 1999 graben Sentimiento colombiano con temas como El bucanero, Caña sin nombre, Tiempos idos, Espinaluna, un bambuco de Rafael y Eres la mujer, un tema compuesto por Jairo. Aquí entonces no sólo muestran su faceta como intérpretes sino como compositores, ofreciendo una nueva y dinámica imagen de su quehacer artístico.

En el año 2000, gracias al triunfo alcanzado en el concurso nacional de duetos Príncipes de la canción, presentaron Clásicos del Tolima Grande con temas como Clamor de pueblo, de Rodrigo Silva, No puedo estar sin ti, Canta un pijao, Noches de San Juan y Tupinamba.

Para Jairo, la mayor satisfacción que le da la música colombiana es el cariño que le brinda su público. Para Rafael es la posibilidad de dejar un recuerdo a su familia y un legado a su pueblo.

La celebración de sus quince años de vida artística no pasará inadvertida porque Lara y Acosta planean realizar una grabación con sus temas favoritos de la música colombiana.

De todas maneras estos dos tolimenses, estas dos voces y estos dos corazones, un tiple y una guitarra con el sólo sentimiento hacia la música del interior, son los encargados de formar ya, con honores y merecimientos, uno de los mejores duetos de la zona Andina colombiana. El binomio que recupera en forma contínua los aires patrios, siguen el camino que inicialmente abrieron los inolvidables maestros Garzón y Collazos y que fuera seguido por Silva y Villalba.


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